El misterio de la bomba atómica que quiso fabricar Franco
Día 08/03/2013 - 15.16h
El proyecto armamentístico español quedó finalmente estancado a pesar de que nuestro país disponía de todo lo necesario para crear cabezas nucleares similares a las de EE.UU.
De ciencia ficción, quizás esta sea la mejor forma de definir la obsesión de Francisco Franco por lograr que España fuera uno de los países en disponer de la bomba atómica. De hecho, tal fue el riesgo de que nuestro país llegara a tener potencia nuclear tras la Segunda Guerra Mundial, que incluso varios documentos de la C.I.A alertaron de esa posibilidad
Concretamente, el interés del de Ferrol por la energía atómica comenzó después de que Estados Unidos lanzara en 1945 dos grandes explosivos nucleares sobre Hirosima y Nagasaki. Al parecer, los casi 100.000 muertos que provocaron las bombas no pasaron desapercibidos para Franco, ávido de situar a España entre las primeras potencias mundiales.
Motivos y objetivos
«Se barajan varios motivos por los que Franco pretendía conseguir fabricar la bomba atómica», afirma en declaraciones a ABC José Lesta, autor de «Claves ocultas del poder mundial», editado por «Edaf». «El primero, por supuesto, era entrar en el selecto club nuclear -lo que haría que España probablemente tuviera derecho a veto en la ONU-», completa el escritor.
«La persona que se obsesionó con el asunto fue Carrero Blanco»
«Finalmente, sin duda, para Franco sería importante disponer de una bomba atómica de cara a ejercer una gran presión real sobre su eterno enemigo: Marruecos -y, por extensión, sobre todo el Magreb-, teniendo muy en cuenta al Sahara que, no por casualidad, era donde debía probarse la primera detonación experimental», finaliza el experto.
Independientemente del objetivo, lo cierto es que las altas cúpulas del gobierno español pronto comenzaron las investigaciones para dar forma a su sueño atómico, un deseo que, de haberse alcanzado, podría haberse convertido en una pesadilla para cientos de miles de personas.
Hacia la muerte atómica
Así, y por orden de Franco, en 1951 se creó la Junta de Energía Nuclear y se dio comienzo a un proyecto secreto para, en pocos años, conseguir disponer en el arsenal español de la bomba atómica. «Fue el general Juan Vigón quien se encargó de promover los primeros centros científicos y de centralizar a los teóricos y la ingeniería española que, en la década de los cincuenta, se diseminaban por toda la península», determina Lesta.
Sin embargo, quien realmente se convertiría en la cabeza del proyecto sería alguien más conocido. «La persona que fundamentalmente se obsesionó con el asunto fue sin duda el almirante Carrero Blanco, y una vez muerto Vigón en el 55, Carrero tuvo carta blanca hasta el día de su muerte para conseguir el ingenio nuclear», añade el experto.
A pesar de todo, lo que permitió a España dar un salto en sus investigaciones fue Estados Unidos, país que cedió nada menos que 350.000 dólares para favorecer la evolución de energía nuclear a nivel civil en la península. Lo que los americanos no suponían era que Franco, por el contrario, usaría ese capital para iniciar el proyecto de la bomba nuclear.
«En julio de 1955 España firma con los Estados Unidos un acuerdo de cooperación nuclear al amparo del programa de Átomos para la paz. Estas ayudas permiten que el 27 de diciembre de 1958 el general Franco, acompañado de Carrero Blanco, inaugure el Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón en las instalaciones construidas en la Ciudad Universitaria de Madrid», determina el escritor José Luis Hernández Garvi en su libro «Episodios ocultos del franquismo».
Tras la inyección de capital, Carrero Blanco ya sólo necesitaba de material científico para que comenzara el proyecto, pues los primeros informes indicaban que España poseía el resto de medios para la fabricación de la bomba. «Nuestro país tenía un informe elaborado, ya en la década de los cincuenta, sobre la viabilidad. En dicho informe el único aspecto negativo era el combustible necesario para la bomba», añade Lesta.
Francia añade el combustible
El rompecabezas iba tomando forma. Con el capital, la tecnología y los conocimientos, Franco ya sólo necesitaba poder crear el combustible, el cual se elaboraba a base de plutonio. No obstante, la suerte quiso que la vecina Francia, que ya se había convertido también en una potencia nuclear, se ofreciera a ceder a España una central nuclear en la que poder fabricar el elemento que faltaba.
«Se trataba de una planta de grafito-gas que no necesitaba enriquecer el uranio para su funcionamiento y de cuyos residuos se podía obtener un producto de alto valor militar: el plutonio (…). La central de Vandellós I se inauguró después de un acuerdo de colaboración firmado entre Carrero Blanco y De Gaulle», destaca por su parte Garvi en el texto.
Todas estos acuerdos se llevarían a cabo a espaldas de Estados Unidos y la U.R.S.S, países que no querían que ningún vecino rompiera su hegemonía nuclear. De hecho, tal fue la obsesión de no verse superados armamentísticamente por nadie, que los americanos propusieron a España y Francia firmar un «Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)», algo a lo que los países mediterráneos se negaron.
España, preparada para crear bombas nucleares
«Quizá sorprenderá a mucha gente el saber que España en la década de los sesenta disponía de los científicos -tanto teóricos, como ingenieros experimentales- para fabricar el artefacto. Por otra parte, también disponíamos, gracias a los franceses, de las centrales nucleares para la fabricación de Plutonio militar –el cual podía ser creado en una cantidad de casi doscientos kilos al año-. Esta cantidad era más que suficiente para la elaboración en serie de un stock nuclear moderado y, con ello, comenzar una carrera armamentística», añade por su parte Lesta.
Franco ya sólo necesitaba poder crear el combustible
EE.UU. y un misterioso asesinato
En cambio, parece que la opción de que España pudiera alcanzar la bomba atómica no gustó demasiado al resto de las potencias mundiales. «A pesar del secretismo que rodeaba al proyecto, los progresos que España estaba realizando en instalaciones y tecnología nuclear de doble uso, civil y militar, no pasaron desapercibidos para los Estados Unidos», determina Garvi en el texto.
El recelo hizo que los Estados Unidos enviaran a uno de sus emisarios, Henry Kissinger, a visitar a varios mandatarios nacionales. «Kissinger se entrevistó en diciembre de 1973 con las más altas personalidades del estado, incluido Franco y el príncipe Juan Carlos. Y el 19 de diciembre, le tocó el turno al almirante Carrero Blanco, con el que mantuvo la charla más prolongada que tuvo en nuestro país -varias horas de dialogo-», afirma Lesta.
«El asesinato de Carrero frenó el proyecto nuclear español»
Según parece, esta conversación fue, cuanto menos, poco amable, según afirma Lesta: «Carrero le comentó a Kissinger su pretensión de convertir a España en un país "importante" gracias a la baza nuclear, a lo que Kissinger contestó: "Sí pero es que cuando España es importante, es peligrosa"». Extrañamente, y como añade el escritor, «Carrero saltaba por los aires menos de 24 horas después, y a tan sólo escasos 400 metros de la embajada estadounidense».
«El asesinato de Carrero, junto con un sabotaje de las instalaciones, frenó muy gravemente el proyecto nuclear español. En cualquier caso, siempre me pareció significativa la desaparición en el stock de la base aérea de Torrejón de varias minas antitanque de alta tecnología -controladas inalámbricamente y con sensores acústicos-. Un material que había venido fletado desde la base de Fort Bliss -Texas- antes de la voladura de Carrero por los aires», finaliza Lesta.
Finalización del proyecto
Tras la muerte de Carrero y, posteriormente, la de Franco, el proyecto se estancó en cierta medida. Así, finalmente y después de varios avances en este ámbito, Estados Unidos consiguió su objetivo y, con la llegada de la democracia, hizo que España firmara el tratado para limitar la energía nuclear. Definitivamente, el proyecto había muerto a pesar de sus posibilidades.
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