Una alianza de un centenar de países sella la legitimidad de la oposición siria
Francia descarta de momento abastecer de armas a los rebeldes
Reino Unido no excluye ninguna opción en caso de uso de armas químicas
Más de 21 meses de revolución y guerra abierta ha necesitado la oposición política al régimen sirio dirigido por Bachar el Asad para, primero, juntarse y, segundo, recibir el espaldarazo de la comunidad internacional a un matrimonio bien avenido. Un centenar de países del grupo de Amigos de Siria citados en la ciudad marroquí de Marraquech firmaron ayer una declaración en la que reconocen a la Coalición Nacional de las Fuerzas de Oposición y de la Revolución Siria (CNFORS), nacida hace un mes en Catar, como “el representante legítimo del pueblo sirio” y “paraguas” bajo el que se reúnen las diferentes organizaciones anti-Asad. Palabras que el terreno traduce del lenguaje diplomático del siguiente modo: la CNFORS será el único interlocutor válido en la trinchera política —salvo para potencias regionales como Rusia, China o Irán, que no participaron en el cónclave de Marruecos—; será el órgano que reciba y gestione las aportaciones financieras; el que ponga las bases de un posible Gobierno transitorio, y, como elemento más espinoso, será el que trate de hacer fluir y controlar las armas que puedan llegar al frente rebelde.
“Bachar el Asad ha perdido legitimidad”, continúa el texto pactado en Marraquech, “y debe hacerse a un lado para permitir una transición política sostenible”. Pero la transición vendrá después de la guerra —o cuando la contienda se decante— y, por ahora, tras más de 40.000 víctimas mortales según los cálculos de los grupos activistas, el conflicto no ceja de abrir nuevas brechas en el oeste y noroeste del país, con la ciudad de Alepo instalada en la guerra diaria, Damasco, sacudida por los atentados y bombardeos cada vez más próximos al centro de la capital, y toda una franja oriental en torno a la principal autopista del país, la que usa el régimen para el movimiento de tropas, cortada por una batalla sin cuartel entre el Ejército Libre de Siria (ELS) y las fuerzas leales.
“El reconocimiento a la coalición es muy importante”, señala en conversación telefónica desde Estambul Abdo Husameddin, político desertor sirio y exasesor del Ministerio del Petróleo, “porque la gente de dentro necesita ese apoyo”. Pero el espaldarazo internacional por sí mismo no acaba con la violencia. “Ahora que tenemos el reconocimiento de más de 100 países”, relata Husameddin, miembro también de la CNFORS, “lo siguiente es crear un Gobierno provisional que organice la revolución tanto dentro como fuera del país”. Ese es el objetivo: la oposición quiere poner un pie en tierra en el noroeste de Siria, controlado en gran medida por el ELS, para empezar a gestionar el día a día de las zonas liberadas. Para eso, el dinero llegado de fuera es clave. Y el grifo se abrió ayer un poco más en Marraquech. “Sin financiación, la coalición no sobreviviría”, añade Husameddin.
La cumbre de Marruecos selló el mayor consenso en torno a la legitimidad de un grupo opositor desde el inicio de la revuelta en marzo de 2011. Esas fueron las letras mayúsculas. En minúscula, pero con más intención, la reunión de los Amigos de Siria sirvió para tomar el pulso al posible tráfico de armas hacia los rebeldes. Y los ánimos aún están fríos, al menos entre las potencias occidentales. Más si cabe tras la inclusión el martes del grupo islamista radical sirio Jabat al Nusra en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos por sus vínculos con la rama iraquí de Al Qaeda, una decisión que la oposición no ha tardado en criticar. Primero desde dentro, en boca del jefe rebelde en Alepo Abdel Jabbar al Oqadi, quien, como recoge France Presse, manifestó que Al Nusra “no ha hecho nada ilegal o condenable”; luego, desde fuera, a través de los Hermanos Musulmanes, con una fuerte presencia en los grupos de oposición, y en declaración oficial del máximo representante del CNFORS, el religioso Moaz al Jatib, que instó a Washington a recapacitar.
Si Jabat al Nusra, que ha asumido la autoría de decenas de atentados en Siria, pero participa también en la guerra de guerrillas, forma parte de la lista negra del Departamento de Estado —que defiende que ha “acelerado sus esfuerzos para infiltrarse entre los grupos de oposición”—, el riesgo de sanciones de EE UU complica el envío de armas a diestro y siniestro del bando rebelde. Nadie quiere que se repita el descontrol que se vivió en Libia tras la caída de Muamar el Gadafi. Para cubrirse las espaldas y entonar sus críticas, Al Jatib afirmó desde Marruecos que “todas las armas en poder de los rebeldes tienen como objetivo hacer caer al régimen”. De eso, del uso final de los fusiles, munición y misiles tierra-aire que lleguen en el futuro a los alzados —eso es lo que al menos reclaman— tendrá que encargarse el Consejo Militar rebelde formado por militares desertores y que trabaja ya con la nueva coalición opositora.
Para templar un poco más las aguas, el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, aclaró que París, a la cabeza de los países occidentales en el apoyo de la revolución contra El Asad, no está aún listo para hacer llegar armas al ELS. Los Gobiernos francés y británico, como ocurriera durante la temprana transición libia, han liderado los esfuerzos en la Unión Europea para mantener el embargo a la venta de armas en Siria, prorrogado recientemente por otros tres meses.
La declaración de Marraquech puso también sobre la mesa la alerta lanzada por Estados Unidos sobre el posible uso de armas de destrucción masiva por parte del régimen, algo que, según reza el texto, “sería detestable y obligaría a una seria respuesta de la comunidad internacional”. El centenar de países miembros del grupo de Amigos de Siria consensuaron también en Marruecos la creación de un fondo “para apoyar al pueblo sirio” e instaron al Consejo de Seguridad de la ONU a adoptar una postura contundente en la crisis siria y a aquellos que todavía hacen buenas migas con El Asad, en clara referencia a Rusia y China, ausentes en la ciudad marroquí, a reconsiderar sus amistades. Sin ellos, el espaldarazo a la oposición se queda cojo.
“Bachar el Asad ha perdido legitimidad”, continúa el texto pactado en Marraquech, “y debe hacerse a un lado para permitir una transición política sostenible”. Pero la transición vendrá después de la guerra —o cuando la contienda se decante— y, por ahora, tras más de 40.000 víctimas mortales según los cálculos de los grupos activistas, el conflicto no ceja de abrir nuevas brechas en el oeste y noroeste del país, con la ciudad de Alepo instalada en la guerra diaria, Damasco, sacudida por los atentados y bombardeos cada vez más próximos al centro de la capital, y toda una franja oriental en torno a la principal autopista del país, la que usa el régimen para el movimiento de tropas, cortada por una batalla sin cuartel entre el Ejército Libre de Siria (ELS) y las fuerzas leales.
“El reconocimiento a la coalición es muy importante”, señala en conversación telefónica desde Estambul Abdo Husameddin, político desertor sirio y exasesor del Ministerio del Petróleo, “porque la gente de dentro necesita ese apoyo”. Pero el espaldarazo internacional por sí mismo no acaba con la violencia. “Ahora que tenemos el reconocimiento de más de 100 países”, relata Husameddin, miembro también de la CNFORS, “lo siguiente es crear un Gobierno provisional que organice la revolución tanto dentro como fuera del país”. Ese es el objetivo: la oposición quiere poner un pie en tierra en el noroeste de Siria, controlado en gran medida por el ELS, para empezar a gestionar el día a día de las zonas liberadas. Para eso, el dinero llegado de fuera es clave. Y el grifo se abrió ayer un poco más en Marraquech. “Sin financiación, la coalición no sobreviviría”, añade Husameddin.
La cumbre de Marruecos selló el mayor consenso en torno a la legitimidad de un grupo opositor desde el inicio de la revuelta en marzo de 2011. Esas fueron las letras mayúsculas. En minúscula, pero con más intención, la reunión de los Amigos de Siria sirvió para tomar el pulso al posible tráfico de armas hacia los rebeldes. Y los ánimos aún están fríos, al menos entre las potencias occidentales. Más si cabe tras la inclusión el martes del grupo islamista radical sirio Jabat al Nusra en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos por sus vínculos con la rama iraquí de Al Qaeda, una decisión que la oposición no ha tardado en criticar. Primero desde dentro, en boca del jefe rebelde en Alepo Abdel Jabbar al Oqadi, quien, como recoge France Presse, manifestó que Al Nusra “no ha hecho nada ilegal o condenable”; luego, desde fuera, a través de los Hermanos Musulmanes, con una fuerte presencia en los grupos de oposición, y en declaración oficial del máximo representante del CNFORS, el religioso Moaz al Jatib, que instó a Washington a recapacitar.
Si Jabat al Nusra, que ha asumido la autoría de decenas de atentados en Siria, pero participa también en la guerra de guerrillas, forma parte de la lista negra del Departamento de Estado —que defiende que ha “acelerado sus esfuerzos para infiltrarse entre los grupos de oposición”—, el riesgo de sanciones de EE UU complica el envío de armas a diestro y siniestro del bando rebelde. Nadie quiere que se repita el descontrol que se vivió en Libia tras la caída de Muamar el Gadafi. Para cubrirse las espaldas y entonar sus críticas, Al Jatib afirmó desde Marruecos que “todas las armas en poder de los rebeldes tienen como objetivo hacer caer al régimen”. De eso, del uso final de los fusiles, munición y misiles tierra-aire que lleguen en el futuro a los alzados —eso es lo que al menos reclaman— tendrá que encargarse el Consejo Militar rebelde formado por militares desertores y que trabaja ya con la nueva coalición opositora.
Para templar un poco más las aguas, el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, aclaró que París, a la cabeza de los países occidentales en el apoyo de la revolución contra El Asad, no está aún listo para hacer llegar armas al ELS. Los Gobiernos francés y británico, como ocurriera durante la temprana transición libia, han liderado los esfuerzos en la Unión Europea para mantener el embargo a la venta de armas en Siria, prorrogado recientemente por otros tres meses.
La declaración de Marraquech puso también sobre la mesa la alerta lanzada por Estados Unidos sobre el posible uso de armas de destrucción masiva por parte del régimen, algo que, según reza el texto, “sería detestable y obligaría a una seria respuesta de la comunidad internacional”. El centenar de países miembros del grupo de Amigos de Siria consensuaron también en Marruecos la creación de un fondo “para apoyar al pueblo sirio” e instaron al Consejo de Seguridad de la ONU a adoptar una postura contundente en la crisis siria y a aquellos que todavía hacen buenas migas con El Asad, en clara referencia a Rusia y China, ausentes en la ciudad marroquí, a reconsiderar sus amistades. Sin ellos, el espaldarazo a la oposición se queda cojo.
Jabat al Nusra, un alias de la red Al Qaeda
- Yihadistas de Irak: Hasta cinco alias maneja EE UU para referirse al grupo de yihadistas extranjeros (entre 6.000 y 10.000 integrantes) que ha asumido la autoría de la mayor parte de atentados en Siria tras el inicio de la revolución en ciudades como Damasco, Alepo, Hama, Deraa, Homs, Idlib y Deir al Zor: Frente al Nusra, Jabat al Nusra, Jabnet al Nusra, Frente de la Victoria y Frente de la Victoria para los Pueblos de Levante. Muchos nombres para una conclusión: la organización, nacida tras el levantamiento de marzo de 2011, forma parte de la rama iraquí de Al Qaeda, liderada por el emir Abu Dua, y encaja en la lista de Washington de grupos terroristas.
- Cerca de 600 ataques: Desde noviembre de 2011, Jabat al Nusra ha asumido la autoría de alrededor de 600 ataques, entre ellos, muchos atentados terroristas con coche bomba que han causado la muerte de decenas de civiles. Pero el frente yihadista ha protagonizado también avances desde el bando rebelde, como la reciente toma de una base en Alepo. Es por este motivo por el que cuentan con el respeto de parte de la oposición.
--O--
El reconocimiento exterior a las fuerzas opositoras es un paso necesario pero insuficiente para los rebeldes de Alepo, la segunda ciudad del país, en la que combaten desde hace meses contra el Ejército sirio. Además de declaraciones, los combatientes opositores quieren armas con las que creen que podrían derribar definitivamente al régimen de Damasco sobre todo tras la información del diario The New York Times, confirmada posteriormente por la OTAN, según la cual Siria está disparando desde hace días misiles Scud contra las posiciones rebeldes en el norte. Este movimiento del régimen supone una considerable escalada en la guerra.
Mientras tanto, en la capital, que durante meses permaneció ajena a los combates que han ensangrentado el resto del país, se libran ahora intensas batallas. En algunos barrios periféricos del suroeste y en puntos estratégicos como la carretera del aeropuerto es donde rebeldes y Ejército luchan por el control de Damasco. Este miércoles, tres artefactos explotaron a las puertas del Ministerio de Interior, causando según fuentes oficiales un número indeterminado de muertos, mientras que un grupo opositor elevó la cifra de víctimas mortales a 25, informa Efe.
Al menos 40.000 personas han muerto desde marzo del año pasado, cuando la primavera árabe prendió en Siria y dio paso a una sangrienta represión de la rebelión que aspira a derrocar al régimen. La diplomacia internacional ha sido incapaz hasta ahora de frenar el reguero de muertes en Siria.
Ahmed Idris tiene 25 años y se ha pasado a las filas rebeldes en Alepo, dejando atrás su trabajo en una empresa de venta mayorista de alimentos. Ahora se queja de que desde el extranjero no les llega la ayuda que dice que necesitan. “Ningún país nos está ayudando, sólo hablan pero ni nos dan dinero ni nos dan armas", se lamenta este miembro de la Brigada de los Mártires de 1980, que combate en Alepo.
Idris, Ghandi al Sabha y otros miembros de esta katiba muestran algunas de las armas caseras que usan y que evidencian la escasez y al precariedad del armamento con el que funcionan. Tienen un explosivo parecido a una granada, en el que encienden la mecha y que lanzan con tirachinas gigantes. Los llaman Angry Birds. Dicen que a veces, ya con la mecha encendida, se les cae el explosivo del tirachinas y se tienen que ir corriendo porque les explota allí mismo. Muestran también un explosivo metido en una especie de tubo metálico ancho y corto y que pesa casi 40 kilos. Del tubo salen un par de cables. Explican que lo activan por control remoto.
Abu Fida, también de Alepo lleva siete meses con los rebeldes desde dejó la peluquería en la que trabajaba. Como Idris, se queja de que no tienen suficiente munición porque no reciben ayuda del exterior. "Si tuviéramos suficientes balas, el ELS [Ejército Libre Sirio] ya habría destruido el régimen", piensa este joven de 28 años, miembro de la Brigada de los Hijos de Saladino.
El líder político-militar para el sector oriental de Alepo, que dice llamarse Abu Khalil, asegura que los rebeldes reciben comida y algo de dinero de Turquía, Qatar y Arabia Saudí, y medicinas de Egipto y Turquía. Cuenta también que los del Jabhat al Nusra les ayudan en Alepo y que son muy buenos luchadores, pero también, que una vez que haya caído El Asad deberían irse. Jabhat al Nusra es una organización islamista que Estados Unidos considera terrorista.
Mientras, en Damasco las fuerzas rebeldes se esfuerzan por desestabilizar el corazón del régimen. Luchan a brazo partido por romper el perímetro de seguridad con el que el Ejército aspira a proteger a la capital de los ataques rebeldes. Este miércoles, un nuevo atentado puso en evidencia la fragilidad del control gubernamental sobre la capital. Un coche bomba y otros dos artefactos explotaron a las puertas del ministerio de Interior, en Kfar Susa, uno de los barrios del oeste de la ciudad, según informó la televisión estatal sin precisar el número de víctimas que causó el atentado. Kfar Susa es un territorio cuyo control se disputan las fuerzas del régimen y los insurgentes.
Mientras tanto, en la capital, que durante meses permaneció ajena a los combates que han ensangrentado el resto del país, se libran ahora intensas batallas. En algunos barrios periféricos del suroeste y en puntos estratégicos como la carretera del aeropuerto es donde rebeldes y Ejército luchan por el control de Damasco. Este miércoles, tres artefactos explotaron a las puertas del Ministerio de Interior, causando según fuentes oficiales un número indeterminado de muertos, mientras que un grupo opositor elevó la cifra de víctimas mortales a 25, informa Efe.
Al menos 40.000 personas han muerto desde marzo del año pasado, cuando la primavera árabe prendió en Siria y dio paso a una sangrienta represión de la rebelión que aspira a derrocar al régimen. La diplomacia internacional ha sido incapaz hasta ahora de frenar el reguero de muertes en Siria.
Ahmed Idris tiene 25 años y se ha pasado a las filas rebeldes en Alepo, dejando atrás su trabajo en una empresa de venta mayorista de alimentos. Ahora se queja de que desde el extranjero no les llega la ayuda que dice que necesitan. “Ningún país nos está ayudando, sólo hablan pero ni nos dan dinero ni nos dan armas", se lamenta este miembro de la Brigada de los Mártires de 1980, que combate en Alepo.
Idris, Ghandi al Sabha y otros miembros de esta katiba muestran algunas de las armas caseras que usan y que evidencian la escasez y al precariedad del armamento con el que funcionan. Tienen un explosivo parecido a una granada, en el que encienden la mecha y que lanzan con tirachinas gigantes. Los llaman Angry Birds. Dicen que a veces, ya con la mecha encendida, se les cae el explosivo del tirachinas y se tienen que ir corriendo porque les explota allí mismo. Muestran también un explosivo metido en una especie de tubo metálico ancho y corto y que pesa casi 40 kilos. Del tubo salen un par de cables. Explican que lo activan por control remoto.
Abu Fida, también de Alepo lleva siete meses con los rebeldes desde dejó la peluquería en la que trabajaba. Como Idris, se queja de que no tienen suficiente munición porque no reciben ayuda del exterior. "Si tuviéramos suficientes balas, el ELS [Ejército Libre Sirio] ya habría destruido el régimen", piensa este joven de 28 años, miembro de la Brigada de los Hijos de Saladino.
El líder político-militar para el sector oriental de Alepo, que dice llamarse Abu Khalil, asegura que los rebeldes reciben comida y algo de dinero de Turquía, Qatar y Arabia Saudí, y medicinas de Egipto y Turquía. Cuenta también que los del Jabhat al Nusra les ayudan en Alepo y que son muy buenos luchadores, pero también, que una vez que haya caído El Asad deberían irse. Jabhat al Nusra es una organización islamista que Estados Unidos considera terrorista.
Mientras, en Damasco las fuerzas rebeldes se esfuerzan por desestabilizar el corazón del régimen. Luchan a brazo partido por romper el perímetro de seguridad con el que el Ejército aspira a proteger a la capital de los ataques rebeldes. Este miércoles, un nuevo atentado puso en evidencia la fragilidad del control gubernamental sobre la capital. Un coche bomba y otros dos artefactos explotaron a las puertas del ministerio de Interior, en Kfar Susa, uno de los barrios del oeste de la ciudad, según informó la televisión estatal sin precisar el número de víctimas que causó el atentado. Kfar Susa es un territorio cuyo control se disputan las fuerzas del régimen y los insurgentes.
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