Gaza, un feudo del islamismo en armas sostenido por Irán
Hamás y Yihad Islámica monopolizan la campaña militar en la Franja frente al resto de facciones no religiosas
Día 25/11/2012 - 01.31h
«Es mejor estar en su lista negra porque sabes que te puede tocar en cualquier momento y hay que estar preparado para ser un mártir». Abu Naser, nombre ficticio, es uno de los líderes de las Brigadas Al Quds, brazo armado de Yihad Islámica. Tiene 26 años, lleva once en la lucha armada y en marzo recibió un serio aviso. Un F16 bombardeó la casa de su familia y se salvaron de milagro. Abu Naser acude a la cita acompañado de Mohamed, también nombre ficticio, miliciano de las Brigadas Azedín Al Kassem, grupo militar de Hamás, desde 2004.
A cara descubierta y con ordenadores portátiles en sus maletines, los dos veteranos de la guerra de la operación Plomo Fundido de 2008 muestran los últimos avances en tecnología militar: «Es lo que nos ha permitido ganar la guerra. Hemos sorprendido al enemigo con nuevos misiles, cuando nadie lo esperaba alcanzamos Tel Aviv y Jerusalén, y si hubieran entrado por tierra teníamos más sorpresas preparadas. El factor sorpresa es nuestra mejor arma frente a su superioridad. Desde 2008 hemos apostado por la calidad en lugar de la cantidad de arsenal y se ha visto que hemos acertado», detalla Mohamed.
Los brazos armados de Hamás y Yihad Islámica son las facciones más fuertes que operan en la Franja, pero tratan de no monopolizar el protagonismo: «Ha sido un triunfo de la causa palestina», comenta Abu Naser sin mucha convicción. Esta es la directriz política lanzada por los responsables de los partidos islamistas inmersos en una especie de campaña a favor de la unidad nacional, aunque los combatientes tienen claro que «somos nosotros los que llevamos el peso de la respuesta a Israel. El resto de grupos habla mucho, pero no son operativos», según Abu Naser.
Pese a las diferencias en el pasado, Hamás y Yihad han unido sus milicias hasta tal punto que «por primera vez hemos tenido un centro de mando conjunto», confiesan ambos milicianos.
Mohamed repasa algunos vídeos de los últimos días en su ordenador. Pese al distanciamiento entre Hamás e Irán por el conflicto sirio, «su apoyo es firme en Gaza». Las dos milicias islamistas han disparado misiles Fajr3 y 5 que «Irán ha diseñado especialmente para nosotros. Los fabrican por piezas y nosotros los ensamblamos, son unos Fajr hechos a la medida de nuestras necesidades y posibilidades», explica Abu Naser, que admite haber viajado fuera de la Franja para recibir entrenamiento específico en «países extranjeros» sobre el uso de este nuevo tipo de armamento.
Bajas
Además del tipo de misil, la forma de lanzamiento también ha evolucionado, porque «ya no tenemos que estar físicamente en la lanzadera y contamos con sistemas de disparo a distancia», destaca este dirigente de las Brigadas Al Quds, que reconoce la pérdida de diez milicianos en los ocho días de ofensiva.
Las Brigadas Azedín Al Kassem, por su parte, han perdido a nueve hombres, incluido Ahmed Al Jabari, su líder indiscutible. Unas cifras muy inferiores a las de la operación Plomo Fundido de 2008, cuando la ofensiva israelí fue mucho más potente.
Aunque los milicianos tienen su propia explicación. El nuevo sistema de lanzamiento de cohetes por control remoto, la puesta en marcha de un sistema de comunicación interna similar al empleado por el grupo libanés proiraní Hizbolá en la guerra de 2006, basado en el alejamiento de las líneas de telefonía regulares, y la mejora en el servicio de inteligencia son las tres claves que dan estos milicianos para explicar las pocas bajas sufridas.
«Movilizaron a los reservistas para meternos presión, solo era un gesto»
Durante los ocho días de guerra, las milicias palestinas aseguran que lanzaron 1.800 proyectiles a Israel y «su cúpula de hierro ha resultado ser de cartón», bromean los dos milicianos en referencia al sistema anti misiles desplegado por Israel. Aunque, en realidad, la inmensa mayoría de los cohetes lanzados desde Gaza cayeron al mar o en tierra de nadie, muy lejos de su objetivo.
Entre el arsenal empleado el proyectil más usado ha sido el que Hamás llama «M75» (bautizado así en recuerdo de un líder militar de las brigadas Azedín Al Kassem), al que Yihad llama «Quds 8 pulgadas». En cuanto a la precisión aseguran que «vamos mejorando, pero nos queda un largo camino para poder dar a blancos concretos».
Estos jóvenes eligieron la lucha armada «porque es el único camino» y para ellos la decisión más complicada fue elegir entre el verde de Hamás y el negro de Yihad Islámica. «Vienen del mismo vientre, la ideología es similar, pero al final hay que decidir», confiesa Abu Naser. En su caso se dedica de forma profesional a la lucha armada, algo que solo ocurre con un grupo selecto de combatientes. El resto tiene una vida absolutamente civil hasta que llega el momento de movilizarse.
Facciones no islamistas
En los últimos años se ha acentuado la diferencia entre los grupos islamistas y el resto. «Ellos reciben mucha ayuda del exterior y esto les convierte en esclavos de las agendas de países como Irán o Qatar, nosotros somos los únicos que realmente nos interesamos por la defensa de nuestro pueblo», reivindica Abu Yamal, nombre ficticio de este miliciano de 34 años y miembro desde hace 15 de las brigadas Abu Ali Mustafa, brazo armado del Frente Popular, grupo de orientación izquierdista.
Comparte habitación con Abu Askar, que se presenta como miembro de las brigadas de los Mártires de Al Aqsa, grupo armado de Fatah, partido en el poder en Cisjordania. Aparecen con las caras cubiertas y en lugar de ordenadores portátiles llevan el AK47 al hombro.
Lamentan «el monopolio de la lucha por parte de los partidos religiosos, debemos apostar por una bandera única para todos, la de Palestina», opina Abu Askar, de 26 años y con diez años de experiencia en la lucha armada. Pese a no compartir los objetivos de Yihad y Hamás «respetaremos el alto el fuego porque lo contrario podría ser letal para nuestra gente», comenta Abu Yamal antes de precisar que su grupo lanzó 245 cohetes durante la última guerra.
El alto el fuego se abre camino con dificultad en una Franja donde la mayoría de jóvenes sueña con convertirse en miliciano y morir luchando contra Israel. Tras ocho días bajo tierra, los miembros de la resistencia vuelven a la luz y mientras se negocian los puntos del acuerdo de la última tregua, siguen preparándose para la próxima guerra.
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La tierra en disputa se ensangrienta
La muerte a tiros de un palestino en la zona de exclusión impuesta por Israel en campos de cultivo de Gaza amenaza el precario alto el fuego
El asunto de las tierras de cultivo pegadas a la frontera, que no quedó atado en el acuerdo que el miércoles por la noche restauró la calma en Gaza e Israel, desencadenó el primer incidente que sacude el alto el fuego. Anuar Qodeh, de 21 años, recibió un tiro desde el lado israelí que lo mató al acercarse hasta la verja fronteriza en Jan Yunis, al sur de la franja. Los hermanos Mohamed y Ahmed abu Reida explicaban un par de horas después en el salón de su casa que Qodeh, como ellos, había ido a ver su parcela. Según el Ejército israelí, intentaron romper la valla. Varios palestinos más resultaron heridos de bala.
Las autoridades de Hamás inmediatamente denunciaron la "violación de la tregua" a Egipto, garante del acuerdo, mientras el ministro de Exteriores palestino, Riad al Malki, censuraba el ataque y declaraba que no debía repetir. Los mediadores se pusieron en marcha, pidieron a ambas partes que hicieran un esfuerzo y, por la tarde, policías de Hamás patrullaron la frontera para impedir que los agricultores se volvieran a acercar, según informó Reuters.
Tras la guerra de Israel contra Gaza en 2008-2009, con entrada de tropas por tierra, Israel decretó que una franja de 300 metros a lo largo de la frontera, del lado gazatí, quedaba vetada a los palestinos. Sería una "zona de seguridad". En Gaza, un lugar minúsculo superpoblado, perder un trozo de tierra es un problema grave. Y una ofensa. Este territorio palestino es un rectángulo costero estrecho, de 45 kilómetros de largo y poco más de 10 kilómetros en la parte más ancha.
"Íbamos a ver nuestras tierras porque según el acuerdo de la tregua ahora sí podemos usarlas", explicó después Ahmed, el hermano mayor, en el salón de su casa. Los Abu Reida explicaron que decidieron acercarse a sus tierras tras oír a políticos y analistas en televisión que ya podían volver a utilizarlas según una de las clausulas del acuerdo. Pero "los ataques a los residentes de las zonas fronterizas" era uno de los asuntos Hamás e Israel quedaron pendientes de abordar en unas negociaciones a retomar 24 horas después de dejar de dispararse. El asunto, por tanto, sigue pendiente.
Jamás uniformados del Gobierno islamista habían patrullado tan cerca de Israel como la tarde del viernes. "Sí, hay instrucciones de implementar el acuerdo y proteger a la gente. Las instrucciones son no permitir a la gente llegar hasta la verja fronteriza", según confirmó una fuente de seguridad palestina a Reuters.
Los hermanos Abu Reida y sus vecinos visitaron las tierras que, en su caso, no han podido cultivar en 12 años, desde la segunda intifada. Después explicaban que algunos vecinos se acercaron hasta la verja metálica y que los soldados israelíes "han disparado primero al suelo" para ahuyentarles y "después han llegado más en jeeps y un tanque. Y entonces han disparado hacia delante". Según contó un pariente del fallecido a Reuters, le dispararon después de gritar a los soldados, "Jabari (el jefe militar de Hamás asesinado el 14) está a vuestra espalda". La portavoz del Ejército israelí, Avital Leibovich lo tuiteó: "Ahora mismo, en el lado de Gaza de la frontera, docenas de palestinos están tirando piedras en un intento de romper la verja".
La agricultura -antes del bloqueo exportaban fruta y flores a Israel- y la pesca son dos capítulos importantes de la depauperada economía de la franja. La familia de los Abu Reida, médico el mayor y funcionario el menor, cultivó verduras y trigo en sus terrenos con normalidad hasta 2000. "Hablábamos con ellos (los agricultores israelíes del kibutz de enfrente), intercambiábamos productos", aseguraba Ahmed, que era entonces un chaval. Los hermanos, que huyeron de esta casa con sus familias en esta última ofensiva, poseen 70 dunams (70.000 metros cuadrados). La zona está salpicada de pequeños núcleos de casas de dos pisos o tres rodeadas de cultivos.
Durante los últimos meses se han incrementado los incidentes fronterizos. A principios de mes milicianos atacaron a una patrulla militar israelí con un cohete antitanque. Varios soldados resultaron heridos. Horas después, la artillería mataba a cuatro palestinos.
Las autoridades de Hamás inmediatamente denunciaron la "violación de la tregua" a Egipto, garante del acuerdo, mientras el ministro de Exteriores palestino, Riad al Malki, censuraba el ataque y declaraba que no debía repetir. Los mediadores se pusieron en marcha, pidieron a ambas partes que hicieran un esfuerzo y, por la tarde, policías de Hamás patrullaron la frontera para impedir que los agricultores se volvieran a acercar, según informó Reuters.
Tras la guerra de Israel contra Gaza en 2008-2009, con entrada de tropas por tierra, Israel decretó que una franja de 300 metros a lo largo de la frontera, del lado gazatí, quedaba vetada a los palestinos. Sería una "zona de seguridad". En Gaza, un lugar minúsculo superpoblado, perder un trozo de tierra es un problema grave. Y una ofensa. Este territorio palestino es un rectángulo costero estrecho, de 45 kilómetros de largo y poco más de 10 kilómetros en la parte más ancha.
"Íbamos a ver nuestras tierras porque según el acuerdo de la tregua ahora sí podemos usarlas", explicó después Ahmed, el hermano mayor, en el salón de su casa. Los Abu Reida explicaron que decidieron acercarse a sus tierras tras oír a políticos y analistas en televisión que ya podían volver a utilizarlas según una de las clausulas del acuerdo. Pero "los ataques a los residentes de las zonas fronterizas" era uno de los asuntos Hamás e Israel quedaron pendientes de abordar en unas negociaciones a retomar 24 horas después de dejar de dispararse. El asunto, por tanto, sigue pendiente.
Jamás uniformados del Gobierno islamista habían patrullado tan cerca de Israel como la tarde del viernes. "Sí, hay instrucciones de implementar el acuerdo y proteger a la gente. Las instrucciones son no permitir a la gente llegar hasta la verja fronteriza", según confirmó una fuente de seguridad palestina a Reuters.
Los hermanos Abu Reida y sus vecinos visitaron las tierras que, en su caso, no han podido cultivar en 12 años, desde la segunda intifada. Después explicaban que algunos vecinos se acercaron hasta la verja metálica y que los soldados israelíes "han disparado primero al suelo" para ahuyentarles y "después han llegado más en jeeps y un tanque. Y entonces han disparado hacia delante". Según contó un pariente del fallecido a Reuters, le dispararon después de gritar a los soldados, "Jabari (el jefe militar de Hamás asesinado el 14) está a vuestra espalda". La portavoz del Ejército israelí, Avital Leibovich lo tuiteó: "Ahora mismo, en el lado de Gaza de la frontera, docenas de palestinos están tirando piedras en un intento de romper la verja".
La agricultura -antes del bloqueo exportaban fruta y flores a Israel- y la pesca son dos capítulos importantes de la depauperada economía de la franja. La familia de los Abu Reida, médico el mayor y funcionario el menor, cultivó verduras y trigo en sus terrenos con normalidad hasta 2000. "Hablábamos con ellos (los agricultores israelíes del kibutz de enfrente), intercambiábamos productos", aseguraba Ahmed, que era entonces un chaval. Los hermanos, que huyeron de esta casa con sus familias en esta última ofensiva, poseen 70 dunams (70.000 metros cuadrados). La zona está salpicada de pequeños núcleos de casas de dos pisos o tres rodeadas de cultivos.
Durante los últimos meses se han incrementado los incidentes fronterizos. A principios de mes milicianos atacaron a una patrulla militar israelí con un cohete antitanque. Varios soldados resultaron heridos. Horas después, la artillería mataba a cuatro palestinos.
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