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jueves, 6 de enero de 2011
GAGOMILITARIA NOTICIAS.- COSTA DE MARFIL UN CONFLICTO ESTANCADO
Los 38 años de vida de Jackson Talley se han visto marcados por las guerras. Su madre murió en la contienda fratricida de Liberia en 1990 a manos de una de las muchas milicias que combatían en aquel escenario dislocado.
"Le cortaron la cabeza", recuerda. Toda la familia huyó a Costa de Marfil buscando refugio. Vano intento. En 1995, su padre fue asesinado una de las primeras razzias que se organizaron en este país contra los foráneos.
"¿Quiénes le mataron? Marfileños enfadados, como ahora", observa.
Jackson aprendió entonces que cuando la turba se acercaba blandiendo machetes -como dice que ocurrió el pasado 17 de diciembre-, "hay que huir". Lo hizo en 1995 y en el 2002. Ahora, por tercera vez, se convierte en un vagabundo, acompañado por su familia: malvive frente a la sede del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en el barrio de Deux Plateux de Abiyán. Su nuevo "domicilio" no podría ser más parco: dos colchones tendidos sobre la acera, los cuales reparte con sus cuatro hijos y su esposa.
La situación de Jackson es la misma que viven los más de quinientos liberianos que se han reunido frente a las instalaciones de la organización internacional después de verse atrapados en la confrontación que libran los seguidores de Laurent Gbagbo y Alassane Ouattara.
Caza de los 'mercenarios' liberianos
"La gente de Ouattara dijo que Gbagbo estaba usando mercenarios liberianos. Los marfileños no hacen distinción. Llegaron a las 2 de la mañana a nuestro barrio con cuchillos y machetes. '¿Dónde están los liberianos?', preguntaban. Todas las familias tuvieron que huir, cada uno hacia donde pudo. Al día siguiente empezamos a venir aquí. ¿Por qué no nos ayuda ACNUR? ¡Somos refugiados! ¡Huimos de Liberia pensando que aquí estábamos seguros!", opina el liberiano que se desempeñaba como traductor.
Sus compañeros de desventura se encuentran esparcidos a lo largo de la acera. Muchos son niños. "Tenemos varios bebés de 1 y 2 meses que a veces tienen que soportar la lluvia sin ningún lugar donde poder protegerse", indica Koué Olive, una de las liberianas que esperan ante la sede de ACNUR.
A su lado, otra mujer, Regina Donyan, de 45 años, exhibe dos enormes moratones en los brazos que aduce son el resultado de la paliza que le propinaron los asaltantes que atacaron su casa el 21 de diciembre. "Estaba enferma y no podía moverme. Les escuché llegar y le dije a mis ocho hijos que huyeran. Eran seguidores de Ouattara. Mientras me pegaban me decían que los liberianos somos todos mercenarios y que por eso tenían que matarnos", rememora la viuda, que vio como su marido y la mayor parte de su familia eran masacrados en la guerra de su país.
"También pensé que Costa de Marfil era un refugio. Nunca imaginé que me atraparía otra guerra", comenta.
El propio responsable de ACNUR en Abiyán, Jacques Franquin, reconoció la semana pasada que la seguridad de los 23.148 liberianos que disponen del estatuto de refugiados en Costa de Marfil "parece amenazada" ante la acción de los grupos paramilitares de esa nacionalidad que participaron en los enfrentamientos de diciembre.
'A cada marfileño, su francés'
La persecución de estos refugiados africanos es tan sólo un reflejo de la nueva oleada de xenofobia que se ha propagado por todo el territorio marfileño al socaire de la pugna por el poder que libran los dos dirigentes políticos.
Mientras que los partidarios de Ouattara la emprenden con los liberianos, los de Gbagbo tienen por objetivo a los inmigrantes de Burkina Faso, Mali y Francia.
El pasado día 27, Konaté Navigué, dirigente de las juventudes del Frente Popular Marfileño de Gbagbo explicaba como sus simpatizantes pensaban "pedir gentilmente" a las gasolineras "que no suministren carburante a los franceses. Vamos a hacer lo mismo con los supermercados para que cierren sus puertas a los europeos. Pediremos a los que alquilan casas a los europeos que les pidan las llaves".
La población europea no olvida que durante los violentos sucesos del 2004, cuando las tropas francesas ubicadas en Costa de Marfil terminaron enfrentándose a los manifestantes favorables a Gbagbo, estos últimos replicaron con exacciones indiscriminadas contra los occidentales y un eslogan que todavía no se ha olvidado: "a cada marfileño, su francés".
Huida hacia Liberia
La crisis -cada vez más empantanada- continúa provocando la huida de marfileños hacia la vecina Liberia, donde ya son 22.000, según informó ACNUR.
Esta misma organización dijo que los huidos son seguidores de ambos bandos y se han visto obligados a marchar durante la noche a través de montes para evitar ser detectados por fuerzas de la facción opuesta. La mayoría de los refugiados son mujeres y niños originarios del oeste de la nación africana, la región más afectada por la acción de paramilitares y grupos de incontrolados.
La ministra de Solidaridad nominada por Laurent Gbagbo, Anne Takret, estimó que a esa cifra hay que añadir los desplazados internos, que sólo en Douékoué -al oeste del país- son más de 2.000. La capital económica, Abiyán, ha acogido a otro millar sin incluir a los liberianos.
Un conflicto estancado
Lo que muchos presuponían como una intervención militar inminente de las naciones del entorno ha quedado relegada a una simple hipótesis, que como dijo el primer ministro de Kenia, Raila Odinga, "debería ser el último recurso porque como todo el mundo sabe se perderían vidas y no sólo de soldados sino de civiles inocentes".
Aunque el periplo del pasado día 3 se anunció como la última visita de los mediadores africanos, estos ya han dicho que volverán a Abiyán en una fecha indeterminada, como confirmó el ministro de Asuntos Exteriores de Gbagbo, Alcide Djédjé.
"Gbago se quedará donde está. No tiene necesidad alguna de ir a Washington", respondió el funcionario cuando un periodista le inquirió por la posibilidad de que el dirigente aceptara la oferta de exilio que le hizo el gobierno de Barack Obama.
Las fuerzas leales al hasta ahora presidente ni siquiera han levantado el cerco que rige sobre el Hotel Golf -donde se encuentra asediado el gobierno de Ouattara y su primer ministro Guilleume Soro- como se había anunciado el martes.
"No se trata de un bloqueo sino de las medidas de seguridad que requiere la presencia de 300 soldados de las Fuerzas Nuevas (la guerrilla que apoya a Ouattara) que disponen de armas pesadas. Son una amenaza para todo el barrio y para el palacio presidencial a donde podrían llegar desde allí en 5 minutos. Si vuelven a Bouaké (en el norte del país) se acabará todo el asunto", manifestó Djédjé.
Fuente Diario "EL MUNDO"
La crisis hunde a Costa de Marfil
Sery, el recepcionista del Golf Hotel, responde al teléfono y no tarda en dar información sobre su único cliente: "El señor Ouattara es el que paga todo. Sí, es el único huésped. Él y todos sus hombres. No hay sitio para nadie más". Incluso si hubiese sitio, nadie podría conseguir una habitación estos días en el establecimiento. Desde hace tres semanas, el lugar, un edificio de lujo en el barrio de la Riviera, junto al lago Ebrié, es la fortaleza del hombre que, según todas las misiones de observadores internacionales, ganó las elecciones el pasado 28 de noviembre a su rival, el actual presidente, Laurent Gbagbo.
A 30 minutos del aeropuerto de Abiyán, el cuartel general de Alassane Ouattara es un lugar inaccesible para los coches. Solo hay dos maneras de entrar en el hotel: andando, si uno es trabajador del mismo; o en helicóptero, transporte reservado a los diplomáticos de Naciones Unidas o a los líderes africanos que estos días han estado dialogando con Ouattara para darle su apoyo y negociar una salida pacífica al enquistado conflicto.
Esa solución no ha llegado todavía, aunque los dos líderes empiezan a dejar las puertas entornadas por si acaso. Gbagbo dijo ayer, a través de su ministro de Asuntos Exteriores, Alcide Djedje, que levantaría el bloqueo al Golf Hotel siempre que los rebeldes que apoyan a Ouattara anunciaran su retirada. Por su parte, Ouattara, el dirigente apoyado por la comunidad internacional, trató de calmar las aguas con unas declaraciones que negaban cualquier posibilidad de una guerra civil en Costa de Marfil.
Pese a los pasos adelante, los dos presidentes solo han dado muestras de que el conflicto puede prolongarse en el tiempo, algo que Gbagbo sabe manejar muy bien. Este profesor de historia, de 65 años, lleva gobernando Costa de Marfil desde hace diez años. Sus partidarios le ven como un hombre culto y demócrata, un tipo abierto y de izquierdas. Nada que ver con la imagen de hombre calculador y corrupto que dibujan sus enemigos. Estos le definen como un líder africano más con el síndrome del "Big man" (el Gran Hombre), una especie que abunda entre los Gobiernos de África Occidental, el clásico líder o ejecutivo que alterna un paternalismo ridículo hacia sus ciudadanos con la violencia y el desdén.
En cualquier caso, el conflicto de este mes no solo ha dañado la imagen del país sino que amenaza con afectar también a su economía. La que pasa por ser la Alemania africana empezaba a recuperarse ahora de los años duros, entre 1999 y 2007, cuando las guerras entre el norte y el sur dejaron el país con índices de desarrollo similares a los de otros países africanos. Antes de eso, el país era la joya del oeste africano. Desde el final de la guerra civil, en 2003, los continuos enfrentamientos se llevaron al traste la inversión extranjera y el crecimiento se estancó, según datos de la CIA. El repunte se produjo a partir de 2008, con un crecimiento del 2% que se convirtió en un 4% al año siguiente. Aunque la renta per cápita ha caído un 15% desde 1999, había razones para el optimismo. En 2006, los beneficios del petróleo superaron en 300 millones de dólares a los del cacao, hasta entonces la materia prima más importante del país. El propio Gbagbo ha insistido varias veces en la necesidad de alcanzar una producción de 200.000 barriles de petróleo diarios.
"Costa de Marfil ya no es tan envidiada como antes", asegura Abel, un vendedor de ropa en el mercado. "Mis padres ganaban dinero con el cacao y con el café. A nosotros no nos queda nada y no vemos nada del petróleo. Antes recibíamos muchos inmigrantes porque la gente quería ser marfileña".
Los inversores extranjeros han vuelto a Costa de Marfil. Entre ellos muchos de los que se fueron en 2004, cuando los rebeldes acabaron pidiendo en Abiyán la expulsión de todo aquel que fuera occidental. Un escenario de violencia continua podría hacer que muchos de los nuevos inversores acabaran por marcharse. Por ahora, el número de personas muertas se eleva a 170, según un informe de Human Rights Watch. De los 250 españoles que hay normalmente en Costa de Marfil, un centenar ha abandonado el país por la situación que se vive en el país, especialmente desde mediados de diciembre.
Por ahora todas las propuestas más pacíficas proceden del exterior, de los líderes africanos, que presionan para que pueda alcanzarse una solución diplomática al conflicto. El primer ministro keniano, Raila Odinga, uno de los que ha visitado estos días Abiyán, ha ofrecido una amnistía para Laurent Gbagbo si abandona el poder. "No será demandado judicialmente ni perseguido. Y en el caso de que quisiera quedarse en Costa de Marfil, se le autorizaría a dedicarse a sus asuntos", señaló Odinga al llegar a Nairobi.
La CEDEAO (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) no quiere tener que usar la fuerza armada en un año en el que se celebran varias elecciones en el continente, sobre todo Nigeria, país que controla la organización.
Los costamarfileños, mientras tanto, siguen su vida normal esperando que los dos presidentes, uno en la sede del Gobierno y otro en el hotel Golf, salgan de sus torres de marfil y lleguen a un acuerdo que evite el hundimiento del país.
Fuente Diario "EL PAIS"
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