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martes, 22 de julio de 2014

LA BATALLA DE LAS NAVAS DE TOLOSA


Se cumplen los VIII siglos de la batalla más decisiva frente al poderío musulmán en España, a partir de la cual, quedó definitivamente decidido el signo de la Reconquista a favor de los reinos cristianos del norte peninsular, frente a los restos del poder almohade que sucediera al otrora potente y sanguinario califato de Córdoba.

Se produjo este acontecimiento tal día como hoy, también lunes*, del año del Señor de 1212, despachados los expedicionarios franceses e ingleses que habían acudido a la llamada de Cruzada por su sanguinario comportamiento en las ciudades castellanas por las que atravesaron, a las que sometieron a pillaje y saqueo de su población, especialmente a la población judía de las mismas, a la que pasaron a cuchillo una buena parte.

Fue a iniciativa del dolido por las recientes derrotas de Uclés y Alarcos, Alfonso VIII de Castilla, quien solicitó y obtuvo del Papa Inocencio III la consideración de Cruzada y coordinó la acción, participan en la gesta tropas de todos los reinos españoles: Aragón, Castilla, León, Navarra y Portugal, al frente de las cuales acudieron y se lanzaron a la batalla los reyes Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra. Los de León, Alfonso IX, y de Portugal, Alfonso II, no acudieron personalmente, aunque sí permitieron la participación de tropas leonesas y portuguesas en “la Batalla”, al frente de lo más granado de la nobleza.
plano de la Batalla

Destaca igualmente la participación del Arzobispo de Toledo, Don Rodrigo Ximénez de Rada, así como la de Don Diego Lopez II de Haro, Señor de Vizcaya y Alférez de Castilla, quien dirigió el grueso de las tropas expedicionarias frente a las del Califa Muhammad Al-Nassir (Miramamolín para los cristianos) que duplicaban en número a las cristianas y ocupaban una posición más privilegiada en lo alto de un cerro en las proximidades de la actual Santa Elena (Jaén), que atacaron cuesta arriba en un alarde de valiente y decidida gallardía, por la fe cristiana y la dignidad, mancillada por las recientes derrotas sufridas a manos almohades en Uclés y Alarcos.

La carga de las últimas líneas de las fuerzas cristianas, al mando personal de los reyes de Castilla, Aragón y Navarra, junto al Arzobispo Ximénez de Rada, fue definitiva para el triunfo de las tropas cristianas, que estaban sufriendo duros reveses en su avance hacia lo alto del cerro donde se situaba la tienda y cuartel general del Califa Muhammad Al-Nasir, que fue tomada por el aguerrido rey de Navarra, en un descuido del flanco de la caballería almohade.

La primera consecuencia de esta batalla, fue el principio del fin de la hegemonía musulmana en la Península Ibérica, que entra en su declive definitivo. A partir del Lunes de las Navas, la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los reinos cristianos peninsulares, que conquistaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán. El reducto musulmán del reino de Granada es realmente anecdótico, pues no suponía peligro alguno, siendo como era, además, tributario del Reino de Castilla.

Conmemoremos hoy este VIII centenario de la batalla más decisiva de la Reconquista al grito que impulsó a los españoles (leoneses, castellanos, navarros, portugueses) frente al poderío musulmán, en una Cruzada, que además es el preludio de la progresiva unificación dinástica de los reinos españoles, que comienza con la unión definitiva de los reinos de Castilla y León en la persona de Fernando III el Santo, que sucede a Alfonso VIII en Castilla y a Alfonso IX en León. A ésta se uniría en 1469 la unión de esta corona con la de Aragón, que incorpora los reinos de Valencia y Mallorca y los condados catalanes de Barcelona, Tarragona, Urgel, Besalú y otros.


En 1512, trescientos años después se produce la incorporación de Navarra a la corona de Aragón en la persona de Fernando II de Aragón, vencedor en la lucha dinástica por el trono de este viejo reino peninsular, que fue el primero en concluir su Reconquista, al quedar encajonado entre los de Castilla y Aragón, desgajado del reino de Navarra como condado, posteriormente reino, como sucediera a Castilla respecto de León, sucesor de Asturias.
Finalmente, ese largo sueño acariciado por todos los reyes españoles, de una entidad política  peninsular fuerte, se consigue con Felipe II, legítimo sucesor del reino de Portugal, en 1580,  momento cumbre en la expansión territorial de España, que no tuvo colonias, sino que fue ella misma en los siete mares y cinco continentes.
Hagámoslo al grito entonado por las gargantas de los españoles que se enfrentaron en desigual batalla al poder musulmán:

¡SANTIAGO Y CIERRA, ESPAÑA!

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