La larga vida de la Numancia (y su vuelta al mundo)
Publicado por Jesús García Calero el dic 17, 2013
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La fragata Numancia fue uno de los buques más avanzados de su tiempo y uno de los más importantes de la historia de la Armada española. Hoy vuelve a estar de actualidad por la publicación de un libro sobre la hazaña que supuso la primera circunnavegación del mundo en una fragata acorazada, que acaba de sacar al mercado NavalMil ediciones, obra de Marcelino González Fernández. Como este miércoles se presentará en el Museo Naval esta obra, centrada en el viaje en el que dio la vuelta al globo terráqueo, Espejo de Navegantes quiere recordar la larga, honrosa y accidentada vida de batallas en un mundo que cambiaba a velocidad de vértigo de esta fragata.
Desde la primera década del XIX se aplicaba el vapor al movimiento de los barcos, pero no hubo una fabricación satisfactoria para la marina de guerra hasta la botadura del Napoleón, en 1850, un buque muy veloz con el que la Armada francesa tomaba la delantera de esta carrera armamentística. El problema de estas primeras naves era su poca resistencia a la potente artillería de la época ya que con proyectiles explosivos los batían. La batalla de Sinope de 1853, dentro en la guerra de Crimea, fue tal vez la última batalla de los barcos de vela en la que esto se puso en evidencia.
Pero sería otro enfrentamiento, el del Merrimac contra el Monitor frente a las costas de Virginia, el que acabó por convencer a todas las potencias de la necesidad de acorazar sus buques. Ambos se batieron durante más de 5 horas sin destruirse, incluso a empellones que destrozaron la proa de uno de ellos, durante la Guerra Civil Americana, en 1862. De ahí parte la carrera del resto de potencias por adquirir esas defensas acorazadas para sus buques. Tan solo doce años después del Napoleón, y el mismo año del enfrentamiento en Virginia nacía el proyecto de la Numancia, una fragata que se encargó a una empresa francesa y que sería una de las primeras naves de su clase en los mares del mundo, cuando la Armada española trataba de recuperar un protagonismo en los mares perdido tras el golpe de Trafalgar.
Fue construida por Forges et Chantiers de la Méditerranée en Tolón (Francia) entre los años 1862 y1863. El proyecto era de Verloque, director de los astilleros, y se botó el 19 de noviembre de 1863, entrando en servicio en diciembre de 1864. Desplazaba ni más ni menos que 7.305 toneladas con una eslora de 96,08 m; una manga de 17,34 m; y un calado de 7,90 m. La proa acababa en un agudo espolón.
Su coraza de 13 cm de grosor a lo largo del casco sobre almohadillado de madera de teca iba desde 2,30 metros por debajo de la línea de flotación. La máquina que la movía, de 1.100 caballos nominales y 3.700 indicados, logró una velocidad de 13 nudos en pruebas. Portaba como armamento 34 cañones de 68 libras (20 cm nº 2); 2 de 12 cm de bronce rayados, 2 de 8 cm de bronce rayados y 2 obuses de 15 cm para embarcaciones menores. La dotación era de 590 hombres.
El 4 de febrero de 1865, una vez armada y equipada, salió de Cartagena hacia el Pacífico al mando del capitán de navío Casto Méndez Núñez, para incorporarse a la Escuadra del Pacífico en el fondeadero de El Callao. Allí se encontró con las guerras de emancipación y participó activamente en la campaña contra Chile y Perú, distinguiéndose especialmente en los bombardeos de Valparaíso y El Callao, al mando de Juan Bautista Antequera (1866). En aquél combate de El Callao, en el que la sangre del propio Méndez Núñez salpicaría la cubierta, un proyectil Blakely de 450 libras impactó entre la cuarta y quinta porta del costado de estribor de la Numancia, cerca de la línea de flotación. Fue disparado a unos 1.350 metros de distancia por la batería del fuerte de Santa Rosa, y tras rebotar en el agua perforó la plancha de 13 cm y hasta 48,5 cm del almohadillado de teca, pero cayó al agua por la elasticidad del forro. La abertura se taponó poco después del combate con ladrillos y cemento hidráulico mezclado con limaduras de hierro.
La circunnavegación del globo
El barco regresó a España por el cabo de Buena Esperanza y fondeó en Cádiz el 20 de septiembre de 1867, siendo el primer buque acorazado que completó la vuelta al Mundo. Al regresar a España, la Numancia entró en el dique flotante de Cartagena el 27 de abril de 1868 y salió el 18 de julio. Entonces le cambiaron las planchas dañadas y éstas fueron enviadas al Museo Naval por orden del Gobierno de la República de 28 de febrero de 1874, a propuesta de Miguel Lobo Malagamba. Se colocaron en el Museo el 16 de marzo de 1874. Entre 1869 y 1870 sufrió reparaciones y modificación de la artillería.
No acabó ahí su historia: a finales de 1870 trajo a España al Rey Amadeo I, quien embarcó en La Spezia, y después realizó un viaje a Nueva York (1871). La fragata fue protagonista de la revolución cantonal de Cartagena (1873-1874). Este último año volvió a cambiar la artillería, quedando con ocho cañones Armstrong de 254 mm, tres Woolwich de 20 cm y ocho transformados Palliser de 16 cm. En 1876 se integró en la Escuadra de Instrucción. Junto con la Victoria fue el primer barco electrificado de la Armada (1877).
Pero su vida aún sería intensa. Realizó varios viajes llevando a los Reyes a bordo. Figuró en la escuadra concentrada en Mahón a las órdenes de Antequera en previsión de una ruptura con Alemania por la crisis de las Carolinas (1885). Asistió a la Exposición Universal de Barcelona e hizo un crucero por el Mediterráneo (1888). En 1896 se trasladó a Tolón para su modernización, pero al declararse la guerra con EE.UU. no estaba lista (abril de 1898) y tuvo que ser remolcada a Barcelona para evitar el internamiento. Regresó a Tolón finalizada la contienda y quedó transformada en guardacostas acorazado con cuatro cañones Hontoria de 16 cm, tres Schneider-Canet de 15 cm de tiro rápido, diez Hontoria de 14 cm y otros menores, además de dos tubos lanzatorpedos.
Incorporado a la Escuadra como guardacostas protegido, en Cartagena recibió a bordo la visita de los reyes Alfonso XIII y Eduardo VII de Inglaterra (el 10 de abril de 1907). En octubre de 1910 se trasladó a Lisboa con motivo de la revolución que trajo la república a Portugal. Pocas semanas después tuvo un conato de sedición a bordo que fue sofocada.
El 18 de diciembre de 1912 fue dado de baja. No obstante el clamor popular por conservarlo como reliquia histórica, se ordenó su venta el 28 de julio de 1915. Pero el mar no la dejó sufrir ese final y se la cobró, puesto que naufragó en la costa portuguesa frente a Setúbal cuando era llevada desde La Carraca a Bilbao para el desguace (el 17 de diciembre de 1916).
Además de las planchas de blindaje con el impacto recibido en El Callao, en el Museo Naval de Madrid se muestra desde 1863 este impresionante modelo dedicado al Príncipe de Asturias por el director de la casa fabricante Arturo Guigner de Prangins.
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