El Ejército de Bachar el Asad afianza su avance hacia la costa oeste del país
El régimen suma varias victorias tras un mes de batalla en la región montañosa de Qalamoun, en la frontera con Líbano, y obliga a retroceder a los insurgentes de sus posiciones
El Ejército sirio continúa imparable su avance desde Damasco hacia el noroeste del país. Un mes después de que arrancase la batalla de Qalamoun, una región montañosa en la frontera con Líbano, las tropas leales a Bachar el Asad han confinado a los combatientes rebeldes a posiciones cada vez más débiles y aisladas y ha cortado sus principales vías de suministro con el país vecino. Este miércoles, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), una red de informadores y profesionales opositores al régimen, confirmaba el cerco sobre Yabroud, el último enclave rebelde en la zona.
El asedio sobre la localidad afianza una estrategia que ha dado la vuelta a una guerra que se encamina hacia su tercer año y que ha dejado ya más de 120.000 muertos, según Naciones Unidas. El resquebrajamiento de la oposición armada ha sido el muletazo definitivo. Las luchas intestinas entre combatientes del Ejército Libre Sirio (ELS), milicias kurdas y yihadistas afiliados a Al Qaeda del Frente Al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) han impedido cualquier avance unificado desde el norte, donde los rebeldes controlan la práctica totalidad del territorio entre Alepo (la segunda ciudad más importante del país) y los pozos de petróleo en la frontera con Irak.
La situación de descontrol ha permitido al régimen concentrar sus esfuerzos en la carretera que une la capital con el bastión alauí (confesión del clan Asad) de Tartus, en la costa oriental del país. La batalla de Qalamoun es el enésimo ejemplo. En menos de un mes el Ejército sirio ha obligado a los rebeldes a replegarse tras la toma de los principales enclaves de Qara o Nabek, a escasos 15 kilómetros de la frontera libanesa.
La participación de la milicia chií Hezbolá, aliada de Damasco, ha sido clave. Decenas de combatientes libaneses han muerto en enfrentamientos en Siria en una muestra más de cómo la guerra se ha tornado en un conflicto regional de tintes sectarios que enfrenta a suníes, alzados contra Asad, y chiíes, en su mayoría partidarios del régimen alauí, apoyados respectivamente por Irán, que ha enviado a Siria a miembros de su Guardia Revolucionaria como apoyo, y Arabia Saudí.
Bachar el Asad ha acusado repetidamente a la monarquía saudí de financiar a los rebeldes suníes que combaten al régimen, entre ellos a los radicales de Jabhat al Nusra e ISIS. Riad no ha negado su sustento, incluso a nivel armamentístico, a otros grupos islamistas en Siria, si bien se ha desvinculado de cualquier relación con los yihadistas.
Este mismo martes, Hezbolá se ha visto obligada a desmentir la muerte en Siria de otro de sus comandantes, Ali Hussein Bazzi, tras el asesinato hace dos semanas en Líbano de Hasan Hulo al Laquis, uno de los jefes del ala armada del partido-milicia. Según fuentes citadas por France Presse, Bazzi pudo haber muerto el domingo en los enfrentamientos en Qalamoun
“Hay una feroz batalla (…) entre las fuerzas del régimen, apoyadas por los combatientes libaneses de Hezbolá, y Jabhat al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria (ambos grupos vinculados a Al Qaeda)”, reconocía este fin de semana el OSDH, que ha denunciado la ejecución de civiles por parte del régimen durante los combates.
El área de Qalamoun, un macizo montañoso que separa Líbano de Siria, constituye una de las principales puertas de entrada de los rebeldes hacia Líbano y de salida de armas y suministros, ya que conecta directamente con la localidad de Arsal, único enclave suní en el valle oriental de la Bekaa, controlado por Hezbolá.
También se había convertido en vía imprescindible para la evacuación de refugiados desde zonas castigadas por el régimen como Homs o Qusayr. Solo el primer fin de semana desde el inicio de los enfrentamientos en la región el pasado 20 de noviembre, más de 12.000 refugiados cruzaron la frontera, según confirmaban los responsables de Acnur.
El asedio sobre la localidad afianza una estrategia que ha dado la vuelta a una guerra que se encamina hacia su tercer año y que ha dejado ya más de 120.000 muertos, según Naciones Unidas. El resquebrajamiento de la oposición armada ha sido el muletazo definitivo. Las luchas intestinas entre combatientes del Ejército Libre Sirio (ELS), milicias kurdas y yihadistas afiliados a Al Qaeda del Frente Al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) han impedido cualquier avance unificado desde el norte, donde los rebeldes controlan la práctica totalidad del territorio entre Alepo (la segunda ciudad más importante del país) y los pozos de petróleo en la frontera con Irak.
La situación de descontrol ha permitido al régimen concentrar sus esfuerzos en la carretera que une la capital con el bastión alauí (confesión del clan Asad) de Tartus, en la costa oriental del país. La batalla de Qalamoun es el enésimo ejemplo. En menos de un mes el Ejército sirio ha obligado a los rebeldes a replegarse tras la toma de los principales enclaves de Qara o Nabek, a escasos 15 kilómetros de la frontera libanesa.
La participación de la milicia chií Hezbolá, aliada de Damasco, ha sido clave. Decenas de combatientes libaneses han muerto en enfrentamientos en Siria en una muestra más de cómo la guerra se ha tornado en un conflicto regional de tintes sectarios que enfrenta a suníes, alzados contra Asad, y chiíes, en su mayoría partidarios del régimen alauí, apoyados respectivamente por Irán, que ha enviado a Siria a miembros de su Guardia Revolucionaria como apoyo, y Arabia Saudí.
Bachar el Asad ha acusado repetidamente a la monarquía saudí de financiar a los rebeldes suníes que combaten al régimen, entre ellos a los radicales de Jabhat al Nusra e ISIS. Riad no ha negado su sustento, incluso a nivel armamentístico, a otros grupos islamistas en Siria, si bien se ha desvinculado de cualquier relación con los yihadistas.
Este mismo martes, Hezbolá se ha visto obligada a desmentir la muerte en Siria de otro de sus comandantes, Ali Hussein Bazzi, tras el asesinato hace dos semanas en Líbano de Hasan Hulo al Laquis, uno de los jefes del ala armada del partido-milicia. Según fuentes citadas por France Presse, Bazzi pudo haber muerto el domingo en los enfrentamientos en Qalamoun
“Hay una feroz batalla (…) entre las fuerzas del régimen, apoyadas por los combatientes libaneses de Hezbolá, y Jabhat al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Siria (ambos grupos vinculados a Al Qaeda)”, reconocía este fin de semana el OSDH, que ha denunciado la ejecución de civiles por parte del régimen durante los combates.
El área de Qalamoun, un macizo montañoso que separa Líbano de Siria, constituye una de las principales puertas de entrada de los rebeldes hacia Líbano y de salida de armas y suministros, ya que conecta directamente con la localidad de Arsal, único enclave suní en el valle oriental de la Bekaa, controlado por Hezbolá.
También se había convertido en vía imprescindible para la evacuación de refugiados desde zonas castigadas por el régimen como Homs o Qusayr. Solo el primer fin de semana desde el inicio de los enfrentamientos en la región el pasado 20 de noviembre, más de 12.000 refugiados cruzaron la frontera, según confirmaban los responsables de Acnur.
--O--
La odisea africana de la Siria rebelde acaba en Lisboa
Llegan a Portugal 74 refugiados sirios con pasaportes falsos tras pasar por Marruecos y ser rechazados en Guinea-Bissau
Un grupo de 74 refugiados sirios, familias enteras en su mayoría, que escapaba de la guerra, se encuentra en Lisboa, repartido en varios centros de acogida y organizaciones caritativas en Lisboa y en Estoril, en un limbo jurídico, después de haber aterrizado en el aeropuerto lisboeta, el martes por la mañana, provistos todos con pasaportes falsificados hechos en Turquía por redes especializadas en el tráfico de personas. Tras atravesar la frontera sirio-turca, los refugiados, que pagaron, según la prensa portuguesa, cerca de 4.000 euros cada uno por escapar de su país con garantías de alcanzar Europa, volaron hasta Casablanca, desde donde, sin salir del aeropuerto, embarcaron para Guinea-Bissau con la intención de enlazar desde allí hasta Lisboa con un vuelo de la TAP, las líneas oficiales portuguesas.
Pero el personal de esta compañía en el país africano sospechó pronto de la poca credibilidad de los pasaportes, que o bien habían sido falsificados completamente o bien no correspondían con las personas que los portaban. Según fuentes del Serviço de Estrangeiros e Fronteiras (SEF) citado por los medios portugueses, policías y militares guineanos, bajo amenazas y armados, obligaron al comandante y a la tripulación de TAP a embarcar a los 74 refugiados y a emprender el vuelo hacia Lisboa en el horario previsto.
En cuanto llegaron a la capital portuguesa, a las seis y media de la mañana del martes, los refugiados fueron retenidos por la policía fronteriza lusa, que ya había sido avisada desde Guinea-Bissau. En el grupo hay treinta menores, de los cuales 15 son niños, y una mujer embarazada, que sufrió una hemorragia y que fue trasladada a un hospital lisboeta. Todos proceden de zonas sirias dominadas por las fuerzas rebeldes y todos han pedido asilo político apelando a razones humanitarias. En el fondo, cuando salieron de Siria no tenían intención de quedarse en Portugal, sino servirse de Lisboa también como estación de paso hacia Suecia o Alemania, donde, según aseguran, poseen familiares. Pero ahora Europa se ha reducido para ellos a Lisboa y a ella se agarran con su petición de asilo.
Por lo pronto, las autoridades portuguesas han comenzado ya a tratar de averiguar los verdaderos nombres y la procedencia cierta de los refugiados, basándose en sus propios testimonios y en algunas fotocopias de los verdaderos pasaportes sirios que algunas de estas personas llevaban consigo. La policía portuguesa intenta también descubrir si hay dentro del grupo integristas musulmanes camuflados que tratan de alcanzar Europa. La decisión de concederles o no asilo político podrá demorarse varios meses, según apuntan los medios lusos. Desde Bruselas, un portavoz de la Unión Europea se apresuró a afirmar que la solución del problema pasa exclusivamente por Lisboa, que es un asunto bilateral entre un país miembro y un tercero, sin que Europa tenga nada que sugerir o aportar.
Por lo pronto, el incidente ya ha acarreado serias consecuencias diplomáticas, sociales y económicas entre Portugal y su antigua colonia africana. La TAP anunció el miércoles que suspende indefinidamente sus vuelos regulares con Guinea-Bissau (había tres vuelos semanales que enlazaban Lisboa con Bissau, la capital del Estado africano) apelando a que han desaparecido “las razones de seguridad necesarias” como para que estos vuelos se lleven a cabo con garantías. El Gobierno del primer ministro portugués, el conservador Pedro Passos Coelho, era consciente de la decisión de la compañía, así como el presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva.
Por su parte, desde Guinea-Bissau expresaron su “sorpresa” por la medida. Hasta ahora, los miembros del Gobierno del país africano (Gobierno no reconocido oficialmente por Portugal, entre otras cosas) se habían limitado a asegurar que desconocían lo que había pasado en el aeropuerto y que solo después de estudiar los “informes correspondientes” hablarían sobre el hecho de haber obligado bajo amenazas a un comandante y a su tripulación a embarcar un número considerable de pasajeros con los pasaportes falsificados.
Desde el golpe de Estado de 2012, Guinea-Bissau sufre una galopante inestabilidad política que la convierte, día a día, en una suerte de narco-estado trampolín de las rutas mafiosas de la droga y del tráfico ilegal de personas. Ahora, con la supresión de los vuelos de la TAP, única ligazón directa que disfrutaba con un país europeo, el país africano queda aún más aislado.
También quedan más aislados los viajeros que, con las navidades a cuestas, habían comprado billetes de la TAP para viajar a Guinea-Bissau o de Bissau a Lisboa. No son pocos: el Diário de Notícias aseguraba en su edición de ayer que la compañía TAP tenía ya vendidos, en diciembre, más de 1.000 billetes Bissau-Lisboa. La compañía portuguesa ya ha anunciado que devolverá el importe y que tratará de buscar alternativas por Dakar. Pero un viajero que ayer se quedó en tierra en Lisboa aseguraba en una cadena de televisión portuguesa que los vuelos a Dakar ya están llenos hasta el día 25 de diciembre.
Pero el personal de esta compañía en el país africano sospechó pronto de la poca credibilidad de los pasaportes, que o bien habían sido falsificados completamente o bien no correspondían con las personas que los portaban. Según fuentes del Serviço de Estrangeiros e Fronteiras (SEF) citado por los medios portugueses, policías y militares guineanos, bajo amenazas y armados, obligaron al comandante y a la tripulación de TAP a embarcar a los 74 refugiados y a emprender el vuelo hacia Lisboa en el horario previsto.
En cuanto llegaron a la capital portuguesa, a las seis y media de la mañana del martes, los refugiados fueron retenidos por la policía fronteriza lusa, que ya había sido avisada desde Guinea-Bissau. En el grupo hay treinta menores, de los cuales 15 son niños, y una mujer embarazada, que sufrió una hemorragia y que fue trasladada a un hospital lisboeta. Todos proceden de zonas sirias dominadas por las fuerzas rebeldes y todos han pedido asilo político apelando a razones humanitarias. En el fondo, cuando salieron de Siria no tenían intención de quedarse en Portugal, sino servirse de Lisboa también como estación de paso hacia Suecia o Alemania, donde, según aseguran, poseen familiares. Pero ahora Europa se ha reducido para ellos a Lisboa y a ella se agarran con su petición de asilo.
Por lo pronto, las autoridades portuguesas han comenzado ya a tratar de averiguar los verdaderos nombres y la procedencia cierta de los refugiados, basándose en sus propios testimonios y en algunas fotocopias de los verdaderos pasaportes sirios que algunas de estas personas llevaban consigo. La policía portuguesa intenta también descubrir si hay dentro del grupo integristas musulmanes camuflados que tratan de alcanzar Europa. La decisión de concederles o no asilo político podrá demorarse varios meses, según apuntan los medios lusos. Desde Bruselas, un portavoz de la Unión Europea se apresuró a afirmar que la solución del problema pasa exclusivamente por Lisboa, que es un asunto bilateral entre un país miembro y un tercero, sin que Europa tenga nada que sugerir o aportar.
Por lo pronto, el incidente ya ha acarreado serias consecuencias diplomáticas, sociales y económicas entre Portugal y su antigua colonia africana. La TAP anunció el miércoles que suspende indefinidamente sus vuelos regulares con Guinea-Bissau (había tres vuelos semanales que enlazaban Lisboa con Bissau, la capital del Estado africano) apelando a que han desaparecido “las razones de seguridad necesarias” como para que estos vuelos se lleven a cabo con garantías. El Gobierno del primer ministro portugués, el conservador Pedro Passos Coelho, era consciente de la decisión de la compañía, así como el presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva.
Por su parte, desde Guinea-Bissau expresaron su “sorpresa” por la medida. Hasta ahora, los miembros del Gobierno del país africano (Gobierno no reconocido oficialmente por Portugal, entre otras cosas) se habían limitado a asegurar que desconocían lo que había pasado en el aeropuerto y que solo después de estudiar los “informes correspondientes” hablarían sobre el hecho de haber obligado bajo amenazas a un comandante y a su tripulación a embarcar un número considerable de pasajeros con los pasaportes falsificados.
Desde el golpe de Estado de 2012, Guinea-Bissau sufre una galopante inestabilidad política que la convierte, día a día, en una suerte de narco-estado trampolín de las rutas mafiosas de la droga y del tráfico ilegal de personas. Ahora, con la supresión de los vuelos de la TAP, única ligazón directa que disfrutaba con un país europeo, el país africano queda aún más aislado.
También quedan más aislados los viajeros que, con las navidades a cuestas, habían comprado billetes de la TAP para viajar a Guinea-Bissau o de Bissau a Lisboa. No son pocos: el Diário de Notícias aseguraba en su edición de ayer que la compañía TAP tenía ya vendidos, en diciembre, más de 1.000 billetes Bissau-Lisboa. La compañía portuguesa ya ha anunciado que devolverá el importe y que tratará de buscar alternativas por Dakar. Pero un viajero que ayer se quedó en tierra en Lisboa aseguraba en una cadena de televisión portuguesa que los vuelos a Dakar ya están llenos hasta el día 25 de diciembre.
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