Los combatientes de la crisis de la República Centroafricana huyen a Darfur
Día 14/12/2013 - 02.41h
El Gobierno local denuncia la desbandada de milicianos a esta conflictiva región sudanesa tras el despliegue de tropas francesas
El corazón de África continúa retroalimentando a las crisis regionales. En los últimos días, y según denuncia el Gobierno local, centenares de combatientes del conflicto de la República Centroafricana han huido a la región sudanesa de Darfur.
«Todo lo que sucede en la República Centroafricana tienen su efecto. Las operaciones militares francesas han empujado a muchos milicianos a huir directamente con sus armas a Darfur y otros países vecinos», reconoce Al Tigani Alsisi, líder de la Autoridad Regional de Darfur (DRA).
«Creo que Sudán debe aplicar medidas de precaución urgentes para proteger las fronteras», añadió.
La pasada semana, el Elíseo anunciaba el despliegue de 1.600 militares para poner fin a la impunidad que atraviesa el país, desde que milicias de autodefensa (en su mayoría, de población cristiana y conocidas como «anti-balaka») la emprendieran de forma virulenta contra las tropas Seleka (mayoritariamente musulmanes).
Hasta entonces, tan solo 2.500 soldados internacionales se encontraban desplegados por la Comunidad Económica de los Estados de África Central. Ineficientes, a todos números, ante una fuerza rebelde compuesta por cerca de 25.000 miembros, buena parte de ellos, mercenarios chadianos y sudaneses. Sin embargo, tras el regreso de estos soldados de fortuna a sus países de origen (motivado, en parte, por el despliegue galo), el movimiento Seleka comienza a debilitarse. Y agitar con su huida otros conflictos regionales.
Precisamente, este año se cumplía una década del inicio de la llamada «guerra de Darfur», en la que grupos, en su mayoría no árabes, se alzaron en armas contra Jartum (el 26 de febrero de 2003, el Frente de Liberación de Sudán atacaba la ciudad de Golo, para la gran mayoría de analistas, el punto inicial del conflicto).
Diez años que tan solo han servido para cobrarse decenas de miles de vidas y para que el presidente sudanés, Omar al Bashir, disponga de una orden de busca y captura por el Tribunal Penal de la Haya por los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos en la región.
Piñata tribal agitada en el tiempo
No obstante, a mediados de 2009, el descenso de los enfrentamientos motivó que el comandante saliente de la operación híbrida de la Unión Africana y Naciones Unidas en la región (UNAMID), Martin Luther Agwai, anunciara que Darfur ya no se encontraba en estado de guerra y que el conflicto había finalizado.
Pese a ello, solo unos meses después, Ahmed Hussein Adam, portavoz del grupo rebelde Movimiento Justicia e Igualdad (JEM), denunciaba a ABC que cualquier tipo de colaboración con el Gobierno local, presente o futura, era «inviable», por lo que esta milicia armado solo cesaría en su lucha «con la muerte del dictador Bashir».
Y la mecánica del conflicto, lo cierto, no ha cambiado demasiado hace más de una década. En marzo pasado, por ejemplo, más de un medio millar de personas perdían la vida en los enfrentamientos entre dos tribus rivales (presuntamente, armadas por el Gobierno de Jartum) de la la zona de El Sireaf (norte de Darfur).
Entonces, milicianos de la tribu de rizeigat se enfrentaron a grupos árabes ligados a la etnia Bani Hussein por el control de una mina de oro. «Llegaron en vehículos oficiales y contaban con equipamiento del Ejército de Sudán. El Gobierno es el responsable de lo que está ocurriendo», aseveró entonces Mohammed Aissa Aliu, líder comunitario.
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