Sidon se contagia también del 'virus' de la guerra siria
Ahmad al Assir, escoltado durante el funeral de unos seguidores . |
REUTERS
- Los encontronazos entre seguidores de Assir y de Hizbulá se multiplican
- 'Todos los partidos saben que si hay una guerra sólo habrá perdedores'
Javier Espinosa | Sidon
(Líbano)
Actualizado domingo 23/06/2013
05:01 horas
La salva de cohetes dejó marcadas por los impactos la fachada de los dos
últimos apartamentos del edificio. El miércoles por la mañana sus inquilinos se
apresuraban a trasladar muebles y enseres en un camión. "La gente está
abandonando sus viviendas. Tienen miedo. ¡Esta es la primera vez que
vemos algo así en Sidón, esto no era como Trípoli!", explica Nader Sabagh, uno
de los acólitos del jeque Ahmad Assir.
Al día siguiente de la confrontación, los partidarios del clérigo salafista continuaban vigilando los accesos a su mezquita ametralladora en mano. La refriega armada dejó varios apartamentos calcinados y otros tantos vehículos destrozados. Los disparos alcanzaron incluso las ventanas de una guardería donde los niños, aterrorizados, tuvieron que ser evacuados en medio del tiroteo.
Sentado en su residencia, Assir –una de las voces más virulentas a la hora de fustigar a Hizbulá- se mostraba pesimista. "La guerra civil ya ha llegado al Líbano. La participación de Hizbulá en Siria nos ha abocado a esta situación", afirmó.
Sus seguidores asentían. Para Sabagh el alto el fuego pactado este martes tan
sólo es un inciso en un conflicto destinado a la "guerra abierta". "No podemos
aguantar más, las provocaciones son diarias. Tenemos que
defendernos", añadió Assir.
La dialéctica incendiaria que se escuchaba en el reducto salafista este miércoles es un reflejo de la expansión de la crisis libanesa a Sidón, la tercera ciudad del país, que amenaza con convertirse al igual que ya pasó con enclaves como Trípoli, en el norte, o el Valle de la Bekaa, al este, en un nuevo frente bélico vinculado a la conflagración que se libra en la vecina Siria.
Los enfrentamientos del martes entre las milicias de Assir y los paramilitares de Hizbulá y sus aliados costaron la vida a una persona, dejaron varios heridos y paralizaron la metrópoli -donde habitan más de 150.000 personas-, que repentinamente se vio enfrentada a imágenes que la retrotraían a la guerra civil del siglo pasado: francotiradores en los tejados, milicianos encapuchados apostados en las esquinas de los edificios, barricadas cortando las carreteras...
En realidad, el recuerdo de aquel conflicto sigue tan vivo en la memoria de los locales como la presencia de los mismos líderes y formaciones políticas que protagonizaron aquella lucha fratricida. Assir es quizás la única adición reciente al escenario local, dominado por las mismas agrupaciones que combatieron entre 1975 y 1990.
Hammoud es uno de esos personajes que decidieron la historia de Sidón en la década de los 80. Fue uno de los primeros religiosos suníes que se unieron al proyecto revolucionario apadrinado por Irán y por ello fundó el Frente Islámico, una alianza que pretendía superar la dicotomía suní-shía, cuyos acólitos terminaron formando parte de las milicias aliadas de Hizbulá, con quien mantiene todavía una estrecha relación.
El guardaespaldas del religioso exhibe un vídeo grabado por las cámaras que vigilan su oficina en el que visualiza perfectamente el atentado del día 3. Primero se ve salir a Hammoud acompañado de 3 de sus milicianos. Después se aprecia el todo terreno que se acerca a escasa velocidad desde una de las avenidas. Un pistolero se asoma por la ventanilla con una ametralladora y los destellos de los disparos iluminan la oscuridad de la noche.
"Fue todo muy rápido. Iban encapuchados. Todas las balas dieron alrededor del jeque pero él salió indemne. Si le hubieran matado Sidón habría explotado", asevera el activista, pistola al cinto.
El ataque contra Hammoud fue otro de los repetidos incidentes que se vienen registrando en la ciudad en los últimos meses. Como ocurre en Trípoli o la Bekaa, los encontronazos entre los seguidores de Assir y los de Hizbulá se han multiplicado desde el año pasado de forma paralela a la intervención del grupo shía en la guerra de Siria.
Como admite el clérigo aliado de Hizbulá, la crisis en Sidón es un "reflejo" de la contienda que azota a Siria y la "división que ha generado en el Líbano". "Hay poderes extranjeros que piensan que la manera de castigar a Hizbulá por su participación en Siria es molestarles en Líbano. Ese es el papel de Asir, a quien paga Qatar", dice. "Los libaneses no están dispuestos a caer en una nueva guerra civil, pero la cuestión es ¿la comunidad internacional y sus aliados árabe quieren esa guerra civil?", añade.
El único factor que podría inclinar la balanza de uno u otro lado son los miles de combatientes palestinos que residen en el campo de refugiados de Ain el Hilwe, que hasta ahora no han querido participar en la pugna pese a las enormes simpatías que genera la causa de los rebeldes entre sus habitantes. "Nos llamaron ofreciendo su ayuda pero les dijimos que de momento no la necesitábamos, aunque si hubieran seguido bombardeando el barrio si les habríamos movilizado", asevera el jeque Assir.
Lo mismo ha ocurrido con acólitos del partido Yamaa Al-Islamiya, la versión libanesa de los Hermanos Musulmanes, que dispone de otra influyente y disciplinada milicia. Su jefe de filas en Sidón, Bassam Hamoud, reconoce que la última refriega estuvo a punto de "generar una batalla en todo la ciudad" y acusa a Hizbulá de azuzar la inestabilidad.
"Hizbulá está usando a grupos de drogadictos y matones para crear confusión entre los suníes. La lógica dice que vamos hacia una escalada, pero estamos intentando actuar como bomberos, apagando los incendios que está generando Hizbulá", apunta.
El nombre de Osama Saad también se asocia con el pasado más lúgubre del Líbano. El asesinato de su padre, Maaruf Saad, en 1975 fue considerado como uno de los sucesos desencadenantes del inicio de la guerra civil. "Asir es una herramienta del proyecto norteamericano que pretende generar el caos en esta región", aduce Saad, jefe de la Organización Popular Naserista (OPN), otra agrupación aliada de Hizbulá.
Cuando el periodista le visitó en su oficina este último martes, sus milicianos protegían los accesos del edificio desplegados en las calles adyacentes mientras los tiroteos resonaban en las inmediaciones. "Las repercusiones de un conflicto en Sidón serían mucho más graves para el Líbano que los combates de Trípoli. Esta es la puerta del sur. Por aquí pasan todas las tropas internacionales", indicó el otrora doctor.
En medio de la aprehensión que ha generado los últimos combates, figuras como Salim Sousan, el muftí suní de la ciudad –la principal autoridad religiosa local- llevan días intentando mitigar la tensión sectaria mediando entre todas las facciones opuestas.
El religioso no esconde su desasosiego ante la realidad: "No hay duda de que el estado libanés se está desmoronando y tengo miedo de que caigamos en el vacío". Sousan consiente en que la "ausencia de estado" ha derivado en Sidón en un aumento del tráfico de armas. "La gente piensa en defenderse", acota.
En su opinión, el pasado y el recuerdo de la guerra civil son los principales argumentos que han frenado hasta ahora la posibilidad de que esa experiencia se reproduzca no sólo en Sidón sino en todo el país. "Todos los partidos saben que si hay una guerra sólo habrá perdedores", sentencia.
Al día siguiente de la confrontación, los partidarios del clérigo salafista continuaban vigilando los accesos a su mezquita ametralladora en mano. La refriega armada dejó varios apartamentos calcinados y otros tantos vehículos destrozados. Los disparos alcanzaron incluso las ventanas de una guardería donde los niños, aterrorizados, tuvieron que ser evacuados en medio del tiroteo.
Sentado en su residencia, Assir –una de las voces más virulentas a la hora de fustigar a Hizbulá- se mostraba pesimista. "La guerra civil ya ha llegado al Líbano. La participación de Hizbulá en Siria nos ha abocado a esta situación", afirmó.
"La participación de Hizbulá en Siria nos ha abocado a esta situación"Jeque Ahmad Assir.
La dialéctica incendiaria que se escuchaba en el reducto salafista este miércoles es un reflejo de la expansión de la crisis libanesa a Sidón, la tercera ciudad del país, que amenaza con convertirse al igual que ya pasó con enclaves como Trípoli, en el norte, o el Valle de la Bekaa, al este, en un nuevo frente bélico vinculado a la conflagración que se libra en la vecina Siria.
Los enfrentamientos del martes entre las milicias de Assir y los paramilitares de Hizbulá y sus aliados costaron la vida a una persona, dejaron varios heridos y paralizaron la metrópoli -donde habitan más de 150.000 personas-, que repentinamente se vio enfrentada a imágenes que la retrotraían a la guerra civil del siglo pasado: francotiradores en los tejados, milicianos encapuchados apostados en las esquinas de los edificios, barricadas cortando las carreteras...
En realidad, el recuerdo de aquel conflicto sigue tan vivo en la memoria de los locales como la presencia de los mismos líderes y formaciones políticas que protagonizaron aquella lucha fratricida. Assir es quizás la única adición reciente al escenario local, dominado por las mismas agrupaciones que combatieron entre 1975 y 1990.
Ataque contra Hammoud
El despacho del jeque Maher Hammoud está adornado con fotografías que se remontan a aquellos aciagos años. En una instantánea de 1986, se le ve manejando una ametralladora pesada en el barrio de Abra. El religioso aparece en otras imágenes junto a Hasan Nasrala, el líder de Hizbulá; el difunto dirigente palestino Yaser Arafat, el actual jefe del parlamento libanés, Nabih Berri, el difunto jefe de Hamás, Abdelaziz Al-Rantisi.. Todos ellos figuras connotadas de las fuerzas opuestas a Israel.Hammoud es uno de esos personajes que decidieron la historia de Sidón en la década de los 80. Fue uno de los primeros religiosos suníes que se unieron al proyecto revolucionario apadrinado por Irán y por ello fundó el Frente Islámico, una alianza que pretendía superar la dicotomía suní-shía, cuyos acólitos terminaron formando parte de las milicias aliadas de Hizbulá, con quien mantiene todavía una estrecha relación.
El guardaespaldas del religioso exhibe un vídeo grabado por las cámaras que vigilan su oficina en el que visualiza perfectamente el atentado del día 3. Primero se ve salir a Hammoud acompañado de 3 de sus milicianos. Después se aprecia el todo terreno que se acerca a escasa velocidad desde una de las avenidas. Un pistolero se asoma por la ventanilla con una ametralladora y los destellos de los disparos iluminan la oscuridad de la noche.
"Fue todo muy rápido. Iban encapuchados. Todas las balas dieron alrededor del jeque pero él salió indemne. Si le hubieran matado Sidón habría explotado", asevera el activista, pistola al cinto.
El ataque contra Hammoud fue otro de los repetidos incidentes que se vienen registrando en la ciudad en los últimos meses. Como ocurre en Trípoli o la Bekaa, los encontronazos entre los seguidores de Assir y los de Hizbulá se han multiplicado desde el año pasado de forma paralela a la intervención del grupo shía en la guerra de Siria.
Como admite el clérigo aliado de Hizbulá, la crisis en Sidón es un "reflejo" de la contienda que azota a Siria y la "división que ha generado en el Líbano". "Hay poderes extranjeros que piensan que la manera de castigar a Hizbulá por su participación en Siria es molestarles en Líbano. Ese es el papel de Asir, a quien paga Qatar", dice. "Los libaneses no están dispuestos a caer en una nueva guerra civil, pero la cuestión es ¿la comunidad internacional y sus aliados árabe quieren esa guerra civil?", añade.
Ambiente bélico
Aunque la mayoría de la población de Sidón se alinea del lado de las fuerzas contrarias a Hizbulá –algo que admite incluso Hammoud-, el grupo que comanda Hasan Nasrala dispone de toda una plétora de milicias suníes aliadas como las Brigadas de la Resistencia, una facción establecida a partir del 2008, o los acólitos del partido Naserista que comanda Osama Saad, capaces de rivalizar con los paramilitares que se le oponen.El único factor que podría inclinar la balanza de uno u otro lado son los miles de combatientes palestinos que residen en el campo de refugiados de Ain el Hilwe, que hasta ahora no han querido participar en la pugna pese a las enormes simpatías que genera la causa de los rebeldes entre sus habitantes. "Nos llamaron ofreciendo su ayuda pero les dijimos que de momento no la necesitábamos, aunque si hubieran seguido bombardeando el barrio si les habríamos movilizado", asevera el jeque Assir.
Lo mismo ha ocurrido con acólitos del partido Yamaa Al-Islamiya, la versión libanesa de los Hermanos Musulmanes, que dispone de otra influyente y disciplinada milicia. Su jefe de filas en Sidón, Bassam Hamoud, reconoce que la última refriega estuvo a punto de "generar una batalla en todo la ciudad" y acusa a Hizbulá de azuzar la inestabilidad.
"Hizbulá está usando a grupos de drogadictos y matones para crear confusión entre los suníes. La lógica dice que vamos hacia una escalada, pero estamos intentando actuar como bomberos, apagando los incendios que está generando Hizbulá", apunta.
El nombre de Osama Saad también se asocia con el pasado más lúgubre del Líbano. El asesinato de su padre, Maaruf Saad, en 1975 fue considerado como uno de los sucesos desencadenantes del inicio de la guerra civil. "Asir es una herramienta del proyecto norteamericano que pretende generar el caos en esta región", aduce Saad, jefe de la Organización Popular Naserista (OPN), otra agrupación aliada de Hizbulá.
Cuando el periodista le visitó en su oficina este último martes, sus milicianos protegían los accesos del edificio desplegados en las calles adyacentes mientras los tiroteos resonaban en las inmediaciones. "Las repercusiones de un conflicto en Sidón serían mucho más graves para el Líbano que los combates de Trípoli. Esta es la puerta del sur. Por aquí pasan todas las tropas internacionales", indicó el otrora doctor.
En medio de la aprehensión que ha generado los últimos combates, figuras como Salim Sousan, el muftí suní de la ciudad –la principal autoridad religiosa local- llevan días intentando mitigar la tensión sectaria mediando entre todas las facciones opuestas.
El religioso no esconde su desasosiego ante la realidad: "No hay duda de que el estado libanés se está desmoronando y tengo miedo de que caigamos en el vacío". Sousan consiente en que la "ausencia de estado" ha derivado en Sidón en un aumento del tráfico de armas. "La gente piensa en defenderse", acota.
En su opinión, el pasado y el recuerdo de la guerra civil son los principales argumentos que han frenado hasta ahora la posibilidad de que esa experiencia se reproduzca no sólo en Sidón sino en todo el país. "Todos los partidos saben que si hay una guerra sólo habrá perdedores", sentencia.
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