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lunes, 3 de junio de 2013

GAGOMILITARIA CINAMETECA.- LOS ULTIMOS DE FILIPINAS 1.945

Sinopsis: En el verano de 1.898, el capitán español Enrique de las Morenas y Fossi -comandante de la guarnición española de la aldea costera de Baler, en Luzón- observa síntomas de una inminente insurrección en su distrito. En espera de los acontecimientos, decide recluirse con su tropa (54 soldados) en la iglesia de Baler y, tras estallar la revolución, quedan sitiados por los insurrectos durante casi un año, hasta meses después del Tratado de París, cuando las Filipinas dejaron de ser territorio español...

La historia parte de un guion radiofónico de Enrique Llovet (“Los Héroes de Baler”) y de otro de Enrique Alfonso Barcones y Rafael Sánchez Campoy (titulado “El Fuerte de Baler”). Y a partir de una anécdota histórica y real sobre un destacamento español que quedó aislado en Filipinas, Antonio Román rueda una de las mejores películas de acción y aventuras del cine clásico español, a la altura de películas de aventuras coloniales como "La Jungla en Armas" de Henry Hathaway, "Gunga Din" de George Stevens, "Kim de la India" o cualquier película de John Ford sobre la Caballería estadounidense. Es un gran fresco épico, una especie de " El Álamo ", en la que los personajes son muy bien trazados dentro de la tradición de este tipo de películas: El oficial aguerrido, el médico, la tropa.., alternada con excelentes escenas de acción. Con una canción clásica y uno de los primeros papeles de Tony Leblanc. ¡Ojalá los directores de hoy en día tuviesen el talento de Román para realizar una excelente película épica de aventuras!

 
Para muchos, puede parecer un espectáculo superficial y mediocre, rebosante de patrioterismo acartonado y vehemente sin ton ni son, falto de toda brillantez cinematográfica o atisbo de talento en el inocuo Román y sostenida por un buen grupo de actores, pero un análisis de este calibre sólo puede estar basado en los prejuicios con que se percibe la cáscara de la nuez: Realmente, “Los Últimos…” es una buena película (no excelsa, pero tampoco un bodrio), donde –aparte de describir la odisea de los defensores de Baler- se describe de manera muy real y verídica cual ha sido la actuación en general de los políticos españoles desde finales del siglo XIX en adelante en política de desprestigiar a España y empequeñecerla dándola, vendiéndola o regalándola a trozos a terceros países. En esta película de enorme valor histórico por cuanto describe y cuenta: Vemos cómo, mientras los soldados españoles defendían el honor de la nación y país España en los lugares más lejanos del mundo, los políticos españoles en la metrópoli se dedicaban a firmar tratados con otras potencias o países donde les regalaban o donaban esos mismos territorios en los cuales los soldados españoles estaban dejándose la vida en su defensa. Esta es, a fin de cuentas, la realidad de lo que ha sucedido en Filipinas, en Ifni, en el Sahara español y que pronto –de seguir así- también sucederá en Ceuta, en Melilla y en las Islas Canarias. Porque lo que tenemos en España como políticos son una morralla antipatriótica de mucho cuidado, la cual nada tiene que ver con la que existe en Gran Bretaña, en Francia o donde sea, que cuando cualquier parte de su territorio por minúsculo y lejano que se encuentre es atacado, antes prefieren morir todos en el intento de defender lo suyo que abandonarlo cobardemente, como suelen dictar en España los políticos de la ideología que sean (recuérdese, por ejemplo, cuando la invasión marroquí del islote de Perejil, que en seguida surgieron políticos como Llamazares y otros muchos más que empezaron a reprochar al gobierno que defendiera un trozo de España tan insignificante y que no valía nada)… Así son los políticos españoles, en general gente sin honor ni amor por su patria España; mientras ellos viven como marajás, los soldados españoles andan por doquier defendiendo el nombre de España que los políticos envilecen, degradan y asimilan a la cobardía.

Pero, tras esta digresión que espero sepan perdonare, retomamos el film: Cuando se ve la película por primera vez, a uno el guión le parece un poco forzado. Pero es una película basada en hechos reales y varios de los episodios aparentemente fantásticos como el del caribú o el del huerto o la derrota americana son históricos. Y aún faltan algunos como la declaración de amigos de la patria a los derrotados, por parte del general rebelde.

La épica música del maestro Parada recuerda a la de realizada por Franz Waxman para el film, del mismo año, “Objetivo Birmania” (Raoul Walsh)… Ya el comienzo es enteramente de Western, pero en vez de indios acosando al mensajero (esperamos que sea Alfredo Mayo, pero no: ¡Es Tony Leblanc!), son Viet-cong… Perdón, guerrilleros tagalos.

Los decorados –rodados en estudio- son sumamente descarados: Todo Baler no puede disimular que se trata de una maqueta (cuando los tagalos comienzan a hacer señales, en seguida temes que toda la serranía de plástico se prenda fuego). Y los nativos… El tabernero Moisés –que, obviamente, con ese corte de pelo no puede ser trigo limipio- parece Linda Hunt en “El Año Que Vivimos Peligrosamente” (Peter Weir, 1.983).

Las bellas noches estrelladas como las que contempla Willem Dafoe en “Platoon” (Oliver Stone, 1.986). Las comparaciones con Vietnam –de hecho. Éste fue nuestro ´Nam- no paran de sucederse.

El darwiniano médico (Guillermo Marín) no deja de ser el contrapunto civil al resto de militares (y no deja de ser un tanto sardónico en su humor e irónico en sus comentarios –“¡Qué maravillosa idea!” exclama cuando el Capitán, que le recrimina, comenta que secará el río si hace falta). Son el reemplazo de los muertos (muertos liderados por el Teniente Mota). Posiblemente, aunque aún no lo sepan (no se resignen a ello) tan muertos como los relevados.

Ya se vislumbra cuál será el último bastión: LA IGLESIA. Un nuevo Álamo en medio de una (pelín sosa, debido a que Tala es una Blancanieves de Walt Disney) historia de amor entre Nani Fernández y Fernando Rey… Lo de los soldados españoles casándose con bosnias o kosovares no es nada nuevo, al parecer. Y aquí, a diferencia de “Harka”, sí que hay beso… Eso sí, truncado por una inoportuna corneta: Arenga patriótica del Capitán mientras el tabernero del flequillo –que es más malo que Angela Channing- conspira en las sombras (literalmente). Pero Tala descubre al Peter Lorre de Chamberí y se monta una escena al más puro estilo “El Halcón Maltés”. Y mientras, junto al fraile, como en “El Santuario No Se Rinde”, el sosias de Alfredo Mayo (un José Nieto con los rasgos de Tip) monta la defensa, fortificando la iglesia. De esta película han bebido muchos otros filmes, nacionales y extranjeros, sin duda alguna, desde “Comando en el Mar de China” (Robert Aldrich, 1.969) hasta “El Álamo” (ambas versiones, la dirigida por John Wayne en 1.960 y la de John Lee Hancock, realizada en 2.004), pasando por “Zulú” (Cy Enfield, 1.964) o “55 Días en Pekín” (Nicholas Ray, 1.963) por cierto, los tagalos son tan castizos como los chinos de esta última).

“(El que ondee la bandera roji-gualda en el campanario de la iglesia de Baler) no es un desafío. Es simplemente dar fe de que estamos aquí”, asegura el Capitán De las Morenas). Se exaltan valores patrios como el sentido del deber, el honor o la integridad, pero no se exaltan de manera pueril o exagerada hasta casi rozar la ridiculez, como suele suceder en otras cintas de los 40: Aquí hay un respeto y una seriedad encomiables.

Frente al arrojado teniente Cerezo sediento de acción se coloca al doctor Vigil, más reflexivo y que añade –junto al veterano Capitán- la cordura necesaria para “controlar” a Armando Calvo durante el primer ataque de la horda tagala, avanzando en masa contra la posición (y, por consiguiente, también cayendo en masa), defendida por un enigmático Fernando Rey lleno de odio (y cercano a Eloy Gonzalo), un cómico –como siempre- Manolo Morán (que no adelgazará un gramo durante el asedio, a pesar de las penurias) y sus 48 camaradas. Tras este primer envite, las bajas fueron un muerto y dos heridos leves españoles… Y los meses transcurrirán entre ataques y más ataques. Pero el sentido del deber –porque, en definitiva, es una película sobre el Deber- permanecerá incólume y a la defensiva.

La verdad es que la coreografía de los extras peinados por Llongueras es de lo peorcito de la película: O se mueren pésimamente o corretean como los chinos nefandos de los largometrajes de Bruce Lee. Y tras la acción “cascorrera”, más figurantes cayendo a la luz de la hoguera de San Juan (y la pobre Tala, que ninguna culpa tiene, acusada de femme fatale).

A los del flequillo les llega el cañón y, como esto ya son palabras mayores, a uno de los defensores se le ocurre desertar (con nombre y apellidos –Felipe Herrero-): Una cosa es enfrentarse a las balas del 7,92 y otra muy distinta a obuses de 75 mm.

Y el capitán, enfermo de peste, lanza una frase lapidaria donde las haya, al enterarse que “El Vasco” (¿?) ha caído: “Estaría dispuesto. Sin permiso de Dios, la muerte no mata a nadie”. Y como la película en blanco y negro, perdemos la cuenta de cuántas veces matan al mismo extra…

Mientras tanto, el Fu-Man-Chú monta una embestida al más puro estilo medieval, con el desertor en cabeza (liderando el asalto más forzado que por su propia voluntad) y así le va. Además, el ataque por la retaguardia –aconsejado por el traidor- es repelido. Pero el Capitán De Las Morenas ha realizado su último esfuerzo, falleciendo ese 22 de Noviembre (a los 145 días de asedio) y sin saber que España había perdido el archipiélago. Pero, como bien indican en el film, “ellos ni se enteraron ni quisieron enterarse”… Y tanto el doctor como el teniente se transforman por simbiosis, encontrándose el uno al otro como dos caras de la misma moneda: El médico se insufla del ardor guerrero del oficial mientras que Cerezo se humaniza.

Descubierta a bayoneta calada en busca de alimentos…: O nos matan o nos morimos. Y se traen comida y a Manolo el del bombo (que no es Morán), para amenizar la Navidad… Pero no vuelven a casa por esas fechas, como suele hacer el turrón, sino que la Misa del Gallo se la chupan con el mosquetón al hombro. Eso sí, del discurso evangelizador de Fray Bartolomé de las Casas (“Es la obra de España. Una obra de siglos. Y aunque algún día tengamos que irnos nosotros, aquí quedarán para siempre la fe y el idioma”… Mejor que no viese cómo están ahora los filipinos) no nos salva nadie.

Y los sitiadores, erre que erre: Que se rindan, que la guerra terminó hace tiempo… Pero, con inusitada arrogancia, se empecinan más que esos japoneses abandonados en remotas islas tras la II Guerra Mundial.

Es destacable que la relación con los militares independentistas (por ejemplo, Novicio Luna) es respetuosa y caballeresca, entre camaradas de armas, nada de cargar las tintas en innecesarias crueldades o en sádicas torturas (con una particular ética sólo imperante entre ellos, al estilo de la utilizada entre aviadores durante la I Guerra Mundial). Y, lo más subrayable, a pesar de luchar por la independencia, “aman” a España.

Y como no les vencen ni por el fuego ni por el hambre, comienza la guerra psicológica, utilizando a Tala (porque, ya se sabe, los españoles son muy mujeriegos). Y, engañada, la hacen cantar ese melancólico “Yo Te Diré”, esperando que, aquejados de morriña, los españoles desistan en su empeño (la canción surte su efecto nostálgico, como sucederá más de una década después al cantar Susanne Christian –la mujer de Kubrick por aquel entonces- en la tremenda “Senderos de Gloria”, pero los hispanos siguen resistiendo numantinamente). El silencioso travelling entre los soldados es emocionante.

Y como Estados Unidos había ganado en fecha recientísima la II Guerra Mundial y el Generalísimo quería congraciarse con el Tío Sam (aparcando en el baúl de los recuerdos a la División Azul), otorga protagonismo a los norteamericanos, que desean “liberar a esos valientes” y aparece la cañonera “Yorktown”, de la que desembarca un comando de rescate compuesto por 14 fusileros y liderado por el 2º Teniente William Harrison Standley, que… desconfiando de la buen predisposición filipina, regresó al buque sin acercarse a Baler (en el film se toman una licencia y mueren con las botas puestas). El resto de la intervención del comodoro Sperry se omite (como deferencia, ya estaba bien, que los protagonistas son los españoles, no los yankees). Lo que no les deja muy bien es que incumplen aquella frase que tanto repiten en “Black Hawk Derribado” (Ridley Scott, 2.001): “No abandonamos nunca a nadie”, porque dejan la playa plagada de cadáveres de sus compañeros…

Un año de martirologio y ahí continúan, aferrados a su sentido del deber: “Nunca pasa nada y si pasa no importa”, como bien comenta el doctor…

Los efectos de los cañonazos son un tanto cutres pero consiguen romper los muros del fortín y los tagalos penetran, produciéndose el primer combate cuerpo a cuerpo, a escasos 8 minutos del final. Paredes de adobe que se derrumban en perfectos círculos, sacos de cemento y tablones que se desploman localizadamente, no vayan a herir de verdad a alguien, Conrado San Martín rogando munición… Y una tenaz lucha retratada de una manera un tanto artificial y artificiosa (para un momento tan dramático, el asalto final, le falta algo de garra). Armando Calvo dispara como Errol Flynn en “Murieron con las Botas Puestas” y Manolo Morán no pierde su vis cómica ni machete en ristre, arrojando aceite hirviendo a los tagalos. Moisés se muere horriblemente mal (andando una distancia como si de una peregrinación a Santiago se tratase) y el ataque es nuevamente repelido, dejando el terreno sembrado de muertos. ¿Retirada? Sí, porque… Llega el Teniente Coronel Aguilar enarbolando la bandera española y… ¡Poco le falta para morir ante un pelotón de fusilamiento por “disfrazarse” de militar hispano! No capitulo y no y no (y uno todavía pregunta si lo mata). Pero le entrega ejemplares de la prensa nacional y leyendo un cambio de destino de un compañero –algo intrascendente entre otras muchas noticias de interés- se dan cuenta de que todo es verdad (y, como mal de muchos, consuelo de tontos, el Teniente también culpa de la decisión de resistir al médico). Reunión y decisión de rendirse siempre que no les retenga como prisioneros de guerra (en realidad, el ejército filipino les rindió incluso honores). De otro modo, ¡Santiago y Cierra España! Y se abandona el bastión a sangre y fuego. “Hemos seguido aquí enterrando a nuestros muertos sin ningún derecho”, se lamenta el teniente: Seis meses después de haber perdido las Filipinas, Baler cesa su resistencia (“cumpliendo con su obligación y como mandan las Ordenanzas Militares”). Así finaliza la historia de esta heroica equivocación, apoyada por el empecinamiento en nombre del deber de un grupo de militares españoles que lucharon más allá del deber y de sus propias fuerzas. Y así, tras 337 días, con un marcial Calvo –que recuerda las palabras del Capitán Olmedo cuando le exigió la rendición, acusándole de rebelde y asegurándole un Consejo de Guerra y la expulsión del Ejército- comandando a un Rey que recobra a su amor indígena, un campechano y dicharachero Morán y al resto de la tropa, finaliza la película (con Laureada de San Fernando incluida y comentario a modo de epílogo: “Y otra vez el Teniente Marín Cerezo se enteró de las noticias con retraso: En España, él ya era un héroe”).

Es más entretenida y lógica que la mayoría de las películas que se hacen en este país de subvencionados. Sobre lo de patriotera, sí lo admito, ¿y qué? ¿Acaso las pelis yanquis de la época exaltaban los valores de Japón o los de Alemania? No, exaltaban los suyos y sin ningún rubor, como siguen haciendo actualmente sin complejo alguno en un amplio porcentaje de producciones. No pasa nada. Es cine. Son películas. Entretiene y no me acompleja ser español, como tampoco me acomplejaría de ser francés o marroquí. Refleja con realismo la sociedad de su época, y si no lo hiciera me daría igual. ¿Por qué? Porque –repetimos- es cine y el cine no tiene la obligación de ser fidedigno a nada. A mí modo de ver se resume con si me gusta o no me gusta. Y me gusta.

Es, en definitiva, una película rodada en su tiempo, donde la exaltación del ejército español es el leitmotiv de la misma. Y el título es muy oportuno ya que está rodada justamente cuando no se produce el relevo generacional hispanohablante en filipinas.

Por último un par de detalles anecdóticos. "Apocalypse Now" se rodó en esa zona de Luzón curiosamente, y a los pobres españolitos que quedaron en Filipinas después de esos famosos últimos, me refiero a los prisioneros de los tagalos, claro está, los rescató la caballería estadounidense, creo recordar que el 7º (aunque de esta precisión no estoy seguro cien por cien), porque el gobierno español no quiso saber nada de ellos.

En su momento fue un taquillazo, además de ser considerado casi clásico del cine español, cine de "interés nacional" e, incluso un gran éxito de crítica. En 2.008, la historia del sitio se volvió a llevar de nuevo a la pantalla en la película “Baler, del director filipino Mark Meily y con la actuación de Phillip Salvador, Jericho Rosales, Anne Curtis, Andrew Schimmer, Joel Torre, Carlo Aquino, DJ Durano, Rio Locsin, Nikki Bacolod, Mark Bautista, Ryan Eigenmann, Baron Geisler, Michael De Mesa, Leo Martinez y Alvin Anson.

 
LO MEJOR:
En el filme destacan las interpretaciones de Fernando Rey y Tony Leblanc. Nani Fernández hizo famosa la canción “Yo Te Diré” (habanera o bolero, según las fuentes, pero –sin duda alguna- todo un himno).

LO PEOR:
Que no se recuperen historias así en nuestra cinematografía: Si no utilizamos al Ejército para reírnos de él o para tacharlo de fascista, parece que no da juego en el celuloide patrio. Incomprensible e inadmisible.


Nota: Valorándola en su justa medida y coyunturalmente, un 6,2 (mejor que muchas contemporáneas… Y que muchas presentes).

Tengo una bala, tengo una bala, con el nombre “grabao” de una tagala…

5.000 filipinos, cuatro cañones. La bandera al viento, treinta españoles. Treinta españoles, niña, treinta españoles. Una bandera al viento y sus riñones”… Es que coj**** no se podía decir, que la censura se te echaba encima (si es que hasta “Fuck” no se pronunció en un film americano hasta 1.970, con “M.A.S.H.”)

FICHA TÉCNICA:
Dirección: Antonio Román.
País: España.
Año: 1.945.
Duración: 99 minutos.
Guión: Pedro de Juan, Antonio Román (Libros: Enrique Alfonso Barcones, Rafael Sánchez Campoy, Enrique Llovet).
Música: Jorge Halpern y Manuel Parada.
Fotografía: Heinrich Gärtner (B&W).
Protagonistas: Armando Calvo (Teniente Martín Cerezo), José Nieto (Capitán Enrique de las Morenas), Guillermo Marín (Doctor Rogelio Vigil), Manolo Morán (Cabo Pedro Vila), Juan Calvo (Cabo Olivares), Fernando Rey (Juan Chamizo), Manuel Kaiser (Fray Cándido), Carlos Muñoz (Santamaría), José Miguel Rupert (Moisés), Pablo Álvarez Rubio (Herrero, el desertor), Nani Fernández (Tala), Emilio Ruiz de Córdoba (El Correo), César Guzmán (Jesús García Quijano), Alfonso de Horna (Marquiado), Manuel Arbó (Gómez Ortíz), Conrado San Martín (Vicente Pedrosa), Adriano Domínguez (Pineda) y Tony Leblanc (Correo).
 
 

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