“¿Puede España atacar Gibraltar?”
Margaret Thatcher temía una acción de militares golpistas españoles en 1982, durante la guerra de las Malvinas, y ordenó reforzar las defensas del Peñón
La entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher, temía que militares españoles aprovecharan la crisis de las Malvinas para provocar un ataque en Gibraltar y dio instrucciones para reforzar las defensas del Peñón. Aunque el Gobierno británico consideraba improbable un intento en ese sentido de las autoridades de Madrid, sus analistas admitían que no se podía descartar un ataque de militares golpistas incontrolados. Aunque no se consideraba creíble que un ataque de esa naturaleza pudiera tener éxito, la primera ministra dio órdenes para reforzar el Peñón y evitar que pudiera repetirse una crisis similar a la del Atlántico Sur.
Los temores de Thatcher se reflejan en el intercambio de telegramas, memorandos e informes reservados, confidenciales y secretos entre Downing Street, el Foreign Office, el Ministerio de Defensa británico, la embajada en Madrid y el Gobernador británico en Gibraltar entre abril y octubre de 1982. Docenas de esos documentos, mantenidos en secreto durante 30 años, acaban de ser puestos a disposición del público a través de los Archivos Nacionales británicos.
En aquellos tiempos, España y Reino Unido estaban intentando normalizar sus relaciones en torno a la espinosa y perenne disputa sobre Gibraltar. Tras meses de negociaciones, los Gobiernos de Thatcher y de Lepoldo Calvo-Sotelo habían firmado en 1980 los acuerdos de Lisboa para entablar negociaciones que en última instancia debían incluir la apertura de la verja, cerrada desde 1969. Sin embargo, la puesta en marcha de esos acuerdos se había ido retrasando. Aunque Calvo-Sotelo se había propuesto abrir la verja en abril de 1982, la apertura no llegaría hasta el 15 de diciembre de ese año, tras la victoria del PSOE de Felipe González en las elecciones generales del 28 de octubre.
Aunque la guerra de las Malvinas acabó en julio de 1982, el Gobierno británico siguió haciendo constantes evaluaciones de la posibilidad de un ataque a Gibraltar debido a la inestabilidad que había en España por la presencia de golpistas en las fuerzas armadas.
En julio, los británicos concluyen que “las localidades más cercanas con gran presencia militar y oficiales de suficiente influencia para apoyar una amenaza militar a Gibraltar parecen ser Sevilla o Cádiz”. Se sigue hablando de enviar refuerzos, sobre todo aéreos y de infantería. Y Thatcher exige que le expliquen “esta misma noche” los efectos que puede tener la polémica llegada al Peñón de un alto cargo del Foreign Office. “¿Estamos preparados si hay una invasión?”, pregunta. En esas fechas y las semanas y meses siguientes hay cuatro documentos que el Gobierno ha decidido seguir manteniendo secretos.
En septiembre hay nuevas evaluaciones sobre el peligro de un ataque militar y el 18 de octubre la primera ministra pregunta “si de verdad podemos esperar que el Gobierno español actuará de forma resuelta si se descubre algún compló contra Gibraltar”. La persona que preocupa en ese momento en Londres es el general Milans del Bosch, uno de los líderes del 23-F, que ha sido trasladado a una prisión militar en Algeciras. “La presencia de Milans del Bosch en el Campo es una complicación añadida respecto a Gibraltar”, señalaba un telegrama de la embajada británica en Madrid del 15 de octubre. Londres decidió mantener en Gibraltar un batallón que debía haber regresado a Reino Unido.
Cuando Argentina tomó las Malvinas el 2 de abril de ese año, Thatcher ordenó de inmediato que se evaluara la situación en Gibraltar ante el temor de que España pudiera hacer lo mismo, dado el apoyo que la prensa española dio al ataque argentino. El 5 de abril, el Foreign Office envió un documento confidencial a Downing Steet. “A pesar de la jubilosa reacción de la prensa española a la toma argentina de las islas Malvinas, no tenemos motivos para creer que haya una mayor amenaza militar sobre Gibraltar por parte del Gobierno español”, concluyeron los diplomáticos. “Sin embargo”, añadía el texto, “no podemos descartar por completo actos menores o de provocación por parte de individuos o pequeños grupos de las fuerzas armadas”. Y señala que hay “una pequeña pero efectiva presencia militar británica en el Peñón”.
El texto subraya: “Aunque España se abstuvo en el debate el Consejo de Seguridad sobre las Malvinas, el Ministro de Exteriores [José Pedro Pérez Llorca] envió un mensaje personal de buenos deseos a lord Carrington [su homólogo británico] diciendo que el Gobierno español estaría dispuesto a hacer lo que se considerara útil dentro del limitado rango de posibilidades a su disposición”. Pero más adelante reconocía que “en las fuerzas armadas hay algunos elementos de extrema derecha que se oponen a la política de su Gobierno de reapertura de la frontera y las negociaciones con Gran Bretaña” acerca de Gibraltar.
En la primera página de esa nota aparece un comentario manuscrito de Thatcher que señala: “Esto es sospechosamente similar a la evaluación sobre las Malvinas antes de la invasión”.
Una nota secreta del Cabinet Office, una especie de Ministerio de la Presidencia, fechada el 8 de abril, da cuenta de que la primera ministra ha preguntado el día anterior en una reunión del Comité de Defensa formado para abordar la crisis de las Malvinas “si se han tomado todas las precauciones necesarias para afrontar un posible intento de acción militar en Gibraltar”. Ante la respuesta afirmativa de los responsables de Defensa y del Foreign Office, Thatcher da instrucciones para que conste esa respuesta, pero fuera de las minutas de la reunión, “porque no parece adecuado” que conste en esas minutas.
La primera ministra insiste en otra nota —manuscrita en la primera página de un informe del Comité Conjunto de Inteligencia acerca de Gibraltar fechado el 8 de abril— en la necesidad de una “revisión urgente” de las necesidades militares en el Peñón, especialmente ante el peligro de una intentona unilateral de militares españoles descontentos.
El 19 de abril, un informe secreto del Ministerio de Defensa recoge que el Comité Conjunto de Inteligencia “reconoce que España tiene la capacidad militar de atacar Gibraltar en poco tiempo”, aunque insiste en que es “poco probable” y da cuenta de las medidas tomadas para reforzar la defensa del Peñón. Entre ellas está el buque escolta estacionado en aguas de Gibraltar, reforzado con el envío de una tripulación de refresco.
El 26 de abril, Londres decide reforzar esas defensas con el envío de dos aviones Jaguar, sobre todo para evitar sorpresas durante unas maniobras militares españolas previstas para el 4 de mayo a 55 kilómetros del Peñón, aunque el Gobierno británico admite que las maniobras “estaban previstas desde antes de que empezara la crisis de las Malvinas”.
Los temores de Thatcher se reflejan en el intercambio de telegramas, memorandos e informes reservados, confidenciales y secretos entre Downing Street, el Foreign Office, el Ministerio de Defensa británico, la embajada en Madrid y el Gobernador británico en Gibraltar entre abril y octubre de 1982. Docenas de esos documentos, mantenidos en secreto durante 30 años, acaban de ser puestos a disposición del público a través de los Archivos Nacionales británicos.
En aquellos tiempos, España y Reino Unido estaban intentando normalizar sus relaciones en torno a la espinosa y perenne disputa sobre Gibraltar. Tras meses de negociaciones, los Gobiernos de Thatcher y de Lepoldo Calvo-Sotelo habían firmado en 1980 los acuerdos de Lisboa para entablar negociaciones que en última instancia debían incluir la apertura de la verja, cerrada desde 1969. Sin embargo, la puesta en marcha de esos acuerdos se había ido retrasando. Aunque Calvo-Sotelo se había propuesto abrir la verja en abril de 1982, la apertura no llegaría hasta el 15 de diciembre de ese año, tras la victoria del PSOE de Felipe González en las elecciones generales del 28 de octubre.
La sombra de Milans
W. O. / Londres
En julio, los británicos concluyen que “las localidades más cercanas con gran presencia militar y oficiales de suficiente influencia para apoyar una amenaza militar a Gibraltar parecen ser Sevilla o Cádiz”. Se sigue hablando de enviar refuerzos, sobre todo aéreos y de infantería. Y Thatcher exige que le expliquen “esta misma noche” los efectos que puede tener la polémica llegada al Peñón de un alto cargo del Foreign Office. “¿Estamos preparados si hay una invasión?”, pregunta. En esas fechas y las semanas y meses siguientes hay cuatro documentos que el Gobierno ha decidido seguir manteniendo secretos.
En septiembre hay nuevas evaluaciones sobre el peligro de un ataque militar y el 18 de octubre la primera ministra pregunta “si de verdad podemos esperar que el Gobierno español actuará de forma resuelta si se descubre algún compló contra Gibraltar”. La persona que preocupa en ese momento en Londres es el general Milans del Bosch, uno de los líderes del 23-F, que ha sido trasladado a una prisión militar en Algeciras. “La presencia de Milans del Bosch en el Campo es una complicación añadida respecto a Gibraltar”, señalaba un telegrama de la embajada británica en Madrid del 15 de octubre. Londres decidió mantener en Gibraltar un batallón que debía haber regresado a Reino Unido.
El texto subraya: “Aunque España se abstuvo en el debate el Consejo de Seguridad sobre las Malvinas, el Ministro de Exteriores [José Pedro Pérez Llorca] envió un mensaje personal de buenos deseos a lord Carrington [su homólogo británico] diciendo que el Gobierno español estaría dispuesto a hacer lo que se considerara útil dentro del limitado rango de posibilidades a su disposición”. Pero más adelante reconocía que “en las fuerzas armadas hay algunos elementos de extrema derecha que se oponen a la política de su Gobierno de reapertura de la frontera y las negociaciones con Gran Bretaña” acerca de Gibraltar.
En la primera página de esa nota aparece un comentario manuscrito de Thatcher que señala: “Esto es sospechosamente similar a la evaluación sobre las Malvinas antes de la invasión”.
Una nota secreta del Cabinet Office, una especie de Ministerio de la Presidencia, fechada el 8 de abril, da cuenta de que la primera ministra ha preguntado el día anterior en una reunión del Comité de Defensa formado para abordar la crisis de las Malvinas “si se han tomado todas las precauciones necesarias para afrontar un posible intento de acción militar en Gibraltar”. Ante la respuesta afirmativa de los responsables de Defensa y del Foreign Office, Thatcher da instrucciones para que conste esa respuesta, pero fuera de las minutas de la reunión, “porque no parece adecuado” que conste en esas minutas.
La primera ministra insiste en otra nota —manuscrita en la primera página de un informe del Comité Conjunto de Inteligencia acerca de Gibraltar fechado el 8 de abril— en la necesidad de una “revisión urgente” de las necesidades militares en el Peñón, especialmente ante el peligro de una intentona unilateral de militares españoles descontentos.
El 19 de abril, un informe secreto del Ministerio de Defensa recoge que el Comité Conjunto de Inteligencia “reconoce que España tiene la capacidad militar de atacar Gibraltar en poco tiempo”, aunque insiste en que es “poco probable” y da cuenta de las medidas tomadas para reforzar la defensa del Peñón. Entre ellas está el buque escolta estacionado en aguas de Gibraltar, reforzado con el envío de una tripulación de refresco.
El 26 de abril, Londres decide reforzar esas defensas con el envío de dos aviones Jaguar, sobre todo para evitar sorpresas durante unas maniobras militares españolas previstas para el 4 de mayo a 55 kilómetros del Peñón, aunque el Gobierno británico admite que las maniobras “estaban previstas desde antes de que empezara la crisis de las Malvinas”.
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