EE UU advierte a Pakistán de que está llegando al límite de su paciencia
El secretario de Defensa, Leon Panetta, lanza una dura advertencia durante una visita sorpresa en Afganistán
Washington reclama a Pakistán que elimine los refugios de los terroristas en su territorio
Pakistán está acabando con la paciencia de Estados Unidos. Nada que ningún observador un poco atento no hubiera percibido. Sin embargo, esta mañana lo ha dicho alto y claro nada menos que su secretario de Defensa, Leon Panetta, durante una visita oficial a Kabul. Washington lleva varios años pidiendo a Islamabad que acabe con la protección que su país ofrece a los insurgentes afganos, en especial en las regiones tribales de la frontera.
“Es difícil alcanzar la paz en Afganistán mientras haya refugios seguros para los terroristas en Pakistán”, ha declarado Panetta al poco de aterrizar en la capital afgana. “Es muy importante que Pakistán tome medidas. Es una creciente preocupación, el asunto del refugio, y estamos alcanzando los límites de nuestra paciencia”, ha añadido el secretario de Estado, citado por Reuters.
Sus palabras han debido sonarle a música celestial al presidente Hamid Karzai, que siempre ha defendido que tanto los líderes de Al Qaeda como de los talibanes afganos estaban al otro lado de la frontera. El gesto llega en un momento difícil, ya que justo en la madrugada del miércoles, un bombardeo de la OTAN ha vuelto a causar la muerte de 18 civiles afganos, lo que ha llevado a Karzai a cancelar un viaje a China.
En cualquier caso, se trata del reconocimiento público más claro del penoso estado de las relaciones entre EE UU y Pakistán. Oficialmente socios en la guerra contra el terrorismo desde que el general Pervez Musharraf aceptara alinearse con Washington tras los atentados del 11-S, la colaboración entre ambos países siempre estuvo ensombrecida por los vínculos de los servicios secretos paquistaníes con el islamismo radical del que surgieron los talibanes. Al final, el doble juego se volvió contra el propio Pakistán que hoy se encuentra atrapado entre su voluntad de mantener un aliado en Afganistán y la amenaza que la rama local de los talibanes presenta al Estado.
Las medidas que pide Panetta no son algo abstracto o genérico. Las autoridades de Islamabad lo saben muy bien porque sus interlocutores estadounidenses se lo han dicho por activa y por pasiva. “Pakistán continúa permitiendo que la red Haqqani permanezca en su territorio”, ha señalado el secretario de Estado. Los miembros de ese grupo, había advertido previamente a los periodistas en el avión que le trasladaba a Kabul desde Nueva Delhi, “son nuestros enemigos, y vamos a hacer todo lo que podamos para hacerles frente cuando crucen la frontera”.
La llamada red Haqqani toma su nombre de Jalaluddin Haqqani, uno de los jefes muyahidín en los que EE UU se apoyó durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán, durante la década de los ochenta del siglo pasado. A diferencia de otros grupos, Jalaluddin se alineó con el régimen talibán en 1996, y cuando este fue desalojado del poder por los bombardeos estadounidenses de 2001, se unió a la insurrección. Enseguida estableció su base en Waziristán del Norte, una de las siete regiones tribales paquistaníes (FATA) y se convirtió en uno de los más activos combatientes contra las tropas occidentales y sus aliados locales.
Aunque no está probado que Jalaluddin muriera en un bombardeo estadounidense el pasado mayo, hace ya tiempo que su hijo Sirajuddin parece haberle tomado el relevo al frente del grupo. De hecho, EE UU ofrece una recompensa de cinco millones de dólares por su captura. Un misil disparado des de un drone norteamericano ya mató a uno de sus hermanos, Mohamed, en febrero de 2010.
“Es difícil alcanzar la paz en Afganistán mientras haya refugios seguros para los terroristas en Pakistán”, ha declarado Panetta al poco de aterrizar en la capital afgana. “Es muy importante que Pakistán tome medidas. Es una creciente preocupación, el asunto del refugio, y estamos alcanzando los límites de nuestra paciencia”, ha añadido el secretario de Estado, citado por Reuters.
Sus palabras han debido sonarle a música celestial al presidente Hamid Karzai, que siempre ha defendido que tanto los líderes de Al Qaeda como de los talibanes afganos estaban al otro lado de la frontera. El gesto llega en un momento difícil, ya que justo en la madrugada del miércoles, un bombardeo de la OTAN ha vuelto a causar la muerte de 18 civiles afganos, lo que ha llevado a Karzai a cancelar un viaje a China.
En cualquier caso, se trata del reconocimiento público más claro del penoso estado de las relaciones entre EE UU y Pakistán. Oficialmente socios en la guerra contra el terrorismo desde que el general Pervez Musharraf aceptara alinearse con Washington tras los atentados del 11-S, la colaboración entre ambos países siempre estuvo ensombrecida por los vínculos de los servicios secretos paquistaníes con el islamismo radical del que surgieron los talibanes. Al final, el doble juego se volvió contra el propio Pakistán que hoy se encuentra atrapado entre su voluntad de mantener un aliado en Afganistán y la amenaza que la rama local de los talibanes presenta al Estado.
Las medidas que pide Panetta no son algo abstracto o genérico. Las autoridades de Islamabad lo saben muy bien porque sus interlocutores estadounidenses se lo han dicho por activa y por pasiva. “Pakistán continúa permitiendo que la red Haqqani permanezca en su territorio”, ha señalado el secretario de Estado. Los miembros de ese grupo, había advertido previamente a los periodistas en el avión que le trasladaba a Kabul desde Nueva Delhi, “son nuestros enemigos, y vamos a hacer todo lo que podamos para hacerles frente cuando crucen la frontera”.
La llamada red Haqqani toma su nombre de Jalaluddin Haqqani, uno de los jefes muyahidín en los que EE UU se apoyó durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán, durante la década de los ochenta del siglo pasado. A diferencia de otros grupos, Jalaluddin se alineó con el régimen talibán en 1996, y cuando este fue desalojado del poder por los bombardeos estadounidenses de 2001, se unió a la insurrección. Enseguida estableció su base en Waziristán del Norte, una de las siete regiones tribales paquistaníes (FATA) y se convirtió en uno de los más activos combatientes contra las tropas occidentales y sus aliados locales.
Aunque no está probado que Jalaluddin muriera en un bombardeo estadounidense el pasado mayo, hace ya tiempo que su hijo Sirajuddin parece haberle tomado el relevo al frente del grupo. De hecho, EE UU ofrece una recompensa de cinco millones de dólares por su captura. Un misil disparado des de un drone norteamericano ya mató a uno de sus hermanos, Mohamed, en febrero de 2010.
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