Seis periodistas muertos en tres meses en Homs, el nuevo Sarajevo
En la ciudad siria de Homs han perdido la vida ya seis periodistas desde el inicio de la revuelta hace un año, lo que convierte a esta ciudad fronteriza con El Líbano en un nuevo Sarajevo, según varios organizaciones de defensa de la libertad de expresión. El balance provisional de víctimas de los bombardeos de las últimas horas asciende a una veintena de personas, entre las que figuran dos informadores: Marie Colvin de «The Sunday Times» (56 años) y el fotógrafo freelance francés Rémi Ochlik (28).
Los dos trabajaban, al parecer, en un improvisado centro de prensa en el barrio de Bab Amro. Al menos otros dos periodistas, el fotógrafo británico Paul Conroy, con el que trabajaba Colvin, y la francesa Edith Bouvier de «Le Figaro», habrían sido heridos durante este nuevo episodio del bombardeo incesante que sufre la ciudad siria desde hace más de veinte días. Los organismos de prensa investigan si se dieron órdenes explícitas de atacar a los periodistas, lo cual indicaría una línea más cruzada por un régimen que se ve con las manos libres por el escudo protector de China y Rusia en la ONU.
En un país en el que mueren civiles al escalofriante ritmo de un centenar diario, según las estimaciones de varios organismos humanitarios, convertir en noticia la muerte de un puñado de periodistas incomoda a todas las redacciones del mundo. Pero que seis de las ocho muertes de periodistas que se han producido en Siria desde 2011 se concentren en Homs en apenas tres meses ilustra la estrategia de aniquilación urbana desplegada por el régimen de Bachar al Asad: castigar las poblaciones rebeldes con bombardeos de artillería indiscriminados y dejar francotiradores después para rematar -lentamente- a los supervivientes.
«Las muertes de periodistas ilustran la escalada de peligrosidad en Siria»
«La muerte de periodistas locales e internacionales en Siria ilustra la escalada de peligrosidad que implica trabajar allí en estos momentos», explica a ABC desde El Cairo Rob Mahoney, uno de los responsables de la prestigiosa organización neoyorquina. De hecho, tanto Colvi como Ochlik habían recibido instrucciones de «The Sunday Times» y «Paris Match» respectivamente de abandonar Siria. La veterana reportera, según explicó ayer su madre, quería preparar «una última historia» antes de salir.
Los peligros de ser «freelance»
Además de Colvin y Ochlik, el martes moría tras caer herido en otra oleada de bombardeos en Homs el periodista «ciudadano» sirio Rami al-Sayed, autor de las imágenes utilizadas por numerosas cadenas, como la CNN, para ilustrar una guerra cruel cada vez más difícil de contar. En los últimos tres meses, siempre según la información recabada por el CPJ, han perdido la vida Mazhar Tayyara (periodista freelance muerto este mes en Homs), Gilles Jacquier (murió en enero en Homs), Shukri Abu al-Burghul (muerto en enero en Damasco en circunstancias todavía por confirmar), Basil al Sayed (freelance que perdió la vida en diciembre en Homs) y Ferzat Jarban, otro freelance muerto el pasado noviembre en Al-Qasir.
La situación de extrema vulnerabilidad en la que trabajan los periodistas «freelance» fue uno de los asuntos más debatidos en un evento en el Frontline Club el martes en Londres. Ante las preguntas de varios jóvenes aspirantes a reporteros de guerra presentes, Joel Simon, director ejecutivo del CPJ, Colin Pereira, responsable de seguridad de la cadena ITN y antes de la BBC, y la periodista de guerra de Channel 4 Jenny Kleeman, insistieron en la necesidad de tomar algunas precauciones básicas: seguir cursos de entrenamiento, trabajar siempre junto a periodistas veteranos y nunca en solitario, o comunicar diariamente con alguien en el medio para el que se trabaja.
«Y contratar siempre, siempre, un buen seguro de vida. Cuando tu madre tiene que vender la casa para pagar el tratamiento tras una invalidez o amputación -y he visto casos así-, os aseguro que os arrepentís de no haber pagado el seguro», dijo Pereira.
Según el informe del CPJ, sin contar los periodistas muertos en Irak, ya han perdido la vida 16 informadores en Oriente Medio y el Norte de África desde que comenzó la llamada «primavera árabe» en 2011, a los que habría que sumar las tres víctimas en Siria esta semana. En Siria o Túnez no moría un reportero desde al menos 1992, cuando arrancan las estadísticas de la organización.
"Nuestra misión es contar los horrores de la guerra", decía Colvin
Fuente Diario "ABC"
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Homs se desangra a la vista del mundo
Bachar el Asad repite en Homs la matanza que ordenó su padre hace 30 años en Hama
Hafez el Asad destruyó Hama y mató al menos a 20.000 de sus habitantes durante el mes de febrero de 1982. Su hijo Bachar el Asad, 30 años después, está haciendo lo mismo en Homs. La matanza de Hama pasó casi desapercibida y solo meses más tarde se conoció la crueldad con que el régimen sirio había aplastado la rebelión islamista. Lo que ocurre en Homs, en cambio, se sabe en todo el mundo. Esa es la única diferencia. La carnicería comenzó el 3 de febrero y prosigue día tras día. Como su padre, Bachar el Asad quiere demostrar que cualquier desafío a su poder se paga con ríos de sangre.
Homs, como Hama, Sarajevo, Grozni o Kabul, se sumará a la lista de ciudades destruidas en asedios militares contemporáneos. Quizá no se sabrá nunca con exactitud el número de muertos causados por la artillería y los tanques. Los cadáveres de Hama no pudieron ser contados: las estimaciones oscilan entre 14.000 y 40.000.
Bachar el Asad y su clan deben suponer que si el patriarca Hafez logró imponer en Siria la paz de los cementerios gracias a una orgía de horror en Hama, ellos pueden conseguir lo mismo en Homs. Pero ahora, pese a la manipulación grosera de los medios oficiales, los sirios reciben información puntual. Eso no salva a los habitantes de Homs. Tampoco salva, sin embargo, a El Asad. La brutalidad del Ejército no acalla las protestas, sino que las aviva. En Homs queda claro que el mayor peligro para la población civil no son las “bandas terroristas” contra las que dice luchar el presidente, sino el Ejército.
En la provincia norteña de Idlib, junto a la frontera turca, el Ejército y las milicias irregulares del régimen desarrollan una campaña de terror viajando de una aldea a otra y capturando a sospechosos de participar en la revuelta. Fuentes de la oposición, no confirmables, aseguran que el martes fueron detenidos y fusilados 27 jóvenes en la región.
El balance provisional de víctimas mortales en Bab Amro, el barrio de Homs más castigado por el cañoneo, asciende hoy a 19, entre ellas los periodistas occidentales Marie Colvin y Remi Ochlik. La población civil se hacina en refugios improvisados con muy pocos alimentos y en pésimas condiciones sanitarias. No funcionan los teléfonos, el suministro de agua y electricidad permanece cortado la mayor parte del día y resulta imposible huir, a causa del cerco establecido por las tropas gubernamentales. La situación en los hospitales es pésima, aunque la mayoría de los heridos no consiguen llegar a ellos.
Como su padre, Bachar el Asad quiere demostrar que cualquier desafío a su poder se paga con ríos de sangre
El Gobierno de Rusia, aliado de Bachar el Asad y su principal suministrador de armamento, anunció ayer que intentaría “mediar entre las partes” para lograr el acceso a Homs de convoyes humanitarios. La Cruz Roja lleva días pidiendo un alto el fuego cotidiano para suministrar víveres y medicinas. El Gobierno de Francia convocó al embajador sirio en París para exigirle la apertura de corredores humanitarios, pero obtuvo una inmediata respuesta de Rusia: Moscú alegó, paradójicamente, que eso “agravaría el conflicto y causaría choques militares graves”, informa Miguel Mora. El respaldo sin matices al régimen de Bachar el Asad está causando a Rusia un enorme desprestigio en el conjunto de los países árabes. Vladimir Putin parece dispuesto a pagar ese precio con tal de mantener su base militar en el puerto sirio de Tartús, la única de que dispone en el Mediterráneo.
La mejor baza de Bachar el Asad ha consistido desde marzo pasado, cuando comenzó la crisis, en el temor de amplios sectores de la población siria a una revuelta teñida de islamismo, con una creciente presencia de milicianos extranjeros vinculados a las versiones más extremistas del islam. Gracias a eso ha mantenido durante meses un apoyo mayoritario en las dos principales ciudades, Damasco y Alepo, dominadas por la burguesía musulmana suní, y entre minorías como la alauí (a la que pertenecen la familia presidencial y la élite del régimen) y la cristiana.
Esa baza, la del temor al islamismo y a una posible venganza de los suníes contra las religiones minoritarias, se le desvanece entre las manos. Hace tres días miles de vecinos de Mezzeh, un barrio suní y acomodado de Damasco, se manifestaron contra El Asad. No hubo muertos porque el Ejército disolvió la marcha con gases y tiros al aire, pero quedó claro que las bases del régimen se resquebrajan. Entre lo malo conocido y lo malo por conocer, aumenta la tendencia a apostar por el cambio.
Fuente Diario "EL PAÍS"
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Las comunicaciones han sido cortadas
Bombardeos 'terroríficos' en Homs
Un vecino del barrio de Bab Amro, en Homs, muestra supuestamente el cadáver de un periodista. | Afp
Los barrios rebeldes de la ciudad de Homs (centro de Siria) están siendo bombardeados indiscriminadamente, una jornada más, por las fuerzas del régimen sirio, según denuncian varias ONG. Entre ellos, el más castigado, como viene siendo tristemente habitual, es el de Bab Amro, "que recuerda a Dobrinja, el barrio de la capital bosnia que sufrió un cerco dentro del cerco", en palabras del enviado especial de ELMUNDO.es, Javier Espinosa, quien se encuentra en Homs y ayer sobrevivió a un misil que acabó con la vida de dos periodistas.
Según los testigos de la tragedia en Homs, los bombardeos de este jueves son "terroríficos" y las comunicaciones han sido totalmente cortadas.
"Cuanto se suceden y aumentan las condenas internacionales, más se intensifican los bombardeos", aseguró a la agencia Afp Hadi Abdalá, un militante local del Comité General de la Revolución Siria. "Hoy jueves por la mañana no podemos comunicarnos ni vía Skype, ni vía Thuraya", añadió, en referencia a las vías de comunicación con las que era más fácil mantener contacto con los asediados en el bastión rebelde.
Se trata de la vigésima jornada de ataques masivos e indiscriminados que sufre Homs y que ayer se cobraron la vida de decenas de civiles -entre ellos varios niños- y de los periodistas estadounidense y francés, Marie Colvin y Rémi Ochlik, respectivamente.
Fuente Diario "EL MUNDO"
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Según los testigos de la tragedia en Homs, los bombardeos de este jueves son "terroríficos" y las comunicaciones han sido totalmente cortadas.
"Cuanto se suceden y aumentan las condenas internacionales, más se intensifican los bombardeos", aseguró a la agencia Afp Hadi Abdalá, un militante local del Comité General de la Revolución Siria. "Hoy jueves por la mañana no podemos comunicarnos ni vía Skype, ni vía Thuraya", añadió, en referencia a las vías de comunicación con las que era más fácil mantener contacto con los asediados en el bastión rebelde.
Se trata de la vigésima jornada de ataques masivos e indiscriminados que sufre Homs y que ayer se cobraron la vida de decenas de civiles -entre ellos varios niños- y de los periodistas estadounidense y francés, Marie Colvin y Rémi Ochlik, respectivamente.
Fuente Diario "EL MUNDO"
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Asad no quiere testigos del horror
El régimen sirio recrudece la represión en Homs con ataques selectivos dirigidos a los periodistas
Dos periodistas occidentales perdían la vida ayer en Siria en un ataque del Ejército del presidente, Bachar Al Asad, sobre el barrio de Baba Amru, en la ciudad de Homs, bombardeada de forma indiscriminada y continua desde hace diecinueve días. En este caso, parece que el ataque fue premeditado contra un centro de prensa que la oposición había instalado en la zona, sobre el que cayeron más de diez cohetes, matando a la veterana corresponsal de guerra Marie Colvin y al joven Remi Ochlik, además de otros activistas que trabajan desde allí contando la realidad de la guerra siria.
Sólo pocas horas antes de morir, Colvin compartía su desesperación en un foro online privado para periodistas: «Es enfermizo lo que ocurre aquí», decía, y pedía a los compañeros que hiciéramos lo posible para difundir, por todos los medios, el sufrimiento de Baba Amru y su gente. «He visto a un niño morir», contaba Colvin a la cadena británica BBC, quitándose protagonismo y sintiéndose «impotente» por no poder hacer nada. «No entiendo cómo el mundo puede quedarse mirando, y eso que yo debería de tener ya una coraza a estas alturas», lamentaba Colvin, de 55 años, que había cubierto los conflictos de Kosovo, Chechenia, y perdido un ojo en Sri Lanka en 2001.
Un galardonado fotógrafo
Por su parte, Remi Ochlik tenía tan sólo 28 años, pero ya había ganado un premio World Press Photo 2012 por su trabajo en la guerra de Libia, el año pasado. Sus cuerpos seguían anoche en Homs, pero estaban intentando ser evacuados con la mediación de varios países y ONG. Después de conocerse la trágica noticia, el Gobierno sirio decía que no sabía que los dos reporteros se encontraban en el país, y advertía a aquellos que estén en su territorio de forma ilegal de que se acerquen a una oficina de inmigración. Siria siempre ha sido un país muy restrictivo con la prensa, extranjera y local, y desde el comienzo de la revolución lo ha sido aún más, porque el régimen no quiere que haya testigos de la represión contra la población civil, ni que se le conceda voz a los opositores y se alimente la revuelta, como ocurrió en Egipto y Libia.
Pero esto no ha detenido a los reporteros a la hora de intentar entrar en Siria e informar, tanto de forma clandestina a través de la frontera con Turquía o Líbano –tal y como habían alcanzado Homs los dos periodistas fallecidos– como con el permiso oficial del régimen, que recientemente ha permitido el acceso de los periodistas a Damasco por la presión internacional. En la capital, donde estuvo esta corresponsal a principios de mes, todavía no hay una guerra abierta como en Homs, pero el control del régimen es estricto para evitar que se pueda acceder a una realidad que es cada vez más innegable.
Gracias a la ayuda de unos valientes activistas, esta periodista pudo salir de la capital para ser testigo de cómo viven en los suburbios de Damasco, donde la población está siendo castigada por haber apoyado las protestas. En la localidad de Duma, una anciana, en cuya casa segura pasé la noche, resumió de forma clara y sencilla lo que era esta guerra. «Ya no puedo salir al balcón a tomar el aire por miedo a los disparos de los francotiradores», me dijo con mirada triste. La mujer no entendía o no quería hablar de política, pero ésa es la vida diaria de millones de sirios desde hace once meses. Después de haber salido de Siria, supe que uno de mis contactos en Damasco tuvo que cambiar de domicilio «para no tener problemas». Puede que el «mujabarat», los Servicios Secretos del régimen, hubieran estado espiando nuestras llamadas, nuestros correos electrónicos y nuestros movimientos. Ese control te cohíbe a la hora de trabajar, que es al final el objetivo del Gobierno. La paranoia se apodera de uno: tienes miedo por tu vida, pero sobre todo por la de tus contactos, por esos ciudadanos que te miran con ojos piadosos y asustados cuando les haces preguntas y no pueden contestarlas por temor a las represalias. Esos opositores que se juegan la vida para que seas testigo de la Siria «libre», donde ya la gente no tiene miedo a hablar. Pero este terror produce un efecto opuesto. Tras la muerte del francés Gilles Jacquier, muchos periodistas han querido alcazar la ciudad, y algunos no han podido finalmente salir.
Sólo pocas horas antes de morir, Colvin compartía su desesperación en un foro online privado para periodistas: «Es enfermizo lo que ocurre aquí», decía, y pedía a los compañeros que hiciéramos lo posible para difundir, por todos los medios, el sufrimiento de Baba Amru y su gente. «He visto a un niño morir», contaba Colvin a la cadena británica BBC, quitándose protagonismo y sintiéndose «impotente» por no poder hacer nada. «No entiendo cómo el mundo puede quedarse mirando, y eso que yo debería de tener ya una coraza a estas alturas», lamentaba Colvin, de 55 años, que había cubierto los conflictos de Kosovo, Chechenia, y perdido un ojo en Sri Lanka en 2001.
Por su parte, Remi Ochlik tenía tan sólo 28 años, pero ya había ganado un premio World Press Photo 2012 por su trabajo en la guerra de Libia, el año pasado. Sus cuerpos seguían anoche en Homs, pero estaban intentando ser evacuados con la mediación de varios países y ONG. Después de conocerse la trágica noticia, el Gobierno sirio decía que no sabía que los dos reporteros se encontraban en el país, y advertía a aquellos que estén en su territorio de forma ilegal de que se acerquen a una oficina de inmigración. Siria siempre ha sido un país muy restrictivo con la prensa, extranjera y local, y desde el comienzo de la revolución lo ha sido aún más, porque el régimen no quiere que haya testigos de la represión contra la población civil, ni que se le conceda voz a los opositores y se alimente la revuelta, como ocurrió en Egipto y Libia.
Pero esto no ha detenido a los reporteros a la hora de intentar entrar en Siria e informar, tanto de forma clandestina a través de la frontera con Turquía o Líbano –tal y como habían alcanzado Homs los dos periodistas fallecidos– como con el permiso oficial del régimen, que recientemente ha permitido el acceso de los periodistas a Damasco por la presión internacional. En la capital, donde estuvo esta corresponsal a principios de mes, todavía no hay una guerra abierta como en Homs, pero el control del régimen es estricto para evitar que se pueda acceder a una realidad que es cada vez más innegable.
Gracias a la ayuda de unos valientes activistas, esta periodista pudo salir de la capital para ser testigo de cómo viven en los suburbios de Damasco, donde la población está siendo castigada por haber apoyado las protestas. En la localidad de Duma, una anciana, en cuya casa segura pasé la noche, resumió de forma clara y sencilla lo que era esta guerra. «Ya no puedo salir al balcón a tomar el aire por miedo a los disparos de los francotiradores», me dijo con mirada triste. La mujer no entendía o no quería hablar de política, pero ésa es la vida diaria de millones de sirios desde hace once meses. Después de haber salido de Siria, supe que uno de mis contactos en Damasco tuvo que cambiar de domicilio «para no tener problemas». Puede que el «mujabarat», los Servicios Secretos del régimen, hubieran estado espiando nuestras llamadas, nuestros correos electrónicos y nuestros movimientos. Ese control te cohíbe a la hora de trabajar, que es al final el objetivo del Gobierno. La paranoia se apodera de uno: tienes miedo por tu vida, pero sobre todo por la de tus contactos, por esos ciudadanos que te miran con ojos piadosos y asustados cuando les haces preguntas y no pueden contestarlas por temor a las represalias. Esos opositores que se juegan la vida para que seas testigo de la Siria «libre», donde ya la gente no tiene miedo a hablar. Pero este terror produce un efecto opuesto. Tras la muerte del francés Gilles Jacquier, muchos periodistas han querido alcazar la ciudad, y algunos no han podido finalmente salir.
Al menos 35 víctimas, entre muertos y heridos, en un ataque rebelde en Siria
El rebelde Ejército Libre Sirio (ELS) aseguró hoy haber causado 35 víctimas, entre muertos y heridos, en un asalto a un centro de las fuerzas de seguridad sirias y de "shabiha" (matones del régimen), situado a dos kilómetros de la frontera con Turquía.
El "número dos" del ELS, Malek al Kurdi, dijo a Efe que el ataque tuvo lugar en la zona de Heta, en Yisr al Shogur, en la provincia septentrional de Idleb, sobre las 01.00 hora local (22.00 hora GMT).
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