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sábado, 14 de mayo de 2011

GAGOMILITARIA CULTURA.- "EL ÚLTIMO NAPOLEÓN"




'El último Napoleón', el fin de una dinastía bajo lanzas zulúes

Un sobrino-nieto del conquistador de Europa pereció atravesado por lanzas

El sueño imperial de Napoléon Bonaparte acabó, no en la derrota de Waterloo ni en el destierro de Santa Helena, sino en tierra zulú, donde Luis Eugenio, sobrino-nieto del conquistador de Europa, pereció en la flor de su juventud atravesado por media docena de lanzas.

"Fue un momento dramático que condicionó el destino de Europa", recuerda en una entrevista Carlos Roca, autor de 'El último Napoleón' (Nowtilus), una crónica sobre el postrer miembro de la dinastía Bonaparte, el príncipe imperial Napoleón Luis Eugenio Bonaparte, muerto en 1879, en plena guerra británica contra los zulúes.

El libro, además de seguir las andanzas del hijo de Napoleón III y la española Eugenia de Montijo, detalla el esplendor de la Francia imperial, la Inglaterra victoriana, la epopeya del pueblo zulú y culmina con el mayor desastre sufrido por tropas británicas ante fuerzas indígenas: la batalla de Isandlwana.

Más de 2.000 "casacas rojas" (como se denominaba, por el color de su uniforme, a las tropas británicas) y aliados nativos, y cerca de 10.000 zulúes murieron en una guerra plasmada en la literatura, la pintura y el cine como una de las gestas coloniales del Imperio británico.

En ese cuadro, repleto de pinceladas de sangre, coraje y errores militares, surge la figura de Luis Eugenio Bonaparte, "una vida fascinante, a caballo entre la de un héroe y la del actor de un drama", refiere Roca, escritor y periodista, autor también de 'La auténtica historia de las minas del rey Salomón'.

"Desde el momento de su nacimiento, su padre le inculca la importancia del valor, un concepto hoy desfasado", dice Roca, quien subraya el peso que la leyenda de su tío-abuelo tuvo en el malogrado Luis Eugenio.

El libro cuenta el nacimiento del príncipe imperial en París en 1856, que parecía asegurar la supervivencia de la dinastía Bonaparte, su infancia y sus primeros pasos en el camino hacia el trono, frustrados por la derrota de Francia ante Prusia en 1870 y el exilio de Napoleón III y su familia a Londres.

Luis Eugenio continuó allí su carrera militar con el beneplácito de la reina Victoria, y, al licenciarse como oficial de artillería en 1875 (Napoleón III había muerto dos años antes), optó por emular la gloria del "gran corso" en el campo de batalla. La oportunidad le llegó tras la catástrofe de Isandlwana, que el 22 de enero de 1879 sacudió los pilares del Imperio británico.
Una muerte que cambió la historia

La narración de Carlos Roca rivaliza con el relato que de esa batalla hizo la película 'Amanecer zulú', dirigida cien años después de la derrota por Douglas Hickox, con Burt Lancaster y Peter O'Toole entre sus protagonistas principales.

"¡Ah, esos soldados vestidos de rojo en Isandlwana, qué pocos eran, pero cómo lucharon! Eran como piedras que caían juntas, cada hombre en su sitio", cita Roca al guerrero zulú Uguku, que participó en la matanza.

El príncipe decidió unirse a la campaña y aprovechar "la ocasión perfecta para adquirir renombre, no sólo en Inglaterra, sino sobre todo en la Francia republicana", recuerda Roca, tras subrayar que Luis Eugenio no había desestimado sus opciones al trono galo.

El destino le esperaba en un poblado zulú aparentemente abandonado, donde el 1 de junio de 1879 la patrulla en la que participaba sufrió una emboscada. El príncipe apenas pudo defenderse de los siete guerreros que le atacaron con sus azagayas y le causaron 18 heridas, muchas de ellas mortales.

"Luchó valientemente y con gran coraje, como los leones cuando están heridos", contó Langalibalele, uno de los zulúes que acabaron con su vida. Su muerte conmocionó a toda Europa y en Inglaterra tuvo casi mayor impacto que Isandlwana.

"Ese instante cambió la historia ¿Quién nos dice que no podría haber habido un Napoleón IV y que Francia podría haber dejado de ser republicana?", señala Roca, quien recuerda que Beatriz, hija de la reina Victoria, estaba enamorada de Luis Eugenio, por tanto eventual aspirante a rey consorte en Gran Bretaña.

Eugenia de Montijo retornó a España y sobrevivió cuarenta años a su hijo, pero fue tal su obsesión por haberle dejado ir a Sudáfrica que un año después de su muerte visitó el lugar de la tragedia.

Carlos Roca recuerda las palabras del que era primer ministro británico en 1879, Benjamin Disraeli, al recibir el telegrama de la muerte del príncipe imperial.

"¿Quiénes son esos zulúes? ¿Quién es ese pueblo extraordinario que vence a nuestros generales, convence a nuestros obispos y acaba en un día con una gran dinastía?", se lamentaba el político, cuyo Gobierno acabó también arrastrado por esos acontecimientos.

Fuente Diario "EL MUNDO"

A FONDO

Napoleón Eugenio Luis Juan José Bonaparte, de su verdadero nombre Napoléon Eugène Louis Jean Joseph, (París, 16 de marzo de 1856 - Sudáfrica, 1 de junio de 1879), considerado por muchos como Napoleón IV, fue el hijo único de los Emperadores de los Franceses, Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo. Recibió el título de Príncipe Imperial de Francia y el tratamiento de Su Alteza Imperial. Además, heredó los títulos de conde de Teba de su madre (aunque nunca lo llegó a utilizar), y el de conde de Pierrefonds, por parte de su padre.

El 4 de septiembre de 1870, al caer el Segundo Imperio Francés y proclamarse Tercera República Francesa, hubo de marchar al exilio, primero a Bélgica y después al Gran Bretaña, donde moriría su padre en 1873, que en aquellos momentos estaba retenido como prisionero en Alemania. A la muerte de su progenitor, algunos seguidores proclamaron a Eugenio como Napoleón IV. Se rumoreó incluso que podía contraer matrimonio con la princesa Beatriz, hija de la reina Victoria.

Joven de considerable talento, caracterizado por una vida privada intachable y una gran simpatía, parecía destinado a ser un formidable pretendiente al trono francés en la eventualidad de una restauración imperial; pero primero decidió hacer carrera en el ejército, y para ello se unió a las tropas británicas que marchaban a Sudáfrica, llevándose con él la espada de su tío abuelo.

Durante una emboscada tendida por los zulúes, el 1 de junio de 1879, cayó de su caballo mientras huía junto a su destacamento y murió abatido a lanzazos tras un breve combate con sus perseguidores. Tenía 23 años. Los zulúes despojaron su cadáver de todo excepto de unas medallas, pero por el valor demostrado en la lucha no desmembraron su cadáver, aunque sí lo abrieron en canal, práctica habitual para liberar el espíritu de los fallecidos. Su cuerpo fue recuperado el día siguiente.

No contrajo matrimonio ni dejó descendencia, aunque antes de su partida al África suscribió un documento para designar como sucesor en sus derechos a su primo segundo, el príncipe Napoleón Víctor (m. 1926), hijo de Napoléon Joseph Charles Paul Bonaparte y por tanto, nieto de Jerónimo Bonaparte, su tío abuelo, antiguo rey de Westfalia y hermano de Napoleón I.

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