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martes, 15 de febrero de 2011
GAGOMILITARIA NOTICIAS.-JAPON, BUSCA LOS CADAVERES DE 12.000 SOLDADOS DESAPARECIDOS EN LA BATALLA DE IWO JIMA
Japón buscará los cuerpos de 12.200 soldados en Iwo Jima
El primer ministro japonés, Naoto Kan, promete examinar "cada grano de arena" de la isla para localizar a los desaparecidos en una de las batallas más sangrientas de la II Guerra Mundial.
Unos 21.600 soldados japoneses y 6.800 estadounidenses perdieron la vida entre febrero y marzo de 1945 en la batalla de Iwo Jima, una de las más cruentas de la II Guerra Mundial. Hoy, 66 años más tarde, los cuerpos de unos 12.200 permanecen atrapados en algún punto de la isla. El primer ministro, Naoto Kan, anunció ayer que el Ejecutivo pretende saldar por fin esta deuda con la memoria histórica del país examinando "cada grano de arena" para rescatar los cadáveres.
Esta es la segunda visita que hace Kan a la zona, y la tercera en total que realiza un primer ministro en la historia de Iwo To -como se denomina desde 2007 a petición de sus habitantes- después de la de Junichiro Koizumi en 2005 a la isla, situada a 1.100 kilómetros de Tokio. "El Gobierno es responsable de traer a casa los restos de los soldados", aseguró Naoto Kan a la vez que prometió repatriar a "tantos como sea posible".
El actual mandatario acudió al escenario de la batalla con motivo de la ceremonia de inhumación de unos 2.000 combatientes, hallados el pasado mes de octubre. Japón ha recuperado miles de cadáveres desde el fin del combate en marzo de 1945, pero aproximadamente 12.000 nipones y 220 norteamericanos siguen desaparecidos.
El fotógrafo Joe Rosenthal inmortalizó el enfrentamiento en la isla en el año 1945 con la imagen de unos marines izando su bandera en el monte Suribachi.
Clint Eastwood también llevó Iwo Jima al cine en 2006 en los filmes Banderas de nuestros padres, sobre los marines que clavaron la bandera de la foto de Rosenthal, y Cartas desde Iwo Jima, que refleja la versión japonesa de la batalla. Ernie Pyle,uno de los corresponsales más populares de la II Guerra Mundial, también cubrió los acontecimientos de Iwo Jima.
A FONDO
LA BATALLA DE IWO JIMA
La Batalla de Iwo Jima es el nombre que recibe uno de los combates más sangrientos de la Segunda Guerra Mundial, librado en la isla de Iwo Jima entre las fuerzas del ejército de los Estados Unidos y las del Imperio del Japón de febrero a marzo de 1945, durante la Guerra del Pacífico (1937-1945).
Al término de los combates, los estadounidenses lograron conquistar la isla y controlar sus importantes campos de aviación. Sin embargo, durante la cruenta batalla se encontraron con la resistencia extrema de los japoneses, resistencia que supuso la muerte de la mayoría de sus combatientes.
En la cima del monte Suribachi de la isla, a los pocos días del inicio de los combates, el periodista Joe Rosenthal tomó una de las imágenes más difundidas de la Segunda Guerra Mundial, titulada Raising the Flag on Iwo Jima, galardonada con el premio Pulitzer, en la que se observa a varios soldados empujando el mástil con el que erigieron la bandera estadounidense en aquel lugar. La posterior utilización publicitaria por parte del gobierno de los EE.UU. provocó una controversia sobre los protagonistas del episodio.
A mediados del año 1944 las tropas de los Estados Unidos progresaron hacia la conquista de las islas Marianas, situadas a unos 2.500 kilómetros de Tokio. Para entonces, las superfortalezas B-29 habían superado las pruebas de aptitud y estaban en condiciones de recorrer 6.000 kilómetros sin repostar, transportando una enorme carga de bombas. Las B-29 podían, por tanto, despegar en las Marianas, bombardear ciudades de Japón y volver a sus bases. Para este fin, en diversas islas del archipiélago de las Marianas, a medida que se iban conquistando, se prepararon formidables complejos para el mantenimiento, despegue y acogida de los B-29. Los vuelos comenzaron el 24 de noviembre de 1944.
Sin embargo, las operaciones con los B-29 seguían planteando dos problemas mayores. Por una parte, los P-51 Mustang, que eran los más modernos y mejores cazas norteamericanos, no tenían más de 3.000 kilómetros de autonomía, es decir, unos 1.500 kilómetros de radio de acción, por lo que no podían escoltar a las fortalezas volantes hasta Japón. Por otra parte, en la isla japonesa Iwo Jima, situada a mitad del trayecto de las misiones de bombardeo, los japoneses habían construido dos aeródromos y trabajaban en la construcción de un tercero, y disponían además de una instalación de radar. Gracias a este radar, cuando los B-29 pasaban por Iwo Jima, eran detectados con mucha antelación y cuando llegaban a Japón, sin cazas que los pudiesen defender, eran atacados tanto por las defensas antiaéreas como por los cazas. Ni estos ni aquellas resultaron muy efectivos, pero no dejaban de suponer una molestia.
La solución a estos problemas era conquistar Iwo Jima. Con ello se conseguía tanto la eliminación de la guarnición nipona como los efectos del radar, mientras que se permitiría establecer en la isla las escuadrillas de Mustang necesarias para escoltar a las de B-29 en sus vuelos a Japón. Disponer de la base de Iwo Jima también permitiría las escalas técnicas de los B-29 en caso de que volviesen averiados ya que aunque estas aeronaves podían amerizar en caso de emergencia, pues los norteamericanos habían desarrollado un servicio de asistencia con hidroaviones, los aterrizajes de emergencia en pleno mar eran el terror de las tripulaciones de las B-29 por miedo a los ataques de tiburones o ser capturados por pesqueros japoneses.
Por todo ello, el alto mando de Estados Unidos acordó el 9 de octubre de 1944 ordenar los preparativos para la invasión de Iwo Jima.
La isla Iwo Jima, o "Isla del Azufre" en lengua japonesa (硫黄島 Iōjima), tiene una longitud de 8 kilómetros orientada en el eje suroeste–noreste, con un extremo más estrecho en el suroeste de 900 metros de anchura y el más ancho en el noreste, de 4.500 metros, de manera que adquiere una silueta en forma de pera. Su superficie, volcánica, se extiende sobre 20 km2 conformando una geografía accidentada compuesta por cerros, montículos, rocas, barrancos, grietas, gargantas, hoyas, depresiones y arenas de lava que la acción del mar ha convertido en polvo. Apenas existe vegetación, escaseando las fuentes de agua, mientras que de los suelos agrietados surgen emisiones de vapores sulfurosos pestilentes, de ahí su antigua denominación.
Tras la Batalla del Golfo de Leyte en octubre de 1944, las pérdidas de la armada japonesa dejaron la flota sin capacidad ofensiva. Por su parte, los submarinos norteamericanos habían hundido durante los dos últimos años prácticamente toda la flota mercante japonesa. Por mar, Japón ya no podía ni atacar a la flota enemiga ni abastecer a las tropas que tenía fuera de su archipiélago.
Estas circunstancias llevaron a comprender a una parte del alto mando japonés que la guerra la tenía definitivamente perdida, optando por reorientar la estrategia de las operaciones en aras de alcanzar un acuerdo de paz honrosa con los Estados Unidos que preservase, al menos, en el aspecto político el carácter divino institucional del emperador.
Para ello los japoneses esperaban que acentuando la resistencia en los territorios insulares patrios, y que iban cediendo progresivamente ante el avance aliado, podrían alterar el objetivo norteamericano de forzar la rendición incondicional de Japón haciéndoles ver el enorme coste que supondría el desembarco en el archipiélago japonés, acción que debía parecer solo realizable tras conquistar el último palmo de terreno y eliminar hasta al último combatiente nipón.
Esta actitud sería una de las razones esgrimidas por el general Groves y el presidente Truman para asestar un ataque atómico al Japón.
Iwo Jima, una isla cuyo único valor residía en las pistas de aterrizaje, sería el lugar simbólico para la puesta en escena de esta nueva estrategia ya que los japoneses adivinaron asertivamente que esta isla debía de ser el próximo objetivo en ser atacado.
El alto mando japonés decide relevar al comandante a cargo de las defensas de la isla y decide colocar a Tadamichi Kuribayashi para que verifique en terreno las defensas y que además planifique la forma de que esta isla tenga un alto costo en vidas para el enemigo durante su conquista.
Bajo las órdenes del teniente general Tadamichi Kuribayashi, se procedió a la evacuación de los 1.000 civiles que habitaban Iwo Jima dedicados al refinado de azufre y se reforzó la guarnición con 21.000 soldados equipados básicamente con fusiles, granadas de mano, ametralladoras, artillería de medio y corto alcance, especialmente morteros y además de unos limitados tanques ligeros. El suministro de municiones, proyectiles, víveres y agua fueron muy insuficientes y además el agua era de mala calidad (turbia, pues la isla no disponía de agua corriente ni de lagos, ríos...) ya que antes de terminar la batalla no quedaba agua, munición de cañón, mortero ni ametralladora. Y en esta situación los últimos días solo pudieron resistir con sus fusiles, pistolas y como mucho granadas de mano.
Tadamichi Kuribayashi, hace un sustancial cambio en los emplazamientos defensivos de la isla, las trincheras en las playas de Iwo Jima fueron suprimidas y obligó a crear una densa red de túneles en el monte Surabachi, búnkeres enterrados, trampas y fortificaciones en el norte de la isla. Además hace ver a sus subordinados que nadie de los que están en la isla volverá con vida a territorio patrio. La defensa de la isla es hasta el último soldado imperial y Tadamichi Kuribayashi hará que cada vida inmolada sea muy cara para el enemigo.
La tropa que inicialmente había construido defensas y trincheras en el sector playero, comenzó a construir innumerables fortines camuflados tanto en las pocas zonas llanas del centro de la isla como en las zonas montañosas de la isla, en las vertientes de los barrancos y en las cimas volcánicas del sur y norte de la isla.
La poca dureza de la piedra volcánica les permitió horadar con gran facilidad profundos túneles con los que diseñaron una red de galerías y refugios donde protegerse de los duros bombardeos a los que serían sometidos durante 3 días, así como para comunicar entre sí las posiciones, así permitía la circulación de víveres y munición y una mejor comunicación entre puestos defensivos protegiéndose así los unos a los otros.
Para aumentar la resistencia de los materiales volcánicos emplearon cemento llegado en cargueros con material de construcción como picos y palas y que mezclado con la ceniza de lava daba una excelente consistencia a los reductos.
Los fortines y posiciones fueron construidos con especial atención de que no hubiese ángulos muertos para que todo punto atacado pudiese ser defendido con la ayuda de los puestos vecinos. El general Kuribayashi, de familia aristócrata samurái, prohibió expresamente a las tropas la táctica de combate banzai, es decir, el asalto frontal o a pecho descubierto y que hasta entonces había sido utilizado ampliamente por el soldado japonés siendo así un blanco fácil para los disparos de los enemigos. De esta manera se esperaba forzar la combatividad de los marines norteamericanos al obligarles a tener que atacar y penetrar en cada posición fortificada para desalojar a los defensores y exponerles moralmente a la visión desalentadora de los cuerpos de los caídos que se habrían de acumular en el intento.
El mando de Estados Unidos planificó con antelación las operaciones de invasión de la isla disponiendo en su dirección al general Holland Smith. Para entonces, la industria militar estadounidense ya había alcanzado cotas formidables de producción, lo que permitió disponer de una fuerza con abundante equipamiento y apoyo. Mientras, por un lado, se procedió al bloqueo naval de la isla mediante submarinos que impedían el suministro por mar de los defensores, por otro, a partir de junio de 1944 comenzaron los bombardeos regulares de la isla, primero desde acorazados próximos y después mediante oleadas de bombarderos desde las bases de las islas Marianas.
Para el asalto definitivo se reunió una escuadra compuesta por cerca de 500 navíos, entre ellos 12 portaaviones y 8 acorazados, y formada por 250.000 hombres, de los cuales 70.000 eran marines distribuidos en 3 divisiones, fuerzas todas ellas veteranas de la guerra del Pacífico.
La operación bautizada como Detachment o "Aislamiento", preveía tomar el control de la isla en un máximo de 10 días.
El desembarco: preliminares, despliegue y castigo japonés
Bombardeo previo a la invasión de la isla en una imagen tomada el 17 de febrero de 1945. En primer plano, el monte Suribachi.
El mando estadounidense decidió el desembarco de las tropas de asalto a lo largo de los 3.000 metros de playa, la Red Beach, que desde el cono volcánico suroeste, del volcán extinguido Suribachi de 170 metros de altura, se extiende hacia el noreste por la costa oriental. Toda la costa restante de la isla es rocosa y por entonces tampoco existía ninguna instalación portuaria.
Los acorazados de la flota norteamericana comenzaron los bombardeos preliminares con obuses de hasta 500 kilos a partir del 16 de febrero de 1945 que se prolongaron los días siguientes 17 y 18 ante las malas condiciones meteorológicas que impidieron las tentativas de bombardeo aéreo. Simultáneamente, comandos de submarinistas inspeccionaron la costa sumergida de la playa sin encontrar minas ni obstáculos.
Para el día 19 de febrero de 1945, lunes, ante la mejoría meteorológica se ordenó a los dragaminas realizar un último barrido del frente de la playa y sin encontrar artefacto alguno todos los cañones de la flota dispararon sobre la isla. Mientras tanto, oleadas de bombarderos lanzaron sus cargas de bombas y napalm. Para el almirante Nimitz:
Ninguna otra isla como Iwo Jima hubo antes recibido semejante bombardeo preliminar. "No other island received as much preliminary pounding as did Iwo Jima."
Lanchas lanzacohetes se acercaron a pocos metros de la playa, destrozando en profundidad los primeros cientos de metros longitudinales de costa. Poco después, a las 9.00, las primeras lanchas de desembarco arribaron a la playa sin sufrir ataque alguno por la artillería japonesa. El mando japonés había previsto en su plan de defensa permitir el desembarco sin fuego de castigo y concentrar en su lugar el ataque, una vez los invasores hubieran penetrado en el interior, desde las posiciones del monte Suribachi.
Cuando desembarcaron las primeras unidades los atacantes descubrieron las características del terreno y las dificultades siguientes, aprovechadas por los japoneses, que los esperaban para impedir su progresión en la isla.
La playa estaba formada por terrazas de ceniza blanda de elevada pendiente hasta los cuatro metros de altura, un terreno donde las botas de los infantes se hundían en el polvo o que provocaba que resbalasen al intentar trepar por las laderas, arrastrados por el peso del equipo. Tampoco los carros artilleros y los carros de combate Shermans previstos para abrir el camino lograron avanzar a la velocidad necesaria.
Una hora después del primer desembarco la playa se había convertido un atasco de marines, Shermans, artillería, cajas de municiones y material; en ese momento, la artillería japonesa entró en acción y descargó sus obuses sobre los pocos metros de anchura de la playa, ocasionando las primeras bajas y pérdida importante de material. La artillería detuvo el avance norteamericano en la playa.
Efectivos de marines consiguieron no obstante avanzar bajo el fuego de los defensores y recorrer en media hora los 900 metros de distancia entre la playa de desembarco y la meseta al pie del Suribachi, alcanzando la costa oeste y completando la maniobra de aislamiento por tierra del monte que se encontraba protegido por una guarnición japonesa de 2.000 hombres. Los defensores se encontraban sin embargo comunicados por los túneles subterráneos con el resto de las fuerzas de la isla. Los primeros tanques norteamericanos llegaron a la costa oeste pocas horas después. Otras tropas que también habían conseguido salir del atolladero de la playa, a mediodía ya luchaban en el aeródromo situado más al sur. Pero aún había demasiados soldados y material en tan poco espacio, de modo que se suspendieron nuevos desembarcos. La constante era que las tropas que habían logrado avanzar, creyendo que habían despejado el terreno, veían salir una y otra vez japoneses desde sus incontables escondrijos, para atacarles desde la retaguardia. Al caer la noche, los destructores iluminaron la isla con sus bengalas para proteger a los marines de las previsibles incursiones nocturnas pero en lugar de ello, los japoneses optaron por emplear su artillería con mucha discreción para no descubrir sus emplazamientos.
A primeras horas del día 20 de febrero de 1945 se reanudaron los desembarcos de marines protegidos por el fuego de cobertura de la escuadra que bombardeó el monte Suribachi, logrando consolidar las posiciones en la meseta, entre el aeródromo situado al sur y el segundo, situado más al norte. A mediodía se ejecutó una nueva oleada de desembarco mientras que durante la noche se reprodujo la situación de la anterior.
El día 21 de febrero de 1945 los estadounidenses lanzaron el asalto al monte Suribachi empleando morteros, minas y lanzallamas, pero logrando escasos avances. Tampoco se logró progresar en ese día en el sector de los aeródromos permaneciendo la situación al día siguiente, bajo la lluvia, en la que se comenzaron a dar relevo a las fuerzas que habían desembarcado el primer día.
El día 23 de febrero sin embargo, ya con buen tiempo, los infantes de marina culminaron la escalada del Suribachi, asaltando las posiciones armados con ametralladoras, bombas de mano y lanzallamas. Uno de ellos llevaba una bandera de los EE.UU. en su mochila, la amarró a un trozo de cañería de agua encontrada entre los escombros por otro compañero y junto a otros seis marines, la alzaron, empotrándola entre escombros, en la cumbre del monte. Poco después, llegaron dos corresponsales de guerra, uno fotografió y el otro filmó el acto de alzado de una segunda bandera y que es el que se recuerda oficialmente (de hecho mucha gente ignora que ese día se alzaron dos banderas en lo alto del monte). La fotografía de Joe Rosenthal es considerada uno de los iconos de la Segunda Guerra Mundial, y obtuvo el premio Pulitzer. Cuando desde los barcos vieron ondear la bandera, la saludaron eufóricos con sus sirenas considerando que el desembarco había tenido éxito. Sin embargo, el control completo de la isla por los estadounidenses no se alcanzó hasta un mes más tarde, el 26 de marzo de 1945 debido a las dificultades del terreno explotadas por estrategia de resistencia extrema de los defensores.
Durante las semanas posteriores a la toma del Suribachi, la batalla se prolongó para lograr el desalojo por parte de los estadounidenses de las posiciones japonesas en el marco del paisaje de cerros, quebradas, montículos, gargantas, hendiduras, hoyos y grietas de la isla que había sido sembrado de puestos defensivos fortificados por los japoneses.
Las posiciones habían sido dispuestas de manera que no sólo tenían ángulo de tiro orientado para proteger su propia situación sino también la de los fortines vecinos. En estas circunstancias de fuego cruzado, los marines atacantes veían cortado una y otra vez su avance tanto por el procedente del objetivo que querían reducir como también del procedente de ángulos insospechados de otros fortines. Los marines también se encontraron con que las vías aptas para dejar paso a los vehículos se encontraban expertamente minadas.
Los estadounidenses debieron emplear su superioridad técnica para el avance y así, una vez que las unidades de ingenieros limpiaba los pasos minados, los tanques allanaban el camino a los vehículos de artillería móvil y carros de combate que avanzaban para la protección de la infantería.
El operativo logístico sanitario desplegado por los estadounidenses resultó de gran importancia ya que su sistema de comunicaciones permitió procurar la ayuda efectiva necesaria a los caídos por parte del cuerpo de sanitarios, que tuvieron que dar muestras de valentía arriesgándose por rescatar a los heridos que luchaban por vivir, mientras los adversarios japoneses luchaban con igual valentía sin rendirse, como les habían solicitado sus superiores, hasta la muerte. Hubo algunos casos aislados de reciprocidad humanitaria hacia los caídos.
El transcurso de la batalla del 24 de febrero al 26 de marzo de 1945 repitió el mismo escenario de enfrentamiento: tras limpiar de minas el campo por el que avanzaban los marines, éstos identificaban la localización de la fortificación que hostigaba su avance, solicitando a la artillería el barrido de la posición japonesa emplazada a pocos metros delante de ellos.
Una vez terminado el castigo artillero, se desarrollaba una competición entre defensores y atacantes por alcanzar antes que el contrario la posición bombardeada. Para los japoneses esto suponía tener que recuperar rápidamente la posición de contraataque del arma dispuesta a la entrada del fortín, apresurándose desde el refugio subterráneo donde se protegían del bombardeo. Para los marines, éstos debían lanzarse desde las posiciones de repliegue del fuego amigo artillero al rápido asalto de la boca del fortín, desde donde debían lanzar a tiempo sus bombas de mano o emplear su lanzallamas para neutralizar a los defensores en el túnel de acceso.
La fotografía en la que aparecen seis hombres levantando una bandera, es una de las más famosas de la Segunda Guerra Mundial, tomada por Joe Rosenthal en la cima del monte Suribachi al quinto día de batalla, tras ser tomado y asegurado. Sin embargo la bandera que aparece en la fotografía, fue la segunda que se colocó aquel día. Los marines habían subido hasta la zona del cráter del Suribachi, 3 hombres levantaron la bandera que les había dado un oficial, atándola a un palo que encontraron en el cráter del volcán y saliendo así la primera foto. Tras ser levantada todos los marines que habían acampado en la playa, y los que se encontraban en lo buques estallaron de euforia: "la bandera está en lo alto".
Los pocos japoneses que quedaban en un túnel subterráneo, se dieron cuenta y salieron de su escondrijo y atacaron a los estadounidenses, resultando muerto el fotógrafo que tomó la primera foto. Los japoneses fueron abatidos y los que quedaron en la cueva fueron sepultados.
Tras todo esto, Smith pidió que bajasen la bandera para entregarla a un político. La bandera fue sustituida por otra más grande y entonces Rosenthal tomó la foto. La anterior foto quedó en el olvido, al igual que los tres marines que la levantaron que murieron en la batalla ( Hank Harlon, Tom "Iggy" Ignatowsky y el comandante Mike.) De los seis que levantaron la segunda sobrevivieron tres. Uno era enfermero de la marina: John "doc" Bradley, Rene Gagnon e Ira Hayes, que fueron tratados como héroes.
Con la foto de la bandera estos tres hombres se hicieron muy famosos, y recaudaron dinero para ayudar a ganar la guerra (cuando acabó su gira, la guerra había acabado) Aquellos hombres nunca olvidaron a sus amigos (dijeron que ellos eran los verdaderos héroes) como dijo Rosenthal "yo tomé la foto pero los marines tomaron Iwo Jima".
En la noche del 25 de marzo de 1945, un grupo de unos 200 soldados japoneses supervivientes, comandados por Tadamichi Kuribayashi se lanzaron en una «Carga Banzai» final contra las posiciones de los estadounidenses en torno al segundo de los campos de aviación al norte de la isla, enfrentándose en cuerpo a cuerpo con marines del 5º batallón, ingenieros de los seabees y pilotos de aviación hasta el amanecer. Esta última acción supuso la muerte de todos los japoneses y causó 100 muertos y 200 heridos entre los estadounidenses.[2] El cuerpo de Tadamichi Kuribayashi nunca fue encontrado.
Al día siguiente, el alto mando de los EE.UU. declaró la isla de Iwo Jima bajo el control definitivo de sus fuerzas.
A término de los 34 días de la batalla de Iwo Jima, se habían registrado por primera vez en el conflicto más bajas estadounidenses que japonesas.
Según el historiador Samuel E. Morison las fuerzas norteamericanas sufrieron 24.480 bajas de las cuales 4.197 fueron muertos directos en los enfrentamientos, 19.189 heridos y 418 desaparecidos. Posteriormente, 1.401 heridos fallecieron como consecuencia de las heridas recibidas.
Por la parte japonesa, resultaron muertos 20.703 soldados, prácticamente la totalidad de los efectivos, entre los cuales estaba el comandante Kuribayashi, siendo hechos prisioneros únicamente 216 supervivientes.
En la conquista por la isla, cabe destacar la extrema resistencia llevada a cabo por el ejército japonés. Se pasaron varios días antes de la caída de la isla sin comida ni agua, dedicados a comer lo que buenamente encontraban como lombrices, insectos.
Uno de los objetivos fijados por los estadounidenses se cumplió mientras la batalla aún se libraba. Fue el 4 de marzo cuando una fortaleza volante B-29 que volvía averiada de su vuelo a Japón pudo salvarse aterrizando en el ya conquistado aeropuerto situado más al sur. Los Mustang no tardaron mucho en instalarse en la isla.
Oficialmente, Truman y Churchill, sostuvieron que la extraordinaria resistencia de los japoneses en la lucha inclinó la balanza a favor del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima (6/08/1945, de uranio) y Nagasaki(9/08/1945, de plutonio) para evitar millares de bajas a los aliados. Sin embargo, el General Dwight Eisenhower consideró entonces que Japón estaba derrotado, que de hecho estaba buscando cierta manera de rendirse salvando mínimamente su honor y que por lo tanto era innecesario arrojar la bomba. Aunque no tuvo eco en el secretario de defensa Henry L. Stimson. Posteriormente el conocimiento de todos los hechos demostrarían que a las 11 de la mañana del 9 de agosto, el primer ministro Kintaro Suzuki declaraba ante el gabinete del gobierno de Japón que dadas las circunstancias concluía que la única alternativa era aceptar la proclamación de Postdam y terminar la guerra. Trágicamente, dos minutos después, a las 11:02 Nagasaki ya era un infierno nuclear. Se obtenía así la rendición incondicional del Imperio de Japón y, según todos los historiadores, se daba inicio a la Guerra Fría.
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