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domingo, 16 de enero de 2011

GAGOMILITARIA NOTICIAS.- TÚNEZ SE ESTRECHA EL CERCO A LA GUARDIA PERSONAL DEL EXPRESIDENTE







El inicio del cambio de rumbo político en Túnez, con el llamamiento al Gobierno de Unidad Nacional realizado por el nuevo presidente interino, Fuad Mabazaa y las actuales negociaciones del primer ministro con la oposición, no ha despejado el clima de tensión que invade las calles en los últimos días y que se acrecentó con la salida del país del presidente Ben Ali el pasado viernes.

Los ciudadanos están tratando de hacer frente a la inseguridad con sus propias armas y, de día pero sobre todo, al caer la noche e instaurarse el toque de queda, se organizan en 'comités de defensa civil' para evitar los saqueos en sus barrios. Decenas de personas, jóvenes y mayores, se aglutinan espontáneamente en las calles del centro de la capital, pero también de los barrios periféricos y otras ciudades del país, para hacer frente a saqueadores y criminales.

En el punto de mira, como principales sospechosos de sembrar el pánico, aparecen policías leales a Ben Ali y al jefe de su guardia personal: el general Ali Seriaty, detenido este sábado cuando intentaba huir a Libia. Se les acusa de saquear y de disparar a la gente incluso en su propia casa.

Estas patrullas ciudadanas, formadas por decenas de personas armadas con palos y batas perfectamente organizadas, colocan en cada esquina, cada avenida, piedras grandes y contenedores que impiden el paso a los sospechosos.

En Tahrir hay cierta normalidad y la gente trata de hacer acopio de comida. Empieza a escasear la verdura al estar cerrado los mercados grandes y la gente se agolpa en tiendas pequeñas para comprar productos de primera necesidad.

Las fuerzas de seguridad están desplegadas en masa por todo el centro de la capital, y protegen zonas vitales como el Ministerio del Interior, situado en la Avenida Habib Burguiba, la principal arteria de la ciudad. Sin embargo, su presencia es bastante menor en los barrios periféricos, lo que ha obligado a los ciudadanos a echarse a la calle desafiando el toque de queda y defenderse por sí mismos.
Reducción del toque de queda

Según fuentes oficiales, Túnez, que permanece bajo el Estado de excepción, reducirá el toque de queda debido a una mejora de la seguridad. Ahora será de 18.00 horas hasta las 05.00 horas de la mañana, según ha informado la agencia de noticias TAP.

Anteriormente, el toque de queda había sido impuesto era de 18:00 a 06:00. Pero en la práctica, las fuerzas de seguridad lo aplicaban desde las 17:00 a las 07:00 horas.
La sombra de Ben Ali

El Ejército de Túnez se ha enfrentado nuevamente con la guardia personal del defenestrado presidente Zine el Abidine Ben Ali, un cuerpo que sigue sin presentar su rendición. Se estima que los disparos registrados durante la noche se deben a los combates de los soldados con la guardia que obedecía órdenes directas de Ben Ali. No se dieron informaciones sobre posibles heridos o muertos.

Varios miembros de la guardia del ex presidente atacaron la pasada madrugada con cocteles molotov y disparos de bala una escuela de la Policía en el barrio de Le Kram, cerca de la capital de Túnez.

Al menos cuatro vehículos todo terreno de color negro, usados habitualmente por los agentes de seguridad del régimen del antiguo presidente, se detuvieron ante la Escuela y lanzaron cocteles molotov sobre los agentes de Policía que la custodiaban.

Ante la respuesta de los agentes, los ocupantes de los todoterreno abrieron fuego real contra ellos y se produjo un enfrentamiento que se prolongó durante casi una hora, indicaron las fuentes.

Posteriormente, y ante la llegada de unidades militares de refuerzo, los vehículos de la guardia presidencial emprendieron la huida hacia el bosque de Gammart, situado en las inmediaciones.

Los primeros pasos

Por su parte, el primer ministro Mohamed Ghannuchi comienza a dar los primeros pasos bajo la sombra de Ben Ali. Este domingo se celebrará una reunión con los representantes de los partidos políticos para designar a los responsables de dirigir el proceso de transición hasta las elecciones, dentro de 60 días.

Aunque a este llamamiento no han sido convocados ni el Partido Comunista de los Trabajadores Tunecinos (PCOT) Hamma Hammami, ni el islamista Ennahdha Rached Ghannouchi que vive en el exilio en Londres.

La reunión ha comenzado a las 10.30 (hora local), según Maya Jribi, secretario general del Partido Democrático Progresista (PDP oposición legal). El objetivo es establecer tres comités: uno para proponer personas para formar un gobierno de unidad nacional, otra para examinar los abusos y excesos que han estado a salvo en decenas de muertes durante un mes de disturbios, y el último por cargos de corrupción del viejo régimen.

Mientras, a lo largo de esta mañana el ejército ha disuelto, sin violencia, una manifestación que pedía un cambio político real. "No nos hemos rebelado para la formación de un gobierno de unidad con una oposición de cartón", gritaban unos 1.500 manifestantes en las calles Regueb.

A FONDO

Durante las últimas semanas Túnez vive la mayor oleada de protestas antigubernamentales de los últimos 24 años, desde 1987, cuando el presidente Zine Abidine Ben Ali llegó al poder. Los enfrentamientos entre manifestantes y policías se han sucedido. El país norteafricano ha vivido desde el 17 de diciembre jornadas de violencia que se han saldado con decenas de muertos (23 según el Gobierno; 66 según organizaciones de derechos humanos). El presidente ha abandonado el país y ha cedido el poder al primer ministro, Mohammed Ghannouchi.

¿Qué causó la crisis? El 17 de diciembre de 2010 Mohamed Bouaziz, un joven desempleado de 26 años, se inmoló frente al ayuntamiento del pueblo de Sidi Bouzid. Lo hizo después de que la policía le confiscara su puesto ambulante de frutas y verduras por carecer del permiso necesario. Bouzaiz murió en el hospital el 6 de enero. Las protestas y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad comenzaron en esa región, cuya economía se basa en la agricultura y que sufre una alta tasa de paro, y se extendieron a varias ciudades del país norteafricano.

¿Cómo han evolucionado las protestas? Comerciantes y estudiantes centraron las manifestaciones las primeras semanas en las calles y en las redes sociales de Internet. La protesta, centrada ahora en la corrupción del régimen, el ansia de libertad, y el desempleo (13%), se ha ampliado contra un presidente que lleva 24 años en el poder. Los días 8 y 9 de enero los enfrentamientos se intensificaron y llegaron a la capital, Túnez.

¿Cuál ha sido la postura del Gobierno? El Gobierno comenzó diciendo que era la oposición la que avivaba el levantamiento. Las universidades fueron cerradas para mantener a los estudiantes en sus casas dentro de lo posible. La violenta respuesta gubernamental ha provocado una cifra de muertos que oscila entre los 23 que admite el Gobierno y los 66 que ha anunciado la Federación Internacional de Derechos Humanos.

Para calmar la situación, en un mensaje difundido por la televisión estatal el 13 de enero, el presidente Ben Ali anunció su intención de no optar a la reelección en 2014 y la recuperación de la libertad de prensa y ordenó a las fuerzas de seguridad no reprimir las manifestaciones con armas de fuego. Además, decretó la reducción del precio de los alimentos básicos. El 12 de enero fueron puestas en libertad las personas que fueron detenidas durante los enfrentamientos de días anteriores y el presidente creó un comité para investigar la corrupción en el régimen.

¿Qué se puede esperar? Pese al anuncio del presidente de no presentarse en 2014, el pueblo tunecino ha mantenido las protestas en las calles al grito de "¡Fuera Ben Ali!". Un día después del mensaje del mandatario, decenas de miles de personas han marchado hacia la sede del Ministerio del Interior. Los participantes en la marcha se han congregado en torno a una pancarta escrita con letras rojas en la que se lee: "Ben Ali asesino" y gritan consignas contra el presidente al tiempo que entonan el himno del país. En torno a las 18.15 horas, Ben Ali ha abandonado en un avión el país ante la imposibilidad de frenar las protestas.

La corrupción del régimen y el paro, motores de la protesta social

"Cuando compras un ordenador, un teléfono móvil, un coche o la pasta de dientes, se lo estás comprando a la familia", asegura Rim Ben Smail, catedrática de Empresariales de la Universidad de Túnez. Trabelsi. Es un apellido que conviene pronunciar en voz baja en las vigiladísimas calles de Túnez. Es el apellido de la esposa del presidente Zine el Abidine Ben Ali, asociado a la cleptocracia en que -según denuncia todo ciudadano sin vínculos con el partido en el poder- se ha convertido el régimen. Túnez es un país próspero respecto a lo que se estila en el norte de África. El turismo, el sector textil, la industria manufacturera, los fosfatos prometían un futuro alentador. Hasta que explotó la crisis mundial de 2008. A partir de entonces, se esfumó el próspero porvenir. Porque a la catástrofe financiera global se ha sumado un proceso de privatizaciones que, iniciado pausadamente a mediados de la década de los ochenta, ha degenerado en una concentración descomunal de poder económico en poquísimos bolsillos: los de los Trabelsi, y especialmente en el de Sajer el Materi, el yerno todavía no treintañero de Ben Ali.

La inversión extranjera marchaba viento en popa hasta 2009. Francia -1.250 empresas presentes en Túnez- es el principal socio económico, pero Italia, Alemania, Bélgica, Reino Unido, Países Bajos y España también han destinado cuantiosos fondos a proyectos en el país árabe. En 2009, la inversión foránea en los sectores turístico, inmobiliario, energético, agrícola y en servicios se desplomó un 33%. Pero, varapalo incluido, el producto interior bruto creció un 3,7% en 2010. No es un mal registro. Pero los datos macroeconómicos -la inflación alcanzó el año pasado un aceptable 3,7%- no son el problema.

La corrupción desbocada y el desempleo son la madre del cordero. "Las grandes empresas han pasado a muy pocas manos, las de los Trabelsi y otros grupos cercanos a la familia del presidente y a la Asamblea Constitucional Democrática, el partido de Ben Ali. Se han expropiado empresas alegando el interés nacional para dárselas a la familia. Ahora están especulando. Compran empresas a bajos precios y las revenden con enormes ganancias después de despedir a empleados. Hay una enorme concentración de la riqueza, pero sin redistribución, como sucedía antes. Lo único que hay son asociaciones de solidaridad. ¿Y quién las controla? La familia del presidente y el partido oficial", explica Buzaina Fersiu, profesora de Ciencias Empresariales de la Universidad de Túnez. O se es obediente o uno queda al margen de cualquier respaldo institucional.

Bancos, cadenas de radio, grandes centros comerciales protegidos ahora por el Ejército -ayer fue incendiado un supermercado Monoprix, propiedad de los Trabelsi, en Elauina, un suburbio de la capital-, concesionarios de automóviles, intereses inmobiliarios. Los Trabelsi participan en todo. Cuentan muchos profesores que, a menudo, con malas artes. "Cuando saben de una empresa próspera, exigen ser socios", dice Ben Smail. Mejor aceptar.

Una revuelta sin líderes

La primera Intifada brotó en Gaza en 1987 después de un accidente de tráfico, muy sospechoso a ojos de los palestinos, provocado por un vehículo militar israelí. En Jordania, son los forofos de un equipo de fútbol alineado con las tribus autóctonas quienes gritan contra la reina Rania, precisamente por su origen palestino. Y en Túnez, el suicidio a lo bonzo de un desesperado, el 17 de diciembre, prendió la mecha. En las autocracias árabes apenas existen canales para encauzar reivindicaciones sociales y atenuar la amargura de gran parte de sus habitantes. Y las revueltas fermentan. Lenta pero ineludiblemente. Y suelen sorprender por su espontaneidad, y a veces brusquedad, al más pintado. Es lo que ha sucedido en Túnez, donde los partidos de oposición se ven forzados a pelear sin que pueda escucharse su voz.

El Foro Democrático por el Trabajo y las Libertades (FDTL), el Partido Democrático Popular y Ettajdid son los tres partidos opositores legalizados. Legalizados, pero despreciados por el poder. En los medios de comunicación, afectos al régimen, están ausentes incluso en estas semanas decisivas para el porvenir tunecino. Son partidos de centro-izquierda, alguno, como el FDTL, asociado a la Internacional Socialista. Si un día decidieran hacer un llamamiento al desacato, lo tendrían más bien complicado. "Estos partidos no aparecen en los medios de comunicación y sufren graves problemas incluso para distribuir sus diarios. Por supuesto carecen de ayudas financieras del Gobierno, ni se benefician de la publicidad oficial. Incluso se secuestran ediciones enteras cuando abordan asuntos conflictivos", afirma Neji Bghouri, presidente del Sindicato de Periodistas, uno de los colectivos más perseguidos en estas fechas.

Ni las manifestaciones responden a un plan orquestado desde el extranjero, como afirmó el presidente Zine el Abidine Ben Ali, ni están vinculadas a movimiento terrorista alguno -en 2002, el atentado contra la sinagoga de Yerba, donde reside una comunidad judía que no se esconde ante sus vecinos, fue el último ataque reseñable en un país que apenas ha padecido ataques terroristas-, ni a organizaciones islámicas. La herencia del presidente Habib Burghiba, defenestrado hace más de 23 años por el actual líder, es palpable en las calles. El sistema educativo fomenta el laicismo y Ben Ali ha seguido los pasos de su predecesor. "¿Los islamistas? Eso no está presente en absoluto en esta revuelta", precisa Askri, un joven licenciado que gana unos míseros 130 euros al mes de salario trabajando catorce horas por jornada.

Ben Ali toleró durante unos pocos años al partido islamista En Nahda (Renacimiento), que aboga por la democracia y que es, seguramente, el más moderado de su género en el mundo árabe y musulmán. Pero en 1991 fue ilegalizado. Y en 1992 el director del periódico Al Fajr, Hamadi Jebali, fue condenado a 16 años de prisión por "agresión para intentar cambiar la naturaleza del Estado". Rashid Ghannouchi, líder de An Nahda, reside exiliado en Londres. Ejemplo de ese legado del laicismo es Rahma, una joven periodista que se confiesa creyente. Sobre la cabeza, el velo. Pero en el cerebro, una idea asimilada en sus años de escuela, como casi todo tunecino. "El pueblo de Túnez es muy progresista. En el colegio nos enseñan que la religión y la política deben estar separados". Y Rahma está de acuerdo.
Pero existen escollos añadidos. "La crisis mundial de 2008 ha impactado en el turismo y en el sector textil, y los demás sectores tienen poco valor añadido. Además, teníamos muchas industrias, pero el aumento de los precios de las materias primas y la competencia de productos más baratos de otros países han afectado a muchas industrias", precisa Fersiu. Y, cómo no, el desempleo. El paro se sitúa en el 13%, pero el dato que ofrece la profesora resulta estremecedor: "alrededor del 30% de los jóvenes no encuentran trabajo, y ese porcentaje se eleva al 60% entre los titulados universitarios". Y cuando dan con un empleo, es difícil aceptar que merezca la pena. El salario de un catedrático de universidad ronda los 700 euros, pero hay titulados que acuden al trabajo por 150 euros al mes.

"Tenemos que confiar en nuestras fuerzas para acabar con la Cosa Nostra, la mafia que nos gobierna, porque al final abandonarán el país", sentencia, enfurecido, el profesor de inglés, Ahmed Maarufi.


El jefe de seguridad de Ben Ali, procesado por fomentar la violencia


A pesar de las dudas e incertidumbres que pesan sobre el proceso, los pasos hacia la transición en Túnez y hacia la depuración de responsabilidades del régimen del depuesto Ben Ali se suceden. El responsable de la seguridad del presidente depuesto presidente, Ali Seriati, será juzgado por fomentar la violencia y amenazar la seguridad nacional, según informa la televisión pública tunecina. El ex responsable de seguridad está acusado de haber creado divisiones entre el pueblo, de haber fomentado el caos y los disturbios y de haber incentivado la violencia armada entre el pueblo. Sobre Seriati pesa una orden de busca y captura y está en paradero desconocido.

Tras cuatro semanas de revuelta popular, culminada el viernes, sin ayuda de nadie, con el derrocamiento del sátrapa Zine el Abidine Ben Ali, ayer se inició el camino de la transición con importantes decisiones del Consejo Constitucional como el nombre del presidente interino -el primer ministro Mohamed Ghanuchi fue forzado a dimitir tras ejercer 16 horas el cargo- y la convocatoria de elecciones en un plazo máximo de 60 días. Hoy, se espera un segundo paso no menos importante: el anuncio de la formación de un gobierno de unidad nacional que acabe con el vacío de poder, ponga coto a los violentos y conduzca al país a esos esenciales comicios tras 23 años de dictadura.

El ejército gana presencia

Un desarrapado que tiene hambre saquea un comercio, no le prende fuego. Un joven universitario que ha salido pacíficamente a la calle a manifestarse contra la situación económica primero y contra el dictador después, no se sube a una ambulancia robada para asaltar a sus vecinos en sus casas haciéndose pasar por policía. Una joven que aspira a vivir en un país democrático no se sube a un coche a disparar a todo el que se cruza en su camino. Cada vez son más los indicios que apuntan a que detrás de los saqueos y de los incendios provocados en bancos, comercios, cárceles y estaciones de transporte de este Túnez subido a la vorágine del cambio no está la población, desesperada por la falta de recursos y de futuro, sino milicias del antiguo régimen organizadas con el fin de sembrar el caos y desestabilizar el país. La tesis de las autoridades es que a los adeptos de Zine el Abidine Ben Ali se han sumado parte de los 160.000 efectivos de la policía, que vivían de la dictadura y que ven que lo están perdiendo todo.

La noche ha sido más tranquila. Poco a poco, el Ejército, que se mantuvo al margen de las protestas y que ahora está tomando el timón para garantizar la seguridad del país, está logrando poner coto a los violentos y frenar los disturbios. En un primer paseo esta mañana por las calles de la capital, se aprecian algunos comercios limpiados por la rapiña y bancos calcinados, pero menos que ayer. En la proporción inversa, han aumentado los agentes de paisano y los soldados, que están apostados casi en cada esquina. Los militares controlan y registran todos los bolsos y coches que se ponen a tiro. Para los coches que llevan matrícula azul -que pertenecen a empresas de alquiler- no hay excepción. Todos son detenidos, y la policía se esmera aún más. Los coches de alquiler fueron utilizados estos días por los seguidores del régimen para manifestarse o cometer tropelías. La gran duda es qué estará pasando en el resto del país, del cual llegan noticias con cuentagotas y lo poco que se sabe es que el Ejército no da abasto y su presencia es residual en muchos pueblos y ciudades del interior. Estos son, por tanto, los lugares más propios para que siga prendiendo la mecha de la inestabilidad.

Huidas al sur

La situación de inseguridad ha convencido a muchos habitantes de la capital de que lo mejor es huir. Para proteger a sus familias de disturbios y pillajes, miles de habitantes de Túnez están escapando hacia el sur, donde hay una menor presencia del Ejército. En este estado de confusión, uno de los incidentes más destacables es la muerte de Imed Trabelsi, sobrino de la esposa de Ben Ali y alcalde de la ciudad costera de La Goulette, que falleció ayer en el hospital militar de Túnez tras llegar herido de arma blanca. Imed, que se encontraba en paradero desconocido desde la huida del presidente, formaba parte de ese grupo de parientes de la primera dama que controlaban la economía del país, asociados siempre a la corrupción del régimen y objeto de la ira de los manifestantes. Un juez francés había abierto una investigación contra Imed Trabelsi por su supuesta implicación en el robo de un yate que pertenecía a Bruno Roger, directivo de la Banca Lazard.

Esta mañana ha muerto uno de los primeros extranjeros de los que se tiene noticia y también el primer periodista. Se trata de Lucas Mebrouk Dolega, de 32 años, herido por una granada de gas lacrimógeno durante las protestas del pasado viernes.

Gobierno de unidad

Ghanuchi, un dirigente que, pese a su afiliación a la Asamblea Constitucional Democrática, el partido de Ben Ali, no está entre los sospechosos de haber amasado fortuna al amparo del poder, inició ayer los contactos para lograr formar un gobierno de unidad nacional. "Sin excluir a nadie", prometió en su primera declaración pública nuevo presidente interino, Fuad Mebaza. Una de las tres fuerzas políticas legales en Túnez y la única con representación parlamentaria -apenas dos diputados- anunció su disposición a formar parte de este gobierno. De momento, no hay grandes novedades en este capítulo, salvo que continúan los contactos y reuniones y que se mantiene la previsión de que el país tenga hoy mismo nuevo ejecutivo.

Pero tanto Ghanuchi -considerado un tecnócrata con conocimientos enciclopédicos sobre la economía tunecina- como el hasta ahora jefe del Parlamento Mebaza son hombres del régimen de los que desconfía la población. Pero en un país regido con puño de hierro durante 53 años, sin oposición organizada, sin liderazgos convincentes, azotado por el desempleo, sometido a un terremoto político e institucional y vapuleado ahora por la violencia, de nada hay garantías. Una de las incógnitas por despejar es si quienes se opusieron con vigor a Ben Ali pueden coincidir en un proyecto común. Algunos partidos de oposición -legalizados o no- y muchos de los manifestantes que han logrado derrocar la tiranía no esconden sus suspicacias sobre los acontecimientos políticos, que se encadenan con rapidez inaudita. Pero también habrá que ver si esos partidos son capaces de pactar un programa común para reformar la legislación electoral y promulgar leyes que garanticen las libertades.

Día de miedo, saqueos y disturbios en Túnez

La situación aún está lejos normalizarse en Túnez, donde el miedo y los disturbios, que se han extendido a las prisiones de todo el país, marcan la realidad en el primer día tras la marcha de Ben Ali. Todos los barrios que rodean Túnez, la capital del país homónimo, han vivido una noche de caos. Esta mañana era habitual ver tiendas, supermercados y hasta las sedes del partido oficial completamente calcinados. Aparentemente solo se salvaban de las quemas y saqueos los concesionarios de coches, que ante la previsión de disturbios fueron vaciados y se mostraban hoy completamente desprovistos de vehículos.

Tampoco es fácil acceder a algunas zonas. Decenas de jóvenes armados con cuchillos y palos vigilaban esta mañana la entrada al suburbio de Den Den, al oeste de la ciudad. Tratan así de proteger sus casas ante la ausencia de fuerzas del orden, cuya presencia es casi anecdótica en muchos barrios de las afueras de la ciudad, incluso en algunos que sirven de residencia a clases altas, en contraste con lo que sucede en el centro.

Entre los incidentes más destacados, la gente relata el paso de coches con personas armadas que disparan aleatoriamente contra la población. Todo apunta a que se trata de esbirros del régimen del depuesto presidente Ben Ali que pretenden abonar una sensación de inseguridad, según han reconocido altos mandos militares. Más claro ha sido el analista Taufik Ayachi en declaraciones a la agencia Reuters: "Con toda seguridad la policía presidencial está detrás. Todavía esperan recuperar el poder", ha dicho. Además, en las últimas horas ha corrido el rumor entre la población de que grupos afines al régimen estarían tramando envenenar los depósitos de agua, que es imposible encontrar embotellada en los comercios.

En general, la población tunecina detesta a la policía casi tanto como aprecia al Ejército. En las calles del centro de la ciudad, donde la presencia militar ha aumentado cualitativamente y es frecuente ver tanques armados con metralleta, no es difícil ver a ciudadanos abrazándose a los soldados. La respuesta de estos últimos ante las escenas de pillaje en tiendas u otros percances es disparar al aire para dispersar a la gente, aunque por momentos parecen desbordados ante la acumulación de incidentes.

Con todo, lo más grave se ha vivido en las prisiones. Decenas de presos han muerto y varios han huido durante un incendio en una cárcel de Monastir, 165 kilómetros al sur de la capital. Los presos han prendido fuego a los colchones y las llamas se han extendido por el edificio. Según France Presse, los muertos serían al menos 42. Algunos fallecidos podrían haber muerto por disparos de la policía, que intentaba evitar su fuga, según testigos presenciales citados por Reuters.

También en las prisiones de las regiones de Gafsa y Kaserín (en el centro-oeste del país) y en las de Bicerta y Mornaguía (al norte) se han producido motines e incendios durante la pasada noche y esta mañana, según fuentes gubernativas. En Gafsa y Kaserín las revueltas han sido controladas mientras que en la cárcel de Bicerta, al noroeste de Túnez, y en la de Mornaguía, a 17 kilómetros de la capital, decenas de presos han conseguido escapar, según relata Reuters.

Cronología de las protestas

- 17 de diciembre. Mohamed Bouazizi, un desempleado de 26 años, se prende fuego en Sidi Bouzid como acto de protesta por la crisis. Bouazizi falleció en el hospital el 5 de enero.

- 24 de diciembre. Mueren los dos primeros manifestantes a causa de los disparos de la policía en una protesta en Menzel Bouzayane, una localidad ubicada en el centro del país.

- 2 de enero. El grupo de hackers Anonymous anuncia la Operación Túnez en solidaridad con las manifestaciones. Las webs del Gobierno tunecino se colapsan por una serie de ataques informáticos.

- 4 de enero. Los opositores anuncian una huelga general en protesta por la represión gubernamental.

- 7 de enero. Las autoridades lanzan una gran operación contra los disidentes y detienen a decenas de periodistas y activistas y contrarios al régimen. La oposición da por desaparecidos a varios.

- 8 de enero. El sindicato UGTT se suma a la movilización popular. Mueren seis manifestantes y otros seis son heridos de gravedad durante las protestas en Tala. Otras tres personas mueren en enfrentamientos con la policía en la región de Kasserine.

- 10 de enero. En un discurso televisado, Ben Ali intenta calmar los ánimos y promete 300.000 puestos de trabajo.

- 11 de enero. El Gobierno reconoce 18 muertos en los enfrentamientos, mientras los sindicatos hablan de más de 50. Continúan las protestas y Ben Ali decreta el toque de queda en Beja, Gafsa, Kasserine y Telab.

- 12 de enero. El toque de queda se extiende a la capital, tomada por vehículos blindados. El primer ministro, Mohamed Ghanuchi, destituye al ministro de Interior, Rafik Belhaj Kacem, y anuncia la puesta en libertad de algunos detenidos.

- 13 de enero. El presidente de Túnez anuncia su retirada en 2014 y promete un "completo y profundo cambio político". La violencia no cesa en las calles y se registran 13 muertos más.

- 14 de enero. Miles de ciudadanos se manifiestan en la capital al grito de "¡Fuera Ben Ali!". El presidente destituye al Gobierno y decreta el estado de excepción. Ben Ali no puede con la presión y abandona Túnez. El primer ministro Ghanuchi asume la presidencia interina del país.

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