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domingo, 11 de marzo de 2012

TODO UN EJEMPLO DE SUPERACIÓN, POR FIN EL TENIENTE AGUSTÍN GRAS VUELVE A CORRER


El teniente Agustín Gras vuelve a correr

La historia de superación del militar mutilado en Afganistán que quiere permanecer en el Ejército

Día 26/02/2012 - 07.07h
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abc
El teninete Gras corre en el Paseo Marítimo de Melilla, el pasado martes

Ocho meses después de sufrir un atentado en la polvorosa «ruta Lithium» de Afganistán —por el cual sufrió la amputación del pie y 30 centímetros de la pierna izquierda— el teniente Agustín Gras Baeza vuelve a correr. O como él prefiere decir para ser exacto: «Trotar durante distancias cortas». Fue el pasado martes, en el paseo marítimo de su Melilla natal, ciudad en la que comenzó su carrera en la milicia hace diez años y medio como legionario raso en el Tercio «Gran Capitán» 1º de la Legión.

Como si de un militar de época se tratase, su figura es recia. Sus maneras, educadas al extremo. Su habla, clara. Sus ideas, firmes. ¿Y su andar? Para sorpresa del periodista (y milagro de la tecnología de las prótesis), tan sólo se aprecia un tic, un leve andar de puntillas cuando apoya su nuevo pie y extremidad modelo «C-Walk 1C40»... eso sí, siempre con paso decidido.

El teniente Agustín Gras vuelve a correr
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Pero Gras no es militar de otra época. Todo lo contrario. Pertenece a esa nueva «generación Afganistán» de jóvenes militares de España curtidos en los caminos y montañas de Badghis, Herat, Kabul, Mazar-i-Sharif..., allí en la tierra de la guerra «ad eternis», de los talibanes, de los señores de la guerra, del opio.
Sin embargo, dada la actual normativa, este teniente es «un militar disponible no destinable por falta de actitud psicofísica». Una especie de prejubilado de 29 años. Algo que a Agustín Gras le duele aún más que las heridas provocadas por aquel artefacto compuesto de unos 20 kilos de explosivo que al paso del convoy español hirió también a un intérprete y otros tres compañeros. Uno de ellos, la soldado conductora Jenyfer García López, sufrió también una amputación justo encima de la rodilla de una pierna.

«Desde niño y hasta que sufrí la amputación, no me he planteado otra cosa. Durante los últimos meses me he visto obligado a valorar otras opciones; no obstante, confío en que todo se resuelva y que finalmente pueda seguir desempeñando la profesión que he elegido», expone a ABC «esperanzado» en que el nuevo Gobierno impulse de una vez una ley por la cual los militares mutilados puedan reincorporarse a las Fuerzas Armadas.

Dicha iniciativa fue anunciada por el ministro de Defensa, Pedro Morenés, en su discurso de la Pascua Militar y en la Comisión de Defensa del Congreso. El «caso Gras», y su decidida voluntad de reincorporarse a filas, ha supuesto un antes y un después.

«Hoy en día, un amputado transtibial puede llevar una vida casi normal. Aún me encuentro en fase de adaptación, pero cada pequeño avance supone una gran alegría. Me pasó cuando empecé a prescindir de las muletas, cuando empecé a subir escaleras, cuando empecé a saltar y cuando conseguí correr por primera vez. No obstante, mi vida no será plenamente normal hasta que no vuelva a integrarme en mi otra familia, la militar; en particular, con “mis hermanos” del Regimiento de Infantería Ligera Soria 9», con acuartelamiento en la isla de Fuerteventura.

Agustín Gras está empeñado en demostrar dónde y a quién sea que es apto para servir en la milicia. «Conservo la misma ilusión que tenía con 18 años, cuando decidí alistarme a la Legión. En las fuerzas armadas estadounidenses existen antecedentes de militares amputados que no sólo se han mantenido en servicio, sino que han vuelto a ejercer el mando activo en escenarios tan exigentes como Irak o Afganistán. Regresaría a Afganistán sin pensarlo, estar en un puesto de responsabilidad es lo que hace que un militar se sienta plenamente realizado. Para mí tendría además una significación especial, ya que me volvería a sentir de nuevo “en el equipo”». Incluso, comenta: «Si el mando lo estimara oportuno, me encantaría volver en 2013 con el próximo contingente de la Brigada de Infantería Ligera “Canarias” XVI».

—Conociendo el trabajo que se realiza en el teatro de operaciones y con tu estad actual, ¿sería un lastre para sus hombres si volviese a Afganistán?, le preguntamos.

—Si mi recuperación es como yo espero, no lo creo. No voy a negar que la amputación supone una limitación, pero ésta es exclusivamente física aunque estoy dispuesto a trabajar duro para minimizarla, sin embargo, el resto de la formación y de los valores adquiridos durante diez años de servicio no se han visto afectados.

El atentado en Ludina

Es 18 de junio de 2011, mediodía. Polvo. Un convoy de militares españoles se encuentra a 5 kilómetros de la localidad de Ludina, en la «ruta Lithium». De repente,... la oscuridad.

«No recuerdo haber oído la explosión ni haber sentido la onda expansiva, creo que ésta me hizo perder el conocimiento por unos instantes. Me despertaron los gritos de angustia de mi conductora, ya que, a diferencia de mí, ella sí era plenamente consciente de las heridas que había sufrido. Un tramo del cinturón de seguridad me aprisionaba el cuello, dificultándome la respiración y en la zona lumbar me caían líquidos del motor que me produjeron quemaduras. El ejemplar comportamiento de los componentes de la patrulla permitió que fuéramos estabilizados y evacuados con rapidez, lo que, sin duda, salvó nuestras vidas», relata el teniente Gras, emocionado y orgulloso al hablar de cómo sus hombres actuaron con diligencia.

Tras una primera estabilización por parte del personal sanitario de la patrulla, Gras, la soldado conductora García López y el soldado Abián Quevedo fueron atendidos primero en el hospital de Bala Murghab y posteriormente en el de Herat, este último gestionado por las tropas españolas. El soldado Ibrahim Maanan y el intérprete fueron directamente llevados a Herat.
Prosigue su relato: «Cuando desperté y vi que estaba en un hospital, me extrañé, ya que no recordaba nada posterior a la explosión. Cuando me explicaron el incidente y me dijeron que mi gente estaba fuera de peligro, me quité un peso de encima. La siguiente sensación que tuve, a pesar de estar tapado, fue la de que mi cuerpo no estaba entero, sospecha que me confirmaron a continuación. Sentí una enorme impotencia por no ser capaz de encontrar palabras de ánimo para mi conductora, que había salido peor parada que yo. Afortunadamente, es una mujer con una fuerza de voluntad y una determinación extraordinarias, y fue capaz de sobreponerse. Estoy convencido de que ningún obstáculo podrá detenerla, de que conseguirá cualquier cosa que se proponga en la vida».

Ya en Madrid, en el Hospital militar Gómez Ulla donde estuvo ingresado cuatro meses, el teniente Gras recibió numerosas visitas: ministra de Defensa, mandos militares, la propia víctima de ETA Irene Villa quien animó a los heridos, compañeros de armas, amigos y familiares.
Ocho meses han pasado y el polvo afgano ha dado paso al suave invierno melillense en el que el teniente Gras vuelve a correr.

—¿Cómo se siente el teniente Agustín Gras? (Fue la primera pregunta que le presenta ABC).

—Preocupado por la incertidumbre ante mi futuro profesional, pero esperanzado porque se está planteando la posibilidad de reincorporar a los militares mutilados que así lo deseen.

No es de otra época. Simplemente un teniente de 29 años cuyo «espíritu militar sigue siendo el mismo».

Una prótesis para subir el Kilimanjaro

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