Guerra sucia en la ayuda humanitaria
Día 05/03/2013 - 13.13h
Khaled Erksoussi está dolido. El responsable de emergencias de la Media Luna Roja siria perdió ayer a un conductor de ambulancia en Jobar. Un mortero cayó cuando estaba en el puesto médico avanzado en esta zona de combate y acabó con su vida. «Hemos perdido a quince voluntarios desde el estallido de la crisis. En las zonas donde no hay combates hemos conseguido introducir convoyes de ayuda en las últimas semanas, pero en los alrededores de Damasco ahora mismo es imposible el acceso», lamenta Erksoussi mientras repasa mentalmente el mapa sirio y reflexiona en voz alta diciendo que van a tener que evacuar algunos puestos avanzados si la situación no mejora: «Antes los combates duraban tres días, ahora meses». La Media Luna cuenta con más de ochenta delegaciones en todo el país, tienen información de primera mano de la situación en los lugares dentro y fuera del control del régimen y sobre el terreno son más respetados a la hora de la distribución de ayuda y atención a las víctimas.
Apenas el 13 por ciento de lo prometido en la Conferencia de Kuwait se ha desembolsado
Pero también en la ayuda humanitaria se mezcla la política en Siria. Erksoussi denuncia que los países del Golfo, principales aliados de la oposición, están boicoteando la llegada de fondos al país y recuerda que, como subraya la ONU, apenas el 13 por ciento de lo prometido en la Conferencia de Kuwait se ha desembolsado hasta el momento, unos 200 millones de dólares. Esto provoca que solo puedan ayudar a 1,5 millones de personas al mes, cuando la situación actual requeriría cubrir las necesidades de al menos cuatro millones de ciudadanos.
Caos
El jefe de seguridad de la organización ha liderado la mayoría de convoyes que han ido al norte. «Desde la frontera turca hasta Hama ya no coordinamos con el Gobierno porque el Gobierno no existe; allí hablamos con los mandos del Ejército Sirio Libre (ESL) que son quienes nos dan protección. Pero el caos es general y hay zonas donde el ESL combate por el control contra el Frente Al Nusra (grupo próximo a Al Qaeda)», cuenta.
«Prefieren que lleguen armas y yihadistas en vez de ayuda humanitaria»
El vacío de poder ha abierto la puerta a grupos de delincuentes y asaltantes, criminales sin ninguna vocación política que amenazan la llegada de la ayuda. Pero el otro gran problema que denuncia la Media Luna Roja es la presencia no oficial de miembros de la Media Luna Roja qatarí que estarían intentando monopolizar las ayudas y apartar a la organización nacional de esta tarea. «Nos acusan de ser pro régimen y ayer retuvieron a cuatro voluntarios en el norte de Alepo y casi los matan», denuncia Erksoussi. «Quieren monopolizar la ayuda, ser ellos quienes hagan las entregas. Pero lo que no entiendo es cómo teniendo toda la frontera turca abierta prefieren que lleguen armas y yihadistas en lugar de ayuda humanitaria a zonas bajo su supuesto control y donde es muy necesaria».
Fines políticos
Los convoyes que van al norte se centran especialmente en los campos de desplazados creados en Azzaz (un campo para 16.000 personas) y Atmeh, donde hay otros tres. En total unos 50.000 desplazados. «Hay otras zonas necesitadas como Deraa o Deir Ezzor, pero no nos escuchan. Desde la ONU también parece que tienen la agenda clara y demuestran una vez más que es una organización con fines políticos y no humanitarios. Solo ayudan al norte y esto se parece cada vez más a lo ocurrido en Kosovo donde se ayudaba especialmente a los de un lado. Aquí todos son sirios y necesitan ayuda», recuerda Erksoussi.
Después de casi dos años el régimen comienza a dar permisos a ONGs, aunque con cuentagotas. El bloqueo inicial se levanta muy poco a poco y por eso es la Media Luna Roja el actor más activo en la ayuda humanitaria, sobre todo a la hora de la distribución.
--O--
Economía de guerra en Damasco
Día 01/03/2013 - 11.39h
La cola es obligada para comprar el pan o echar gasolina. Las bombonas de butano son uno de los bienes más escasos: en el mercado negro cuestan casi siete veces más que antes del estallido de la revuelta contra Al Assad
Dos chicas fuman una pipa de tabaco de manzana en una de las sofisticadas cafeterías de la avenida Mezze de Damasco. El lugar, antes frecuentado por diplomáticos, está casi vacío. Repasan sus cuentas de Facebook en los iPhone mientras de fondo retumban los cañonazos sobre Daraya —a apenas diez minutos en coche de este mismo lugar donde todo parece normal—, que se cuelan entre el ritmo electrónico de Saint Etienne. «Es pura apariencia, la ciudad es una especie de volcán donde no se aprecia nada desde afuera, pero por dentro está en plena ebullición», asegura mi interlocutora mientras apura su batido de chocolate.
Fuera, en la enorme avenida de inspiración soviética por la que se sale hacia Líbano y donde están buena parte de las legaciones extranjeras, incluida la española, hay menos tráfico de lo que solía ser habitual. Un muro de cemento de mediana altura anuncia la presencia de la embajada de Irán, la que mayores medidas de seguridad ha adoptado en la zona. La bandera roja, blanca y verde domina el edificio de cuatro plantas decorado con cerámica azulada al que las miradas de la oposición apuntan como el principal respaldo del Gobierno en todos los aspectos. Conforme ha ido avanzando la crisis han ido aumentando las medidas de seguridad de los iraníes, un buen termómetro visual para saber cómo están las cosas. A pocos metros de la Embajada está la Universidad, que sigue abierta y donde miles de estudiantes acuden cada día a seguir con sus clases.
La escasez ha llevado a pedir a los taxistas que van diariamente a Líbano que les traigas gas
La normalidad del primer anillo damasceno contrasta con los barrios de la periferia a los que los periodistas acreditados no tenemos acceso, cuyos habitantes se refugian ahora en el centro y cuentan lo que dejaron atrás. Dos mundos separados por apenas unos minutos en coche y que cada vez están más próximos, porque distritos como Jobar o Berzeh también son ya considerados «zona roja» por el ministerio de Información.
En la que podríamos denominar «zona verde», siguiendo la terminología de Bagdad, los funcionarios van al trabajo y los comerciantes hacen lo que pueden para sobrevivir. Los precios son de auténtica economía de guerra y hay productos que prácticamente solo se pueden encontrar en el mercado negro. Las bombonas de butano son uno de los bienes más escasos y se pueden esperar colas de 5 o 6 horas para tener que volver a casa sin nada.
Pan y gasolina, subvencionados
El precio oficial es de 450 libras (3,6 euros) por una bombona de 14 kilos –aunque no se cargan más de nueve, según los ciudadanos entrevistados–. En el mercado negro alcanza las 2.000 libras (16 euros), casi siete veces más que antes del estallido de la revuelta contra Al Assad. Esta escasez ha llevado a quienes se lo pueden permitir a pedir a los taxistas que van diariamente a Líbano que les traigas gas del país vecino. El precio de este gas importado es también de 2.000 libras, «pero te cargan los 14 kilos», defienden los entrevistados. Aunque el aeropuerto internacional de Damasco está operativo, la falta de seguridad en la ruta empuja a la inmensa mayoría de sirios a desplazarse hasta Beirut, con lo que los taxistas de la capital realizan esta ruta cada día, la última vía de escape segura que le queda a la capital.
Los precios de diésel, café y transporte público han tenido subidas considerables
La cola es también obligada para comprar el pan o echar gasolina, pero en estos casos el Gobierno mantiene los precios subvencionados. Después de dos años de conflicto el bloqueo internacional, la destrucción de fábricas en un país que era autosuficiente y los problemas en el transporte originados por la falta de seguridad están ahogando la vida de los ciudadanos.
Otras subidas de precios significativas –la libra ha perdido un 50% de su valor respecto al dólar y euro desde 2011– son las del diésel (de 20 libras a 36 por litro), el café (de 250 a 500 libras por kilo) o el transporte público, cada vez más escaso por la falta de combustible y cuyos billetes ahora cuestan el doble. Un trayecto de unos 15 kilómetros que antes costaba 15 libras, está ahora en justo el doble. Esta «economía de guerra» es aun mucho más dura en otras ciudades del país como Alepo, según cuentan algunos de los desplazados internos.
Privilegiados
«La vida es cada vez más complicada y lo peor es que no se ve una salida en el horizonte», asegura un vecino del centro que no se ha movido de la capital desde que empezaron los problemas, pero que deja claro que «dentro de la situación general del país somos unos privilegiados, esto es como una especie de isla dentro de la nueva Siria».
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