La muerte de Chávez pone a prueba la lealtad del Ejército
El alto mando ideologizado que nombró liderará la institución hasta julio, mes de retiros y relevos
El cortejo fúnebre que ayer acompañaba al ataúd de Hugo Chávez en su recorrido por las calles de Caracas, lucía como una riada de magma al rojo vivo ante el que solo un estrecho anillo color verde olivo, contiguo al féretro, resultaba impenetrable. Eran los uniformes de campaña de la oficialidad que sobresalía en una marcha que salió de un hospital militar —lugar del deceso del líder revolucionario— a una academia militar, lugar del velatorio. ¿No son imágenes bastante reveladoras de la presencia central de las Fuerzas Armadas en el Gobierno venezolano?
Chávez siempre se dijo a sí mismo que era un soldado, y se felicitaba por la alianza cívico-militar que daba base a su régimen. Como, en efecto, conocía al dedillo los códigos y valores de los cuarteles, de donde venía, supo hacer del partido militar uno de los activos más importantes a favor de una revolución “pacífica pero armada”, como gustaba de recordar. Con su desaparición física, cabe preguntarse si se trata de una ventaja a punto de desaparecer.
Las primeras manifestaciones dejan la impresión de que no: el respaldo a la institucionalidad revolucionaria permanecerá intacto. Apenas minutos después de que se anunciara la muerte del presidente Chávez, el ministro de la Defensa, almirante Diego Molero, aseguró al país: en las Fuerzas Armadas “nos encontramos cohesionados para cumplir y hacer cumplir los preceptos constitucionales y la voluntad de nuestro líder comandante en jefe, Hugo Rafael Chávez Frías”. Ayer, el general Wilmer Barrientos, jefe del Comando Estratégico Operacional, advertía con espíritu partisano: “A quienes consideran que comienza una era sin Chávez, están equivocados. Chávez sigue vivo, Chávez sigue en el corazón del pueblo”.
Se trata de voces del alto mando militar ideologizado que Chávez nombró y que, con toda probabilidad, seguirán liderando el sector castrense hasta el próximo mes de julio, si Nicolás Maduro queda encargado de la presidencia. Julio es el mes en el que tradicionalmente ocurren los retiros de oficiales y los relevos en los mandos militares.
“Son palabras muy alarmantes”, remacha Rocío San Miguel, directora de la organización no gubernamental Control Ciudadano. “Esperemos que, si el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) asiste a las exequias del presidente, se le llame la atención al respecto”.
Menos de 24 horas antes del deceso del presidente venezolano, el batallón de Guardia de Honor, encargado de la custodia del primer mandatario, anunciaba la dotación —sin precedentes— de vehículos Dragoon, blindados y artillados, a su arsenal. En el acto correspondiente, el comandante de la agrupación, el teniente coronel Juan Ángel Bravo, dio a conocer que, sin importar lo que pasara, su consigna seguiría siendo: “Con Chávez todo, sin Chávez nada”.
Durante la alocución en que las autoridades militares expresaron su apoyo al Gobierno y la institucionalidad, se notó la ausencia de los líderes de la Fuerza Aérea, que, sin embargo, habría obedecido a descoordinaciones inevitables ante un hecho sobrevenido —la muerte del presidente— y no a la expresión de un desacuerdo.
En las últimas semanas se hablaba sobre dudas y descontentos en algunos componentes de las Fuerzas Armadas, en especial la Marina, pues desde enero se venían produciendo nombramientos en cargos medios y administrativos a través de su publicación en la Gaceta Oficial de Venezuela. Dada la reclusión en la que se mantenía el presidente Chávez durante su convalecencia, no eran pocos los oficiales que lamentaban la precariedad de sus asignaciones, que difícilmente se podían atribuir al mandatario enfermo. La opacidad en el manejo informativo sobre la situación del presidente poco hizo para aliviar esos resquemores.
En general se espera que las Fuerzas Armadas mantengan un papel entre militante y expectante, pero nunca de cuestionamiento a la sucesión que el chavismo decida hacer en el manejo de los asuntos del Estado. El chavismo se ha asegurado de colocar en posiciones clave a fichas que le rinden lealtad, bien de manera expresa o en los hechos. Ahora queda comprobar si esa lealtad se le rendía a un Gobierno y su política, o solo a un hombre.
Chávez siempre se dijo a sí mismo que era un soldado, y se felicitaba por la alianza cívico-militar que daba base a su régimen. Como, en efecto, conocía al dedillo los códigos y valores de los cuarteles, de donde venía, supo hacer del partido militar uno de los activos más importantes a favor de una revolución “pacífica pero armada”, como gustaba de recordar. Con su desaparición física, cabe preguntarse si se trata de una ventaja a punto de desaparecer.
Las primeras manifestaciones dejan la impresión de que no: el respaldo a la institucionalidad revolucionaria permanecerá intacto. Apenas minutos después de que se anunciara la muerte del presidente Chávez, el ministro de la Defensa, almirante Diego Molero, aseguró al país: en las Fuerzas Armadas “nos encontramos cohesionados para cumplir y hacer cumplir los preceptos constitucionales y la voluntad de nuestro líder comandante en jefe, Hugo Rafael Chávez Frías”. Ayer, el general Wilmer Barrientos, jefe del Comando Estratégico Operacional, advertía con espíritu partisano: “A quienes consideran que comienza una era sin Chávez, están equivocados. Chávez sigue vivo, Chávez sigue en el corazón del pueblo”.
Se trata de voces del alto mando militar ideologizado que Chávez nombró y que, con toda probabilidad, seguirán liderando el sector castrense hasta el próximo mes de julio, si Nicolás Maduro queda encargado de la presidencia. Julio es el mes en el que tradicionalmente ocurren los retiros de oficiales y los relevos en los mandos militares.
“Son palabras muy alarmantes”, remacha Rocío San Miguel, directora de la organización no gubernamental Control Ciudadano. “Esperemos que, si el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) asiste a las exequias del presidente, se le llame la atención al respecto”.
Menos de 24 horas antes del deceso del presidente venezolano, el batallón de Guardia de Honor, encargado de la custodia del primer mandatario, anunciaba la dotación —sin precedentes— de vehículos Dragoon, blindados y artillados, a su arsenal. En el acto correspondiente, el comandante de la agrupación, el teniente coronel Juan Ángel Bravo, dio a conocer que, sin importar lo que pasara, su consigna seguiría siendo: “Con Chávez todo, sin Chávez nada”.
Durante la alocución en que las autoridades militares expresaron su apoyo al Gobierno y la institucionalidad, se notó la ausencia de los líderes de la Fuerza Aérea, que, sin embargo, habría obedecido a descoordinaciones inevitables ante un hecho sobrevenido —la muerte del presidente— y no a la expresión de un desacuerdo.
En las últimas semanas se hablaba sobre dudas y descontentos en algunos componentes de las Fuerzas Armadas, en especial la Marina, pues desde enero se venían produciendo nombramientos en cargos medios y administrativos a través de su publicación en la Gaceta Oficial de Venezuela. Dada la reclusión en la que se mantenía el presidente Chávez durante su convalecencia, no eran pocos los oficiales que lamentaban la precariedad de sus asignaciones, que difícilmente se podían atribuir al mandatario enfermo. La opacidad en el manejo informativo sobre la situación del presidente poco hizo para aliviar esos resquemores.
En general se espera que las Fuerzas Armadas mantengan un papel entre militante y expectante, pero nunca de cuestionamiento a la sucesión que el chavismo decida hacer en el manejo de los asuntos del Estado. El chavismo se ha asegurado de colocar en posiciones clave a fichas que le rinden lealtad, bien de manera expresa o en los hechos. Ahora queda comprobar si esa lealtad se le rendía a un Gobierno y su política, o solo a un hombre.
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