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viernes, 3 de octubre de 2008

TADAMICHI KURIVAYASHI (SAMURAI DEL SIGLO XX)


Tadamichi Kuribayashi nació en (Nagano, 7 de julio de 1891 - murió en Iwo Jima, 23 de marzo de 1945), militar japonés, general del ejército imperial durante la Segunda Guerra Mundial. Tras serle asignada en 1944 la comandancia de la guarnición de la isla de Iwo Jima, y ante el previsible desembarco norteamericano, dirigió los preparativos defensivos haciendo cambios acertados en las fortificaciones de la isla. Durante la subsiguiente Batalla de Iwo Jima, en la que resultó muerto, su estrategia de abandono de la primera línea de playa para esperar al enemigo en posiciones del interior y en las fortificaciones excavadas en el monte Suribachi ocasionó elevadas bajas a los atacantes.

Kuribayashi vivió dos años en EEUU, gracias a lo cual pudo conocer de cerca la enorme capacidad industrial norteamericana. Fue parte de los pocos altos oficiales que entendió lo fútil del esfuerzo bélico contra EEUU tal como estaba planeado; pero por ser minoría fue silenciado por compañeros más belicosos. Debido a su raigambre aristocrática, fue enviado como agregado militar a las embajadas japonesas de Washington y Ottawa, aprendió inglés correctamente y se codeó con la oficialidad norteamericana. Combatió en la guerra de Manchuria y enfrentó a la resistencia en China y, a partir de esa experiencia, cuando se enteró de los preparativos para combatir a los norteamericanos, opinó: "Estados Unidos es el último país del mundo con el que Japón debe pelear". No le hicieron caso.

Su estrategia defensiva en Iwo Jima se basó en la convicción, ya común en el alto mando japonés, de que la guerra estaba perdida y que sólo se podía demorar la derrota mediante el cobro de la mayor cantidad de sangre a los soldados norteamericanos.Vamos a defender Iwo Jima hasta que ningún soldado japonés quede vivo", fue la terminante orden que dio el general Tadamichi Kuribayashi a sus 21 mil hombres. Sin embargo, Kuribayashi no llegó a enterarse de que 216 de sus soldados se entregaron al enemigo al final de la batalla.
Esta táctica nació por el convencimiento de que el pueblo norteamericano no admitiría perder un alto número de vidas en tierras extranjeras. Los japoneses esperaban de esta manera poder lograr una paz negociada, o al menos algún tipo de rendición honorable en vez de la capitulación que los aliados exigían. Se equivocaban, pues tras Pearl Harbor los norteamericanos solo deseaban venganza y no estaban dispuestos a aceptar nada que no fuese la rendición incondicional y la ocupación del Japón, para lo cual castigaron al país hasta lograr dicha rendición tras los ataques nucleares y los aún más devastadores bombardeos incendiarios, que arrasaron el 90% de las ciudades y quemaron vivos a cientos de miles de civiles.

La tenacidad y extraordinaria capacidad defensiva japonesa demostrada en Iwo Jima y Okinawa ante fuerzas numérica y técnicamente superiores sirvieron a los americanos como justificación para la decisión del lanzamiento de la bomba atómica sobre ciudades japonesas, con el argumento de que el desembarco en el archipiélago japonés propiamente dicho habría acarreado un número aún mayor de víctimas.

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