Las autoridades de Río darán nombre a las calles de las favelas pacificadas
La medida permitirá a los vecinos de estos barrios tener dirección postal
Juan Arias Río de Janeiro15 OCT 2012 - 21:20 CET
Las 22 favelas ya pacificadas de Río de Janeiro tendrán por primera vez calles con nombres. Con ello, sus habitantes se liberarán de la humillación de vivir en una casa sin dirección, que era como vivir en la calle. Como dejar de ser ciudadano.
Las familias que vivían en las favelas en guerra y las que aún viven en ellas, que son aún mayoría en Río, no pueden recibir una carta en su casa, porque no tienen calles ni dirección.
A las calles de las favelas, que muchas veces son solo senderos entre matorrales o entre detritos, la gente les daba nombres por su cuenta. A veces nombres de sus abuelos. Pero no eran oficiales ni estaban escritos.
En algunas favelas las cartas o avisos a las familias llegaban todos a un determinado lugar y allí tenían que ir a recogerlos. Por ejemplo, la favela Chapeau Mangueira, con 3.740 habitantes, posee una sola dirección de correos: CEP: 22010-000. Allí llega toda la correspondencia.
Solo a veces, la compañía de la luz colocaba por su cuenta nombres a las calles para poder entregar los pocos recibos de la luz que eran pagados, ya que la mayoría usa los llamados gatos (conexiones ilegales).
Hasta los años ochenta las favelas no estaban ni registradas en los mapas de Río. Según Sérgio Magalhães, presidente del Instituto de Arquitectos de Brasil, un decreto de 1937 prohibió que las favelas apareciesen en los mapas porque las consideraban un “fenómeno transitorio”, informa el diario O Globo.
Tan transitorio que desde entonces a hoy se centuplicaron hasta llegar a ser más de mil, con más de dos millones de habitantes. Todos ellos habitantes fantasma, sin dirección, sin identidad, sin calle donde poder ubicarles.
Algunos de los nombres por los que se conocen las calles de las favelas son emblemáticos, como el de la “Avenida de la muerte”, porque allí tuvieron lugar varias matanzas.
Los enviados de las autoridades no tienen fácil su trabajo de elaborar mapas de las favelas ya pacificadas y dar nombres a las callejuelas. Según ellos mismos cuentan, son seguidos desde lejos por los traficantes de drogas, que prefieren que las favelas se queden sin calles y sus habitantes anónimos y sin poder ser localizados, para poder actuar con mayor libertad.
De ahí que el mayor regalo hoy a los moradores de las favelas ocupadas por las fuerzas del orden sea ofrecerles una dirección de correos, lo que les hace sentirse también ciudadanos como los demás habitantes de la ciudad. Una socióloga que trabaja en las favelas dijo a EL PAÍS: “Puede ese particular parecer una nimiedad para un europeo, pero no para quien ha vivido años bajo la humillación de sentirse nadie”.
Las familias que vivían en las favelas en guerra y las que aún viven en ellas, que son aún mayoría en Río, no pueden recibir una carta en su casa, porque no tienen calles ni dirección.
A las calles de las favelas, que muchas veces son solo senderos entre matorrales o entre detritos, la gente les daba nombres por su cuenta. A veces nombres de sus abuelos. Pero no eran oficiales ni estaban escritos.
En algunas favelas las cartas o avisos a las familias llegaban todos a un determinado lugar y allí tenían que ir a recogerlos. Por ejemplo, la favela Chapeau Mangueira, con 3.740 habitantes, posee una sola dirección de correos: CEP: 22010-000. Allí llega toda la correspondencia.
Solo a veces, la compañía de la luz colocaba por su cuenta nombres a las calles para poder entregar los pocos recibos de la luz que eran pagados, ya que la mayoría usa los llamados gatos (conexiones ilegales).
Hasta los años ochenta las favelas no estaban ni registradas en los mapas de Río. Según Sérgio Magalhães, presidente del Instituto de Arquitectos de Brasil, un decreto de 1937 prohibió que las favelas apareciesen en los mapas porque las consideraban un “fenómeno transitorio”, informa el diario O Globo.
Tan transitorio que desde entonces a hoy se centuplicaron hasta llegar a ser más de mil, con más de dos millones de habitantes. Todos ellos habitantes fantasma, sin dirección, sin identidad, sin calle donde poder ubicarles.
Algunos de los nombres por los que se conocen las calles de las favelas son emblemáticos, como el de la “Avenida de la muerte”, porque allí tuvieron lugar varias matanzas.
Los enviados de las autoridades no tienen fácil su trabajo de elaborar mapas de las favelas ya pacificadas y dar nombres a las callejuelas. Según ellos mismos cuentan, son seguidos desde lejos por los traficantes de drogas, que prefieren que las favelas se queden sin calles y sus habitantes anónimos y sin poder ser localizados, para poder actuar con mayor libertad.
De ahí que el mayor regalo hoy a los moradores de las favelas ocupadas por las fuerzas del orden sea ofrecerles una dirección de correos, lo que les hace sentirse también ciudadanos como los demás habitantes de la ciudad. Una socióloga que trabaja en las favelas dijo a EL PAÍS: “Puede ese particular parecer una nimiedad para un europeo, pero no para quien ha vivido años bajo la humillación de sentirse nadie”.
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