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jueves, 23 de junio de 2011



Obama pone en marcha la retirada de Afganistán

La Casa Blanca prepara la salida de 10.000 soldados en 2011

Ante un país y una clase política agotados por 10 años de guerra en Afganistán, Barack Obama anunciará hoy un plan de retirada que podría incluir una aceleración del ritmo propuesto por el Pentágono. Pese a que la situación no está aún estabilizada y la amenaza del resurgimiento de los talibanes sigue existiendo, el presidente parece inclinado a reducir los plazos para la salida de las tropas tras la desaparición de Osama bin Laden y ante múltiples evidencias de que es difícil hacer más progresos en ese país.

Oficialmente no se ha anticipado aún nada de lo que Obama anunciará a la nación esta noche en un discurso. La Casa Blanca está todavía decidiendo el contenido preciso del plan. El presidente se reunió ayer con los secretarios de Estado, Hillary Clinton, y de Defensa, Robert Gates, para discutir los últimos detalles. Pero las declaraciones de algunos miembros de la Administración hacen pensar que, pese a todos los riesgos, hasta 10.000 soldados podrían abandonar Afganistán en lo que queda de año a partir de julio y 20.000 más a lo largo de 2012.

Poco antes de entrar a la reunión con el presidente, Gates admitió que la situación sobre el terreno no es la única razón que Obama debe de tener en cuenta, que la impopularidad creciente de esa guerra y el desgaste económico y político que está ocasionando también son factores que es preciso considerar.

En el Congreso, tanto progresistas como conservadores se han pronunciado recientemente a favor de poner fin a esa guerra cuanto antes. Veintisiete senadores de los dos principales partidos enviaron la semana pasada una carta a Obama en la que solicitaban una retirada mucho más rápida de lo previsto.

Sobre el terreno, sin embargo, los responsables militares aconsejan prudencia. Es cierto que en los últimos meses se han conseguido avances considerables, que las fuerzas norteamericanas y sus aliados de la OTAN han retomado la iniciativa y han reducido la presión militar de los talibanes en diferentes regiones del país. Los últimos informes sobre la evolución del conflicto han dado cuenta de éxitos, tanto en el control de las posiciones conquistadas como en la formación de las tropas afganas, para que sean capaces de asumir la seguridad de su país.

Pero se trata de progresos relativos, frágiles, sin garantías de que no puedan ser revertidos en cuanto se reduzca la presencia de tropas extranjeras. El jefe de la operación en Afganistán, general David Petraeus, presentó la semana pasada a Obama distintas opciones para la retirada que aconsejan sacar a un máximo de 4.000 soldados.

Entre los riesgos que se contemplan está el de que una aceleración de la retirada norteamericana estimule una precipitación también del ritmo de salida de tropas de otros países de la OTAN, que actualmente son 40.000. Ello podría ser interpretado, tanto por las autoridades afganas como por los líderes talibanes, como una prueba de que la comunidad internacional había renunciado ya a la estabilización de ese país. Esto, a su vez, podría ser motivo para una nueva ofensiva de los insurgentes, con los que, según ha confirmado el propio Gates, Washington ha comenzado a entrar en contacto con el propósito de explorar una solución negociada.

Pese a todas las dudas, el presidente mantendrá su compromiso de sacar las tropas. Falta por saber si será a un ritmo que los votantes juzguen adecuado en las elecciones del año próximo. Como candidato, Obama se comprometió a hacer todos los esfuerzos necesarios para ganar la guerra. Con ese objetivo, envió 30.000 soldados más a Afganistán que elevaron el número total hasta los 100.000. Para las elecciones de 2012 probablemente queden en ese país un número similar de tropas al que había cuando Obama tomó posesión, unos 70.000, y no está claro si para entonces será posible decir que la guerra está ganada.

La frustración de los norteamericanos con esa guerra no tiene que ver únicamente con su coste y la falta de progresos militares, sino también con la actuación del Gobierno de Hamid Karzai, que se ha resistido a poner freno a la corrupción y se ha ido distanciando de la misión militar hasta llegar a llamar a las tropas de la OTAN "fuerzas de ocupación".

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