¿CSI o Criminología? Los criminólogos del siglo XXI
Alimentada particularmente por determinadas series televisivas como
el “CSI:”, se identifica hoy la profesión criminológica con los
especialistas en el análisis de la escena del crimen: profesionales que
se enfrentan a un caso concreto con objeto de esclarecer lo sucedido
mediante el examen de restos e indicios, y aplicando técnicas
sofisticadas, hasta muy avanzadas y espectaculares en el plano
experimental.
Ciertamente, la labor de las ciencias forenses, de la criminalística o de la policía científica resulta fundamental para la Administración de justicia: sin ellas difícilmente se puede llevar a juicio a los autores de los delitos más graves y hacer justicia. Sin embargo –como insistiera Antonio Beristain, fundador del Instituto Vasco de Criminología (que celebra este Curso su 40 aniversario)–, el cometido de la Criminología va mucho más allá: se trata de dar respuesta a las demandas sociales sobre la criminalidad y sus efectos.
En nuestras sociedades complejas, la ciudadanía quiere, naturalmente, que los delitos se persigan y se juzguen. Pero, la exigencia ciudadana a los poderes públicos respecto de la criminalidad no se conforma con lo anterior: percibida como un factor generador de alta inseguridad, se reclama también, y no pocas veces en primer lugar, una prevención eficaz. Ahora bien, para intervenir adecuadamente sobre cualquier realidad compleja como es esta, primero hay que conocerla lo mejor posible. Partiendo del análisis de los hechos concretos y de las personas intervinientes (y de los entornos sociales en los que se inscriben), la Criminología busca conocer esa realidad criminal que se resiste a ser estudiada: no sólo debido a la importancia de la cifra negra (volumen de criminalidad que permanece oculto, hasta para la policía), sino hasta por la insuficiente información institucional disponible. Y, como ciencia empírica, aporta las herramientas necesarias para prevenir y tratar la criminalidad en los distintos planos en que esta se presenta.
El cambio de siglo ha traído una transformación radical del profesional criminólogo. Tradicionalmente predominó el “criminólogo funcionario”, dependiente del Ministerio de Interior, de Justicia, de la Administración penitenciaria. Hoy los “nuevos criminólogos” despliegan también su actividad mediante el ejercicio libre de la profesión a través de la consultoría privada o prestando servicios especializados en instancias múltiples. Y es que, al lado de los tradicionales informes criminológicos en asuntos relacionados con la seguridad pública y la administración de justicia o penitenciaria, son tantas las necesidades de conocimiento criminológico…; pensemos en la prevención local y comunitaria de la delincuencia, en el “nuevo” espacio victimológico; o en la ejecución de las nuevas sanciones penales (como el trabajo en beneficio de la comunidad) que no pocas veces demandan el diseño e implementación de programas a proponer a las correspondientes instituciones; y en las empresas y entidades, que pueden quedar exentas de responsabilidad criminal si cuentan con programas de cumplimiento, elaborados sobre auditorías criminológicas… Se subraya asimismo, y cada vez más, el papel del profesional criminólogo en el mundo de la comunicación, que tanto influye en nuestra percepción de la (in)seguridad, así como en la educación, por la positiva contribución que los programas criminológicos preventivos y restaurativos aportan en el aprendizaje de la prevención de conductas violentas (y, en general, de los conflictos) entre menores y jóvenes.
Como sucede con las profesiones “nuevas”, otros profesionales asumen todavía unas intervenciones que competen propiamente a los formados en Criminología. Ahora bien, la competencia y buen hacer de los nuevos criminólogos, pondrá pronto de relieve lo indispensable de los estudios en Criminología para la adquisición de los conocimientos y aptitudes requeridos para estas tareas profesionales, tan relevantes y específicas. Se hará entonces realidad el sueño premonitorio de Sherman (1998), para quien, en este siglo XXI, la penetración de la Criminología en la vida cotidiana llevará a la colaboración de los criminólogos con las más variadas instancias y agentes, institucionales, sociales, económicos…
Ciertamente, la labor de las ciencias forenses, de la criminalística o de la policía científica resulta fundamental para la Administración de justicia: sin ellas difícilmente se puede llevar a juicio a los autores de los delitos más graves y hacer justicia. Sin embargo –como insistiera Antonio Beristain, fundador del Instituto Vasco de Criminología (que celebra este Curso su 40 aniversario)–, el cometido de la Criminología va mucho más allá: se trata de dar respuesta a las demandas sociales sobre la criminalidad y sus efectos.
En nuestras sociedades complejas, la ciudadanía quiere, naturalmente, que los delitos se persigan y se juzguen. Pero, la exigencia ciudadana a los poderes públicos respecto de la criminalidad no se conforma con lo anterior: percibida como un factor generador de alta inseguridad, se reclama también, y no pocas veces en primer lugar, una prevención eficaz. Ahora bien, para intervenir adecuadamente sobre cualquier realidad compleja como es esta, primero hay que conocerla lo mejor posible. Partiendo del análisis de los hechos concretos y de las personas intervinientes (y de los entornos sociales en los que se inscriben), la Criminología busca conocer esa realidad criminal que se resiste a ser estudiada: no sólo debido a la importancia de la cifra negra (volumen de criminalidad que permanece oculto, hasta para la policía), sino hasta por la insuficiente información institucional disponible. Y, como ciencia empírica, aporta las herramientas necesarias para prevenir y tratar la criminalidad en los distintos planos en que esta se presenta.
- Así, el análisis de los hechos o delitos concretos, cometidos por ciertos individuos en lugares definidos (un barrio, junto a una estación de metro, de tren…) permite construir estrategias de prevención situacional.
- Por su parte, el estudio de la relación de la delincuencia con determinados contextos o problemas sociales lleva a promover otro tipo de actuaciones preventivas de carácter más general, aunque igualmente necesarias.
- Además, muchos fenómenos criminales requieren un análisis y tratamiento específico y separado; por poner dos ejemplos, desgraciadamente, de la mayor actualidad: no son lo mismo, ni requieren idéntico abordaje, la violencia de género, la corrupción…
- Con similar propósito preventivo y de defensa de la sociedad, se preocupa la Criminología de la apropiada intervención (en lo posible, resocializadora) sobre el delincuente.
- Por último, y no precisamente en importancia, la Criminología no olvida a las víctimas de los hechos criminales, tan necesitadas de asistencia y reparación…
El cambio de siglo ha traído una transformación radical del profesional criminólogo. Tradicionalmente predominó el “criminólogo funcionario”, dependiente del Ministerio de Interior, de Justicia, de la Administración penitenciaria. Hoy los “nuevos criminólogos” despliegan también su actividad mediante el ejercicio libre de la profesión a través de la consultoría privada o prestando servicios especializados en instancias múltiples. Y es que, al lado de los tradicionales informes criminológicos en asuntos relacionados con la seguridad pública y la administración de justicia o penitenciaria, son tantas las necesidades de conocimiento criminológico…; pensemos en la prevención local y comunitaria de la delincuencia, en el “nuevo” espacio victimológico; o en la ejecución de las nuevas sanciones penales (como el trabajo en beneficio de la comunidad) que no pocas veces demandan el diseño e implementación de programas a proponer a las correspondientes instituciones; y en las empresas y entidades, que pueden quedar exentas de responsabilidad criminal si cuentan con programas de cumplimiento, elaborados sobre auditorías criminológicas… Se subraya asimismo, y cada vez más, el papel del profesional criminólogo en el mundo de la comunicación, que tanto influye en nuestra percepción de la (in)seguridad, así como en la educación, por la positiva contribución que los programas criminológicos preventivos y restaurativos aportan en el aprendizaje de la prevención de conductas violentas (y, en general, de los conflictos) entre menores y jóvenes.
Como sucede con las profesiones “nuevas”, otros profesionales asumen todavía unas intervenciones que competen propiamente a los formados en Criminología. Ahora bien, la competencia y buen hacer de los nuevos criminólogos, pondrá pronto de relieve lo indispensable de los estudios en Criminología para la adquisición de los conocimientos y aptitudes requeridos para estas tareas profesionales, tan relevantes y específicas. Se hará entonces realidad el sueño premonitorio de Sherman (1998), para quien, en este siglo XXI, la penetración de la Criminología en la vida cotidiana llevará a la colaboración de los criminólogos con las más variadas instancias y agentes, institucionales, sociales, económicos…
José Luis de la Cuesta Arzamendi
Director del Instituto Vasco de Criminología (UPV/EHU)
Director del Instituto Vasco de Criminología (UPV/EHU)
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