Hein Severloh, la Bestia de Omaha Beach
“No hubo gloria en las playas ese día, solo mucha sangre, gritos y buenos chicos muriendo”.
Heinrich Severloh, ametrallador del búnker WN62. Playa de Omaha. 6 de junio de 1944. Los norteamericanos de la 1 División de Infantería le apodaron La Bestia de Omaha, después de que su MG-42 acabara con un millar de ellos.
Tal vez aquel héroe de la mitología griega llamado Cadmo seguía sembrando dientes de dragón, para ver como brotaban soldados de la tierra. Severloh llevaba en sus venas gotas de la sangre del dragón, un instinto para matar eficientemente. Un matador nato, ese hombre que en la guerra es apreciado y rehuido en la paz.
Comenzaba el Día D. La hora H estaba prevista para las 5 de la mañana y cientos de lanchas de desembarco se afanaban en cruzar los 8 km del Canal de la Mancha; a un lado Gran Bretaña y al otro Normandía, protegida por el Muro Atlántico de Hitler. Con los invasores en el horizonte, un joven alemán de la División 352 llamado Hein Severloh amartilleaba su MG-42 del búnker WN62, con el dedo en el gatillo, esperando sin temor a los norteamericanos.
Los yankees dividieron la playa de Omaha en diez zonas. El WN62 cubría el este: los sectores Easy Red y Fox Green. la Bestia pasó nueve infernales horas en el nido de ametralladoras rociando la playa. Su posición estaba a 170 metros de la costa y a medio kilómetro del primer punto de desembarco, era invulnerable a las armas ligeras y tenía una línea de tiro perfecta. Únicamente temía ser rebasado por los flancos o recibir el tiro directo de los cañones de la Armada Aliada.
Manejando la ametralladora de izquierda a derecha barrió infinitamente su sector de balas, dejando un reguero de sangre y cuerpos sobre la arena y tiñendo la orilla de rojo. Su arma se recalentó tanto que quemaba la hierba, “pero seguían viniendo, ola tras ola de cada lancha de desembarco que arribaba a la orilla”.
“Recuerdo el primero en morir. El hombre emergió del mar, estaba buscando un sitio donde guarecerse”. La Bestia cogió su rifle Kar-98 y le apuntó a la cabeza, al cuadrado del centro de su casco. “Ví su casco rodar y supe que había muerto. ¿Qué podía hacer?. Eran ellos o yo. Eso fue todo lo que pensé”.
“Eramos unos 30. Todos teníamos un único pensamiento. ¿Saldríamos vivos de aquí?”. Severloh no quería estar en Francia, ni en la guerra. Pero obedecía las ordenes de su teniente de abrir fuego en el momento que asomaran las rodillas por encima del agua. Hasta ese fatídico día, la campiña normanda había sido como unas vacaciones para Severloh, veterano del Frente ruso.
Gastó 12.000 balas, sin pánico ni odio, solo cumpliendo su deber. Al principio los cuerpos estaban a 500 metros, luego a 400, finalmente a 150 metros. Había sangre, gritos, muertos y gente desplomándose. La pleamar traía más cuerpos a la costa.
Las pequeñas pausas eran aprovechadas para refrigerar la ametralladora. “Era consciente de que algunos camaradas se habían largado, pero sentía los ojos de mi teniente puestos en mi y me quedé en mi puesto”.
“Temprano por la tarde me percaté de que era el único en la posición que seguía disparando. Podía ver tanques maniobrando por la playa y supe que no podía contenerlos. Era el momento de retirarse.
“Oí un grito de retirada del liutenant Frerking, buena persona y veterano a sus 32 años”. Severloh corrió de cráter en cráter detrás del complejo de búnkeres, le esperó, pero Frerking nunca apareció.
Hein se enteró muchos años después de que un estadounidense que rebasaba el búnker había ejecutado a su teniente. Severloh fue capturado esa noche en el pueblo de Coleville-Sur-Mer. No contó quien era pues no habrían mostrado piedad. Alrededor de 2.300 americanos murieron en Bloody Omaha. Se estima que un millar fueron abatidos por Severloh y el resto por los otros 29 hombres que vigilaban el búnker 62 del Muro Atlántico. Un tributo en sangre pagado por la infantería al haberse ido a pique los tanques en el Canal. Quizás Cadmo se regocijara con ese diente de dragón brotado el 6 de junio de 1944 y que como legión de uno solo sembró el caos en Normandía.
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