Un batallón soviético es utilizado como carne de cañón para limpiar un campo de minas
febrero 17, 2014 en Frente del Este, Segunda Guerra Mundial
De sobra es conocida la insensibilidad de los mandos soviéticos respecto de la vida sus propios soldados. Relatamos hoy un escalofriante suceso en el que se utilizó un batallón completo para hacer saltar las minas de un campo minado en el avance sobre Jarkov.
El 6 de agosto de 1943, casi un mes después de la batalla de Kursk, comenzó la operación Rumyantsev, la ofensiva soviética de verano. La cuña de tropas soviéticas que se dirigía a Jarkov desde el norte amenazaba, una vez roto el frente germano, con cercar al XI Cuerpo de Ejército Alemán al mando del general Raus.
En uno de los varios intentos que efectuaron los rusos para aislar a esta unidad del resto del frente alemán, se produjo un ataque soviético que heló la sangre a los observadores alemanes. Varias unidades soviéticas habían formado una cabeza de puente a este lado del río Donets. Entre ellas se encontraba un batallón de infantería del ejército rojo que tras cruzar el río había permanecido toda la mañana en un área pantanosa cubierta de vegetación clavado en el barro hasta la cintura y a merced del fuego alemán.
Después de varios asaltos infructuosos, los rusos se dispusieron de una vez por todas a tomar el terraplén fuertemente minado que constituía parte del flanco derecho del XI Armee-Korps para provocar una ruptura definitiva de su frente. Si lograban cercarlo, quedaría expedito el camino hacia Jarkov. Para alcanzar su objetivo no tuvieron reparos en el empleo despiadado e inhumano de sus hombres. El batallón salió de la zona pantanosa y fue alineado frente a la zona minada.
El método fue muy simple: Compañía tras compañía, los infantes soviéticos avanzaron sin detenerse hasta la zona fuertemente minada, adentrándose en ella hasta que una tras otra todas las minas fueron detonando. En poco tiempo, “alfombras de muertos” sustituyeron a los campos de minas. Entonces, atacaron las siguientes oleadas del asalto pisoteando los cuerpos de sus compañeros caídos en su intento desesperado por llegar al desnivel.
Durante horas, el devastador fuego defensivo de las ametralladoras alemanas frustró cada intento ruso de salvar la pendiente. Este fuego se cobró una factura santrienta hasta tal calibre entre los rusos que finalmente una estela ininterrumpida de cuerpos yacía desde el borde de la quebrada hasta las líneas de partida. Muchos de aquellos bravos soldados rusos caídos todavía sostenían los rifles en posición de disparo.
A pesar de tan siniestro espectáculo, el mando soviético necesitaba realizar una ruptura a toda costa, y una y otra vez lanzó nuevas oleadas a la batalla a través de la alfombra de muertos, hasta que la resistencia alemana comenzó finalmente a quebrarse como consecuencia de las pérdidas sufridas y de la falta de munición.
Después de haber permanecido combatiendo durante unas horas, la infantería alemana se vio obligada finalmente a retirarse, haciéndolo ordenadamente. Sin embargo, los alemanes logran mantenerse en la disputada zona de la ladera del bosque hasta la tarde, cuando llegaron refuerzos de retaguardia.
Aunque los rusos, a un coste terrible, habían expandido sustancialmente su cabeza de puente, sus esfuerzos por conseguir una ruptura, incluyendo el sacrificio de un batallón completo, habían fracasado.
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