LAS ARENGAS
Cuando deseéis haceros dueños del corazón de vuestros
soldados, cuando queráis inflamar su espíritu, cuando se acerca el combate o
cuando enterréis a los muertos. Arengad a las tropas.
Ordenado el silencio y la inmovilidad completa, mandad que
se os atienda, mirando a vuestros ojos. Entonces soltad vuestro corazón. Y ya
está hecha la arenga.
La voz clara y entonada, el ademán enérgico y el gesto deben
acompañarla; la brevedad que sea su medida, la sencillez y claridad su modo; e
invocando siempre el nombre de Dios y ordenando que con todo entusiasmo se
conteste a los vivas que sinteticen vuestros ideales completaréis vuestro deseo
de arengar a los soldados.
La revista del Jefe a su tropa debe impresionarla. No
conviene presentarse por sorpresa, que entonces el soldado cree que va
solapadamente a sorprenderlo. Avisando,en cambio, con mucha anticipación para
que entre el nerviosismo que empareja la espera y todos tengan tiempo para
prepararse a recibiros y disimular las pequeñas faltas. Debe elegirse el lugar
en el que más luzcan las tropas y será el propio Jefe el que dicte la clase de
formación, honores y desfile. Todo con esmerado detalle, y si es preciso se
ensaya algunas veces. Se prohibirá severamente que durante el acto se realiza
nadie transite ni se mueva y que se retiren los ociosos y los curiosos de la
propia casa; porque al que no está formado no hay por qué verlo. Ya todo
previsto, con absoluta puntualidad, porque la tropa formada está sufriendo y se
enerva o se impacienta, dando tiempo a que el corneta avise con su toque,
acercaos primero lentamente, con objeto de que el que os recibe pueda dar sus
órdenes, y cuando os deis cuenta de que ya están preparados poned al galope
vuestro caballo y presentaos ante la tropa con arrogancia y gentileza.
Rápida la revista, saludando con expresiva mirada a los más
distinguidos. Es el momento de pronunciar las arengas, dar las órdenes
generales o efectuar el acto solemne que motive la formación y después, sin
perder tiempo alguno, sin dilaciones ni consultas, será el desfile, que habrá
de presenciarse en correcta postura militar y con lamayor atención y cortesía
para cada uno de los que desfilan.
Cuando lo que se haya dicho a la tropa requiere o conviene
su comentario, se ordenará a la terminación del discurso que rompan filas allí
mismo y a la voz de mando del Jefe. Si, por el contrario, es de duelo o
represión, habrá que mantenerlos formados mucho tiempo, extremando la
inmovilidad en las filas. No deben darse más vivas que losque dicte el Jefe y
se debe cortar enérgicamente el que lo vitoreen en la formación.
El primer acto después será el de visitar a los heridos y
los enfermos e ir a orar a la tienda de los muertos, si los hubo en el combate.
Entonces todo vuestro afecto, todo vuestro cariño ponedlo a
contribución. Preguntad con afán y con interés a todos; acariciad como a niños
a los graves. Y a los muy graves o a punto de expirar, sentaos a su lado y
coged sus manos ¡Así seréis los dueños del corazón de vuestros soldados!
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