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martes, 26 de marzo de 2019

EICHMANN, "EL BUROCRATA DEL EXTERMINIO" ANTE LA JUSTICIA JUDIA


La venganza judía contra Eichmann, el mayor asesino de masas del nazismo

Tras la muerte de Rafi Eitan, el hombre que orquestó la captura de uno de los «Arquitectos del Holocausto» de Hitler, repasamos cómo fue la Operación Garibaldi

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Pero el proceso y la muerte de Eichmann no provocaron ni una décima parte de la tensión que generó su captura. O rapto, como prefieren denominar algunos historiadores a su cacería en territorio argentino sin el permiso del gobierno local. La misión se sucedió el
 11 de mayo. Esa jornada, tras meses siguiendo los pasos del criminal nazi y estudiando sus hábitos, un equipo especial del Mossad (el servicio secreto israelí) interceptó al germano, le drogó, y le metió en un avión con dirección al país hebreo. Aquel operativo (llamado Operación Garibaldi) estaba dirigido por el agente Rafi Eitan, el mismo hombre que falleció el pasado 23 de marzo a los 92 años de edad y que, como bien ha señalado el primer ministro Benjamin Netanyahu, fue considerado un ídolo nacional.«El Primer Ministro ha dicho que los servicios israelíes de seguridad han encontrado y detenido a Adolf Eichmann, “el mayor criminal de guerra nazi”». Con estas escuetas palabras desvelaba el ABC, en su edición del 24 de mayo de 1960, la captura en Argentina del que fuera uno de los artífices de la temida Solución Final (la aniquilación sistemática de millones de judíos por parte del Tercer Reich). Poco más señalaba este diario. Tan solo que el reo se encontraba «en una prisión de Israel» y que sería «sometido a juicio próximamente». Lo que se generó a la postre fue una controversia internacional en la que, tras negarse a extraditar a su presa, el país enjuició al teutón y acabó enviándole a la horca. El condenado se mantuvo desafiante hasta el final y se marchó al otro mundo tras proferir un grito ensordecedor: «¡Viva Alemania! ¡Viva Argentina! ¡Viva Austria! ¡Nunca las olvidaré!».
«Mi esposa Sarah y yo, junto con todo el pueblo judío, lamentamos el fallecimiento de nuestro querido Eitan, uno de los héroes del servicio de Inteligencia del Estado de Israel en innumerables actos para la seguridad», señaló el político. Netanyahu también hizo referencia a que el espía era amigo personal de su familia y a que fue uno de los pilares sobre los que se asentó la guerra contra los oficiales nazis que se exiliaron para eludir a la justicia. «Participó en la vida pública, fue ministro en el gobierno israelí y trabajó para restaurar las propiedades judías robadas durante el Holocausto», explicó. Por último, se deshizo en elogios ante el fallecido y le calificó como un hombre «lleno de sabiduríaingenio compromiso infinito con el pueblo de Israel».

Asesino de masas

Si aquella operación de búsqueda y captura se llevó a cabo dentro de los límites de la legalidad es un tema controvertido a día de hoy. Y otro tanto sucede con la negativa de Israel a extraditar al reo para que fuese juzgado por un tribunal internacional. No obstante, de lo que sí podemos estar seguros es de que Adolf Eichmann se merecía pasar por el banquillo tras haber perpetrado todo tipo de barbaridades contra el pueblo judío. Así lo cree el periodista argentino Jorge Camarasa, autor de «Odessa al Sur, La Argentina como refugio de nazis y criminales de guerra» y uno de los grandes estudiosos de los oficiales germanos que, tras la Segunda Guerra Mundial, huyeron de Alemania y atravesaron el charco para ponerse a salvo.
Camarasa recuerda en su obra que Eichmann vino al mundo el 19 de julio de 1906 en Solingen (Alemnia) y que, durante su infancia, la casualidad le hizo tener como maestro al mismo profesor de historia de Adolf Hitler. Su carrera en el Partido Nazi comenzó en 1931 y, apenas un año después, ya se había afiliado a las temibles SS. Lo más llamativo es que este cruel personaje decidió dedicar sus esfuerzos a los llamados «asuntos judíos». «Se especializó en judaísmo, y al cabo de cuatro años leía y traducía el hebreo y podía hablar y entender el ídish», añade. Por desgracia, dentro de su campo de actuación también entraba el exterminio masivo del pueblo semita, su verdadera obsesión durante toda la Segunda Guerra Mundial.
El alemán, durante el juicio
El alemán, durante el juicio
Su cénit como asesino de masas llegó entre 1941 y 1942, los mismos en los que el nazismo se encontraba todavía en auge y los aliados todavía no habían movido ficha para acabar con el Tercer Reich. Ya como coronel, Eichamann organizó las detenciones de judíos, su deportación y su confinamiento en los temibles campos de concentración. «También había prohibido los nacimientos en los campos y había ordenado interrumpir los embarazos mediante abortos provocados. Los ejecutores de sus mandatos eran los llamados Grupos de Operaciones organizados por la Oficina Central de Seguridad del Reich, que actuaban en todo el territorio europeo y en las zonas ocupadas de la Unión Soviética», añade Camarasa en su obra.
Sin embargo, por lo que será tristemente recordado Eichmann fue por ser uno de los principales organizadores de la Solución Final. Es decir, el asesinato en masa de más de seis millones de judíos en los cámaras de gas. El historiador español Álvaro Lozano así lo afirma en su magna «La Alemania nazi (1933-1945)». En sus palabras, la decisión de aniquilar a este pueblo se produjo debido a una «conjunción de factores». A saber: «el fanatismo ideológico extremo» o «las pujanzas radicales». Todo ello, mezclado con una gran dosis de antisemitismo fomentado desde el final de la Primera Guerra Mundial, provocó que en 1942 se apostara por acabar con los hebreos en la Conferencia de Wannsee. La medida enorgulleció a personajes como Heinrich Himmler, quien señaló que el exterminio era «una gloriosa página de la historia que nunca había sido escrita y que nunca lo sería».

Huida y captura

Pero la historia de este curioso personaje no se redujo a la Segunda Guerra Mundial. Tras la contienda, comenzó un periplo por media Europa para escapar de las autoridades aliadas. Según narró el diario ABC en un artículo publicado poco después de su captura, Eichmann fue atrapado «por las fuerzas norteamericanas en Austria el 8 de mayo de 1945». Sin embargo, «el mismo día consiguió despistar a sus captores y escapar». Asustado, «permaneció escondido en la Alemania Occidental hasta 1950». Poco después logró marcharse a Génova por la «ruta de las ratas». Allí obtuvo un pasaporte falso y fue bautizado con un nombre falso que usaría hasta el mismo día de su rapto: Ricardo Klement. El 15 de julio de ese mismo año arribó hasta Buenos Aires, donde esperaba poder descansar.
Hasta Argentina llegaron, a finales de los 50, los espías del Mossad tras averiguar la verdadera identidad de Klement. El cómo arribaron hasta él merecería un estudio exhaustivo. Basta decir que existen decenas de versiones para explicar la forma en la que encontraron la pista. La primera, la más extendida y oficial, es la que afirma que el rastreador que encontró su paradero fue el archiconocido (y controvertido) cazador de nazis Simon Wiesenthal. El gobierno de Israel ofreció poco después la suya, en la que atribuyó toda el mérito a sus agentes secretos. La última fue desvelada en su obra por el propio Camarasa, quien es partidario de que el nazi fue delatado por Wilhelm Sassen, un periodista que escribió las memorias del propio Eichmann después de haberle entrevistado en varias ocasiones.
Eichmann
Eichmann
Fuera como fuese, y obviando la infinidad de saltos que Eichmann dio por Latinoamérica antes de asentarse de forma definitiva en Buenos Aires, en febrero de 1960 una avanzadilla del Mossad pisó Argentina con órdenes de encontrar al nazi y estudiar su posible captura. «El primer grupo llegó a principios de febrero de 1960. Eran tres hombres, a quienes en Buenos Aires se les unieron otros dos y una mujer. Su misión era verificar los pocos datos concretos que tenían y, si era posible, hacer una identificación indudable de Eichmann-Klement», explica Camarasa. No les fue sencillo descubrir dónde residía, pues se había mudado hacía poco. Sin embargo, tras tender una sencilla trampa a su hermano Klaus (le hicieron llegar un paquete dirigido al asesino nazi y le siguieron cuando fue a entregárselo) descubrieron que se hospedaba en la calle Garibaldi. Poco después pudieron corroborar que era él y se inició el operativo para raptarle... sin permiso de Argentina.
El miércoles 11 de mayo de 1960 el equipo (dirigido por Eitan) estaba preparado para capturar a Eichmann. En la operación participarían, según Camarasa, un total de 64 personas. Algunas como agentes de campo (8, en concreto) y otras como meros arrendadores de automóviles y viviendas para evitar que sus compañeros levantasen sospechas. Los agentes decidieron que el mejor momento para detenerle sería el instante en que el antiguo oficial nazi bajaba del autobús comunal que le traía de la fábrica en la que trabajaba. En su edición del jueves 8 de junio de 1961, el diario ABC corroboró este hecho: «Se dice que Eichmann trabajaba en una fábrica de la casa Mercedes Benz, de automóviles, en las afueras de Buenos Aires. En la fábrica se ha indicado que se desconocía la verdadera identidad de Eichmann, ya que había facilitado un nombre supuesto».

El día del rapto

La misión comenzó poco después de las ocho de la tarde. Y lo cierto es que era compleja para los agentes ya que, como el mismo Eitan explicó en una entrevista a la CNN, no contaban con armas para enfrentarse al germano. «Éramos un equipo de operación sin armas, sin comunicación y lo hicimos… y probablemente hoy, con la tecnología, lo haríamos de forma bastante similar». Aquel 11 de mayo el autobús se retrasó. Cuando llegó, los agentes que esperaban en dos coches ubicados cerca de la casa de la calle Garibaldi ya casi habían perdido la esperanza. «Alguien se acerca, pero no puedo ver quién es...», dijo uno de ellos. Acto seguido, el júbilo se hizo con ellos. «¡Es él!».
Eichmann
Eichmann
Con su objetivo en el lugar deseado, uno de los agentes (el más corpulento) se abalanzó sobre él. En principio había pensado agarrar a su presa por detrás. Sin embargo, la posibilidad de que llevara un arma hizo que prefiriera derribarle de un golpe. El impacto fue tan fuerte que el alemán soltó un terrible grito al caer al suelo. Todo sucedió en segundos. A continuación, otro de los espías cogió del brazo al asustando Eichmann y le arrastró hasta meterle en el coche. Le ayudaron dos compañeros más, nerviosos porque alguien pudiera escuchar los alaridos. Poco después, y al más puro estilo de Hollywood, arrancaron y se marcharon a toda prisa de allí. Su siguiente parada fue la sala de interrogatorios, donde le obligaron a desvelar su verdadero nombre.
- ¿Cuál es su tamaño de sobrero?
-Seis y siete octavos.
-¿Y su talla de vestir?
-Cuarenta y cuatro.
-¿Qué número de zapatos calza?
-Nueve.
-¿Y cuál era el número de su tarjeta de afiliación al Partido Nacionalsocialista?
-El 889.995.
-¿Cuándo llegó usted a Argentina?
-En 1950.
Extracto del diario ABC en el que se narra la partida de Eichmann
Extracto del diario ABC en el que se narra la partida de Eichmann
-¿Cómo se llama?
-Ricardo Klement.
-¿Se deben las cicatrices de su torso a un accidente que ocurrió durante la guerra?
-Sí.
-¿Cuál es su verdadero nombre?
-Otto Heninger.
-¿Eran sus números en las SS 45.326 y 63.752?
-Sí.
-¡Entonces dígame cómo se llama!
-Me llamo Adolf Eichmann.

Ejecutado

En palabras de Eitan, todo terminó con aquella declaración. Poco después Eichmann fue trasladado en secreto hasta Israel. Una vez más, sin el permiso de Argentina. Según explicó el agente del Mossad a la CNN, lograron engañar a las autoridades robando la identificación de vuelo del trabajador de una aerolínea. «En esos momento no había Internet, así que nadie pudo comprobar si era él o no», añadió. Según su relato, vistieron al reo con el «uniforme de vuelo» y le pusieron una inyección con droga para que se mareara y no desvelara quién era en realidad. «Estuvo acompañado por un médico que dijo que estaba un poco enfermo. Entregamos los documentos adecuados y nos dejaron pasar», añadió.

El resto es historia. El 23 de mayo el antiguo nazi llegó a su destino. El gobierno de Israel se negó a extraditar a su presa para que fuera juzgada por un tribunal internacional. Tampoco quiso dar ninguna explicación a una Argentina frustrada porque se hubieran saltado a la torera su jurisdicción. Tan solo emitieron un comunicado en el que se señalaba que Eichmann había decidido marcharse por su propia voluntad del país. El 1 de junio de 1962 fue ahorcado tras un juicio que mostró al mundo las escalofriantes prácticas nazis. Jamás se arrepintió. Este diablo tan solo se limitó a repetir, una y otra vez, que se había limitado a obedecer órdenes.

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