La última batalla de la guerra... la ganaron los republicanos
Así reza la declaración recogida en el interrogatorio al soldado franquista Manuel Montañés Vázquez, un herrero de 18 años, natural del Aceuchal (Badajoz), capturado en la Casa de Campo por las fuerzas del Ejército de la República.
Es uno de los 57 prisioneros caídos en manos republicanas en una fracasada operación para tomar Madrid. Pero no se trata del ataque a la capital de noviembre de 1936, cuando al comienzo de la guerra las fuerzas militares y milicias que apoyaban al Gobierno republicano pararon los pies, al grito de "¡No pasarán!", al ejército sublevado en África.
Y, sin embargo, lo sorprendente es que estas fuerzas contendientes protagonizaron el 8 de marzo de 1939 la última batalla de la Guerra Civil: el último capítulo del "¡No pasarán!" en el frente de Madrid. Veinte días después, sin disparar ya ningún tiro, las tropas franquistas pudieron exclamar el "¡Pasamos!" mientras hacían su entrada en la capital.
¿Cómo es posible que, a punto de ganar la guerra, las fuerzas de Franco resultaran derrotadas de nuevo a las puertas de Madrid como en noviembre de 1936?
Tres días antes
La explicación está en los sucesos que tienen lugar en Madrid desde tres días antes. La caída de Cataluña, la dimisión de Azaña en el exilio y el reconocimiento de Franco por Gran Bretaña y Francia, aceleran el derrumbe de la República. En la noche del 5 de marzo, el general José Miaja y el coronel Segismundo Casado constituyen el Consejo Nacional de Defensa con representación de todas las fuerzas del Frente Popular menos los comunistas. Entre sus apoyos destacan los socialistas Julián Besteiro y Wenceslao Carrillo, padre de Santiago Carrillo. El propósito es liquidar la autoridad del jefe de Gobierno, Juan Negrín, respaldado por los comunistas en su política de resistencia, y lograr una paz negociada con los franquistas.El golpe contra Negrín provoca la reacción de las fuerzas militares bajo mando comunista: en pocas horas movilizan efectivos y se hacen con el control de casi todo Madrid. Mientras los combates entre los propios frentepopulistas se multiplican por la ciudad, los mandos de las divisiones franquistas que la asedian deciden realizar a las 6 horas del 8 de marzo una operación de tanteo sobre las líneas enemigas para verificar su resistencia. ¿Con el consentimiento del general Franco?
No he encontrado ningún documento que haga pensar que Franco diera luz verde al reconocimiento ofensivo. Las únicas instrucciones de su cuartel general en Burgos son las de conocer todo lo que ocurre en Madrid. Franco había dado órdenes tajantes de que en la ciudad se entrara sin combatir. Tenía muy presente su derrota de noviembre de 1936.
Las divisiones que intervienen son la 20.ª, la 16.ª y la 18.ª, a las órdenes de los coroneles Alberto Caso, Eduardo Losas y Joaquín Ríos Capapé, respectivamente. Desde los jefes de división al último soldado, todos están convencidos de que lograrán entrar en Madrid dado el caos en las filas enemigas. Confían incluso en que Casado les abra las puertas de la ciudad, según las noticias llegadas de la quinta columna.
Las declaraciones de los soldados
Así lo manifestaron los soldados de la 16.ª División nacional capturados por los republicanos en la operación. El archivo de Salamanca conserva el interrogatorio de 19 de estos cautivos, posiblemente los últimos combatientes franquistas hechos prisioneros en la guerra. Pertenecían a los batallones B de Cazadores de San Fernando n.º 1, C de Cazadores de Ceuta n.º 7 y D de las Navas n.º 2. En su mayoría eran campesinos de Extremadura, Andalucía y Galicia, reclutados con sus quintas. El más joven tenía 18 años y el de más edad 29. Uno de ellos militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) desde antes de la guerra y otro tenía un hermano combatiendo en el Ejército republicano.En sus declaraciones todos confirman el entusiasmo de sus unidades ante el inminente fin de la guerra y la convicción de que los combates entre casadistas y comunistas habían dejado desprotegidos los frentes de Madrid.
Así, el soldado franquista Joaquín López Calca, panadero de Olivenza (Badajoz), de 18 años, declaró ante sus captores que "dieron el ataque, por haberles manifestado los jefes y oficiales que se habían sublevado las tropas en Madrid y que los frentes estaban desguarnecidos".
La misma idea reflejaba el cautivo José Monte Rodríguez, jornalero de Cabra (Córdoba), de 23 años, quien aseguraba que varios desertores republicanos les habían confirmado que "la primera línea estaba desguarnecida por haberse sublevado en Madrid los comunistas".
Pero en los momentos previos a la operación sucede algo insólito. A la reunión preparatoria del ataque en el puesto de mando de la 16.ª División, junto al lago de la Casa de Campo, se presenta borracho el jefe de su tercer regimiento, el teniente coronel habilitado Ramón Lloro Regales, oficial de Regulares de 33 años que lleva toda la guerra en el frente de Madrid. Al verlo entrar así, el jefe de la división, Eduardo Losas, le ordena entregar el mando y retirarse a su puesto hasta nueva orden. Lloro, ofuscado por su destitución, decide desertar a las filas republicanas. A las pocas horas, se desencadena el ataque franquista en los sectores de la Zarzuela, Casa de Campo y Villaverde.
En el de la Zarzuela, fuerzas de la 20.ª División, con apoyo de artillería, saltan la tapia de El Pardo en El Plantío ante las posiciones de la 44.ª Brigada Mixta de la 8.ª División, del coronel Guillermo Ascanio. Apenas ocupan las primeras líneas de alambradas y trincheras enemigas, pero a un precio altísimo: 45 muertos, entre ellos 6 oficiales, y 229 heridos.
En el sector de la Casa de Campo, la 16.ª División franquista ataca las posiciones del Cerro del Águila y el Club de Campo que defiende la 53.ª Brigada Mixta del mayor Lucio Bueno, de la 7.ª División republicana. Un diluvio de fuego de ametralladoras siega a los atacantes según salen de sus posiciones y apenas logran conquistar una primera línea de trincheras. Otro ataque en el sector del lago logra penetrar un kilómetro en las líneas de la 42.ª Brigada Mixta, también de la 7.ª División, desalojando a los defensores de la Casa de los Pozos, donde apresan cuatro ametralladoras Maxim. La operación en la Casa de Campo se cobra 35 muertos, entre ellos 5 oficiales y suboficiales, y 117 heridos, a los que suman 52 prisioneros.
De la operación en Villaverde, realizada por la 18.ª División, se ignoran los detalles y el lugar exacto del ataque contra las posiciones de la 67.ª Brigada Mixta. Sí conocemos las bajas, que son menores que en los otros sectores: 14 muertos, entre ellos tres oficiales, y 18 heridos.
En suma, el ataque ha causado a las fuerzas franquistas 515 bajas: 94 muertos, 364 heridos y 57 prisioneros. Entre los republicanos, la operación pudo causar unas 200 bajas, entre ellas cerca de 30 muertos.
Aunque parezca el resultado de una escaramuza, no deja de ser impactante por las circunstancias en que se producen estas bajas, cuando los franquistas ya tienen la guerra ganada. Además, en los primeros días se ocultan las bajas sufridas. Así, en el parte del 8 de marzo del I Cuerpo de Ejército franquista no se informa de ninguna baja de la 20.ª División, a pesar de que está redactado con datos recogidos hasta las 15 horas. Por ello sorprende que no figure la primera relación de bajas que el jefe de la infantería de la 20.ª División firma a las 13.25 horas, que contabiliza 33 muertos y 162 heridos en el ataque en el sector de la Zarzuela. No será hasta nueve días después del ataque cuando el general Espinosa de los Monteros, jefe del I Cuerpo de Ejército, ordene a sus divisiones confirmar de una vez por todas las bajas de la operación.
En definitiva, el ataque pudo ser consecuencia del ansia de los jefes de división franquistas por entrar en Madrid y ver quién se ponía la medalla de la toma de la capital. Prueba de esa rivalidad es que el coronel Losas le dijera en una entrevista a José María Pemán que el honor de entrar en Madrid correspondía a las fuerzas de la Ciudad Universitaria: a las de su división.
Detrás del "reconocimiento ofensivo" hubo un intento claro y evidente de ruptura del frente para entrar en la capital. De otro modo, se habría hecho sobre un solo sector y con menos efectivos. Las fuerzas que intervinieron sumaron 5.000 hombres. Eran sólo la punta de lanza: tras ellos estaban preparadas para explotar el éxito el resto de las fuerzas de las divisiones en línea y las de reserva, la 14.ª y la 74.ª.
En sus cálculos no entraba, sin embargo, que los rojos fueran a resistir, lo que se debía algo más que al hecho de que sus mandos fueran comunistas. Estos mandos demostraron su compromiso con la política de resistencia de Negrín, al luchar además en dos frentes: contra los casadistas dentro de Madrid, a la vez que mantenían en el exterior fuerzas suficientes para desbaratar el ataque franquista.
Ahí es donde el soldado republicano, pese a ser de quintas, demostró de nuevo la voluntad de resistencia que había hecho legendaria a Madrid. Por encima de la descomposición de su bando y de las deserciones de sus máximos responsables políticos y militares, los combatientes de a pie del Ejército republicano evidenciaron un ejemplar sentido del deber. Igual que sus atacantes, también en su mayoría quintos forzosos, lanzados por sus mandos contra las inexpugnables defensas de la capital cuando ya tenían la vuelta a casa en su mano.
El chivo expiatorio
Pero esos mandos encontraron un chivo expiatorio en el teniente coronel Lloro, que había desertado al enemigo horas. Detenido en el manicomio del actual Museo Reina Sofía, fue juzgado en consejo de guerra el 10 de agosto de 1939 por delito de traición. Se le acusó de haber advertido a los republicanos del ataque. Así lo afirmaron prisioneros y desertores republicanos en el proceso: a las cuatro de la madrugada se les despertó para que reforzaran las líneas ante una previsible ofensiva franquista, anunciada por un teniente coronel pasado a sus filas.A pesar de que Lloro fue depuesto del mando antes de la reunión preparatoria del ataque, su jefe de división, el coronel Losas, declaró que no podía afirmar ni negar que conociera los detalles de la operación. Losas aseguró que lo más probable era que Lloro presumiera que la reunión se celebraba ante un posible avance sobre Madrid, y que esa fuera la "noticia que llevó al campo enemigo".
Lloro fue condenado a muerte. La pena le fue conmutada por Franco en 1939 por la de 30 años de reclusión. En 1944 fue puesto en libertad. Murió en 1954 en su pueblo natal, Ballobar (Huesca).
El 26 de marzo de 1939, Franco desencadenó la llamada Ofensiva de la Victoria. Las unidades del Ejército Popular, a las que Casado había ordenado izar bandera blanca ante la primera acometida de los franquistas, no ofrecieron ya en ningún frente la tenaz voluntad de resistencia con que frustraron el último intento de asalto a Madrid.
Veinte días después de su derrota a las puertas de la capital (a esos episodios dediqué mi novela La ciudad de arena), las tropas franquistas entraron triunfalmente en Madrid. Fue el 28 de marzo de 1939, hecho del que pronto se cumplen 80 años. Un último dato curioso: las divisiones que intervinieron en aquel ataque frustrado, aquella derrota, fueron situadas entre las últimas unidades de infantería que marcharon en el Desfile de la Victoria que el 19 de mayo siguiente recorrió la recién bautizada avenida del Generalísimo. Los que ansiaron ser los primeros desfilaron entre los últimos.
* Eso no estaba en mi libro de la Guerra Civil, de Pedro Corral (editorial Almuzara), está ya a la venta.
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