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lunes, 11 de febrero de 2019

EL FUSILAMIENTO DE CAPITÁN GENERAL DE BURGOS, DOMINGO BATET, QUE SE MANTUVO LEAL A LA REPUBLICA EN 1936

Disparadme al corazón, os lo pide vuestro general»

R.P.B. / Burgos - domingo, 19 de febrero de 2012
 
Batet Mestres. - Foto: DB
 
Asi fue el fusilamiento del general Domingo Batet en el campo de tiro de Vista Alegre • Siendo el jefe de la VI División Orgánica, con sede en Burgos, se mantuvo leal a la República en julio del 36
 
Hacía un frío helador a las siete de la mañana, noche cerrada todavía en Burgos. Algunos integrantes del pelotón de fusilamiento tiritaban. Alguno no solo de frío; sobre todo cuando escucharon las palabras de aquel hombre que había sido su jefe, al que habían admirado y respetado: «Soldados, cumplid un deber sin que ello origine vuestro remordimiento en el mañana. Como acto de disciplina debéis disparar obedeciendo la voz de mando. Hacedlo al corazón; os lo pide vuestro general, que no necesita perdonaros, porque no comete falta alguna el que obra cumpliendo órdenes de sus superiores». Con los disparos llegó el alba. El cuerpo de Domingo Batet cayó inerte. Al día siguiente, dos líneas escondidas en los periódicos locales daban escueta cuenta de la noticia. Así de breve fue la crónica de una venganza.

El capitán general de Burgos, Domingo Batet Mestres, fue fusilado en el campo de tiro de Vista Alegre. Del hombre que se mantuvo leal a la República cuando la sublevación militar de 1936. Del hombre que fue a ocupar la máxima responsabilidad militar en el peor momento al lugar más peligroso. Católico y conservador, llegó a Burgos en junio de ese mismo año, menos de un mes antes del golpe. Su hoja de servicios era intachable. Por ejemplo, en el año 1934 había sofocado una violenta insurrección de la Generalitat de Cataluña siendo capitán general de aquella división. Sin embargo, parte de su fatal destino se encuentra ahí, en aquella hoja inmaculada. En 1921, tras el Desastre de Annual, fue nombrado juez de lo que se llamó ‘Expediente Picasso’, un informe en el que se daba cuenta del papel de los militares españoles en el norte de África. En aquel informe, uno de los mandos no salía bien parado.Se llamaba Francisco Franco.

De nuevo en 1936, Batet se hizo cargo de la VI División Orgánica. Precisamente uno de los lugares clave de la rebelión que ya estaba en marcha. Él sabía que había una conspiración, pero no que pudiera estar tan avanzada. Y menos aún que fuera a traicionarle como lo hizo uno de sus hombres más cercanos: Emilio Mola, general de la guarnición de Navarra, militar de prestigio a quien el propio Batet había defendido y protegido cuando con la llegada de la II República éste cayó en desgracia. Circunstancia que Mola, como un judas cualquiera, se aprestó a recordarle a propósito del nombramiento de Batet como jefe de la VI División Orgánica tras las protestas que por ello se generaron en Cataluña. Escribía Mola el 29 de junio: «Como esta actitud a mi entender constituye además de una injusticia un vejamen, y yo no olvido que cuando estuve perseguido -al proclamarse la República- fue Vd. uno de los pocos generales en activo que entonces estuvo a mi lado y me defendió, me apresuro a hacerle presente mi absoluta y leal adhesión».

Pero Batet desconfío pronto de la situación; el ruido de sables era ensordecedor. El día 10 de julio se entrevistó en el monasterio de Irache con Mola, que le dio su palabra de honor de que no se sublevaría. Batet le creyó. Pero aunque el 17 hizo todo lo posible por sofocar el golpe, el 18 fue finalmente detenido en su despacho de Capitanía. Mola hubiese querido convencerle de que se sumara a la rebelión. Lo intentó, una vez apresado, a través de Fernando Moreno Calderón, jefe del estado mayor. Mola admiraba a Batet y le apreciaba realmente. Tanto que cuando le comunicaron su detención y su negativa a adherirse al golpe, ordenó secamente: «Que lo traten bien».

De hecho, fue la protección de Mola lo que mantuvo con vida a Batet, al contrario de lo que le sucedió la mayoría de los militares que se mantuvieron leales a la República, que fueron pasados por las armas en las horas y días siguientes. Trasladado al cuartel de San Marcial y posteriormente al penal central, Batet fue juzgado el 8 de enero en consejo de guerra. La sentencia le acusa de «adhesión» a un Gobierno que estaba fuera de la ley y por tratar de «contrarrestar el «alzamiento» militar. Y le condena a la pena de muerte por traición y rebelión. El propio Mola, que lo había protegido en las primeras semanas, se murió en Alcocero poco después. Otros militares como Queipo de Llano o Cabanellas trataron de interceder ante Franco para que se le conmutara la pena. Fue inútil.

La revancha

El historiador Hilari Raguer, biógrafo de Batet, sostiene que su ejecución fue una venganza de Franco por aquel ‘Expediente Picasso’, en que lo había acusado de corrupto y de unas cuantas cosas más, como las que siguen: ««El comandante Franco, del Tercio, tan traído y llevado por su valor, tiene poco de militar, no siente satisfacción de estar con sus soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza para curarse de enfermedad voluntaria, que muy bien pudiera haberlo hecho en el campo, explotando vergonzosa y descaradamente una enfermedad que no le impedía estar todo el día en bares y círculos. Oficial como éste que pide la laureada y no se le concede, cuando con tanta facilidad se ha dado, porque sólo realizó el cumplimiento de su deber, ya está militarmente calificado».
Batet vivió su encierro con dignidad y un alto sentido del honor militar, pese a que Franco humilló incluso a su familia. Poco antes de morir, escribió esta misiva a sus hijos: «Sed buenos ciudadanos y cumplid siempre con vuestro deber cualquiera que sean las circunstancias que os depare el destino. Las naciones sufren mucho por no cumplirse sus leyes y el mal es mucho mayor cuando faltan a ellas los propios gobernantes ( ). Son momentos de pasión en que se desatan los instintos perversos la justicia huye espantada, no actúa y se viste de luto Pero ella actuará. Os bendice y abraza vuestro padre, Domingo».

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