Bédeilhac, la cueva prehistórica que protagonizó la 2ª Guerra Mundial.
La vertiente norte de la cordillera
pirenaica es una enorme muralla compuesta por impresionantes rocas
calizas. Su formación tuvo lugar durante la orogenia alpina, hace 55
millones de años, cuando el choque de las placas africana y europea hizo
emerger la cordillera. Tras lo cual, estas rocas fueron sometidas a una
gran erosión cárstica, a la que se sumó la erosión superficial de
cientos de ríos en su camino al Atlántico. Todo ello ha conformado un
paisaje de barrancos, cañones, galerías subterráneas, cavidades y
cuevas.
Precisamente estas últimas son las que
nos ocupan hoy día. Ya que esta constatado que más de un cincuentena de
ellas fueron habitadas por el Homo Sapiens tras su llegada a Europa. En
concreto a partir del Paleolítico, una de las épocas más frías de
nuestro planeta. En Caminando por la historia, ya hemos conocido dos de ellas, estoy hablando de la Cueva de Niaux y sus espectaculares pinturas negras. Y en segundo término la Cueva de Mas d’Azil sin duda una de las más importantes de todos los Pirineos.
Pero hoy toca hablar de otra de ellas,
la cueva de Bédeilha, conocida y estudiada desde el siglo XIX. Pero será
precisamente en 1906 cuando Henry Breuil, una vez más, sea quien
descubra en su interior pinturas paleolíticas. Tras lo cual,
posteriormente fueron datadas como pertenecientes al denominado periodo
Magdaleniense, ósea alrededor de hace 15.000 años. Ahora bien,
podríamos catalogar a Bédeilhac como una de tantas cuevas Paleolíticas
del Pirineo. Pero lo que la hace especial pasó durante el siglo XX, en
concreto durante la 2ª Guerra Mundial.
Una cueva descomunal.
Sin duda es lo primero que salta a la
vista. La cueva de Bédeilhac tiene más de un kilómetro de profundidad.
Además tiene al menos seis galerías internas donde se han localizados la
mayor parte de los restos prehistóricos. Pero lo que más llama la
atención, y el motivo que nos atañe, es su espectacular entrada de más
de 17 metros de altura y cerca de 50 metros de anchura.
Estas descomunales medidas sirvieron
para convertirla en un taller de reparaciones durante la 2ª Guerra
Mundial, y posiblemente como pista de despegue de los aviones alemanes.
Este último aspecto debidamente entrecomillado, ya que la mayoría de
estudios se decantan por la falsedad de este último punto.
¿Qué sucedió?
Tras el estallido de la 2ª Guerra
Mundial, en el mes de Septiembre de 1939, el gobierno francés decide
pasar a la acción. En consecuencia emite una circular donde exige a las
industrias, principalmente armamentísticas, su protección ante intentos
de sabotaje o destrucción, por parte del rival alemán.
En dicho contexto aparece la figura de
Emile Dewoitine, uno de los grandes constructores de aviones franceses.
Entre otros, de su taller en Toulouse salía a diario el mejor avión de
guerra del ejército francés, me estoy refiriendo al Dewoitine D520.
Tras desechar la idea de instalarse en
la cueva de mas d’Azil. El empresario de Toulouse decide preparar
Bédeilhac para instalar allí su planta de ensamblaje de aviones. Por lo
tanto, a finales de 1939 empieza los trabajos de nivelación, y posterior
asfaltado de la entrada de la cueva.
En junio de 1940 ya se había habilitado
350 metros, estos sirvieron de cobijo a los primeros aviones que
llegaban de Toulouse. Aunque ese mismo mes, todo se detendrá de golpe.
El motivo, el armisticio firmado por el Hitler y el Mariscal Pétain,
este último el líder del régimen colaboracionista francés. Por cierto y
como es conocido, esta firma se celebró, en el mismo vagón donde tuvo
lugar la firma del armisticio, de la primera Guerra Mundial entre
alemanes y franceses. El sitio elegido no fue casualidad, sino la
devolución de la humillación que los alemanes habían sufrido en 1918.
A partir de ese momento, la actividad en
nuestra protagonista, pasará a un segundo término. Ya que durante la
Francia de Vichy, el férreo control alemán imposibilitó su función.
La Wehrmacht toma el control.
El 8 de noviembre de 1942 las tropas
aliadas inician la operación Torch. Esta se convierte en un desembarco
de tropas aliadas en el norte de África, con la clara intención de
acabar con el dominio de Alemania en dicho continente. Además de ser
punta de lanza para la ofensiva contra la Italia de Mussolini. La
reacción no se hizo esperar, tres días después Alemania finiquitaba los
escasos recursos de la Francia de Vichy.
El peligro para el III Reich era
evidente. El control del mediterráneo por parte de los aliados, suponía
como ya me he referido, vía libre contra el gran aliado en Europa de la
Alemania de Hitler, que no era otra que Italia.
Por dicho motivo la Wehrmacht alemana
decide ocupar la cueva de Bédeilhac. Sin duda juega a su favor la
estratégica situación. Dicha ocupación se convertirá, en la época más
oscura en lo referente a información de esta cueva, durante el periodo
de la 2ª Guerra Mundial. Por un lado esta constatada la ocupación de la
misma para realizar trabajos de reparación de aviones. Aunque en el
aspecto de que sirviera como pista de despegue de aviones alemanes, como
ya me referido, surge la controversia.
Hoy día, la mayoría de historiografía se
decanta por que no existió ningún despegue, desde la pista preparada
para tal efecto, durante el periodo de la 2ª Guerra Mundial. A pesar
de ello, sigue habiendo las evidentes referencias de testigos que lo
aseguran, aunque no se les ha concedido gran credibilidad.
Georges Bonnet si despegó desde Bédeilhac.
En 1972 el piloto de Tarbes, Georges
Bonnet, fue invitado a intentar constatar que los despegues y
aterrizajes en Bédeilhac eran posibles. De esta manera a los mandos de
un Morane Rallye, dicho piloto despegó y aterrizó en la cueva en varias
ocasiones durante ese año. Este hecho lo volvió a repetir dos años
después, en concreto durante el rodaje de un reportaje para la
Televisión Francesa, y además con el Morane Rallye camuflado como un
avión de guerra alemán.
Puestos a especular.
Sin ir más lejos, el mítico Stuka
alemán, que fue uno de los aviones más utilizados por la Luftwafe
alemana durante la 2ª Guerra Mundial. Más concretamente despegando y
aterrizando el uno de los portaviones más importantes de Alemania. Me
estoy refiriendo al Graf Zeppelin que atesoraba una eslora de 262
metros. Esta medida era muy inferior a los 350 metros acondicionados de
la Cueva de Bédeilhac. Por lo tanto en un principio no parece tan
descabellado el tema del despegue de aviones desde Bédeilhac. Por lo que
un servidor seguirá buscando evidencias de certeza en este apasionante
tema. Aunque poniendo un toque de humor, no me imagino un fallo de
cálculo en el aterrizaje.
Por último y pese a todo lo relatado, no
valláis a Bedéilhac a preguntar por el avión de Georges Bonnet
expuesto en la entrada. Los guías del complejo lo contemplan, como una
anécdota, comparada con la enorme importancia que dicha cueva tiene para
la compresión del Paleolítico Superior.
Imágenes: commons.wikimedia grotte-de-bedeilhac
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