Las Fuerzas Armadas Peludas, un experimento fallido del ejército alemán
En unos años en que se extendía la contracultura por Europa, los hippies habían empezado a poner de moda las largas melenas apenas una década antes, a alguien en Alemania se le ocurrió que sería buena idea dar mayor libertad a los reclutas. Y al mismo tiempo ofrecer una imagen del ejército acorde con los tiempos. Éstos eran los de la Guerra Fría y el miedo nuclear.
De modo que el 8 de febrero de 1971 el Bundeswehr levantó la prohibición de dejarse el pelo largo a sus soldados. Con una única restricción: aquellos que se dejasen la melena hasta los hombros debían usar redecillas, como las que utilizan los cocineros en los restaurantes, por ejemplo.
Todo comenzó en 1967 cuando Albrecht Schmeissner, que más tarde se convertiría en miembro destacado del Partido Verde, ingresó al servicio militar. Desde el primer momento se negó a pasar por la peluquería militar, alegando sus derechos constitucionales y que, además, las normas militares alemanas no estipulaban exactamente la longitud máxima permitida para el pelo. Al final tuvo que capitular, pero las bases del debate ya estaban puestas.
La culminación se produjo con la orden del 8 de febrero, firmada por el ministro de defensa Helmut Schmidt, que años más tarde se convertiría en canciller. En la orden, a la que se apodó el decreto redecilla, se especificaba:
El Bundeswehr debe tener en cuenta la evolución del gusto general, que no puede ignorar. El pelo largo se permitirá en el futuro, pero con una condición. El pelo y la barba se deben mantener limpios y bien cuidados. Los soldados cuyo trabajo y seguridad puedan verse afectados por su peinado deben usar una redecillaEl Bundeswehr compró incluso 740.000 redecillas para distribuir a los soldados.
Por supuesto enseguida surgieron voces en contra del decreto. Los primeros, los barberos militares, muchos de los cuales decidieron abandonar las bases y establecerse por su cuenta ante la falta de trabajo. También los políticos y los medios conservadores, que no dejaron de inventar y publicar chistes al respecto
.
Según afirma el diario Spiegel el resultado fue un aumento de los casos de piojos en los cuarteles, problemas en la piel, brotes de acné, irregularidades intestinales (sic), o mayor suciedad de la ropa, entre otros.
Se armó una comisión para estudiar estos hechos, que además de los aspectos relacionados con la salud también halló un incoveniente económico. Los soldados, al llevar el pelo largo, usaban más agua para lavarse lo que se traducía en mayores gastos de mantenimiento de tuberías, e incluso en electricidad por los secadores de pelo. Algo que al parecer los presupuestos militares alemanes no podían soportar.
De modo que visto el informe desfavorable de la comisión, en mayo de 1972 se anuló el decreto y se estableció que el cabello de un soldado no podía tocar su uniforme ni cubrir sus ojos u oidos.
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