UN SOLDADO LLAMADO MIGUEL DE CERVANTES (General de División Rafael Dávila Álvarez)
Los reyes inauguraron el pasado día 4 en la Biblioteca Nacional la exposición ‹‹Miguel de Cervantes: de la vida al mito (1616-2016) ››, con la que se abren los actos conmemorativos del 400 aniversario de su muerte.La exposición se estructura en tres ejes: ‹‹Un hombre llamado Miguel de Cervantes, Una imagen llamada Miguel de Cervantes y Un mito llamado Miguel de Cervantes››.
Es lamentable que el ministerio de defensa, preocupado por menesteres más rentables, no haya intervenido en el acontecimiento patrocinando un eje tan destacado como los otros, además de singular: ‹‹Un soldado llamado Miguel de Cervantes››. Soldado de aquella legendaria Infantería, la mejor del mundo, los mejores soldados existentes en la cristiandad.
Honor y gloria de las armas fue Cervantes que enfermo se pone en primera línea de combate cuando su nave entra en batalla; siempre de su pluma salió la alabanza al noble oficio de soldado.
Nuestros soldados eran y son grandes de España sea el que sea su origen. Entonces formaban en los Tercios de Flandes, nobles, segundones de casas nobles, caballeros, arrapiezos y rufianes. Todos soldados: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Francisco de Aldana. La nobleza era ser soldado por la fe católica y la lealtad al rey. No fue soldado Shakespeare, ni Corneille o Goethe como muy bien nos recuerdan Fernando Martínez Laínez y José María Sánchez de Toca en su magnífico libro Tercios de España. La Infantería legendaria.
‹‹Sábete Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro››.
Mucho han cambiado las cosas. Ahora cuesta reconocer el oficio de Cervantes, soldado, gloria de las letras, una vida de armas y letras. También cuesta recordar que hace unos días se cumplieron 75 años de la muerte de un Rey de España, el que más años reinó: Alfonso XIII. Es un paréntesis que no he podido evitar desde el dolor del olvido. Nuestros reyes son desde Lepanto, Católicas Majestades. Memoria histórica.
Ahora se trata del homenaje a un hombre, el más insigne escritor español, don Miguel de Cervantes, un soldado de Lepanto.
No es baladí recordar aquella proeza. Cuando Europa cansada y escéptica se lanzaba a la herejía, España la combatió no solo con la espada, sino con la más pura ciencia teológica del Concilio de Trento. Proa y vigía del mundo, advirtió el gran peligro que les acechaba. Una cultura y una civilización que siguen siendo la base desde la que se ha formado la civilización occidental y que es cuna de la libertad y el entendimiento. Hubo que derramar sangre para ello, de soldados valerosos y entregados a la causa, entre ellos Cervantes. Parece que esa faceta del soldado quiere ocultarse.
Lepanto: ¡Victoria! Resonaba sobre el ancho mar.
Don Juan de Austria, el vencedor.
Allí estaba el poeta -siempre hay un soldado poeta- , que reclama su puesto a la hora del combate. No es una broma o un juego, es la vida con muchas probabilidades de perderla, casi todas.
Aquel soldado herido escribió la mejor crónica de la batalla: ‹‹la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros››. Profeta.
‹‹Si me propusieran y facilitaran un imposible, quisiera antes haberme hallado en aquella acción prodigiosa, que sano ahora de mis heridas sin haberme hallado en ella… que las heridas que el soldado muestra en el rostro y en el pecho estrellas son que guían a los demás al cielo de la gloria››.
Don Juan de Austria clava a su ‹‹Cristo de las Batallas›› en lo alto del estanterol. Para que fije en él la mirada el soldado antes de mirar su espada. Empieza el combate ¿se crea un mito? Es la vida diaria, la de un soldado en campaña.
A la guerra me lleva
mi necesidad;
si tuviera dineros,
no fuera, en verdad.
Miguel de Cervantes, combatiendo en Lepanto desde la arrumbada, camino de la proa de la galera enemiga, recibe tres disparos de arcabuz, dos en el pecho y uno en la mano izquierda. Se convierte en soldado aventajado.
Novarino, Túnez, La Goleta, Corfú. Después de años de guarnición en Sicilia, Cerdeña y Nápoles, regresa a España. Quiere la patente de capitán y levantar una compañía. Méritos tiene y su espíritu brilla entre sus heridas. Una tormenta dispersa las naves y Cervantes es hecho prisionero y conducido a Argel. Adalid de los miles de cristianos allí presos logra evadirse, pero en Orán vuelve a ser hecho prisionero. Vuelta a escapar, organiza una sublevación de cautivos y las traiciones le llevan de nuevo preso hasta que fue rescatado por dos trinitarios. A su llegada a España en 1580 al soldado Cervantes se le asigna la que sería su última misión: agente secreto a Orán. Contaba treinta tres años.
Fue la vida de Cervantes la de un soldado. La misma vida que tienen ahora, siempre agitada y olvidada por todos. Después de darla, si esta te queda, se convierte en la búsqueda de empleo para sobrevivir.
Nada ha cambiado después de 400 años.
Este es el soldado Miguel de Cervantes, condición que ahora ocultan cuando es la base de sus páginas de gloria, de su literatura de valores castrenses por encima de todo, de amor a unos principios, a una religión y a una patria. Por mucho que indaguemos, leamos y discutamos, no me queda la menor duda de que don Miguel de Cervantes era, y esa es su grandeza, uno de los miles de españoles que a lo largo de la historia muestran su talla en el difícil arte de la vida. Cervantes lo dejó escrito y fue, como la mayoría de ellos, un humilde soldado de los que a menudo combaten con y por la vida, aunque encuentren la muerte por el camino.
Señor ministro de defensa, lo importante no es la industria de defensa ni las ingenierías de sistemas, lo importante para un español, para su ministerio, es el alma, sí, el alma del soldado español. Como la de Cervantes, el ejemplo de ser soldado.
Hace tiempo me hice eco de este perfil que figura en las redes sociales: ‹‹Director, escritor, cantante, poeta, pintor, actor, compositor, escultor y ni aún así triunfo… así que legionario››. Me impactó. Es la vida. Todos somos en ella soldados y poetas.
Ahora se olvidan del soldado cuando puede ser que sin ese antecedente: un soldado llamado Miguel de Cervantes, no hubiese existido un mito llamado Cervantes.
Cervantes sigue entre nosotros, solo hay que abrir los ojos y mirar hacia
el lugar adecuado. También entre los soldados.
General de División (R.) Rafael Dávila Álvarez
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