Monumento a los objetores de conciencia en Londres Ione Saizar
6. VIVENCIAS Objeción de conciencia
La batalla de los que dijeron 'no' a la guerra
Les marcaban con plumas blancas y ahora les honran con un clavel blanco. Un siglo ha transcurrido entre ambos gestos, completamente opuestos en finalidad e intención, hacia los objetores de conciencia.
El primero, que se propagó como la pólvora durante la Primera Guerra Mundial, simboliza la cobardía de los hombres que rechazaron alistarse en las Fuerzas Armadas británicas. El segundo indica valor y firmeza de carácter en los que se negaron, y aún se resisten, a empuñar un arma contra otros seres humanos.Batallones de mujeres patrullaban las calles de Reino Unido durante la 'Gran Guerra' y entregaban una pluma blanca a los varones que no vestían uniforme militar. La ofrenda representaba la más directa táctica para identificar y humillar en público a los que desobedecieron la consigna de la propaganda gubernamental: «El país os necesita».
Biblioteca del Congreso
No crié a mi chico para ser soldado, lo eduqué para ser mi orgullo y alegría. ¿Quién osa ponerle un fusil al hombro para disparar al retoño de otra madre?
Pioneros
La declaración de hostilidades contra Alemania, el 4 de agosto de 1914, precipitó la formación de grupos de presión y asociaciones políticas en torno a figuras clave en el movimiento pacifista, como el economista y asesor en el Tesoro británico, John Maynard Keynes, el filósofo Bertrand Russell, el biógrafo y miembro del grupo de intelectuales de Bloomsbury, Litton Stratchey, o, entre otros, el diputado Philip Morrell y su mujer Lady Ottoline. Llevaron la campaña al Parlamento de Westminster y lograron incluir la objeción de conciencia entre las cuatro posibles exenciones al reclutamiento admitidas en la Ley del Servicio Militar de 1916.«Introducir la objeción de conciencia en la legislación fue un gran logro», reconoce Ruth Cadbury, concejala laborista en un ayuntamiento del oeste de Londres. Cuáquera como el resto de su familia -fundadora de la famosa marca de chocolate- participó el día internacional de los objetores de conciencia, el 15 de mayo, en un homenaje que este año adquirió mayor trascendencia por coincidir con el centenario de la Primera Guerra Mundial.
«En la fábrica se cuestionó si se debía enviar chocolate al frente. Lo que unos consideraban un acto de humanidad, otros lo veían como una acción que alimentaría la guerra. Así es el pacifismo, un continuo dilema de conciencia y cada persona ha de tomar su propia decisión» Ruth Cadbury
Ione Saizar
Mi abuelo era un pacifista y condujo ambulancias durante la guerra. Cuando volvió al pueblo no encontró empleo. Le tacharon de cobarde por no combatir y nadie le dio empleo
Max Smith
Seis mil de los 16.000 objetores británicos fueron encarcelados al menos en una ocasión a lo largo de la guerra. Peor suerte tuvieron los estimados 1.500 «absolutistas» que pagaron su rechazo total a asistir en tareas civiles a la «fútil contienda» con edictos de muerte, conmutados después a años de trabajos forzados en cautiverio. El ostracismo, los insultos y ataques de los vecinos se prolongaron hasta después del armisticio. «Mi abuelo era un pacifista de Yorkshire y condujo ambulancias durante la guerra. Cuando regresó al pueblo no encontró empleo. Le tacharon de cobarde por no combatir y nadie le dio empleo», rememora Max Smith, productor de la BBC.
La objeción de conciencia tiene hoy un perfil más aceptado socialmente, aunque la ley castrense sigue castigando a soldados británicos que cambian de opinión y se niegan a ir al frente, ya sea en Irak o Afganistán. Corea del Sur e Israel se citan entre los países con mayor número de presos por rechazar las armas. «En tiempos de paz se les reconoce como idealistas y gente con principios nobles. Pero no debemos hacernos muchas ilusiones. De caer en otra terrible guerra mundial, quien se niegue a luchar será tan impopular y perseguido como en 1916», resalta el historiador.
La política laborista relaciona la evolución de las percepciones del objetor de conciencia con la apertura informativa que, a diferencia del mono-canal de la propaganda estatal de antaño, lleva los conflictos a los televisores de todos los hogares. «Ahora hay más debate», advierte, y puntualiza:«El pacifismo no es pasivo. Implica una acción activa y constante para prevenir guerras, limitar el conflicto, fomentar el diálogo, procurar la reconciliación y dar tiempo a la diplomacia».
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