Así fueron los enredos políticos que provocaron la I Guerra Mundial
Día 28/07/2014 - 14.13h
El 28 de julio de 1914, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia provocando una reacción en cadena que dio origen a una gigantesca contienda
Tal día como hoy, aunque hace un siglo, Austria-Hungría consiguió hacer Historia al iniciar un conflicto –la Primera Guerra Mundial- que sería recordado por la ingente cantidad de ataúdes que hubo que llenar tras la contienda –unos diez millones- y por las múltiples innovaciones tecnológicas que nacieron con un único objetivo: matar. Sin embargo, esta lucha de dimensiones mundiales comenzó oficialmente por un suceso aislado que fue utilizado como excusa para iniciar las hostilidades contra Serbia (el asesinato del archiduque Francisco Fernando) y, extraoficialmente, por los múltiples intereses internacionales que había en juego.
Corrían los últimos días de junio de 1914, cuando el heredero al trono imperial austro-húngaro –Francisco Fernando- decidió premiar a los habitantes de Sarajevo (la capital de Bosnia) con su presencia. Para ello, dictaminó que, tanto él como su mujer, harían una visita oficial a la ciudad para pasar revista al ejército ubicado en la región. Por entonces, el país se hallaba bajo administración de su Imperio y, aunque el archiduque sabía que esto generaba tensión en otras lugares como Serbia –la cual se había independizado hacía poco del Imperio Otomano-, el futuro monarca no consideró que hubiera nada que temer.
Un asesinato «perfecto» para todos
Pero Francisco Fernando estaba muy equivocado, pues los serbios tenían sus propias ideas: crear un imperio eslavo. Y, para desgracia de Austria-Hungría, querían incluir en él a Bosnia. Por ello, habían proliferado en la región multitud de movimientos nacionalistas que, a base de bomba y atentado, pretendían obligar a la potencia internacional a abandonar el territorio por la fuerza.
Así pues, en un intento de mostrar lo poco que gustaba en la región que Austria-Hungría se hubiera anexionado Bosnia, un grupo nacionalista llamado «Joven Bosnia» decidió preparar una cruel sorpresa al archiduque y organizó un atentado con el que buscaban hacerse escuchar por las bravas. Concretamente, establecieron que acabarían con la vida de Francisco Fernando y su mujer cuando viajaran –en coche y entre la multitud- por las calles de Sarajevo tras pasar revista a los militares. Para ello, se hicieron con varias armas en Serbia y, desde allí, viajaron en busca del futuro monarca ansiosos de cumplir su propósito.
En un primer momento, intentaron acabar con el coche en el que viajaba Francisco Fernando de un buen bombazo pero, al no surtir efecto el explosivo, se recurrió a una medida bastante menos sutil: un chico de 18 años llamado Gravilo Princip, se acercó al automóvil y, casi a quemarropa, disparó sobre el dignatario y su mujer. Nada se pudo hacer por ellos. «El automóvil se abrió paso entre la confusa muchedumbre, alborotada por el atentado, para (intentar salvar) a los dos heridos. Pero cuando los médicos llegaron al Palacio de Gobierno, el archiduque y su esposa ya habían muerto», afirma Vicente Blasco Ibáñez en su obra «Crónica de la Guerra Europea 1914-1918»-.
El atentado fue perpetrado sin mayor dificultad. No obstante, lo que no sabían los terroristas es que habían dado la excusa perfecta a Austria-Hungría para cargar militarmente contra Serbia. De hecho, el Imperio ya había iniciado antes del ataque terrorista los preparativos para crear una «Liga Balcánica» con la que tomar el poder en dicho país. «Para Austria el atentado suponía un inmejorable pretexto para, de una vez por todas, eliminar a Serbia como factor político. Tal como lo veía Viena, sólo tenía dos opciones ante sí: revolución o guerra», explica María Soledad de Mateo Menéndez en su libro «La Primera Guerra Mundial». De improviso, y a pesar de que la sangre de un archiduque había sido derramada, todos se quedaron contentos con lo sucedido.
Los enredos políticos
Deseoso de iniciar las hostilidades contra Serbia, Austria-Hungría comenzó sus intrigas políticas. Para empezar, si quería emprender una guerra, necesitaba la ayuda de su principal aliado. «En las consultas que tuvieron lugar en los primeros días de julio, Guillermo II de Alemania animó a Austria a actuar con firmeza y le prometió todo su apoyo. Alemania no podía sacrificar a Austria en aras de la paz general, pero contaba la posibilidad de que el resto de potencias permitieran un conflicto localizado», añade la autora en su obra.
Sin embargo, Alemania y Austria no podían estar más equivocadas, pues Rusia .aliado tradicional de la región afectada- no tardó en posicionarse del lado de Serbia. La respuesta fue tajante: «si atacáis, os declararé la guerra». Algo parecido sucedió con Francia que, antes incluso de que comenzara la contienda, declaró que seguiría a los rusos en cualquier acción militar que emprendieran. Las piezas estaban preparadas sobre Europa (que ahora hacía las veces de un improvisado tablero de ajedrez) y sólo era necesario que los austríacos dieran el pistoletazo de salida para que comenzaran las matanzas.
Un ultimátum imposible de cumplir
Por su parte, Austria-Hungría se armó y se dispuso para iniciar la contienda, aunque antes tuvo que buscar un pretexto. «Asegurado el apoyo alemán, Austria preparó su acción ofensiva, Su deseo era consumar una expedición de castigo contra Serbia, y no pensaba contentarse con un mero éxito diplomático. Por ello, preparó cuidadosamente durante días los términos de un ultimátum tan duro que Serbia no podría aceptar, lo que daría paso a la guerra. El ultimátum fue presentado al gobierno de Belgrado el 23 de julio, y debía ser contestado en un plazo de 48 horas sin negociación ni discusión», añade María Soledad de Mateo Menéndez.
En el ultimátum –el cual estaba ideado para que fuera rechazado- Austria-Hungría exigió al gobierno serbio, en primer lugar, la captura de aquellos que habían ayudado a perpetrar el atentado contra Francisco Fernando y su mujer. A su vez, solicitaba que se eliminara del país toda la propaganda contraria a su glorioso imperio y se actuara en contra de los movimientos nacionalistas. Hasta ese punto, todo era asequible. Sin embargo, en el último apartado se ordenaba que la región aceptara que funcionarios austríacos actuaran en Serbia para la caída del terrorismo. «Esta última exigencia, en particular, afectaba directamente a la soberanía, y no pudo ser aceptada», finaliza la autora.
Al no obtener ninguna respuesta de Serbia, el 28 de julio de 1914 Austria-Hungría envió la siguiente nota a su nuevo enemigo, un texto que provocaría el comienzo de la I Guerra Mundial: «No habiendo respondido el gobierno real de Serbia de un modo satisfactorio a la nota que le fue entregada por el ministro de Austria-Hungría en Belgrado con fecha del 23 de julio de 1914, el gobierno imperial y real se ve en la necesidad de buscar por sí mismo la salvaguardia de sus derechos e intereses y de recurrir por este efecto a la fuerza de las armas. Austria-Hungría se considera desde este momento en estado de guerra con Serbia. Firmado: El ministro de Negocios Extranjeros de Austria-Hungría, conde Berchtold».
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