EE UU quiere que México extradite a ‘El Chapo’
El jefe del cártel de Sinaloa tiene causas pendientes en varios Estados en este país
Muchos creen que las condiciones de seguridad aquí le impedirían volver a huir
Eva Saiz Washington 24 FEB 2014 - 17:07 CET5
Desde Nueva York hasta California, pasando por Illinois y Texas, a Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, se le acumulan los cargos por tráfico de marihuana, cocaína y heroína, pertenencia a crimen organizado, secuestro y conspiración para asesinar en seis distritos de este país. Estados Unidos ya había solicitado su extradición para ser juzgado por todos estos delitos en suelo estadounidense antes de que su huida de la cárcel mexicana en la que estaba preso, en 2001. Este mismo domingo, un día después de su captura, la fiscalía de Brooklyn, en Nueva York, confirmaba que iba a pedir a las autoridades mexicanas que extraditaran a El Chapo. El presidente del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, el republicano Michael McCaul, también ha solicitado a México que traslade al capo del narcotráfico a este país, alegando que las condiciones de seguridad aquí son mejores. El Departamento de Estado, como viene siendo habitual, no se pronuncia sobre las extradiciones.
Los cargos en México serán desahogados ante tribunales mexicanos y, en su momento, se considerará la petición de extradición"
Eduardo Medina Mora, embajador de México en EE UU
La captura de El Chapo fue posible gracias a la colaboración entre la Marina mexicana y varias agencias estadounidenses –la DEA, los Marshals y el ICE (la Oficina de Seguridad y Aduanas)- que aportaron información de inteligencia esencial para localizar al jefe del cártel de Sinaloa. Esta cooperación determinó, especialmente durante el sexenio del presidente Felipe Calderón, un aumento en el número de extradiciones de capos del narcotráfico mexicanos detenidos gracias a la sinergia en materia de seguridad entre México y EE UU, en lo que se entendió en Washington como una muestra del compromiso de las autoridades mexicanas por impedir que los narcotraficantes se aprovecharan de las ventajas del sistema judicial azteca.
Pero el hecho de que EE UU reclame la extradición de El Chapo no significa que México vaya a atender su petición a corto o medio plazo, al menos, no antes de que Guzmán sea juzgado en suelo azteca por los delitos que ha cometido desde que huyó de prisión. “El señor Joaquín Guzmán Loera tiene tiempo pendiente de cumplir respecto de su sentencia original y enfrenta cargos en México que serán desahogados ante los tribunales federales mexicanos. Cuando se reciba una solicitud de extradición, se considerará y se determinará el momento en que pueda ejecutarse esa extradición, si es que procede. Él tiene delitos pendientes en México y no tenemos una preocupación en poder realizar estos procedimientos en nuestro país en primera instancia”, explica a EL PAÍS el embajador de México en EE UU, Eduardo Medina Mora, antiguo Procurador de la República y director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN).
Las extradiciones de narcos, el termómetro de la cooperación
La jurisprudencia y la legislación en materia de extradiciones entre México y EE UU ha evolucionado de manera paralela al incremento de la coordinación en materia de seguridad entre ambos países. La deportación de Juan García Abrego fue el primer signo de la nueva etapa de colaboración en la lucha contra el narcotráfico entre ambas administraciones. El líder del cártel del Golfo tenía la doble nacionalidad y el Gobierno de Ernesto Zedillo decidió obviar la mexicana, bajo la cual se hubiera librado de la extradición a EE UU. Entonces, la ley azteca prohibía extraditar a sus ciudadanos a países donde se podían enfrentar a la pena de muerte o a la cadena perpetua, dos penas prohibidas por su Constitución. Ese gesto sentó las bases de la quebradiza confianza entre ambos países en materia de inteligencia.
En 2001, durante la revisión de un caso que implicaba a los hermanos Luis y Jesús Amezcúa Contreras, conocidos como los Reyes de las anfetaminas y que dirigían el cártel de Colima, el Tribunal Supremo mexicano determinó, por primera vez, que el Ejecutivo tenía potestad para extraditar a nacionales mexicanos aunque la pena a la que se enfrentaran en el extranjero fuera superior a la prevista en México para el mismo delito –siempre que no se tratara de la pena de muerte-, rompiendo, así, con la doctrina que prohibía extraditar a nacionales mexicanos cuando los castigos fijados para los mismos crímenes en el exterior eran más duros.
Durante el sexenio de Calderón, las extradiciones se convirtieron en una de las claves de la confianza y la colaboración entre ambos países. Para enero de 2007, México había enviado a EE UU a más de una decena de los principales jefes de los cárteles de ese país, entre ellos Osiel Cárdenas, líder del cártel del Golfo, Gilberto Higuera Guerrero, coordinador de operaciones de los Arellano Félix, los dirigentes del cártel de Tijuana, tras la detención de su hermano Ismael, El Mayel, -que también cumple condena en EE UU- o Héctor Palma Salazar, El Güero, otro de los líderes del cártel de Sinaloa y que compartió celda con El Chapo en la misma prisión de la que éste se escapó.
Todos ellos fracasaron en su intento por evitar la extradición a EE UU, un destino que El Chapo confía en evitar.
La propia fiscalía de Brooklyn, la única que, hasta el momento, ha confirmado que va a solicitar la entrega de El Chapo –aún no ha peticiones oficiales-, es consciente de las dificultades. “Este hombre ha dirigido una multinacional y es muy probable que comience siendo procesado en México. No sabemos cuánto va a durar el proceso allí, pero aquí le esperan muchos años de cárcel, de acuerdo con los cargos que pesan contra él”, ha señalado el portavoz del Ministerio Público del citado distrito neoyorquino, Robert Nardoza.
Nueva York es uno de los lugares en donde Guzmán se enfrenta a más acusaciones. Se cree que comenzó su actividad criminal en esa ciudad durante la década de los 90. Allí, se enfrenta a nueve cargos por delitos relacionados con el tráfico de drogas, entre ellos distribución de cocaína, de acuerdo con el escrito de acusación redactado por el Tribunal Federal del Distrito de Brooklyn en 2009.
Se estima que El Chapo ha distribuido más de 100.000 toneladas de cocaína en todo EE UU. El 80% del mercado de esa sustancia en Chicago lo controla el cártel de Sinaloa. Allí, Guzmán es considerado el enemigo público número uno. “Voy a intentar por todos los medios que lo podamos juzgar aquí”, señaló a la prensa local el domingo, Jack Riley, jefe de la DEA en Chicago.
La controvertida puesta en libertad hace unos meses por parte de la justicia mexicana de Rafael Caro Quintero, el decano del narcotráfico en ese país, soliviantó a las autoridades estadounidenses. Muchos en EE UU todavía dudan de que México esté en condiciones de poder mantener confinado a El Chapo y recuerdan que ya se les escapó una vez. Así lo constató McCaul en un programa de televisión. “Hay mucha corrupción en México, yo le pediría a las autoridades mexicanas que consideraran extraditarlo a EE UU donde estaría encerrado en una cárcel de máxima seguridad de la que no podría evadirse”, señaló.
Las circunstancias en México, sin embargo, han cambiado considerablemente desde que El Chapo huyera del penal de Puente Grande escondido en un carrito de lavandería y una dilación del momento de su extradición no entorpecerá la colaboración entre ambos países, sostiene Medina Mora. “Cualquiera que sea la decisión, la relación bilateral en materia de seguridad se hará en condiciones de madurez y serenidad. Sobre esta base, los cargos en México serán desahogados ante tribunales mexicanos y, en su momento, se considerará la petición de extradición y se ejecutará cuando la política criminal responda a los mejores intereses del combate a la delincuencia organizada en México y en EE UU”, asegura el embajador.
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La hora de El Mayo Zambada, 50 años traficando sin pisar la cárcel
El sucesor natural de Guzmán es un capo prudente que ha logrado algo insólito: a sus 66 años nunca ha estado en prisión, mientras sus socios han ido cayendo uno detrás de otro
Ismael Zambada, en una entrevista en 2010 con la revista Proceso.
En 2010, Julio Scherer, decano del periodismo de investigación mexicano, recibió a sus 83 años una invitación secreta de Ismael Zambada para tener una entrevista en persona. Durante el encuentro –"en una construcción rústica", escribió Scherer– el reportero le preguntó al traficante de drogas cómo se había iniciado en el negocio.
–Nomás –respondió Zambada.
–¿Nomás? –le insistió Scherer.
–Nomás –repitió el otro.
Tras la caída de El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada es supuestamente el capo con más poder del cártel de Sinaloa. Empezó en el narcotráfico a los 16 años. Hoy tiene 66 y pese a haber formado parte de la cúpula del narcotráfico mexicano desde los ochenta él nunca ha estado en prisión. ¿Cómo lo ha conseguido? Si fuese posible preguntarle, tal vez volviese a decirlo.
Nomás.
Sus socios han ido cayendo. Los de Tijuana, los Arellano Félix, muertos o en prisión, el de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, fallecido durante una cirugía estética. Ahora el de Sinaloa, El Chapo, su compadre, el de la tierra de los dos.
La semana pasada, la noticia era que andaban buscando al Mayo. En los periódicos, fotos de soldados en Culiacán (capital de Sinaloa) levantando tapas de alcantarilla. Se rumoreaba que Zambada podía estar escondido en un túnel bajo tierra. Finalmente, quien cayó, a doscientos kilómetros de allí, en Mazatlán, fue Guzmán.
En la entrevista de hace cuatro años, el narcotráficante invitó a desayunar al reportero. Zumo de naranja, vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos. "Sobrepasa el 1.80 de altura y posee un cuerpo como una fortaleza", escribió Scherer.
Zambada le dijo por entonces que tenía una esposa, cinco mujeres, 15 nietos y un bisnieto. "Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra". Dice la leyenda que a veces El Chapo aparecía en un restaurante, lo cerraba con todos los clientes que hubiese dentro, comía y se marchaba. De Zambada se dice que es más disciplinado, que se esconde en la sierra y apenas baja a la ciudad.
En los montes de Sinaloa, igual que al Chapo, al Mayo Zambada se le idolatra, según dice Javier Valdez, periodista del semanario local Río Doce. Él cuenta que, al menos hasta hace unos años, se daba el caso de que las familias campesinas guardasen la virginidad de sus hijas por si Ismael Zambada decidía escoger a una de ellas.
También se dice que no le gusta la violencia gratuita, que si muere alguien o si se hace un secuestro, que sea porque él lo ordenó.
El Gobierno de Estados Unidos ofrece cinco millones de dólares por información que pueda llevar al Mayo Zambada. La DEA lo presenta en su web como un traficante de droga al por mayor con influencia en los 3.200 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos.
El Departamento de Estado indica que sus cotos de poder principales en México son los estados de Sinaloa y Nayarit, ambos en el noroeste, y que también tiene presencia en Monterrey (noreste) y en Cancún (sureste). Sus mayores mercados al otro lado de la frontera, según Estados Unidos, son Arizona, California, Chicago y Nueva York.
La carrera criminal de Zambada despuntó antes que la de Guzmán, diez años menor. Su nombre ya aparece en los expedientes de inteligencia de mediados de los ochenta, cuando estaba bajo el ala del capo número uno de aquellos tiempos, Miguel Ángel Félix Gallardo.
Entre finales de esa década y principios de los noventa fue socio del cártel de Tijuana y del cártel de Juárez. En aquel tiempo estableció acuerdos para el tráfico de cocaína con el segundo de Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha, un colombiano al que le gustaban tanto las cosas de México que le pusieron un alias ad hoc: El Mexicano.
A mediados de los noventa se consolidó organizativamente lo que hoy se conoce como cártel de Sinaloa, articulado como una federación de carteles con tres familias principales asociadas: la de Guzmán, la de Zambada y la de Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, otro decano del narcotráfico, un capo con reputación de muñidor de pactos de paz y que en el panorama post-Guzmán también aparece como una de las figuras a tener en cuenta.
Hasta ahora, Guzmán fue la cabeza más visible del cartel, aunque según los expertos eso no implica que Zambada y Esparragoza fuesen exactamente sus subordinados. Quedan ellos dos, y el cerco militar al cártel de Sinaloa continúa tras el arresto del Chapo. Ismael Zambada, el hombre al que buscaban hace unos días debajo de la alcantarillas, parece ser el próximo objetivo.
En aquella entrevista, Julio Scherer le preguntó si temía que un día lo detuviesen.
–Tengo pánico de que me encierren –respondió.
–¿Lo atraparán?
–En cualquier momento –dijo el Mayo–, o nunca.
–Nomás –respondió Zambada.
–¿Nomás? –le insistió Scherer.
–Nomás –repitió el otro.
Tras la caída de El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada es supuestamente el capo con más poder del cártel de Sinaloa. Empezó en el narcotráfico a los 16 años. Hoy tiene 66 y pese a haber formado parte de la cúpula del narcotráfico mexicano desde los ochenta él nunca ha estado en prisión. ¿Cómo lo ha conseguido? Si fuese posible preguntarle, tal vez volviese a decirlo.
Nomás.
Sus socios han ido cayendo. Los de Tijuana, los Arellano Félix, muertos o en prisión, el de Juárez, Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, fallecido durante una cirugía estética. Ahora el de Sinaloa, El Chapo, su compadre, el de la tierra de los dos.
La semana pasada, la noticia era que andaban buscando al Mayo. En los periódicos, fotos de soldados en Culiacán (capital de Sinaloa) levantando tapas de alcantarilla. Se rumoreaba que Zambada podía estar escondido en un túnel bajo tierra. Finalmente, quien cayó, a doscientos kilómetros de allí, en Mazatlán, fue Guzmán.
Él sigue libre.
En la entrevista de hace cuatro años, el narcotráficante invitó a desayunar al reportero. Zumo de naranja, vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos. "Sobrepasa el 1.80 de altura y posee un cuerpo como una fortaleza", escribió Scherer.
Zambada le dijo por entonces que tenía una esposa, cinco mujeres, 15 nietos y un bisnieto. "Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra". Dice la leyenda que a veces El Chapo aparecía en un restaurante, lo cerraba con todos los clientes que hubiese dentro, comía y se marchaba. De Zambada se dice que es más disciplinado, que se esconde en la sierra y apenas baja a la ciudad.
En los montes de Sinaloa, igual que al Chapo, al Mayo Zambada se le idolatra, según dice Javier Valdez, periodista del semanario local Río Doce. Él cuenta que, al menos hasta hace unos años, se daba el caso de que las familias campesinas guardasen la virginidad de sus hijas por si Ismael Zambada decidía escoger a una de ellas.
También se dice que no le gusta la violencia gratuita, que si muere alguien o si se hace un secuestro, que sea porque él lo ordenó.
El Gobierno de Estados Unidos ofrece cinco millones de dólares por información que pueda llevar al Mayo Zambada. La DEA lo presenta en su web como un traficante de droga al por mayor con influencia en los 3.200 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos.
El Departamento de Estado indica que sus cotos de poder principales en México son los estados de Sinaloa y Nayarit, ambos en el noroeste, y que también tiene presencia en Monterrey (noreste) y en Cancún (sureste). Sus mayores mercados al otro lado de la frontera, según Estados Unidos, son Arizona, California, Chicago y Nueva York.
La carrera criminal de Zambada despuntó antes que la de Guzmán, diez años menor. Su nombre ya aparece en los expedientes de inteligencia de mediados de los ochenta, cuando estaba bajo el ala del capo número uno de aquellos tiempos, Miguel Ángel Félix Gallardo.
Entre finales de esa década y principios de los noventa fue socio del cártel de Tijuana y del cártel de Juárez. En aquel tiempo estableció acuerdos para el tráfico de cocaína con el segundo de Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha, un colombiano al que le gustaban tanto las cosas de México que le pusieron un alias ad hoc: El Mexicano.
A mediados de los noventa se consolidó organizativamente lo que hoy se conoce como cártel de Sinaloa, articulado como una federación de carteles con tres familias principales asociadas: la de Guzmán, la de Zambada y la de Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, otro decano del narcotráfico, un capo con reputación de muñidor de pactos de paz y que en el panorama post-Guzmán también aparece como una de las figuras a tener en cuenta.
Hasta ahora, Guzmán fue la cabeza más visible del cartel, aunque según los expertos eso no implica que Zambada y Esparragoza fuesen exactamente sus subordinados. Quedan ellos dos, y el cerco militar al cártel de Sinaloa continúa tras el arresto del Chapo. Ismael Zambada, el hombre al que buscaban hace unos días debajo de la alcantarillas, parece ser el próximo objetivo.
En aquella entrevista, Julio Scherer le preguntó si temía que un día lo detuviesen.
–Tengo pánico de que me encierren –respondió.
–¿Lo atraparán?
–En cualquier momento –dijo el Mayo–, o nunca.
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