Día 29/01/2014 - 05.29h
Los cañones del crucero «Goeben» abrieron fuego indiscriminado sobre el puerto ruso de Sebastopol…, pronto sería el turno de Odessa. Era el 29 de octubre de 1914. El Imperio Otomano, Turquía, estaba en guerra
Tras recalar en puertos turcos después de burlar la persecución de la Royal Navy, los cruceros germanos «Goeben» y «Breslau», rebautizados como «Yavuz» y «Midilla», teóricamente donados por Alemania a Turquía, fueron el factor clave en la entrada del Imperio Otomano en la contienda. Turquía se había mantenido neutral al inicio de las hostilidades, en medio del proceso de regeneración interna liderado por los Jóvenes Turcos, consecuencia de la crisis del estado al inicio del siglo XX y acelerado por las pérdidas territoriales sufridas por el país entre 1911 y 1913 frente a Italia y en las Guerras Balcánicas.
Al iniciarse la guerra, los dirigentes turcos se debatían entre la alianza con el Imperio Alemán o la unión a la Entente franco-ruso-británica. Pero el temor a Rusia, su enemiga tradicional, unido al desdén mostrado por el Reino Unido en sus relaciones bilaterales y, sobre todo, a la asistencia militar y económica germana, llevaron a Turquía al bando de los Imperios Centrales. En este contexto, la presencia de los buques, amenaza y ayuda al mismo tiempo, vino de alguna manera a forzar la decisión del gobierno turco.
La lucha en Armenia
La participación del Imperio Otomano dio una dimensión global al conflicto. El Cáucaso, Mesopotamia, Palestina, Egipto, Arabia, Persia… todo el Oriente Medio se convirtió en zona de guerra. Para Turquía el frente más importante fue la frontera con Rusia en el Cáucaso, siendo Armenia la zona principal de la lucha y donde se desarrollaron los combates en unas condiciones climáticas atroces. El ejército ruso consiguió hacerse en principio con el control de extensas zonas, manteniéndose en territorio turco hasta finales de 1917. Mientras las fuerzas otomanas luchaban contra la marea rusa, el gobierno turco decidió realizar una política de tierra quemada en la zona y expulsar a la minoría armenia, sospechosa de connivencia con los rusos. El conocido como Genocidio Armenio se prolongaría más allá del fin de la Primera Guerra Mundial.
Como consecuencia de la desintegración del Imperio de los zares, provocada por la Revolución Rusa, las fuerzas otomanas fueron capaces de reconquistar los territorios perdidos y avanzar hasta el Mar Caspio, pero distrayendo fuerzas necesarias de otros frentes, principalmente de Palestina. Desde allí, el ejército turco había intentado estrangular —apoderándose del Canal de Suez— las rutas de abastecimiento del Reino Unido. Las fuerzas británicas y de todo su Imperio (hindúes y, sobre todo, australianos y neozelandeses) desbarataron las sucesivas ofensivas turcas para posteriormente pasar al ataque.
Del Sinaí al Éufrates
Entre finales de 1917 y 1918, los británicos, dirigidos por el General Allenby, se habían hecho con el control de todo Oriente Próximo, desde el Sinaí hasta el Éufrates, conquistando Jerusalén y Damasco. El esfuerzo de guerra aliado se vio ayudado tanto por la distracción de las tropas turcas hacia el Cáucaso como por los efectos de la revuelta árabe. Instigados por agentes británicos —entre ellos el famoso Lawrence de Arabia—, que mezclaron ayuda militar y económica con estímulos políticos, las tribus árabes se levantaron contra el control otomano, atacando las rutas de suministro y haciéndose con el control, entre 1916 y 1917, de prácticamente toda la costa del Mar Rojo para, posteriormente, colaborar en la derrota final turca.
En Mesopotamia —Irak—, la lucha por controlar los estratégicos recursos petrolíferos provocó la intervención británica. A la mal planteada ofensiva de 1915-1916, siguieron otras más exitosas en 1917 y 1918, asegurándose el dominio del petróleo iraquí. Así, para el verano de 1918, el debilitamiento otomano era evidente; los ataques coordinados británicos en Palestina e Iraq y los efectos de la revuelta árabe habían desmoralizado y acabado con el poder del ejército turco, a lo que tenemos que añadir la crisis social y económica provocada por la larga contienda. Por ello, meses antes de que la guerra concluyera en Europa, los turcos, exhaustos, pedían condiciones de paz a los aliados.
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