lunes, 8 de abril de 2019

FELIX YUSUPOV, EL JOVEN ULTRANACIONALISTA QUE MATÓ A RASPUTÍN, CON EL FIN DE EVITAR LA PAZ ENTRE RUSIA Y ALEMANIA

Félix Yusupov, el asesino ultranacionalista de Rasputín que no quería la paz entre Rusia y Alemania

Nadie recordaría hoy a este noble emparentado con el zar Nicolás II si no fuera por su implicación en un hecho que pudo cambiar la historia de su país: la muerte de «El monje loco»



MADRIDActualizado:


Félix Yusupov tenía 80 años cuando murió en París en 1967. Había pasado más de medio siglo tras su huida de Rusia poco después del estallido de la Revolución Bolchevique. Nadie recordaría hoy a este noble emparentado con el zar Nicolás II si no fuera por su implicación en un hecho que pudo cambiar la historia de su país: el asesinato de Rasputín.
Yusupov vivía en el palacio más suntuoso de San Petersburgo, donde organizaba funciones de ópera, coleccionaba joyas y obras de arte, tenía cientos de criados y era inmensamente rico. Había estudiado en Oxford y, a su vuelta a Rusia, se casó con una sobrina del zar en un matrimonio concertado.
Fue Yusupov quien planeó y ejecutó, en connivencia con otros aristócratas, el asesinato de Rasputín, el favorito de la emperatriz Alejandra. El crimen se llevó a cabo en su propio palacio la noche del 16 al 17 de diciembre de 1916, al que había invitado a cenar al monje.


Hacía un frío polar y el Neva estaba helado cuando Rasputín traspasó la puerta del palacio Moina. Le acompañaron a un sótano donde le ofrecieron pasteles y un vaso de vino envenenado. Pero no surtió efecto porque, al parecer, el cianuro se había evaporado.
Hacia las dos de la madrugada, le dispararon tres tiros a bocajarro y luego le asestaron media docena de puñaladas en el torso. Envolvieron su cadáver y luego lo arrojaron al Neva, donde fue hallado días después. Era lo que querían sus asesinos.
En un reciente libro, el historiador Sean McMeekin sostiene la tesis de que Rasputín fue eliminado porque quería aprovechar su influencia sobre la zarina Alejandra, alemana de nacimiento, para llegar a un acuerdo de paz durante la Primera Guerra Mundial entre Alemania y Rusia.
Rasputín sostenía con razón que ese conflicto podía tener consecuencias devastadoras para el país y para la monarquía. Y había importantes dirigentes políticos que secundaban esa posición. Para evitar cualquier negociación con Alemania, Yusupov, que era un nacionalista radical, se prestó a orquestar su asesinato.
El zar Nicolás se indignó tras ser informado de la trama, pero se limitó a confinar a Yusupov en su finca de Kursk, porque el príncipe tenía poderosos cómplices en la Corte y en la Duma rusa. Sólo volvería a San Petersburgo al estallar la Revolución Bolchevique para llevarse al exilio sus joyas y dos cuadros de Rembrandt, lo que le permitiría vivir con desahogo hasta el final de sus días. El resto de su inmensa fortuna fue incautada por Lenin.
En 1931, Yusupov y su mujer ganaron una demanda a la Metro Goldwyn Mayer por difamación e invasión de su intimidad por la película Rasputín y la zarina.
Ya en 1953 Yusupov publicó sus memorias en las que reconocía abiertamente su participación en la muerte de Rasputín. A causa de ello, la hija del monje le presentó una reclamación judicial en París, pidiendo una indemnización de 800.000 dólares. El tribunal rechazó la demanda con el argumento de que carecía de jurisdicción para enjuiciar unos hechos acaecidos en Rusia.

Está enterrado en el cementerio ruso de Sainte Geneviève junto a su esposa, Irina, que se había opuesto con todas sus fuerzas al asesinato de Rasputín.


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