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martes, 26 de marzo de 2019

LAS TERMÓPILAS, LA BATALLA POR LA QUE LEONIDAS ENTRÓ EN LA LEYENDA



Leonidas y sus 300 en las Termópilas

 

Agosto del año 480 a.C. Los persas han llegado al desfiladero  de las Termópilas, el angosto brazo de tierra que separa la libertad de los griegos que aún resisten al invasor de la tiranía a la que ya han sido sometidos los pueblos al norte del desfiladero.
Frente al enemigo se apostan los aliados comandados por el rey espartano Leónidas. Es la segunda gran batalla de las Guerras Médicas que durante medio siglo enfrentaron a griegos y persas.
Diez años antes, los griegos habían derrotado a las huestes del rey Darío en Maratón.
Ahora, Jerjes, el nuevo monarca del Imperio Persa, se dispone a retomar el plan de su padre. El contingente asiático, un formidable ejército formado por tropas de cincuenta nacionalidades, cruza el Helesponto y llega a Europa. Jerjes comienza su incursión en tierras helenas desde el norte y los griegos se ven obligados a reunirse, soliviantar sus interminables disputas internas y hacer frente común ante la amenaza externa.
El rey persa, junto con la caballería y la infantería, avanzan por tierra hacia Tesalia mientras su flota le acompaña rumbo sur por las aguas del Egeo. Dado que sus fuerzas eran muy inferiores en número, los griegos debían perpetrar un plan para aumentar sus ya de por sí escasas posibilidades de victoria ante tan poderoso contrincante.
De este modo, se reunieron en el istmo de Corinto y decidieron buscar un lugar en el que la situación geográficasupusiera una desventaja para los persas y de esta forma tratar de equilibrar la balanza. Así, una vez detenido el avance del ejército persa, la impaciencia de Jerjes le llevaría a atacar por mar donde los griegos podrían aprovechar su conocimiento de las aguas y su destreza en el manejo de las naves para infligir una derrota a los persas que a la postre resultaría definitiva.
Así pues, la flota helena esperaría cerca del cabo Artemisio, al norte de la isla de Eubea, mientras que un contingente de infantería defendería el paso de las Termópilas (Puertas Calientes), así llamado por la existencia de fuentes termales sulfurosas en la zona.
En la actualidad, el lugar dista mucho de ser lo que era entonces, ya que los aluviones depositados por el río Esperquio han desplazado la línea de costa varios kilómetros hacia el este. Pero por aquel entonces, el paso tenía una longitud de unos 6 kilómetros de largo y en determinados tramos presentaba unos estrechamientos que solo permitían el paso de un carro. Los aliados se apostaron en el tramo central, parapetados junto al antiguo muro focense.
Por su parte, los espartanos se encontraron ante la difícil tesitura de elegir entre acudir a la contienda o respetar el carácter sagrado de su festival religioso que coincidiría en aquellas fechas. Finalmente determinaron no enviar al ejército hasta que finalizara dicho periodo.
Pero en Esparta el rey Leónidas, quien había dado su palabra al consejo aliado de que su pueblo respondería a la llamada de Grecia, decidió marchar junto con su guardia personal encabezando el contingente aliado, al que se unirían guerreros peloponesios, tespios, focenses, locrios, y tebanos, estos últimos a la fuerza, pues los aliados desconfiaban de sus continuos flirteos con el persa.
En total, unos 6000 hombres frente al inconmensurable ejército asiático. Si bien las cifras del historiador clásico Heródoto nos hablan de un número exagerado de la armada invasora, estudios más cercanos a la realidad calculan que las tropas de Jerjes podrían oscilar de los 200.000 a los 400.000 hombres. Toda Asia frente a un puñado de griegos.
Probablemente, Jerjes pensó que ante la imponente visión de su ejército, los aliados titubearían y acabarían por retirarse del paso. Así, subestimando su coraje, envió un mensajero que invitaba a Leónidas y sus hombres a rendirse y deponer las armas. ‘Moloon labé’ (venid a buscarlas) fue la respuesta del rey de los lacedemonios. El reto está servido y la batalla era inminente.
Los espartanos aprovechan las horas previas a la lucha para peinarse y ejercitarse ante los atónitos ojos de los persas, quienes no comprendía la aparente calma de sus adversarios.
Pero los hijos de Esparta llevaban tiempo preparándose para esto. Toda la vida, desde la agogé, esto es, la escuela en la que se educaban los niños espartanos. Desde los tres años, entrenándose por y para la guerra, parte intrínseca de a vida del orgulloso espartíata. En la mente no hay sitio para el miedo, solo una disciplinada preparación para el ataque.
Un ataque metódico, constante, implacable. Y los persas lo iban  a sufrir en sus propias carnes. Es tal el compromiso del espartano con el grupo, con su país, que llega casi al desprecio de la propia vida.
Se cuenta que, cuando un emisario persa fue enviado a los defensores de las Termópilas para amedrentarle con el poderío de sus arqueros, ‘hoy nuestras flechas oscurecerán el Sol’, un soldado espartano replicó, ‘tanto mejor, entonces pelearemos a la sombra’.
La batalla va a comenzar.

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Fotograma de 300.
Fotograma de 300.

LA JUNGLA

Desmontando el mito espartano: ni eran 300 ni salvaron la democracia

En la Jungla. 300 soldados espartanos resistieron ellos solos a todo el ejército persa, en un heróico sacrificio que permitió salvar occidente tal y como lo conocemos. Sin embargo, la realidad fue bastante diferente.


Entre el 7 y el 10 de agosto -o de septiembre, dependiendo de la fuente- del año 480 AC, 300 soldados espartanos liderados por el rey Leónidas I, se enfrentaron a un ejército de 2.800.000 persas en el paso de las Termópilas, un paso entre el norte y el sur de Grecia por el que debía pasar los ejércitos de Jerjes en en su paso para conquistar la península Helénica y unirla a su Imperio, el más grande que la humanidad había conocido hasta entonces. Pese a la diferencia en número, los espartanos resistieron durante tres días hasta que fueron traicionados y descubrieron un paso por las montañas que les permitió atacar a los griegos por ambos flancos. Su resistencia y su muerte permitió a los griegos organizarse y resistir la invasión, salvando nuestro modo de vida y nuestra democracia.
Esa es la historia que ha perdurado hasta hoy, en parte gracias a la versión que Herodoto escribió décadas después de la batalla -él tenía cuatro años durante los hechos que inmortalizó-, y más recientemente por el cómic de Frank Miller y la posterior adaptación cinematográfica de Frank Miller, 300 -esa película que parece un filtro de Instagram a cámara lenta-. Sin embargo, la realidad fue muy, muy distinta.


Para empezar, es cierto que los griegos estaban ampliamente superados en número, pero no eran 300 espartanos. O al menos no eran solo 300 espartanos. Aunque sí es verdad que los espartanos eran los responsables de la organización y que Leónidas I era el comandante, 400 tebanos, 400 corintios, 700 tespios, 1000 hoplitas, 2120 arcadios, 1000 locrios, 200 de Fliunte y 80 micenos. Cerca de 6200 soldados. Por otro lado, los persas no contaban con dos millones de hombres, sino con unos 200.000.
Una diferencia importante, pero no tanta. Y Leónidas fracasó: los persas cruzaron y arrasaron varias ciudades griegas durante un año, incluida Atenas, que fue saqueada.

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