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lunes, 14 de febrero de 2011

MIGUEL EZQUERRA SANCHEZ UN ESPAÑOL EN LAS WAFFEN SS





Miguel Ezquerra Sánchez (Huesca, ¿1914? – Madrid, 1984) fue un militar español, combatió en la Guerra Civil Española por el bando nacional y en la Segunda Guerra Mundial, como parte de la División Azul

Participación en la Guerra Civil.

El 18 de julio de 1936 salió a la calle y pudo ver a soldados y tropas con la pistola al cinto. Entonces preguntó a un Guardia Civil conocido y se enteró de lo que estaba ocurriendo: una parte del ejército de Marruecos se había sublevado contra la República Española.

Ezquerra se reunió con sus camaradas falangistas en el Café Universal de Huesca, allí celebraron el golpe de Estado y entonaron el «Cara al Sol» hasta altas horas de la noche. Al día siguiente Zaragoza se había declarado a favor de los sublevados, y Ezquerra partió inmediatamente al centro de reclutamiento para alistarse.
Miguel Ezquerra luchó en los frentes de Aragón, Madrid, Extremadura y Teruel, encuadrado en la 7ª Bandera de Falange, llegando a ascender a alférez provisional. Al terminar la guerra fue destinado con una compañía a Málaga, donde recibió su licenciamiento.

Período postguerra civil

Ezquerra regresó a la vida civil como maestro de escuela nacional. Inició una nueva vida con su mujer, con quien acababa de casarse, y poco a poco formó una familia de la que tendría dos hijas. Al empezar la Segunda Guerra Mundial se presentó como voluntario en la embajada alemana de Madrid, en el afán compartido por muchos españoles de «compensar» el apoyo de la Alemania Nazi durante la Guerra Civil al bando Nacional.

En 1940 a la caída de Francia, Ezquerra trabaja de profesor de español contratado por el Ministerio de Asuntos Exteriores en una escuela de Bayona. Su trabajo finalizó cuando los alemanes ocuparon el país galo en 1940 y se formó el gobierno títere de la Francia de Vichy. El 22 de junio de 1941 la Unión Soviética fue invadida por Alemania y el Eje en la Operación Barbarroja. Ese día el ministro de Exteriores Ramón Serrano Súñer declaró la famosa frase: «Rusia es culpable», miles de españoles partieron voluntarios en la División Azul, pero Ezquerra no fue seleccionado.


Segunda Guerra Mundial


Durante todo 1941 Ezquerra apelando a su experiencia en batalla, presionó a la embajada alemana para que le escogieran. Entonces con los relevos de finales de 1942 fue destinado con el grado de teniente a una unidad antitanque. Desde Logroño partió hacia Alemania y después al Grupo de Ejércitos Norte del frente del Este, en el área de Leningrado, donde combatió en la Batalla de Krasny Bor que acabó con el grueso de la unidad. El 7 de octubre de 1943 Francisco Franco dio la orden de regresar a España a la División Azul.

En abril de 1944 cruza clandestinamente la frontera francesa junto con otros ex divisionarios azules con destino a Burdeos y luego en tren a París, para unirse a la Unidad de Voluntarios Stablack, que se adiestraba en Königsberg. Posteriormente se separó a los españoles y Ezquerra fue enviado a Versalles a la espera de órdenes. Diez días después de su salida de España, Ezquerra fue escogido en el ejército alemán. Su nuevo destino sería Prusia Oriental donde fue integrado como oficial en un regimiento de 400 efectivos. Durante esta etapa ayuda a cruzar la frontera a muchos españoles que deseaban combatir al comunismo.

Combatió en Normandía junto con las Divisiones Leibstandarte y Das Reich de las Waffen-SS. Más tarde las Waffen-SS formaron la Unidad Ezquerra, compuesta por 37 españoles, incluyendo a Miguel, además de dos sargentos, cinco cabos y el resto soldados. La Unidad Ezquerra fue asignada en la Division Wallonien de las Waffen-SS al mando del líder rexista belga Léon Degrelle. La nueva bandera de los españoles en las Waffen-SS fue la Cruz de San Andrés.

La ofensiva de las Ardenas comenzó el 16 de diciembre de 1944. La Division Wallonien junto al resto del ejército alemán se extendió por el todo el este de la nevada Bélgica con el fin de llegar al río Mosa. La misma noche de la ofensiva, la Unidad Ezquerra localizó y destruyó en el bosque de las Ardenas a una gran formación de infantería estadounidense.

La acción de Ezquerra costó a la unidad 3 muertos y 2 heridos, pero los norteamericanos sufrieron 300 bajas, muchos prisioneros y la grave pérdida de un parque de municionamiento para una división entera. La ofensiva en las Ardenas en los días posteriores fue un fracaso. Después de la ofensiva, Ezquerra fue enviado al que sería su destino final, Berlín.

En la batalla de Berlín, los últimos defensores del búnker de Hitler no fueron solo soldados alemanes, sino también voluntarios de diversas partes de Europa. Entre ellos, más de 300 miembros españoles de las SS y un puñado de franceses de la división Charlemagne, voluntarios en unos casos y forzados en otros, participaron en el acto final del nazismo. Mientras Hitler se suicidaba en su búnker, cerca del mismo combatía una compañía reforzada de las Waffen SS, al mando del teniente Ezquerra.

Cuando se hizo evidente que la lucha había terminado, entre las ruinas humeantes de la Potsdamer Platz, a pocos metros del búnker, las tropas al mando de Ezquerra comenzaron a aparecer con los brazos arriba. Los pocos españoles que sobrevivieron pasaron nueve años en campos de prisioneros de la Unión Soviética. Miguel Ezquerra fue apresado y se ordenó su deportación a la Unión Soviética, pero logró escapar en Polonia y regresar a España después de vivir una larga odisea.

EPILOGO
Miguel Ezquerra fue el autor del libro Berlín a vida o muerte. Se saben pocos datos sobre él respecto a su nacimiento, vida posterior a la guerra y muerte. Recibió varios reconocimientos por su acción en batalla, obteniendo la distinción de Caballero de la Cruz de Hierro y la nacionalidad alemana otorgada personalmente por Adolf Hitler.
Falleció en Madrid, el año 1984. Desde el año 1995, sus restos reposan junto a los de sus camaradas en el Panteón de la División Azul del cementerio de la Almudena de Madrid.

A FONDO

LOS ESPAÑOLES QUE DEFENDIERON A HITLER LA HISTORIA de Ezquerra, Martínez o Sanchís apenas es conocida. Ellos, junto con otros españoles, fueron los últimos defensores del anillo formado para proteger el búnker de Hitler, quien el 30 de abril de hace ahora 60 años acabó suicidándose . Los últimos defensores de la caverna berlinesa de Hitler no fueron superhombres arios, sino soldados apellidados García, Navarro, Sanchís o Ezquerra. Más de 300 miembros de las SS españoles y un puñado de franceses de la división Charlemagne, voluntarios en unos casos y forzados en otros, fueron reclutados en las calles y las fábricas de la ciudad para participar en el acto final del nazismo. Ahora, cuando se cumplen 60 años de la muerte del mayor tirano de la Historia de la Humanidad, la participación de este grupo de españoles en aquella batalla sigue siendo un misterio.

La caída de los dioses nazis se escenificaba en Berlín y la representaba una tropa exhausta (la germana) y otra con una sed insaciable de venganza (la soviética). Con 20 ejércitos, dos millones y medio de infantes y 40.000 cañones comenzó su asalto el Ejército rojo.

Miguel Ezquerra, un español que había participado en la Guerra Civil como alférez y que fue oficial de la División Azul, era el comandante de aquella tropa heterogénea que mezclaba mecánicos con fanáticos anticomunistas. Sus memorias, Berlín a vida o muerte, relatan cómo cruzó la frontera hacia Francia, cómo entró a formar parte del servicio de espionaje alemán y cómo los nazis le encomendaron la misión de reclutar a todos los hispanos que pudiera para formar un regimiento español de las SS.
Pero... ¿Dónde estaban las todopoderosas unidades panzer que habían conquistado Europa? Las fuerzas alemanas que defendían el barrio de la Cancillería y su búnker ascendían en esas últimas horas de guerra a 4.000 hombres, la mayoría ancianos, niños de 11 a 14 años -de las Juventudes Hitlerianas- y unos 250 pretorianos de la escolta del Führer, más preocupados de fusilar a los desertores que de combatir.
Berlín, pira funeraria para la extrema derecha europea, había perdido dos tercios de sus edificios en los bombardeos aliados.La mitad de su población -cuatro millones de habitantes- había escapado, mientras que los que aún permanecían allí se escondían en refugios y sótanos. Sus calles, llenas de cráteres, hedían a cadaverina. Y cientos de españoles, sin trabajo y hambrientos, paseaban errantes entre sus bloques amputados.

Berlín fue el destino final de algunos ex combatientes de la División Azul (disuelta en 1943) que siguieron al servicio de los nazis. También reunía a trabajadores que habían sido enviados por Franco al principio de la guerra y que se habían quedado en paro después de que los bombardeos aliados acabaran con las fábricas de armamento. Miembros de la Organización Todt (formación del partido nazi), falangistas reclutados desde Madrid y algunos presos españoles en cárceles germanas completaban el grupo.

Algunos llevaban meses a las órdenes de Hitler. Como Ezquerra, que peinó varias ciudades alemanas buscando voluntarios para sus compañías SS. O Antonio Pardo, combatiente de las unidades de la calavera en Viena. O Federico Martínez, SS capturado en Gorizia.

Para otros, el apocalipsis comenzó cuando los soviéticos irrumpieron en Berlín el día 16 de abril. Fue el caso de los trabajadores españoles que dormían en los barracones de la empresa Motorenbau y otras fábricas cercanas a la estación de metro de Niederschöneweide.Ezquerra y su tropa de nazis importados made in Spain reclutaron a todo aquel que hablara castellano y pudiera disparar un arma.Recibieron una breve instrucción en Postdam y se acuartelaron en el Ministerio del Aire. Tenían la misión de defender la Moritz Platz, en el centro berlinés.

Más de 50 soldados españoles pudieron desertar cuando el cerco soviético aún no se había completado. Uno de ellos, llamado Pedro Portela, salió de Berlín el día 18. Según afirma el historiador José Luis Rodríguez Jiménez, escaparon «por la frontera suiza y se escondieron en los campos de refugiados».

Los soviéticos, con una ventaja de uno a 10 en número de soldados, avanzaban con grandes pérdidas por las avenidas berlinesas. El día 25 tomaron el aeropuerto de Tempelhof y el distrito de Mitte.El 26 conquistaron Zehlendorf. El 27 llegaron hasta Spandau y Pankov. Casa por casa. Día y noche.

Durante los bombardeos de la artillería, los españoles tuvieron que resguardarse en la estación de metro de Friedrichstrasse.Tenían vetado la entrada a los refugios antiaéreos. Sólo los civiles alemanes podían pasar. Arios de pura cepa.

Los defensores, entre ellos veteranos de la División Azul, destruyeron decenas de carros T-34 soviéticos y protagonizaron una encarnizada resistencia, pero no pudieron impedir que los ivanes atravesaran los puentes sobre el Landwehr y avanzaran hacia la Cancillería.El día 30, el anillo se cerró sobre el edificio del Reichtag, la Postdammer Platz y la Puerta de Brandemburgo. Obligados a retroceder, los españoles de Ezquerra huyeron, con los carros soviéticos a la espalda, por la Friedrichstrasse, más cicatriz que calle, para atrincherarse cerca del búnker.

Ajenos al suicidio del dictador, que sucedía unos metros más abajo, los supervivientes recibieron la orden de romper el cerco y crear un corredor para poder escapar de la capital del Reich.Junto a los niños de las Hitlerjugend, los españoles se lanzaron al asalto del puente de Havel, en Spandau-West. La mayoría cayó bajo el fuego de ametralladora, que abría claros espantosos entre los asaltantes.

Cuando se hizo evidente que la lucha había terminado, entre las ruinas humeantes de la Postdammer Platz, a pocos metros del búnker, comenzaron a aparecer figuras con el rostro negro, quemado por el fuego. Llevaban puesto un uniforme hecho jirones en el que sólo se distinguían dos rayos plateados en el cuello de la guerrera.

Con los brazos arriba, alguno de ellos balbuceó unas palabras en ruso a sus captores: «Nix SS. Gitler kaputt» (No SS. Muerte a Hitler) y mostró una bandera española cosida en la manga izquierda bajo un águila que los identificaba como miembros de las SS.

El día 31 Berlín capituló. Los pocos españoles que sobrevivieron pasaron nueve años en el gulag, en las cárceles de Stalin.

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