Con el precario alto el fuego, que entraba ayer en vigor, sobre el escenario, el complejo e interconectado tablero sirio se resiente cada vez que una de sus piezas se mueve. La última maniobra ha corrido a cargo de Rusia, que forzó el mismo día la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en busca de una resolución que detenga una intervención terrestre de Turquía. Bajo el argumento de frenar el derramamiento de vidas inocentes del pueblo sirio, Moscú intenta que la ONU obligue también a Ankara a poner fin a los bombardeos contra las fuerzas kurdas en aquel país, que para el representante permanente de Moscú, Vladímir Safronkov, son «acciones inaceptables». El trasfondo sigue siendo la disputa por el poder que se libra en la guerra civil de Siria, cada vez más favorable a Bashar al Assad, gracias a la ayuda de Moscú. El dictador está convencido de que los turcos se han granjeado el apoyo de los rebeldes sirios para combatir a los kurdos, a cambio de recibir a su vez de Ankara un apoyo en su guerra contra Al Assad.
Desde hace un tiempo, el Ejército turco ataca con artillería posiciones de los kurdos en el norte de Siria, cerca de la frontera entre ambos países, una ofensiva que esta semana ha costado la vida de 19 personas que se encontraban en dos hospitales, alcanzados por el fuego, según informó Médicos Sin Fronteras. Turquía, aliado de la OTAN y de Estados Unidos, se sumó recientemente también a la guerra contra Daesh en territorio sirio.
ABC
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