miércoles, 23 de julio de 2014

LAS FACTURAS DE LA "GRAN GUERRA"

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Algunos diarios, como este de Nueva York, adelantaron varios días el anuncio del fin de la guerra | Biblioteca del Congreso EEUU

5. LA MIRADA HOY 100 años de deuda

Una factura saldada casi un siglo después

Aunque los libros de historia señalen la firma del armisticio de Compiègne, el 11 de noviembre de 1918, como el final de la Primera Guerra Mundial, para los alemanes la Gran Guerra ha durado casi cien años, hasta el 3 de octubre de 2010.
 
Ese domingo, el Bundesbank realizó el último pago de 69,9 millones de euros en concepto de indemnizaciones a los vencedores, en estricto cumplimiento de lo estipulado por el Tratado de Versalles.

Sumario
Los firmantes del armisticio al pie del vagón en Compiègne.
 
Varias generaciones de alemanes han pagado unas indemnizaciones a menudo consideradas humillantes y que incluyeron la entrega de todos los barcos mercantes alemanes de más de 1.400 toneladas, la cesión anual de 200.000 toneladas de nuevos barcos, el pago anual de 44 millones de toneladas de carbón, 371.000 cabezas de ganado, la mitad de la producción química y farmacéutica, la totalidad de cables submarinos durante cinco años, la expropiación de la propiedad privada alemana en los territorios y colonias perdidas y el pago de 132.000 millones de marcos de oro del Reich, que hoy equivaldrían aproximadamente a 450.000 millones de dólares y que debido a la necesidad de pagar a plazos fueron aumentando hasta los 300.000 millones de marcos de oro del Reich.

Alemania logró finalmente  liquidar el pago de las reparaciones de guerra en 1983, pero todavía quedaba pendiente el abono de los intereses generados desde la aprobación del Tratado, que ascendían a 125 millones de euros, y que fueron saldados hace sólo cuatro años.

«Es evidente que el Tratado de Versalles fue moralmente traumático para los alemanes, como lo es que las dificultades que aquella inmensa deuda causó a la economía sirvieron después de base para el descontento y la desesperación que llevaron a muchos a votar a Adolf Hitler», reconoce Heldried Spitra, directora del Departamento de Historia de ARD.

La Canciller Merkel, sin embargo, ha encontrado la forma de entender esos pagos como una especie de catarsis y de poner el foco en la Unión Europea como superación de aquel trauma alemán. «La Unión Europea es el resultado del aprendizaje de la dolorosa historia del siglo pasado. A esa historia también pertenecen la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto», dijo Merkel durante la celebración de uno de los primeros actos conmemorativos de la Gran Guerra. «Ahora en Europa rige la fuerza de la ley y no la ley del más fuerte», agregó.

Una vez saldada esa deuda, en Alemania surge un afán revisionista que sigue el discurso que el entonces ministro de Exteriores alemán, Brockdorff-Rantzau, lanzó como arma arrojadiza al francés Clemenceau cuando le fue expuesto el contenido de la cláusula 231, en virtud de la cual el Tratado de Versalles identificaba a Alemania como única culpable de la guerra.
Cientos de miles de ciudadanos inocentes alemanes, mujeres y niños que han muerto de hambre desde el 11 de noviembre de 1918 porque continúa el bloqueo, fueron llevados a la muerte deliberadamente después de su victoria y después de tener más que garantizada su seguridad. Ulrich Graf von Brockdorff-Rantzau en Versailles
«Pudimos sentir el odio cuando entramos en esta sala. Ustedes esperan que aceptemos toda la culpa de la guerra. Si esa afirmación saliera de mi boca sería una mentira. Alemania y el pueblo alemán están firmemente convencidos todavía de que hicieron una guerra defensiva y yo me niego aquí con mayor vehemencia a que Alemania cargue con toda la culpa. Cuando empezaron ustedes a hablar de compensación en pocas palabras les pedí que recordaran que tardaron ustedes seis semanas en entregarnos su armisticio y otros seis meses más después para formular sus términos de paz. Cientos de miles de ciudadanos inocentes alemanes, mujeres y niños que han muerto de hambre desde el 11 de noviembre de 1918 porque continúa el bloqueo, fueron llevados a la muerte deliberadamente después de su victoria y después de tener más que garantizada su seguridad. Les pido que piensen en ellos cuando hablen de conceptos como el de culpabilidad y castigo».

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Autores como Christopher Clark discuten hoy que Alemania fuese la única culpable del estallido de la guerra. «No fue más culpable que el resto de los países», defiende el historiador, que subraya que sí fue en cambio y con diferencia el país más perjudicado. «El Estado como tal quedó incapacitado, millones de alemanes quedaron arruinados y la desesperación se apoderó de ellos llegando en muchos casos al suicidio, mientras Francia presionaba para seguir cobrando y llegó a invadir, en 1923, la cuenca del Ruhr, para garantizar los envíos de carbón». Ese mismo año, en 1923, la hiperinflación llegó a extremos insostenibles. Un dólar llegó a valer 4.200 millones de marcos. Una barra de pan superaba en el mercado de Berlín el billón de euros y el caos económico impulsó el ascenso del nazismo, marcando a fuego en la mentalidad alemana dos rotundas negativas: nunca más guerra y nunca más inflación.

«La Primera Guerra Mundial no ha jugado aparentemente un gran papel en mi vida», reconoce ahora la canciller Merkel, «porque todas las enseñanzas las aprendimos de una de sus consecuencias, la Segunda Guerra Mundial. Y si algo hemos aprendido es que no podemos en Europa solucionar nuestras diferencias por otro medio que no sea el de la negociación y el diálogo, por complicado que parezca», advierte, señalando cuestiones tan de actualidad como el conflicto en Ucrania.

 

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