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domingo, 15 de junio de 2014

GAGOMILITARIA NOTICIAS.-CASO CARRASCO: "MAMÁ NO SE TE OCURRA DECIR QUIÉN TIENE EL ARMA, QUE ES POLICÍA LOCAL" LE DIJO TRIANA A SU MADRE

Triana: «Mamá no se te ocurra decir quién tiene el arma, que es policía local»

Día 14/06/2014 - 13.43h

Los agentes dejaron a madre e hija abrazarse y hablar en comisaría, antes de declarar

«Pensamos que no pasaba nada porque se vieran, si servía para que estuvieran más tranquilas. Se vieron, se abrazaron; Montserrat dijo a Triana que no se preocupara que la iba a exculpar, que iba a declarar que había sido ella y que Triana se iba a ir para su casa». Esta sorprendente escena fue relatada a la juez que instruye el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, el pasado 5 de junio por un inspector de Policía. La juez quería saber por qué se permitió a las detenidas, Montserrat González y su hija Triana Martínez, encontrarse en comisaría antes de declarar formalmente cuando habían sido trasladadas antes a dependencias policiales diferentes.
 
Ese encuentro se produjo pasadas las tres de la tarde, al día siguiente del crimen, en un despacho de la comisaría de León, en presencia de dos inspectores llegados desde Burgos para colaborar en el caso y dar «garantía» de imparcialidad, dada la relación de las presuntas autoras con el comisario de Astorga (marido y padre, respectivamente).

«Estaba muy angustiada»

«Nos llamaron de calabozos diciendo que Montserrat estaba muy angustiada y quería hablar con alguien de la investigación. Subió a dependencias del grupo, dijo que no le gustaba la comida y que iba a cometer una locura». La autora del asesinato compartió bocadillo de jamón con los dos inspectores. Le dijeron que si allí estaba más tranquila podía quedarse.
 
Charlaron en un «ambiente de empatía», según la declaración del agente. Les contó que estaba muy preocupada por su hija, que ella había matado a Isabel y Triana no tenía nada que ver. «Es la primera noche que duermo tranquila, quiero ver a Triana», se sinceró con los investigadores.
 
Cuando por fin madre e hija se abrazaron preguntaron en qué momento se les iba a tomar declaración. Los funcionarios les explicaron que no se haría hasta que no apareciera el arma del crimen. «Montserrat nos dijo que no se buscara el arma en el río porque la tenía una persona que no podía decir quién es». En ese momento, las detenidas tuvieron un pequeño enfrentamiento verbal. «Mamá, no se te ocurra decir quién la tiene», recriminó Triana a su madre. Casi entre dientes, la joven dijo: «Que es policía local». Los dos agentes se quedaron a cuadros. Ninguna quiso dar más datos. Ambos salieron del despacho para informar a sus superiores y las detenidas quedaron al cargo de agentes de uniforme. La juez preguntó al inspector si es habitual que dos personas implicadas se comuniquen. «Si no hay acordada incomunicación, no resulta perjudicial para la investigación y se trataba de evitar males mayores».
 
La instructora no se planteó cómo podía saber la madre quién tenía la pistola si en teoría su hija se había deshecho de ella por su cuenta cuando se separaron tras el crimen. Pero las casualidades no acabaron ahí. Unos 45 minutos después, el jefe de Delincuencia Urbana llamó para contar que uno de sus hombres había recibido una llamada con información del arma. Era el policía nacional al que la agente local, Raquel Gago, amiga de Triana, telefoneó cuando según ella descubrió el bolso con el revólver en su coche, casi 30 horas después de la muerte de Carrasco. Ese funcionario y otros dos se dirigieron de inmediato a casa de Gago y volvieron con el arma y con Raquel detenida. Más tarde, declararían las tres por separado.

«Sin arrepentimiento»

El inspector, a preguntas del fiscal, declaró que le parecía extraño haberse enterado a las seis de la tarde de que un policía local tenía el arma (por boca de las detenidas) y que esta apareciera a la media hora, después de más de treinta horas desaparecida. Su compañero, llegado desde Burgos como él para la investigación, coincidió en que era chocante la secuencia de hechos.
 
«Montserrat se sentía como si hubiera hecho justicia. Desde luego no mostraba arrepentimiento», declaró el segundo inspector. «Nos preguntó si podía declarar que estaba loca. Le dijimos que eso lo valoraría el médico forense». El agente negó que se les hubiera ofrecido cualquier acuerdo o que les dijeran que conocían a su padre y esposo, el jefe de la comisaría de Astorga. Antes de despedirse, ambas quisieron saber si los dos investigadores iban a estar al día siguiente porque «se habían portado muy bien con ellas».
 
 

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