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viernes, 6 de septiembre de 2013

ROUSCH MISCH: TELEFONISTA, GUARDAESPALDAS DE HITLER Y TESTIGO DE SU SUCIDIO, MUERE A LOS 96 AÑOS EN BERLÍN

Muere el último testigo del suicidio de Hitler

Rochus Misch en una imagen tomada en mayo de 2005. | AfpRochus Misch en una imagen tomada en mayo de 2005. | Afp
Rosalía Sánchez | Berlín
 
Actualizado viernes 06/09/2013 20:13 horas
 
"Escuchamos un disparo, pero sabíamos que debíamos permanecer al otro lado de la puerta, sin entrar. Esos fueron sus últimos deseos. Dejamos pasar un buen rato. Después nos miramos a los ojos y asentimos en silencio. Cuando entramos a la sala vimos los dos cuerpos y supimos que todo había acabado".



Esta es la declaración que consta en los archivos rusos sobre la toma de la Cancillería de Berlín, al final de la II Guerra Mundial. El que está declarando es Rochus Misch, guardaespaldas, mensajero personal y telefonista privado de Adolfo Hitler, que presenció a solo unos metros el suicidio del líder nazi y que ha muerto a los 96 años en Berlín, tras una larga enfermedad.

En su última entrevista, concedida en 2009 a la revista alemana P.M. Hystory, todavía ratificaba su fidelidad al Fürher como soldado, aunque condenaba los "terribles y crueles" crímenes contra la humanidad del nazismo. "Nuestro deber era permanecer fieles al Führer y eso fue lo que hice yo, hasta el último momento y hasta las últimas consecuencias. Las bombas rusas caían ya sobre la Cancillería, pero no salimos corriendo porque sabíamos cuál era nuestro lugar", explicaba con dificultad, debido a que un ataque de apoplejía le había dejado secuelas que le impedían hablar de forma fluida.

Su biógrafo, Burkhard Nachtigal, relata que tras la muerte de Hitler, Misch fue capturado por las tropas soviéticas y pasó nueve años en una prisión rusa. Un acuerdo mutuo de liberación de presos le permitió regresar a Berlín oeste en 1953, donde trabajó discretamente en una fábrica de pintura hasta su jubilación.

Uno de los momentos que recordaba con más lucidez hasta el final fue cuando Hitler, el 22 de abril de 1945, reunió a su personal más cercano y les anunció que no había esperanza, que la guerra estaba perdida. Les comunicó su decisión de permanecer en Berlín, les dio permiso para abandonar el edificio, y a los que decidieron libremente quedarse les dio instrucciones precisas sobre lo que debían hacer en caso de que la Cancillería fuese tomada por las tropas rusas, incendiada, destruida por las bombas… o en el caso de que el edificio aguantase y él se quitase personalmente la vida junto con la de su esposa, Eva Braun. "Su voz no temblaba. Asumió su destino. Y yo permanecí junto a él hasta el final", recordaba.

Según se ha constatado posteriormente en la documentación salvada de la Cancillería de Berlín, Misch permaneció efectivamente en el edificio incluso después de la muerte de Hitler, hasta que Josef Goebbels, el ministro de Propaganda, le dijo el 2 de mayo que ya no se requerían más sus servicios, puesto que el Estado al que servía había dejado de existir, y que debía marcharse.
Pero los soldados rusos encargados de dar con los restos de Hitler emprendieron una incisiva investigación y detuvieron a todos los relacionados con su suicidio. A Misch le tomaron declaración poco después de encontrar los cadáveres de Hitler y de Braun calcinados, en el patio de la Cancillería, y les describió la escena: "Hitler tenía la cabeza sobre la mesa. Eva la tenía ladeada, estaba tumbada y con las rodillas encogidas hasta el pecho. Parecía dormida".


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Fallece Rochus Misch, el último testigo de la muerte de Hitler

Guardaespaldas, mensajero y telefonista del dictador nazi durante cinco años, compartió con él sus últimos días en el búnker de Berlín

 

Rochus MIsch, guardaespaldas de Hitler, en 2005. / JOHN MACDOUGALL (AFP)
 
 
Rochus Misch, que falleció el jueves a los 96 años en su modesta casa de Berlín, es letra pequeña de la terrible historia del nazismo. Era un veinteañero cuando sirvió de guardaespaldas del peor tirano de la historia, Adolf Hitler. Aunque eso sí, un veinteañero de la élite de las SS. Desde su posición privilegiada de pretoriano con runas en el cuello, Misch vio y escuchó durante cinco años cosas interesantísimas para el historiador. Desgraciadamente, filtrados por su mente parda, su juventud fanatizada y su afán de protagonismo, sus recuerdos, recogidos en libros (Yo fui guardaspaldas de Hitler,Taurus, 2006) y entrevistas, se convierten muchas veces en material de valor muy discutible.
Estuvo en el centro del maelstrom que era Hitler, pero a veces es precisamente ahí, en medio de los acontecimientos, donde más difícil resulta entenderlos. Misch era además en el fondo un don nadie del III Reich, poco más que un sirviente armado, y resultan risibles sus comentarios cuando considera necesario señalar que a él, un Oberscharführer, un suboficial, no se le consultaban decisiones ni tenía acceso a informaciones vitales. Era un hombre que vivía de órdenes, de rumores, y de lo que podía entrever y pillar aquí y allá un personaje de su baja jerarquía entre las bambalinas del poder.

Lo que hizo famoso a Misch en realidad fue compartir el Götterdämmerung nazi en el Führerbunker de Berlín y conseguir salir vivo de ese antro de muerte para, gracias a su longevidad, convertirse en el último superviviente del extravagante reparto de aquel drama. Con sus superiores SS Heinz Linge y Otto Günsche y el chófer de Hitler Erich Kempka, todos ya fallecidos, componen el grupo principal de testigos de a pie de los últimos momentos del líder nazi, aunque Misch se perdió el momento estelar de la cremación de los cuerpos de Hitler y Eva Braun. Sí estuvo presente, según contaba, cuando abrieron la puerta de la habitación de Hitler y encontraron a la pareja muerta.

Misch siempre pareció conservar un buen recuerdo de Hitler, lo que muestra a las claras qué clase de individuo era. Decía que Hitler no se mostraba nunca autoritario y que siempre le pareció una persona normalísima y un jefe estupendo. De hecho, en su momento, Misch se mostró crítico con la película El hundimiento (Oliver Hirschbiegel, 2004), que le parecía una opereta dramática, por mostrar a Hitler gritando enloquecido. Según él era una visión americanizada y exagerada de los hechos y en el búnker no se vivía en plena histeria sino que la procesión iba por dentro.

Misch, nacido en 1917 en Silesia, llegó al puesto de guardaespaldas de Hitler en 1940, tras haberse alistado en las SS y ser herido mientras negociaba la rendición de tropas polacas, por lo que recibió la Cruz de Hierro de Segunda Clase. Transferido al Leibstandarte Adolf Hitler, la unidad de protección personal del Führer, ejerció distintas funciones cuando no estaba vigilando directamente a Hitler, como correo y operador telefónico, su misión principal en el búnker en 1945.

Tras escapar de aquel lugar de pesadilla, Misch fue apresado por los rusos, que trataron de sacarle toda la información posible sobre la suerte de Hitler, algo que obsesionaba a Stalin. Después de nueve años de cautiverio volvió a Alemania en 1954 y se instaló en Berlín, cerca del búnker, de cuya conservación era partidario. Su mujer murió en 1998 y desde entonces vivía solo: su hija eligió no verlo más y envió a su propio hijo a una escuela judía en Frankfurt.

 

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