Estados Unidos, listo para un ataque inminente sobre Siria
EEUU contempla un par de días de ataques contra objetivos militares, según 'The Washington Post'
Estados Unidos está listo para un ataque sobre Siria, que podría ser inminente: el dispositivo militar está en posición de combate, las razones han sido expuestas a la opinión pública, el Congreso ha sido informado, se ha obtenido el imprescindible respaldo de una parte sustancial de la comunidad internacional y ha sido descartada cualquier otra alternativa. Todo está preparado para que el presidente Barack Obama dé la orden, que la comunicará al mismo tiempo a toda la nación.
“Hemos desplazado los medios necesarios para cumplir con la opción que el presidente desee tomar, estamos listos para actuar al instante”, dijo ayer el secretario de Defensa, Chuck Hagel en una entrevista a la BBC. “Eso ocurrirá en coordinación con nuestros aliados”, añadió. “Tiene que haber una respuesta y la habrá”, certificó el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, quien explicó que sería contraproducente para los intereses norteamericanos permitir que otros regímenes crean que pueden utilizar impunemente armas químicas.
El Gobierno no precisó los medios que serán utilizados en esa operación, pero EE UU tiene varios barcos de guerra en el Mediterráneo armados con misiles de crucero y aviones en distintas bases de la zona con capacidad de bombardear fuera del alcance de la artillería antiaérea siria. También Francia y el Reino Unido poseen flotas en la región y han desplazado aviones con el armamento preciso para contribuir al ataque.
Ninguno de los tres países está ya a la espera de informes de Naciones Unidas ni de ninguna otra baza diplomática que pudiera impedir la intervención militar. Los tres, así como Turquía, la Liga Árabe, Canadá y Australia, con cuyos jefes de Gobierno habló Obama el lunes y martes, comparten la convicción de que Siria utilizó armas químicas en su ataque de la semana pasada contra posiciones rebeldes en las afueras de Damasco y no creen necesario esperar a que concluya su trabajo la misión de inspectores de la ONU que actualmente está en Damasco, menos aún después de que ese equipo anunciase este martes un retraso de sus investigaciones. Ninguno de los tres Gobierno alude ya a esa misión y, en realidad, sólo se está a la espera de que Obama decida el momento más conveniente para actuar.
Éste podría llegar incluso esta misma semana. Varios medios de comunicación norteamericanos anticipaban, citando altos funcionarios de la Administración, que el ataque podría ocurrir este mismo jueves. Este miércoles Obama participará en un acto muy importante para conmemorar el 50 aniversario del discurso de Martin Luther King 'I have a dream'. No parece el momento ideal de empezar una guerra. Pero todas esas consideraciones son en este momento secundarias frente a otras de carácter técnico-militar que, probablemente, decidirán la hora H del día D.
El Gobierno norteamericano ha estado sugiriendo últimamente que el ataque será limitado, pero es difícil anticipar qué significa ese concepto. El mero lanzamiento de unos cuantos misiles de crucero durante un par de día, serviría para mandar un mensaje al régimen sirio sobre la intolerancia de la comunidad internacional a sus métodos de combate, pero difícilmente tendría un impacto sobre la marcha de la contienda civil ni sobre la supervivencia del propio Bachir al Asad, sobre quien Obama dijo hace más de dos años que tendría que dejar el poder.
Una operación militar más larga y profunda, con el uso sostenido de la aviación, por ejemplo, multiplicaría, a su vez, los riesgos evidentes de una intervención de esta naturaleza en uno de los puntos más peligrosos del mundo, con Líbano e Israel, entre otros, en la frontera con Siria.
Que todo esté preparado para un ataque no significa necesariamente que esté bien preparado. De hecho, se aprecian ya varios inconvenientes. Aunque se han trasladado a la opinión pública los argumentos que justifican la acción –especialmente, el hecho de que EE UU no puede tolerar el uso de un arma tan cruel como los gases venenosos, sobre todo cuando el presidente norteamericano había advertido previamente que no se hiciera- la población es todavía reacia a este ataque: solo un 9% lo apoya, y un 25% lo haría en el caso de que se demostrase la utilización de armas químicas, según una encuesta de The Washington Post.
Al mismo tiempo, aunque la Casa Blanca asegura que el Congreso ha sido informado de los planes del presidente, varios congresistas reclaman datos más precisos y recomiendan una aprobación específica de parte de ambas cámaras. Es poco probable que Obama atienda a esa recomendación, pero está obligado por ley a solicitar la aprobación en el caso de que la participación militar norteamericana se extienda por más de dos meses.
Parece que la voluntad de la Administración es que no sea necesario un plazo tan largo. El ejemplo al que se acude es el de la intervención en Libia en 2011, cuando EE UU atacó solo durante los primeros días y dejó después el peso de la campaña aérea a sus aliados europeos. Pero esta vez no va a ser fácil repetir ese modelo, en parte porque Francia y el Reino Unido no tienen capacidad militar para una actuación así en Siria, y en parte porque la ofensiva sobre ese país es mucho más compleja desde todos los puntos de vista.
Otros de los aspectos controvertidos de la operación que se avecina es la de su legitimidad. Aunque en el pasado, se ha intervenido militarmente sin el respaldo de la ONU –la más destacada, la de la OTAN en los Balcanes- los participantes en este ataque van a tener algunas dificultades para justificar legalmente su acción, particularmente si se producen víctimas civiles, lo que no es descartable.
“Hemos desplazado los medios necesarios para cumplir con la opción que el presidente desee tomar, estamos listos para actuar al instante”, dijo ayer el secretario de Defensa, Chuck Hagel en una entrevista a la BBC. “Eso ocurrirá en coordinación con nuestros aliados”, añadió. “Tiene que haber una respuesta y la habrá”, certificó el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, quien explicó que sería contraproducente para los intereses norteamericanos permitir que otros regímenes crean que pueden utilizar impunemente armas químicas.
El Gobierno no precisó los medios que serán utilizados en esa operación, pero EE UU tiene varios barcos de guerra en el Mediterráneo armados con misiles de crucero y aviones en distintas bases de la zona con capacidad de bombardear fuera del alcance de la artillería antiaérea siria. También Francia y el Reino Unido poseen flotas en la región y han desplazado aviones con el armamento preciso para contribuir al ataque.
Ninguno de los tres países está ya a la espera de informes de Naciones Unidas ni de ninguna otra baza diplomática que pudiera impedir la intervención militar. Los tres, así como Turquía, la Liga Árabe, Canadá y Australia, con cuyos jefes de Gobierno habló Obama el lunes y martes, comparten la convicción de que Siria utilizó armas químicas en su ataque de la semana pasada contra posiciones rebeldes en las afueras de Damasco y no creen necesario esperar a que concluya su trabajo la misión de inspectores de la ONU que actualmente está en Damasco, menos aún después de que ese equipo anunciase este martes un retraso de sus investigaciones. Ninguno de los tres Gobierno alude ya a esa misión y, en realidad, sólo se está a la espera de que Obama decida el momento más conveniente para actuar.
Éste podría llegar incluso esta misma semana. Varios medios de comunicación norteamericanos anticipaban, citando altos funcionarios de la Administración, que el ataque podría ocurrir este mismo jueves. Este miércoles Obama participará en un acto muy importante para conmemorar el 50 aniversario del discurso de Martin Luther King 'I have a dream'. No parece el momento ideal de empezar una guerra. Pero todas esas consideraciones son en este momento secundarias frente a otras de carácter técnico-militar que, probablemente, decidirán la hora H del día D.
El Gobierno norteamericano ha estado sugiriendo últimamente que el ataque será limitado, pero es difícil anticipar qué significa ese concepto. El mero lanzamiento de unos cuantos misiles de crucero durante un par de día, serviría para mandar un mensaje al régimen sirio sobre la intolerancia de la comunidad internacional a sus métodos de combate, pero difícilmente tendría un impacto sobre la marcha de la contienda civil ni sobre la supervivencia del propio Bachir al Asad, sobre quien Obama dijo hace más de dos años que tendría que dejar el poder.
Una operación militar más larga y profunda, con el uso sostenido de la aviación, por ejemplo, multiplicaría, a su vez, los riesgos evidentes de una intervención de esta naturaleza en uno de los puntos más peligrosos del mundo, con Líbano e Israel, entre otros, en la frontera con Siria.
Que todo esté preparado para un ataque no significa necesariamente que esté bien preparado. De hecho, se aprecian ya varios inconvenientes. Aunque se han trasladado a la opinión pública los argumentos que justifican la acción –especialmente, el hecho de que EE UU no puede tolerar el uso de un arma tan cruel como los gases venenosos, sobre todo cuando el presidente norteamericano había advertido previamente que no se hiciera- la población es todavía reacia a este ataque: solo un 9% lo apoya, y un 25% lo haría en el caso de que se demostrase la utilización de armas químicas, según una encuesta de The Washington Post.
Al mismo tiempo, aunque la Casa Blanca asegura que el Congreso ha sido informado de los planes del presidente, varios congresistas reclaman datos más precisos y recomiendan una aprobación específica de parte de ambas cámaras. Es poco probable que Obama atienda a esa recomendación, pero está obligado por ley a solicitar la aprobación en el caso de que la participación militar norteamericana se extienda por más de dos meses.
Parece que la voluntad de la Administración es que no sea necesario un plazo tan largo. El ejemplo al que se acude es el de la intervención en Libia en 2011, cuando EE UU atacó solo durante los primeros días y dejó después el peso de la campaña aérea a sus aliados europeos. Pero esta vez no va a ser fácil repetir ese modelo, en parte porque Francia y el Reino Unido no tienen capacidad militar para una actuación así en Siria, y en parte porque la ofensiva sobre ese país es mucho más compleja desde todos los puntos de vista.
Otros de los aspectos controvertidos de la operación que se avecina es la de su legitimidad. Aunque en el pasado, se ha intervenido militarmente sin el respaldo de la ONU –la más destacada, la de la OTAN en los Balcanes- los participantes en este ataque van a tener algunas dificultades para justificar legalmente su acción, particularmente si se producen víctimas civiles, lo que no es descartable.
--O--
Turquía permitirá el uso de sus bases
El país fronterizo, que es refugio de desplazados y víctima de disparos, es uno de los más interesados en acabar con la guerra
Carmen Rengel Jerusalén 27 AGO 2013 - 21:33 CET
Turquía se sumará a una eventual coalición militar internacional contra el régimen sirio, incluso si no se logra un respaldo amplio en Naciones Unidas. Ahmed Davutoglu, el ministro de Exteriores, ha dicho este martes al diario Milliyet que “prioriza” el paraguas de la organización internacional pero aboga por “otras alternativas” si el consenso no se logra con urgencia. La prensa turca cita fuentes oficiales al afirmar que Ankara estaría dispuesto a poner medios y personal. Además, permitiría el uso de las bases norteamericanas en Incirlik y Esmirna, desde donde se podrían atacar las baterías antiaéreas de Siria, rebajando su capacidad defensiva y lanzando una primera advertencia. Su papel de país fronterizo, refugio de desplazados, víctima de disparos y atentados, lo convierte en uno de los primeros interesados en acabar con la guerra.
Arabia Saudí y Catar están por atacar e implicarse. Les convence la idea de golpes puntuales y dolorosos. Saud al Faisal, el canciller saudí, ha llamado a la comunidad internacional a tomar posiciones “serias y decisivas”. Ambas naciones han forzado este martes una reunión de la Liga Árabe —organismo que suspendió a Siria en 2011— con un comunicado final en el que no se ha citado siquiera la posibilidad de una incursión militar, pero sí se ha cargado con contundencia contra El Asad, acusándolo de “genocidio” por el supuesto ataque químico de Ghuta y exigiendo que los culpables sean procesados internacionalmente. Irak, Líbano y Argelia no apoyaron el texto.
Riad y Doha son fervientes defensores de los rebeldes, a los que llevan formando, armando y financiando desde casi el principio del conflicto, en la lucha de suníes (las monarquías del Golfo) contra alauíes (la familia El Asad). Francia ha citado a Emiratos Árabes Unidos, además, como un “buen aliado”. París tiene allí aviones de combate disponibles.
Jordania, frontera sur de Siria, está muy expuesta. En su territorio hay ya aviones F-16 y misiles Patriot de EE UU, además de casi mil soldados norteamericanos, pero por ahora no está dispuesta a implicarse en la práctica. “No permitiremos el uso de nuestro territorio para lanzar un ataque. Nuestra posición no va a cambiar. Seguimos apoyando una solución diplomática”, dijo un portavoz tras la reunión que mandos militares de una decena de países han mantenido en Ammán durante tres días. Más refugiados y más desorden que lleve a la entrada de islamistas al país son sus principales miedos.
Líbano habla oficialmente de “diálogo” y trata de mantenerse neutral, temeroso de que se amplíe aún la brecha entre los suníes, partidarios de los rebeldes, y los chiíes como la milicia de Hezbolá, que lucha en Siria junto a las tropas del régimen. Irak vigila la entrada de refugiados al Kurdistán, pero se niega a implicarse más en el conflicto.
Arabia Saudí y Catar están por atacar e implicarse. Les convence la idea de golpes puntuales y dolorosos. Saud al Faisal, el canciller saudí, ha llamado a la comunidad internacional a tomar posiciones “serias y decisivas”. Ambas naciones han forzado este martes una reunión de la Liga Árabe —organismo que suspendió a Siria en 2011— con un comunicado final en el que no se ha citado siquiera la posibilidad de una incursión militar, pero sí se ha cargado con contundencia contra El Asad, acusándolo de “genocidio” por el supuesto ataque químico de Ghuta y exigiendo que los culpables sean procesados internacionalmente. Irak, Líbano y Argelia no apoyaron el texto.
Riad y Doha son fervientes defensores de los rebeldes, a los que llevan formando, armando y financiando desde casi el principio del conflicto, en la lucha de suníes (las monarquías del Golfo) contra alauíes (la familia El Asad). Francia ha citado a Emiratos Árabes Unidos, además, como un “buen aliado”. París tiene allí aviones de combate disponibles.
Jordania, frontera sur de Siria, está muy expuesta. En su territorio hay ya aviones F-16 y misiles Patriot de EE UU, además de casi mil soldados norteamericanos, pero por ahora no está dispuesta a implicarse en la práctica. “No permitiremos el uso de nuestro territorio para lanzar un ataque. Nuestra posición no va a cambiar. Seguimos apoyando una solución diplomática”, dijo un portavoz tras la reunión que mandos militares de una decena de países han mantenido en Ammán durante tres días. Más refugiados y más desorden que lleve a la entrada de islamistas al país son sus principales miedos.
Líbano habla oficialmente de “diálogo” y trata de mantenerse neutral, temeroso de que se amplíe aún la brecha entre los suníes, partidarios de los rebeldes, y los chiíes como la milicia de Hezbolá, que lucha en Siria junto a las tropas del régimen. Irak vigila la entrada de refugiados al Kurdistán, pero se niega a implicarse más en el conflicto.
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