Una fuerte explosión sacude el bastión de Hezbolá en Beirut
Al menos 53 personas han resultado heridas, según las primeras informaciones
Es un área comercial en el sur de la ciudad controlada por la milicia chií
La potente explosión de un coche bomba ha despertado este martes a los vecinos del barrio de Bir el Abed, en pleno Dahiyeh, los suburbios al sur de Beirut controlados por el partido-milicia chií Hezbolá. El estallido, que se ha producido en el aparcamiento de una zona comercial, ha dejado al menos 53 heridos por metralla y cristales reventados, según ha confirmado el Ministro de Sanidad. La mayoría han sido dados de alta con heridas leves.
El ataque, que coincide con el inicio del mes de Ramadán para los chiíes (este miércoles para los suníes; en Líbano la fecha oficial es el miércoles) constituye el segundo golpe directo a Hezbolá desde que su líder confirmase la participación abierta de sus milicianos en la guerra siria. En mayo, dos cohetes causaron un caos material en el distrito mixto de Chiyah, en el mismo Dahiyeh. El ataque sucedió a un discurso en el que Nasralá, aliado de Damasco y Teherán, se comprometió a apoyar al régimen sirio “hasta la victoria”.
Entonces, el primer ministro interino de Líbano, Nayib Mikati, apuntó directamente a “represalias” contra Hezbolá por su papel en la feroz ofensiva en la que el régimen sirio retomó la estratégica ciudad de Qusayr, a apenas diez kilómetros de la frontera libanesa.
"Esperábamos que ocurriese lo que ocurre en otros países [de mayoría chií] como Bahréin o Irak", sentencia Husein, joven estudiante de 23 años, "quieren hacer explotar a los chiíes". "Al Nusra, Al Qaeda, [Ahmed] Assir, son todos los mismos", continúa en referencia a los yihadistas que luchan contra Bachar el Asad en Siria y al clérigo salafista cuyos seguidores emprendieron hace dos semanas una ofensiva contra el Ejército regular en Sidón. Hasta 18 soldados del Ejército libanés murieron en los enfrentamientos, que duraron dos días.
En los últimos dos años, Líbano ha intentado evitar el contagio del conflicto sirio, transformado en una guerra civil que ha dejado ya más de 93.000 muertos, según la ONU. La actual situación de inestabilidad que sacude el país de los cedros es una muestra del fracaso de la política de disociación emprendida por el entonces Gobierno prosirio de Mikati en 2011. La dimisión en bloque del Ejecutivo en marzo generó un vacío de poder que ha dejado el país en la cuerda floja mientras las dos principales fuerzas políticas, agrupadas en dos coaliciones antagónicas lideradas por Hezbolá y el suní Movimiento del Futuro del ex primer ministro Saad Hariri, mantienen paralizadas las instituciones ante sus enconadas posturas en apoyo del régimen de Damasco y los rebeldes sirios, respectivamente.
Con un Ejército prácticamente anulado y tras haber aplazado unas elecciones parlamentarias por primera vez tras el fin de la guerra civil (1975-1990), Líbano sucumbe a la violencia. “Es un horrible crimen cuyo objetivo es sacudir la estabilidad y la seguridad en Líbano”, ha condenado el primer ministro designado Tamam Salam, llamado a sustituir a Mikati; “un intento descarado de provocar un conflicto (civil)”.
El inicio de la ofensiva contra Qusayr marcó un punto de inflexión en mayo. Esa misma semana, Trípoli, donde la situación de seguridad queda a la deriva de los grupos radicales, vivió sus peores enfrentamientos como reflejo de la crisis siria. Desde entonces se han producido decenas de ataques con cohetes y morteros por parte de insurgentes sirios en las provincias de Hermel y Baalbek, en el corazón del valle oriental de la Bekaa, dominado por Hezbolá. El propio Ejército leal a El Asad ha bombardeado en al menos dos ocasiones la localidad fronteriza de Arsal, único reducto suní en la frontera este, donde se refugia el grueso de los rebeldes huidos de los alrededores de Homs y Damasco.
"Estábamos esperando esto", explica Reeda Slim, un futuro ingeniero mecánico de 24 años, "y esperamos que haya más (ataques)". Su casa está a menos de 500 metros del lugar de la explosión. En ese momento estaba estudiando. "Se escuchó un gran boom con un sonido raro", explica, "todas las cosas se cayeron de la mesa".
"He abierto sobre las 10.30, a las 10.45 se ha escuchado la explosión", explica Adnan, un tendero de 49 años cuyo local de ultramarinos está a menos de 200 metros del parking donde estaba aparcado el coche bomba. Las llamas de una docena de vehículos afectados han levantado una intensa columna de humo que apenas le ha hecho reparar en los destrozos y las heridas en el brazo y la cadera. "No es nada", dice con los chorretones de sangre aún en la camisa y el pantalón, "solo unos cristales".
Las fuerzas de seguridad han iniciado una investigación sobre la autoría del ataque, cuyas escenas han recordado a muchos la devastación causada en la zona durante la guerra de 2006 entre Hezbolá e Israel. “Debemos evitar los intentos de Israel por crear divisiones a través de actos terroristas como el ocurrido hoy”, ha apuntado Hariri en un comunicado. El ministro de Defensa israelí, Moshé Yaalon, se ha desvinculado de cualquier sospecha: “Hemos constatado que la guerra siria se ha extendido a Líbano. Observamos, pero no intervenimos”.
La explosión ha alterado los ánimos en el barrio, donde los vecinos ultimaban las compras para iniciar el Ramadán. La visita al lugar de la explosión del ministro de Interior, el maronita independiente Marwan Charbel, se ha convertido en una odisea. El político se ha visto obligado a refugiarse dentro de uno de los edificios afectados después de que una pequeña multitud le rodease enarbolando banderas de Hezbolá y carteles con la imagen de Nasralá y al grito de "Alí, Alí", el legítimo sucesor de Mahoma para los chiíes, cuyo reconocimiento causó la escisión con los suníes.
"No ha hecho nada contra Assir", clama un vecino frente a las puertas del piso donde Charbel ha permanecido refugiado al menos 30 minutos. El tumulto ha provocado enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, que han comenzado a disparar al aire. Una bomba de resonancia ha espantado a buena parte de los manifestantes. Al menos cinco personas han resultado heridas por los empellones.
"No tenemos miedo, tenemos paciencia", añade Reeda Slim. A su lado, Hussein interrumpe: "Hacen esto para que abandonemos a Hezbolá, pero ahora estamos más unidos”. El joven se ríe cuando le preguntan si esto es una venganza contra Hezbolá por meterse en Siria: “Precisamente, para evitar esto es por lo que Hezbolá debe estar luchando en Siria”.
El ataque, que coincide con el inicio del mes de Ramadán para los chiíes (este miércoles para los suníes; en Líbano la fecha oficial es el miércoles) constituye el segundo golpe directo a Hezbolá desde que su líder confirmase la participación abierta de sus milicianos en la guerra siria. En mayo, dos cohetes causaron un caos material en el distrito mixto de Chiyah, en el mismo Dahiyeh. El ataque sucedió a un discurso en el que Nasralá, aliado de Damasco y Teherán, se comprometió a apoyar al régimen sirio “hasta la victoria”.
Entonces, el primer ministro interino de Líbano, Nayib Mikati, apuntó directamente a “represalias” contra Hezbolá por su papel en la feroz ofensiva en la que el régimen sirio retomó la estratégica ciudad de Qusayr, a apenas diez kilómetros de la frontera libanesa.
"Esperábamos que ocurriese lo que ocurre en otros países [de mayoría chií] como Bahréin o Irak", sentencia Husein, joven estudiante de 23 años, "quieren hacer explotar a los chiíes". "Al Nusra, Al Qaeda, [Ahmed] Assir, son todos los mismos", continúa en referencia a los yihadistas que luchan contra Bachar el Asad en Siria y al clérigo salafista cuyos seguidores emprendieron hace dos semanas una ofensiva contra el Ejército regular en Sidón. Hasta 18 soldados del Ejército libanés murieron en los enfrentamientos, que duraron dos días.
En los últimos dos años, Líbano ha intentado evitar el contagio del conflicto sirio, transformado en una guerra civil que ha dejado ya más de 93.000 muertos, según la ONU. La actual situación de inestabilidad que sacude el país de los cedros es una muestra del fracaso de la política de disociación emprendida por el entonces Gobierno prosirio de Mikati en 2011. La dimisión en bloque del Ejecutivo en marzo generó un vacío de poder que ha dejado el país en la cuerda floja mientras las dos principales fuerzas políticas, agrupadas en dos coaliciones antagónicas lideradas por Hezbolá y el suní Movimiento del Futuro del ex primer ministro Saad Hariri, mantienen paralizadas las instituciones ante sus enconadas posturas en apoyo del régimen de Damasco y los rebeldes sirios, respectivamente.
Con un Ejército prácticamente anulado y tras haber aplazado unas elecciones parlamentarias por primera vez tras el fin de la guerra civil (1975-1990), Líbano sucumbe a la violencia. “Es un horrible crimen cuyo objetivo es sacudir la estabilidad y la seguridad en Líbano”, ha condenado el primer ministro designado Tamam Salam, llamado a sustituir a Mikati; “un intento descarado de provocar un conflicto (civil)”.
El inicio de la ofensiva contra Qusayr marcó un punto de inflexión en mayo. Esa misma semana, Trípoli, donde la situación de seguridad queda a la deriva de los grupos radicales, vivió sus peores enfrentamientos como reflejo de la crisis siria. Desde entonces se han producido decenas de ataques con cohetes y morteros por parte de insurgentes sirios en las provincias de Hermel y Baalbek, en el corazón del valle oriental de la Bekaa, dominado por Hezbolá. El propio Ejército leal a El Asad ha bombardeado en al menos dos ocasiones la localidad fronteriza de Arsal, único reducto suní en la frontera este, donde se refugia el grueso de los rebeldes huidos de los alrededores de Homs y Damasco.
"Estábamos esperando esto", explica Reeda Slim, un futuro ingeniero mecánico de 24 años, "y esperamos que haya más (ataques)". Su casa está a menos de 500 metros del lugar de la explosión. En ese momento estaba estudiando. "Se escuchó un gran boom con un sonido raro", explica, "todas las cosas se cayeron de la mesa".
"He abierto sobre las 10.30, a las 10.45 se ha escuchado la explosión", explica Adnan, un tendero de 49 años cuyo local de ultramarinos está a menos de 200 metros del parking donde estaba aparcado el coche bomba. Las llamas de una docena de vehículos afectados han levantado una intensa columna de humo que apenas le ha hecho reparar en los destrozos y las heridas en el brazo y la cadera. "No es nada", dice con los chorretones de sangre aún en la camisa y el pantalón, "solo unos cristales".
Las fuerzas de seguridad han iniciado una investigación sobre la autoría del ataque, cuyas escenas han recordado a muchos la devastación causada en la zona durante la guerra de 2006 entre Hezbolá e Israel. “Debemos evitar los intentos de Israel por crear divisiones a través de actos terroristas como el ocurrido hoy”, ha apuntado Hariri en un comunicado. El ministro de Defensa israelí, Moshé Yaalon, se ha desvinculado de cualquier sospecha: “Hemos constatado que la guerra siria se ha extendido a Líbano. Observamos, pero no intervenimos”.
La explosión ha alterado los ánimos en el barrio, donde los vecinos ultimaban las compras para iniciar el Ramadán. La visita al lugar de la explosión del ministro de Interior, el maronita independiente Marwan Charbel, se ha convertido en una odisea. El político se ha visto obligado a refugiarse dentro de uno de los edificios afectados después de que una pequeña multitud le rodease enarbolando banderas de Hezbolá y carteles con la imagen de Nasralá y al grito de "Alí, Alí", el legítimo sucesor de Mahoma para los chiíes, cuyo reconocimiento causó la escisión con los suníes.
"No ha hecho nada contra Assir", clama un vecino frente a las puertas del piso donde Charbel ha permanecido refugiado al menos 30 minutos. El tumulto ha provocado enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, que han comenzado a disparar al aire. Una bomba de resonancia ha espantado a buena parte de los manifestantes. Al menos cinco personas han resultado heridas por los empellones.
"No tenemos miedo, tenemos paciencia", añade Reeda Slim. A su lado, Hussein interrumpe: "Hacen esto para que abandonemos a Hezbolá, pero ahora estamos más unidos”. El joven se ríe cuando le preguntan si esto es una venganza contra Hezbolá por meterse en Siria: “Precisamente, para evitar esto es por lo que Hezbolá debe estar luchando en Siria”.
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