Una granada mató al último héroe de la Batalla del Ebro
El informe de la excavación del soldado republicano Xarli y de la trinchera que defendió hasta la muerte revela nuevos secretos del combatiente
Se llamaba Xarli. Bueno, así han rebautizado ahora los responsables de su hallazgo y estudio —tras denominarlo inicialmente Charlie por creer que podía ser un brigadista anglosajón— al esqueleto de soldado republicano hallado el pasado septiembre en una trinchera de la Guerra Civil en La Fatarella (Terra Alta). Según los nuevos datos, Xarli sería catalán, de clase media y diestro. El desdichado militar murió en combate en noviembre de 1938 en los últimos compases de la Batalla del Ebro protegiendo heroicamente la retirada de sus camaradas. Aguantó firme, pegó un montón de tiros y, según revelan las investigaciones, murió por una granada que al explotar le arrancó la mano derecha, le destrozó la pierna y le llenó de metralla el pecho. Hombre previsor y preocupado por su salud dental —desde luego no lo mató una caries—, Xarli fue a la guerra y cayó con el cepillo de dientes al alcance de la mano: lo portaba con otros efectos personales, incluido un insólito (para primera línea) tubo de brillantina Myrurgia.
El informe final de las excavaciones arqueológicas en la línea defensiva republicana de Raïmats (entorno de la Cota 562), al que ha tenido acceso este diario, arroja nueva información sobre el caso del polémico soldado. Como se recordará, pocos días después del hallazgo, los científicos que lo descubrieron se vieron obligados a entregar el esqueleto al Memorial Democrático de la Generalitat, que lo reclamó aduciendo que a ella sola compete el estudio de los restos humanos de la Guerra Civil según la Ley de Fosas. La Generalitat no ha hecho pública aún la investigación forense. Los descubridores ignoran el paradero actual de Xarli, al que uno de ellos, que cree que ha sido sepultado “clandestinamente” y “sin honores militares” en el Memorial de les Camposines, califica entre triste y zumbón de “desaparecido en combate 2”. No obstante, el director técnico del Consorcio Memorial de los espacios de la Batalla del Ebro (Comebe), el historiador David Tormo, afirmó ayer a este diario que aún no les han sido entregados los huesos de Xarli para ser depositados en el osario de las Camposines, su destino final. En todo caso, no hay prevista ceremonia alguna. “Dejamos la caja y ya está. Cada año depositamos una quincena de esqueletos de combatientes que aparecen. Si quieren llamar a eso entierros clandestinos...”.
La excavación arqueológica de los reductos defensivos (trinchera en zigzag y casamata) de Raïmats, donde tuvo lugar el último enfrentamiento de la Batalla del Ebro los días 14 y 15 de noviembre del 38, la llevó a cabo de septiembre a noviembre pasado un equipo bajo dirección de los arqueólogos Alfredo González Ruibal, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y María del Carmen Rojo, del grupo de didáctica del patrimonio (Didpatri) de la Universidad de Barcelona (UB). Al excavar el vértice V2 de la trinchera uno de los lugares más comprometidos de la defensa, descubrieron una suela de zapato y, seguidamente, un fémur. Era Xarli.
El informe de excavación corrige algunas de las primeras revelaciones sobre el soldado. Calzaba un 42 y no un 44 (se ha podido leer el número en la suela de goma de una de sus botas de tela al limpiarla) y medía 1,75 metros, lejos del más de un 1,80 inicial que hizo pensar en un brigadista extranjero. La XV Brigada, que protegía la retirada de los restos del ejército de Tagüeña hacia el puente de Flix, estaba ya entonces formada en buena parte por españoles y, sobre todo, por reclutas catalanes que eran o muy jóvenes o de las últimas levas, de más de 30 años. Los restos de Xarli aparecieron rodeados de casquillos de fusil y al lado del esqueleto se encontró esparcido el contenido del macuto de tela que llevaba en bandolera. Todo ese material, inicialmente una amalgama confusa, ha sido limpiado y analizado. Consiste en tres peines de munición y ocho cartuchos sueltos de fusil Mosin Nagant (algunos con restos de envoltorio), dos granadas de fragmentación polacas wz.33, una escudilla militar para el rancho, lo que parece ser una navaja, una botella de medicamento de vidrio verde tapada con un corcho, un cepillo de dientes de plástico amarillo marca Foramen, Hijo de R. Trabal Palet, Barcelona, un recipiente metálico para afeitado y restos de lo que parecía un tubo de dentífrico que ha sido identificado como brillantina de marca Myrurgia.
Dispersos sobre el esqueleto había fragmentos de cartón, papel y plástico. Parte del papel pertenece a un folleto propagandístico y parte quizá a una carta. Aparecieron botones correspondientes a un pantalón, a una camisa militar y al calzoncillo (uno de nácar), del que también hay trozos de tela. Se recuperaron hebillas del zurrón y del cinturón. No aparecieron ni el casco, ni el fusil ni las trinchas o cartucheras. Por las posesiones mundanas del soldado —compradas, al parecer, en Barcelona—, que revelan arraigados hábitos de higiene, se supone que era alguien de cierta cultura, de clase media o trabajador cualificado: en la época no era usual el control de la dentadura entre pobres, obreros y campesinos. La brillantina puede indicar que Xarli era presumido, aunque se usaba también para engrasar el arma (!).
Los investigadores han reconstruido la secuencia de la muerte del soldado (en realidad anónimo, no se ha encontrado nada que permitiera identificarlo), y el Dipatri ha confeccionado un espectacular material gráfico de cara a un cuaderno didáctico sobre Xarli.
Nuestro hombre y sus compañeros aguantaron valientemente la furiosa acometida de las tropas franquistas (la 82ª división de Navarra) contra su puesto. En un momento determinado se entabló una lucha con granadas, elemento omnipresente en las excavaciones en toda la trinchera. Era habitual recoger las que lanzaba el enemigo y devolvérselas antes de que explotaran. Todo indica que Xarli se agachó a recoger una del fondo de la trinchera y le estalló en la mano. Esa mano, la derecha, que no ha aparecido, desapareció o salió volando, con rotura de la epífisis distal del cúbito. Las esquirlas le quebraron al soldado el fémur derecho y se le incrustaron de abajo arriba en el tórax (se han recuperado seis fragmentos de metralla de granada en la parte derecha de la caja torácica, uno de ellos incrustado en una costilla, y otro fragmento alojado entre la tercera y cuarta vértebras). Xarli murió en el acto. La explosión lo lanzó de espaldas al suelo de la trinchera que defendía. Una cuestión enigmática es que le falten algunos dientes. Alguien que se cuidaba tanto la dentadura… Los investigadores especulan que pudiera llevar fundas de oro y algún soldado enemigo se las arrancara.
Un asunto colateral de interés es que la trinchera de Xarli se encuentra cerca de la cota 553, donde cayó bajo fuego republicano el comandante de tanques Gustav Trippe de la Legión Cóndor. Esa cota está a 800 metros de la posición de Raïmats, que tiene control visual sobre ella. Y 800 metros es exactamente el alcance efectivo del fusil Mosin Nagant con mira telescópica…
A FONDO: LA BATALLA DE EBRO
La batalla del Ebro fue la mayor de cuantas se libraron durante la Guerra Civil Española, la más sangrienta y larga de toda la guerra. Tuvo lugar en el cauce bajo del valle del Ebro, entre la zona occidental de la provincia de Tarragona (Terra Alta) y en la zona oriental de la provincia de Zaragoza (Mequinenza) y se desarrolló durante los meses de julio a noviembre de 1938.
Constituyó el enfrentamiento decisivo de la guerra ya que en ella se decidió el derrotero de la Guerra Civil Española, en un contexto europeo inmerso en la Crisis de los Sudetes que parecía a punto de estallar la guerra en la que quedaría unida la guerra de España. Aunque ejércitos republicanos lograron obtener una importante victoria inicial, tras la sangría en hombres y material del Ejército Popular de la República fue imposible evitar la derrota final del Bando republicano y después de 4 meses de lucha las tropas republicanas volvieron a cruzar el río Ebro. Después de esta importante derrota, quedó marcado el destino de la II República Española.
Tras la pérdida de Teruel por las tropas republicanas el 20 de febrero de 1938, los ejércitos franquistas lanzaron una ofensiva en Aragón que destruyó las defensas republicanas y barrió por completo al Ejército popular en la zona. Las divisiones de Yagüe continuaron avanzando y penetraron en Cataluña después de tomar Lérida, donde encontraron una fuerte resistencia republicana; Más al sur, los hombres de Aranda llegaron a las playas de Vinaroz el 15 de abril, alcanzando el Mediterráneo. El territorio republicano quedaba dividido en dos, concentrando dos aéreas principales: una en la Cataluña que todavía controlaban los ejércitos republicanos y un gran área central en torno a Madrid controlada por numerosas divisiones. Las fuerzas republicanas se encuentran exhaustas después de los desastres militares en Aragón y con una grave amenaza de las tropas franquistas sobre la antigua capital de la república y capital del levante, Valencia. A pesar de que los ejércitos franquistas tenían el camino libre hasta Barcelona, Franco optó por avanzar hacia el sur, a través del Maestrazgo (en la provincia de Castellón) para alcanzar la huerta levantina y hacerse con Valencia, con lo que dejaría completamente aislada a Madrid de los puertos del Levante. Las tropas republicanas en Cataluña, mientras tanto, se reorganizan para contraatacar.
LOS COMBATIENTES
Por parte republicana, las fuerzas que intervendrán en la operación son las integradas en la recién creada Agrupación Autónoma del Ebro, al mando del Teniente coronel de Milicias Juan Guilloto León. La componen unos 100 000 hombres. Entre estas tropas se encuentran las divisiones más fogueadas del bando republicano aunque, ante el aislamiento de Cataluña del resto del territorio republicano, han debido de ser recompuestas por soldados catalanes muy jóvenes, de 17–18 años, sin experiencia de combate, pertenecientes al reemplazo de 1941, es la llamada Quinta del biberón. Lo cierto es que éste ejército era el mejor preparado y más fogueado que había combatido en con el Ejército Popular Republicano en lo que iba de guerra y su equipamiento, aunque deficiente, tenía buenas armas llegadas de Checoslovaquia y de los últimos envíos soviéticos. Poco antes de la ofensiva republicana la Agrupación Autónoma del Ebro fue renombrada como Ejército del Ebro, integrado junto al Ejército del Este en el Grupo de Ejércitos de la Región Oriental (GERO). Así pues, el nuevo Ejército del Ebro está formada por:
—Comandante: Teniente Coronel Juan Guilloto León «Modesto»
—Jefe de E.M.: Mayor de ingenieros José Sánchez Rodríguez
—Comisario: Comisario General Luis Delage García
— La 60ª División del mayor Manuel Ferrándiz Martín, con las brigadas 95ª, 84ª y 224ª.
— La 43ª División, comandada por el Teniente coronel Antonio Beltrán Casaña («el Esquinazau») con la 72ª, la 102ª y 130ª brigadas.
— La 50ª División
— La 105ª División
Excepto la 50ª, formada por soldados de reemplazo, todas las demás divisiones están compuestas por tropas muy aguerridas: legionarios, regulares, mercenarios africanos de los territorios de Ifni y Sahara y voluntarios de las milicias falangistas y carlistas. Posteriormente, ante la amplitud y dureza de las operaciones, se incorporará también el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo al mando del general Rafael García Valiño.
— La 74ª División, conocida como la Leona.
— La 84ª División
— La 13ª División, también conocida como La Mano negra.
El plan de Rojo consiste en lanzar una ofensiva, masiva y por sorpresa, sobre las fuerzas nacionales que guarnecen la margen derecha del río Ebro. Esto supone un frente de más de 60 kilómetros, de Norte a Sur, entre las localidades de Mequinenza (Zaragoza) y Amposta (Tarragona). Un ataque principal sería lanzado en la gran curva del Ebro a cargo de dos Cuerpos de Ejército, en un movimiento de tenaza sobre las fuerzas enemigas que guarnecían la ribera. El objetivo del movimiento principal era, tras consolidar sus cabezas de puente, la conquista inmediata de Gandesa, que constituía el centro de comunicaciones más importante de la zona. Una vez caído sería muy difícil para los franquistas organizar la defensa. Además de esta línea de avance, habría otros dos ataques secundarios para apoyar la acción principal: uno por el norte, entre las poblaciones de Mequinenza y Fayón, mientras otro se lanzaría por el sur, cerca de Amposta. El ataque correría a cargo del Ejército del Ebro, que reunía una variopinta colección de jóvenes reclutas (la conocida como Quinta del Biberón) pero también de un amplio grupo de veteranos que llevan luchando desde el comienzo de la guerra. El equipo del ejército republicano había mejorado considerablemente con las nuevas remesas de armamento, que incluían artillería más pesada y cañones antiaéreos. El apoyo aéreo de la Aviación republicana también había mejorado mucho con la llegada de los modelos Supermosca y Superchato.
La otra orilla del Ebro, desde Mequinenza hasta el mar, estaba custodiada por Cuerpo de Ejército de Marroquí al mando de Yagüe. La 50ª División estaba custodiando gran parte del curso del Ebro que estaba siendo atacado por los republicanos; Los oficiales de la división, al mando del Coronel Campo, habían informado durante largo tiempo de que a lo largo de la orilla opuesta se hallaban concentradas tropas enemigas selectas, pero el alto mando había hecho caso omiso de estas advertencias. Cuando los republicanos atacaron se hizo en medio de la completa sorpresa de los defensores, que se retiraron entre algunos casos de pánico y, en general, en completa desorganización. En el caso de las tropas moras, la situación era todavía menos halagüeña, porque la fama de sanguinarios que venían labrándose desde el comienzo de la guerra les garantizaba el pelotón de fusilamiento en caso de ser capturados.
Entre las soldados españoles del ejército franquista que habían sido capturados se comprueba que los soldados rojos no son la bestia negra que había hecho creer la propaganda en la zona sublevada (pues estaba muy extendida la idea del fusilamiento inmediato en caso de caer prisionero de los republicanos). A las dos y media de la madrugada el Coronel Peñarredonda, a cargo del sector de Mora d'Ebre, informó a su superior, el general Yagüe, que los republicanos habían cruzado el Ebro a gran escala. Algunos hombres bajo su mando estaban oyendo tiroteos procedentes de la retaguardia, mientras él y el cuartel General de la División ya habían perdido contacto con los flancos.
Asimismo, y con el objeto de distraer la atención del enemigo, se realizaron otros dos pasos menores. Uno de estos fue lanzado al norte de la zona de cruce principal del XV Cuerpo de Ejército, a cargo de la 42ª División. Con sus 9500 hombres, la división cruza el río entre Mequinenza y Fayón, logra establecer una cabeza de puente y en un rápido avance sus tropas llegan hasta los Altos de los Auts, capturando a un regimiento de infantería que se rinde prácticamente sin luchar. No obstante, aunque han logrado cortar la carretera que une Fayón con Mequinenza, debido a la fuerte reacción de los nacionales en esta zona y a la total carencia de apoyo artillero, los republicanos no consiguen la toma de ninguno de estos dos pueblos y quedan frenados en su avance. Al final terminará formándose una estrecha bolsa de 15 km. de profundidad, con el río a sus espaldas y prácticamente aislados del resto del XV Cuerpo de ejército.
Por el sur se lanzó otro, concretamente en el sector de Amposta (50 km. al sur de la acción principal) a cargo de la XIV Brigada Internacional (franco-belga), perteneciente a la 45ª División. Los interbrigadistas que cruzaron el río se encontraron con las fuerzas de la aguerrida 105ª División mandada por el coronel López Bravo. No obstante, aunque este ataque resultó fallido, se consideraba un avance de importancia secundaria. Al ser prematuramente descubierto por los nacionales, tuvieron un gran número de bajas. A pesar de todo, allí los combates se prolongaron durante 18 horas más, pasadas las cuales los que quedaban se retiraron desordenadamente cruzando el río con los medios a su alcance y dejando tras de sí 600 muertos y gran cantidad de material. El Comisario político de la Brigada Henri Rol-Tanguy (posterior líder de la resistencia francesa en París durante la II Guerra Mundial) fue herido pero logró volver nadando a la orilla republicana.
Río arriba, las primeras fases del ataque dieron resultado positivo. Todos los pueblos ribereños del Ebro, situados en el sector central del frente, fueron ocupados al amanecer y se formaron dos cabezas de puente de grandes proporciones. Los que cruzaron el río, entre ellos la XV Brigada Internacional, siguieron avanzando tierra adentro, a fin de rodear por los flancos y cercar a las desmoralizadas tropas de Peñarredonda. Al amanecer del 25 de julio, éste fue autorizado a retroceder con todos los hombres que pudiera llevar consigo. En el norte, la 42ª División había avanzado unos 15 kilómetros desde el Ebro, asegurando su cabeza de puente. En la zona del XV Cuerpo de Ejército, Tagüeña y sus hombres habían logrado crear una profunda cabeza de puente. Más al sur, Líster avanzó 50 Kilómetros, llegando hasta la pequeña localidad de Gandesa (en 1937 tenía 3396 habitantes). Fueron capturados todos los puntos de observación importantes situados en las montañas, entre Gandesa y el Ebro. Por otro lado, se produjeron numerosas deserciones entre las tropas sublevadas y 5000 soldados franquistas cayeron prisioneros. Las fuerzas republicanas siguieron avanzando hasta llegar a las poblaciones de Gandesa y Villalba de los Arcos, núcleos donde se había atrincherado la defensa principal franquista; La batalla principal tuvo lugar en Gandesa.
Ante la dificultad por contener la avalancha republicana, Franco ordenó que acudieran divisiones de otros sectores, especialmente del Frente de Levante (donde se estaba desarrollando una encarnizada batalla para conquistar Valencia) pero incluso desde Andalucía. Así pues, las tropas nacionalistas debieron paralizar sus operaciones en el frente del Levante; Con ello, los republicanos logran su primer objetivo. La operación constituyó, sin duda un hecho audaz y sorprendente, ya que en los tratados de táctica militar los ríos caudalosos como el Ebro eran considerados poco menos que barreras infranqueables.
Sin embargo, el fracaso de la tentativa republicana de continuar el avance se debió más a fallos técnicos de su propio ejército. Para pasar los pesados tanques T-26 a la otra orilla del Ebro era necesario hacerlo por un puente de hierro y su construcción requería largo tiempo. Otro problema inmediato es la apertura por los franquistas (informados por un ingeniero de la compañía hidroeléctrica, Charles Smith) de las compuertas de los embalses de Tremp y Camarasa, situados aguas arriba del río Segre en la provincia de Lérida. La apertura de compuertas provocó una gran crecida del río que arrastró hombres, camiones y pasarelas que saltaron por los aires, tanto por la fuerza del agua como por el choque de troncos con explosivos adosados lanzados por las fuerzas nacionales. A pesar de todo, los ingenieros republicanos adquirirán una gran práctica a la hora de reconstruir pasarelas: a lo largo de toda la batalla aunque habrá numerosos bombardeos y ataques contra las pasarelas, la gran destreza de los ingenieros republicanos minimizará el efecto de éstos además de la enérgica acción de la Defensa Antiaérea republicana (D.E.C.A.), que durante la batalla del Ebro alcanza su madurez operacional.
En el plano internacional el ataque de la república también causa un gran impacto y muchos son los que creen que la victoria de Franco no está todavía garantizada; La situación política en Europa es sumamente explosiva ante la creciente agresividad de la Italia Fascista y el III Reich, especialmente la agresividad alemana tras su Anschluss con Austria y la conflictividad en torno a la cuestión de los Sudetes, una amenaza directa sobre Checoslovaquia que podría provocar una guerra general. Por otro lado, la ofensiva republicana en el Ebro había provocado el pesimismo en la España nacionalista. De los éxitos de Aragón durante la primavera pasada se había pasado al pesimismo ante el fracaso de la ofensiva por tomar Valencia y ahora el nuevo fracaso para detener el ataque lanzado por las tropas republicanas de Cataluña, a las que se consideraba prácticamente inutilizadas desde las derrotas de marzo y abril. Se hablaba de derrotismo hasta en Burgos y los siempre exaltados falangistas murmuraban contra Franco y Martínez Anido, el septuagenario ministro encargado de la represión en la España franquista como ministro de Orden Público. A Franco le alarmaba especialmente la crisis checoslovaca, pues era consciente de su futuro en caso de que estallase una guerra europea generalizada. Consciente de ese peligro y de que podría acabar luchando contra Francia, envió a 20 000 prisioneros a trabajar en las fortificaciones fronterizas de los Pirineos y el Marruecos español. Franco desconocía las intenciones de Hitler y temía que los alemanes, de los que desconfió siempre, pudieran dejar de suministrarle la preciada ayuda militar de la que tanto dependía.
Franco, por su parte, no permitió tampoco que ni la más mínima retirada táctica quedara sin respuesta. En consecuencia, resolvió atacar a las fuerzas republicanas para desalojarlas de los territorios que habían conquistado. Buena parte de la Aviación franquista así como la Legión Cóndor y la Aviación Legionaria fueron concentradas en el frente del Ebro: En total, más de 300 aparatos. La artillería franquista también fue concentrada como antes no se había hecho en España hasta la fecha. Otros generales nacionalistas criticaron esta decisión de Franco, entre ellos Aranda, pero se trataba una decisión muy característica de su manera de hacer. En el frente del Ebro, la táctica escogida por el general gallego consistiría en lanzar un fuerte ataque combinado de artillería y aviación en una área reducida, con el objetivo de eliminar toda resistencia y, a continuación, lanzar un asalto que ocupase la posición.
Después de encarnizadas luchas entre los marroquíes y los republicanos, los franquistas avanzaron sus líneas unos escasos kilómetros pero volvieron a tener un gran número de bajas y tuvieron que suspender su ofensiva. El 3 de septiembre los franquistas volvieron a lanzar un ataque, esta vez a cargo de los cuerpos de Ejército de García Valiño y Yagüe, que se habían vuelto a reorganizar de su elevadas bajas. Nuevamente hubo una larga lista de bajas en ambos bandos y se avanzaron muy pocos kilómetros, aunque los franquistas habían conseguido algunos éxitos sustanciales. Gandesa había quedado parcialmente aliviada del cerco que sufría y los franquistas acabaron reconquistando el pueblo de Corbera (situado en un fértil valle de entre Pàndols y el monte Gaeta), que había quedado prácticamente destruido por los bombardeos de artillería y aviación. De modo que en curso de cuatro semanas, los franquistas habían reconquistado un escaso terreno de 200 Kilómetros cuadrados que habían perdido en 24 horas, creando una importante cuña dentro de la bolsa republicana. Durante la contraofensiva franquista, su aviación arrojó a diario más de 4500 kg. de bombas. Pero los ingenieros republicanos eran de gran tenacidad y reparaban los puentes antes de que terminase el bombardeo, si es que resultaban dañados porque la realidad era bien distinta: Para destruir un puente de pontones se necesitaban 500 bombas de gran potencia, eso sin contar con la presencia de artillería antiaérea y la aviación republicana, que presentó batalla en el aire. Pero esta manera de hacer de Franco no pasó inadvertida a italianos y alemanes. Mussolini estaba realmente irritado con generalísimo a propósito de cómo estaba llevando las operaciones en el Frente del Ebro y un día, mientras estaba escuchando un informe sobre las operaciones en el Ebro, saltó irritado:.
A mediados de septiembre el mando franquista volvió a lanzar una ofensiva contra las fuerzas de Líster en Pàndols, pero las líneas no avanzaron apreciablemente y tras la costosa ocupación del vértice Gaeta, debieron suspender temporalmente sus operaciones. Lo cierto es que estaban sufriendo un fuerte desgaste de material, mientras el 15 de septiembre la Alemania nazi anunció la suspensión temporal de sus envíos de ayuda militar, con grave preocupación de Franco.[13] A finales de septiembre volvió a lanzarse otra ofensiva y tras durísimos combates con un elevado número de bajas por ambos bandos se produce un lento pero progresivo retroceso de los republicanos; Así, el 2 de octubre, las divisiones navarras ocupan las cotas más altas de la Sierra de Lavall de la Torre y llegan muy cerca de Venta de Camposines.
La retirada no tuvo mayores consecuencias militares (a pesar de que se quedaron 6000 alemanes, italianos, yugoslavos, checos y húngaros, que sabían que no serían bien acogidos en sus países respectivos), pero ocurrió un hecho que fue desastroso para la II República: los ingleses y franceses acordaron abandonar a Checoslovaquia en la Crisis de los Sudetes y decidieron pactar con Hitler. Después de varios días de negociaciones, el 30 de septiembre fueron firmados los Acuerdos de Múnich que dejaban a Hitler campo libre en Checoslovaquia pero que también condenaban a la II República Española. Las esperanzas de Negrín y otros dirigentes republicanos cayeron en saco roto. Franco, por su parte, estaba exultante ya que sabía que podía volver a contar con la ayuda militar de los alemanes, pero especialmente porque era consciente del abandono de los republicanos por parte de las democracias.
El 10 de noviembre solo quedaban seis baterías republicanas al oeste del Ebro y las últimas posiciones republicanas fueron abandonadas deliberadamente. El pueblo de Fatarella, situado en lo alto de una loma, cayó ante las fuerzas de Yagüe. Las últimas operaciones militares se realizaron al tiempo que caían las primeras nevadas, en un campo de batalla que antes, el calor de agosto, había hecho intolerable. A la caída de la tarde del día 15 de noviembre, bajo las órdenes de Manuel Tagüeña, todo está preparado en Flix para el cruce del río, en sentido inverso, de las tropas republicanas que se han ido replegando y a las cuatro y media de la madrugada, ya día 16, los últimos combatientes republicanos del Ebro han cruzado a la margen izquierda. Después de haber evacuado el material de guerra y a los últimos soldados, Tagüeña ordenó volar el puente de hierro de Flix. Yagüe entró en Ribarroja el 18 de noviembre, volviendo a reconstituir la línea defensiva que los republicanos habían roto el 25 de julio.
La batalla acabó convirtiéndose en un duelo entre Francisco Franco y Vicente Rojo Lluch, como ya había ocurrido en Brunete y en Teruel. El empecinamiento de Franco en acabar con el Ejército republicano del Ebro mediante asaltos frontales en un terreno propicio para una defensa republicana bien organizada alargó la lucha durante meses y aunque quebrantó a las fuerzas republicanas de la zona, lo hizo a un elevado precio para el ejército sublevado. En este sentido, fue decisión de Franco, y de ningún otro, el ataque frontal contra los republicanos, desoyendo las recomendaciones de otros militares nacionalistas que recomendaban un ataque por el Frente del Segre, para encerrar a los republicanos en una bolsa. No obstante, diezmado el ejército republicano y con la frontera francesa cerrada desde el mes de junio, este no tenía posibilidades de victoria frente al siempre reforzado y bien pertrechado ejército franquista. La batalla del Ebro significaba la derrota decisiva de la República en la guerra y que preparó el camino para la caída de Cataluña.
El informe final de las excavaciones arqueológicas en la línea defensiva republicana de Raïmats (entorno de la Cota 562), al que ha tenido acceso este diario, arroja nueva información sobre el caso del polémico soldado. Como se recordará, pocos días después del hallazgo, los científicos que lo descubrieron se vieron obligados a entregar el esqueleto al Memorial Democrático de la Generalitat, que lo reclamó aduciendo que a ella sola compete el estudio de los restos humanos de la Guerra Civil según la Ley de Fosas. La Generalitat no ha hecho pública aún la investigación forense. Los descubridores ignoran el paradero actual de Xarli, al que uno de ellos, que cree que ha sido sepultado “clandestinamente” y “sin honores militares” en el Memorial de les Camposines, califica entre triste y zumbón de “desaparecido en combate 2”. No obstante, el director técnico del Consorcio Memorial de los espacios de la Batalla del Ebro (Comebe), el historiador David Tormo, afirmó ayer a este diario que aún no les han sido entregados los huesos de Xarli para ser depositados en el osario de las Camposines, su destino final. En todo caso, no hay prevista ceremonia alguna. “Dejamos la caja y ya está. Cada año depositamos una quincena de esqueletos de combatientes que aparecen. Si quieren llamar a eso entierros clandestinos...”.
La excavación arqueológica de los reductos defensivos (trinchera en zigzag y casamata) de Raïmats, donde tuvo lugar el último enfrentamiento de la Batalla del Ebro los días 14 y 15 de noviembre del 38, la llevó a cabo de septiembre a noviembre pasado un equipo bajo dirección de los arqueólogos Alfredo González Ruibal, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y María del Carmen Rojo, del grupo de didáctica del patrimonio (Didpatri) de la Universidad de Barcelona (UB). Al excavar el vértice V2 de la trinchera uno de los lugares más comprometidos de la defensa, descubrieron una suela de zapato y, seguidamente, un fémur. Era Xarli.
El informe de excavación corrige algunas de las primeras revelaciones sobre el soldado. Calzaba un 42 y no un 44 (se ha podido leer el número en la suela de goma de una de sus botas de tela al limpiarla) y medía 1,75 metros, lejos del más de un 1,80 inicial que hizo pensar en un brigadista extranjero. La XV Brigada, que protegía la retirada de los restos del ejército de Tagüeña hacia el puente de Flix, estaba ya entonces formada en buena parte por españoles y, sobre todo, por reclutas catalanes que eran o muy jóvenes o de las últimas levas, de más de 30 años. Los restos de Xarli aparecieron rodeados de casquillos de fusil y al lado del esqueleto se encontró esparcido el contenido del macuto de tela que llevaba en bandolera. Todo ese material, inicialmente una amalgama confusa, ha sido limpiado y analizado. Consiste en tres peines de munición y ocho cartuchos sueltos de fusil Mosin Nagant (algunos con restos de envoltorio), dos granadas de fragmentación polacas wz.33, una escudilla militar para el rancho, lo que parece ser una navaja, una botella de medicamento de vidrio verde tapada con un corcho, un cepillo de dientes de plástico amarillo marca Foramen, Hijo de R. Trabal Palet, Barcelona, un recipiente metálico para afeitado y restos de lo que parecía un tubo de dentífrico que ha sido identificado como brillantina de marca Myrurgia.
Dispersos sobre el esqueleto había fragmentos de cartón, papel y plástico. Parte del papel pertenece a un folleto propagandístico y parte quizá a una carta. Aparecieron botones correspondientes a un pantalón, a una camisa militar y al calzoncillo (uno de nácar), del que también hay trozos de tela. Se recuperaron hebillas del zurrón y del cinturón. No aparecieron ni el casco, ni el fusil ni las trinchas o cartucheras. Por las posesiones mundanas del soldado —compradas, al parecer, en Barcelona—, que revelan arraigados hábitos de higiene, se supone que era alguien de cierta cultura, de clase media o trabajador cualificado: en la época no era usual el control de la dentadura entre pobres, obreros y campesinos. La brillantina puede indicar que Xarli era presumido, aunque se usaba también para engrasar el arma (!).
Xavi murió con su cepillo de dientes. El combatiente llevaba en su macuto un bote de brillantina Myrurgia
Nuestro hombre y sus compañeros aguantaron valientemente la furiosa acometida de las tropas franquistas (la 82ª división de Navarra) contra su puesto. En un momento determinado se entabló una lucha con granadas, elemento omnipresente en las excavaciones en toda la trinchera. Era habitual recoger las que lanzaba el enemigo y devolvérselas antes de que explotaran. Todo indica que Xarli se agachó a recoger una del fondo de la trinchera y le estalló en la mano. Esa mano, la derecha, que no ha aparecido, desapareció o salió volando, con rotura de la epífisis distal del cúbito. Las esquirlas le quebraron al soldado el fémur derecho y se le incrustaron de abajo arriba en el tórax (se han recuperado seis fragmentos de metralla de granada en la parte derecha de la caja torácica, uno de ellos incrustado en una costilla, y otro fragmento alojado entre la tercera y cuarta vértebras). Xarli murió en el acto. La explosión lo lanzó de espaldas al suelo de la trinchera que defendía. Una cuestión enigmática es que le falten algunos dientes. Alguien que se cuidaba tanto la dentadura… Los investigadores especulan que pudiera llevar fundas de oro y algún soldado enemigo se las arrancara.
Un asunto colateral de interés es que la trinchera de Xarli se encuentra cerca de la cota 553, donde cayó bajo fuego republicano el comandante de tanques Gustav Trippe de la Legión Cóndor. Esa cota está a 800 metros de la posición de Raïmats, que tiene control visual sobre ella. Y 800 metros es exactamente el alcance efectivo del fusil Mosin Nagant con mira telescópica…
A FONDO: LA BATALLA DE EBRO
La batalla del Ebro fue la mayor de cuantas se libraron durante la Guerra Civil Española, la más sangrienta y larga de toda la guerra. Tuvo lugar en el cauce bajo del valle del Ebro, entre la zona occidental de la provincia de Tarragona (Terra Alta) y en la zona oriental de la provincia de Zaragoza (Mequinenza) y se desarrolló durante los meses de julio a noviembre de 1938.
Constituyó el enfrentamiento decisivo de la guerra ya que en ella se decidió el derrotero de la Guerra Civil Española, en un contexto europeo inmerso en la Crisis de los Sudetes que parecía a punto de estallar la guerra en la que quedaría unida la guerra de España. Aunque ejércitos republicanos lograron obtener una importante victoria inicial, tras la sangría en hombres y material del Ejército Popular de la República fue imposible evitar la derrota final del Bando republicano y después de 4 meses de lucha las tropas republicanas volvieron a cruzar el río Ebro. Después de esta importante derrota, quedó marcado el destino de la II República Española.
Tras la pérdida de Teruel por las tropas republicanas el 20 de febrero de 1938, los ejércitos franquistas lanzaron una ofensiva en Aragón que destruyó las defensas republicanas y barrió por completo al Ejército popular en la zona. Las divisiones de Yagüe continuaron avanzando y penetraron en Cataluña después de tomar Lérida, donde encontraron una fuerte resistencia republicana; Más al sur, los hombres de Aranda llegaron a las playas de Vinaroz el 15 de abril, alcanzando el Mediterráneo. El territorio republicano quedaba dividido en dos, concentrando dos aéreas principales: una en la Cataluña que todavía controlaban los ejércitos republicanos y un gran área central en torno a Madrid controlada por numerosas divisiones. Las fuerzas republicanas se encuentran exhaustas después de los desastres militares en Aragón y con una grave amenaza de las tropas franquistas sobre la antigua capital de la república y capital del levante, Valencia. A pesar de que los ejércitos franquistas tenían el camino libre hasta Barcelona, Franco optó por avanzar hacia el sur, a través del Maestrazgo (en la provincia de Castellón) para alcanzar la huerta levantina y hacerse con Valencia, con lo que dejaría completamente aislada a Madrid de los puertos del Levante. Las tropas republicanas en Cataluña, mientras tanto, se reorganizan para contraatacar.
LOS COMBATIENTES
Por parte republicana, las fuerzas que intervendrán en la operación son las integradas en la recién creada Agrupación Autónoma del Ebro, al mando del Teniente coronel de Milicias Juan Guilloto León. La componen unos 100 000 hombres. Entre estas tropas se encuentran las divisiones más fogueadas del bando republicano aunque, ante el aislamiento de Cataluña del resto del territorio republicano, han debido de ser recompuestas por soldados catalanes muy jóvenes, de 17–18 años, sin experiencia de combate, pertenecientes al reemplazo de 1941, es la llamada Quinta del biberón. Lo cierto es que éste ejército era el mejor preparado y más fogueado que había combatido en con el Ejército Popular Republicano en lo que iba de guerra y su equipamiento, aunque deficiente, tenía buenas armas llegadas de Checoslovaquia y de los últimos envíos soviéticos. Poco antes de la ofensiva republicana la Agrupación Autónoma del Ebro fue renombrada como Ejército del Ebro, integrado junto al Ejército del Este en el Grupo de Ejércitos de la Región Oriental (GERO). Así pues, el nuevo Ejército del Ebro está formada por:
Ejército del Ebro
Ejército del Ebro (Integrado dentro del Grupo de Ejércitos de la Región Oriental)—Comandante: Teniente Coronel Juan Guilloto León «Modesto»
—Jefe de E.M.: Mayor de ingenieros José Sánchez Rodríguez
—Comisario: Comisario General Luis Delage García
- El XV Cuerpo de Ejército, dirigido por el Teniente Coronel Manuel Tagüeña desde Escaladei y compuesto por las siguientes divisiones:
— 35ª División Internacional a las órdenes del mayor Pedro Mateo Merino (con la XI, XIII y XV Brigadas internacionales).
— 3ª División, a las órdenes del mayor Esteban Cabezas Morente (con la 31ª, 33ª y 60ª brigadas).
— 42ª División, bajo el mando del mayor Manuel Álvarez Álvarez (con las Brigadas Mixtas 226ª, 227ª y 59ª).
- El V Cuerpo de Ejército, bajo el mando del Teniente Coronel Enrique Líster, con la base en Salou y formado por:
— La 11ª División a las órdenes del mayor Joaquín Rodríguez (con la 1ª, 9ª y 100ª brigadas).
— La 46ª División al mando del mayor Valentín González «El Campesino» (con la 10ª, 37ª y 101ª brigadas).
— La 45ª División Internacional dirigida por el teniente coronel Hans Kahle (con las brigadas XII «Garibaldi», la XIV «Marsellesa» y la 129ª).
- El XII Cuerpo de Ejército, bajo mando del Teniente Coronel Etelvino Vega y con el centro de mando en la Bisbal de Falset. Estaba compuesto por:
— La 16ª División del mayor Manuel Mora con la 23ª y la 24ª brigadas.
— La 44ª División al mando de Ramón Pastor Llorens y con las brigadas 140ª, 144ª y 145ª.
— La 56ª División al mando del Teniente Coronel Gómez García e integrado por las brigadas 56ª, 3ª y 179ª. - Además de estas fuerzas principales, actuaron dentro o como apoyo del Ejército del Ebro el XVIII Cuerpo de Ejército así como el 3er Regimiento de Caballería, una agrupación de artillería antiaérea, una sección de tanques y numerosos pontones y medios de paso. El XVIII Cuerpo de Ejército se encontraba las órdenes del teniente coronel José del Barrio y estaba formado por:
— La 60ª División del mayor Manuel Ferrándiz Martín, con las brigadas 95ª, 84ª y 224ª.
— La 43ª División, comandada por el Teniente coronel Antonio Beltrán Casaña («el Esquinazau») con la 72ª, la 102ª y 130ª brigadas.
Bando franquista
Por el lado sublevado, las fuerzas que toman parte son integradas en el Ejército del Norte. La unidad destinada a la defensa de la línea del Ebro era el Cuerpo de Ejército Marroquí al mando del general Yagüe. Estas tropas se encuentran desplegadas a todo lo largo de la margen derecha del Ebro, desde el río Segre hasta el Mediterráneo. Ante la preparación de las tropas republicanas, se hizo evidente para estas tropas que los republicanos planeaban el cruce del río pero a pesar de los preparativos de éstos no hubo ningún preparativo para rechazar el ataque. Así, el cuerpo africano estaba compuesto por:- El Cuerpo de Ejército de Marroquí estaba comandado por el general Juan Yagüe, y estaba formado por:
— La 50ª División
— La 105ª División
Excepto la 50ª, formada por soldados de reemplazo, todas las demás divisiones están compuestas por tropas muy aguerridas: legionarios, regulares, mercenarios africanos de los territorios de Ifni y Sahara y voluntarios de las milicias falangistas y carlistas. Posteriormente, ante la amplitud y dureza de las operaciones, se incorporará también el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo al mando del general Rafael García Valiño.
- El Cuerpo de Ejército del Maestrazgo estaba dirigido por el general Rafael García Valiño y contaba con las siguientes fuerzas:
— La 74ª División, conocida como la Leona.
— La 84ª División
— La 13ª División, también conocida como La Mano negra.
Plan de operaciones republicano
El general Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central republicano, diseñó un plan para obligar a los nacionales a distraer fuerzas del ataque a Valencia y así aliviar la situación del ejército de Levante. El plan era originario del mes de abril, cuando las tropas franquistas llegaron al Mediterráneo y cortaron en dos la zona republicana; Después de la Campaña del Levante, era poco más que una ilusión el volver a unificar las dos zonas republicanas, pero sí constituiría un importante alivio a la presión que sufrían los hombres del Ejército del Levante. Por otra parte, ante la situación política internacional, esta operación favorecía los planes de Negrín de hacer ver a las potencias europeas democráticas (Francia y Reino Unido) que el resultado de la guerra no estaba aún decidido y en todo caso, al menos, poder alargar la guerra hasta que comenzara el gran conflicto europeo que se preveía inminente.El plan de Rojo consiste en lanzar una ofensiva, masiva y por sorpresa, sobre las fuerzas nacionales que guarnecen la margen derecha del río Ebro. Esto supone un frente de más de 60 kilómetros, de Norte a Sur, entre las localidades de Mequinenza (Zaragoza) y Amposta (Tarragona). Un ataque principal sería lanzado en la gran curva del Ebro a cargo de dos Cuerpos de Ejército, en un movimiento de tenaza sobre las fuerzas enemigas que guarnecían la ribera. El objetivo del movimiento principal era, tras consolidar sus cabezas de puente, la conquista inmediata de Gandesa, que constituía el centro de comunicaciones más importante de la zona. Una vez caído sería muy difícil para los franquistas organizar la defensa. Además de esta línea de avance, habría otros dos ataques secundarios para apoyar la acción principal: uno por el norte, entre las poblaciones de Mequinenza y Fayón, mientras otro se lanzaría por el sur, cerca de Amposta. El ataque correría a cargo del Ejército del Ebro, que reunía una variopinta colección de jóvenes reclutas (la conocida como Quinta del Biberón) pero también de un amplio grupo de veteranos que llevan luchando desde el comienzo de la guerra. El equipo del ejército republicano había mejorado considerablemente con las nuevas remesas de armamento, que incluían artillería más pesada y cañones antiaéreos. El apoyo aéreo de la Aviación republicana también había mejorado mucho con la llegada de los modelos Supermosca y Superchato.
Desarrollo de las operaciones
Ofensiva republicana
Los republicanos cruzan el río
A las 00:15 del 25 de julio, en una noche sin luna, las unidades republicanas empezaron a cruzar el Ebro. Las unidades que mandaba Tagüeña atravesaron el río entre las poblaciones de Mequinenza y Ascó, mientras que Líster y su V Cuerpo de Ejército empezaron a cruzar el río por dieciséis puntos distintos comprendidos entre Benisanet y Amposta, situada ésta 50 kilómetros al sur de la zona principal del ataque. Para la operación se habían reunido unas 90 barcas (cada una de ellas transportaba 10 hombres), tres puentes de pontones y doce más de otro tipo. A esta fuerza inicial de asalto le seguían 22 tanques T-26 y cuatro compañías de carros blindados, para el apoyo de la infantería republicana. La primera unidad del cuerpo de ejército de Líster que alcanzó la orilla enemiga fue el Batallón Hans Beimler de la XI Brigada Internacional, formada ésta por alemanes, escandinavos y catalanes.[4] La 46ª División también cruzó el río menos su jefe, Valentín González. Aunque argumentó que estaba enfermo, su superior, Líster, le visitó en su puesto de mando y después diría que solo le había entrado un ataque de pánico ante la idea de cruzar el río; Fue relevado del mando y Domiciano Leal le sustituyó en el mando de la división. Así pues, los primeros movimientos republicanos se desarrollaban según lo previsto, sin grandes dificultades.La otra orilla del Ebro, desde Mequinenza hasta el mar, estaba custodiada por Cuerpo de Ejército de Marroquí al mando de Yagüe. La 50ª División estaba custodiando gran parte del curso del Ebro que estaba siendo atacado por los republicanos; Los oficiales de la división, al mando del Coronel Campo, habían informado durante largo tiempo de que a lo largo de la orilla opuesta se hallaban concentradas tropas enemigas selectas, pero el alto mando había hecho caso omiso de estas advertencias. Cuando los republicanos atacaron se hizo en medio de la completa sorpresa de los defensores, que se retiraron entre algunos casos de pánico y, en general, en completa desorganización. En el caso de las tropas moras, la situación era todavía menos halagüeña, porque la fama de sanguinarios que venían labrándose desde el comienzo de la guerra les garantizaba el pelotón de fusilamiento en caso de ser capturados.
Entre las soldados españoles del ejército franquista que habían sido capturados se comprueba que los soldados rojos no son la bestia negra que había hecho creer la propaganda en la zona sublevada (pues estaba muy extendida la idea del fusilamiento inmediato en caso de caer prisionero de los republicanos). A las dos y media de la madrugada el Coronel Peñarredonda, a cargo del sector de Mora d'Ebre, informó a su superior, el general Yagüe, que los republicanos habían cruzado el Ebro a gran escala. Algunos hombres bajo su mando estaban oyendo tiroteos procedentes de la retaguardia, mientras él y el cuartel General de la División ya habían perdido contacto con los flancos.
Asimismo, y con el objeto de distraer la atención del enemigo, se realizaron otros dos pasos menores. Uno de estos fue lanzado al norte de la zona de cruce principal del XV Cuerpo de Ejército, a cargo de la 42ª División. Con sus 9500 hombres, la división cruza el río entre Mequinenza y Fayón, logra establecer una cabeza de puente y en un rápido avance sus tropas llegan hasta los Altos de los Auts, capturando a un regimiento de infantería que se rinde prácticamente sin luchar. No obstante, aunque han logrado cortar la carretera que une Fayón con Mequinenza, debido a la fuerte reacción de los nacionales en esta zona y a la total carencia de apoyo artillero, los republicanos no consiguen la toma de ninguno de estos dos pueblos y quedan frenados en su avance. Al final terminará formándose una estrecha bolsa de 15 km. de profundidad, con el río a sus espaldas y prácticamente aislados del resto del XV Cuerpo de ejército.
Por el sur se lanzó otro, concretamente en el sector de Amposta (50 km. al sur de la acción principal) a cargo de la XIV Brigada Internacional (franco-belga), perteneciente a la 45ª División. Los interbrigadistas que cruzaron el río se encontraron con las fuerzas de la aguerrida 105ª División mandada por el coronel López Bravo. No obstante, aunque este ataque resultó fallido, se consideraba un avance de importancia secundaria. Al ser prematuramente descubierto por los nacionales, tuvieron un gran número de bajas. A pesar de todo, allí los combates se prolongaron durante 18 horas más, pasadas las cuales los que quedaban se retiraron desordenadamente cruzando el río con los medios a su alcance y dejando tras de sí 600 muertos y gran cantidad de material. El Comisario político de la Brigada Henri Rol-Tanguy (posterior líder de la resistencia francesa en París durante la II Guerra Mundial) fue herido pero logró volver nadando a la orilla republicana.
Río arriba, las primeras fases del ataque dieron resultado positivo. Todos los pueblos ribereños del Ebro, situados en el sector central del frente, fueron ocupados al amanecer y se formaron dos cabezas de puente de grandes proporciones. Los que cruzaron el río, entre ellos la XV Brigada Internacional, siguieron avanzando tierra adentro, a fin de rodear por los flancos y cercar a las desmoralizadas tropas de Peñarredonda. Al amanecer del 25 de julio, éste fue autorizado a retroceder con todos los hombres que pudiera llevar consigo. En el norte, la 42ª División había avanzado unos 15 kilómetros desde el Ebro, asegurando su cabeza de puente. En la zona del XV Cuerpo de Ejército, Tagüeña y sus hombres habían logrado crear una profunda cabeza de puente. Más al sur, Líster avanzó 50 Kilómetros, llegando hasta la pequeña localidad de Gandesa (en 1937 tenía 3396 habitantes). Fueron capturados todos los puntos de observación importantes situados en las montañas, entre Gandesa y el Ebro. Por otro lado, se produjeron numerosas deserciones entre las tropas sublevadas y 5000 soldados franquistas cayeron prisioneros. Las fuerzas republicanas siguieron avanzando hasta llegar a las poblaciones de Gandesa y Villalba de los Arcos, núcleos donde se había atrincherado la defensa principal franquista; La batalla principal tuvo lugar en Gandesa.
Ante la dificultad por contener la avalancha republicana, Franco ordenó que acudieran divisiones de otros sectores, especialmente del Frente de Levante (donde se estaba desarrollando una encarnizada batalla para conquistar Valencia) pero incluso desde Andalucía. Así pues, las tropas nacionalistas debieron paralizar sus operaciones en el frente del Levante; Con ello, los republicanos logran su primer objetivo. La operación constituyó, sin duda un hecho audaz y sorprendente, ya que en los tratados de táctica militar los ríos caudalosos como el Ebro eran considerados poco menos que barreras infranqueables.
Los problemas logísticos de los republicanos
No obstante el éxito inicial, los problemas de aprovisionamiento y de cruce para nuevas tropas se incrementan, debido a las primeras respuestas del Cuerpo de Ejército Marroquí, que tras el shock inicial empiezan a atrincherarse en torno a una serie de poblaciones y ofrecen fiera resistencia. También destaca a la intervención de la aviación franquista, especialmente la Legión Cóndor, que acude rápidamente al frente del Ebro y efectúa ataques masivos sobre los pontones y los múltiples medios de paso del río que emplean los republicanos. Su acción no encontró otra respuesta que la de la escasa artillería antiaérea republicana, ya que, inexplicablemente, la aviación republicana tarda más de dos días en actuar, hecho éste que nunca ha sido explicado.Sin embargo, el fracaso de la tentativa republicana de continuar el avance se debió más a fallos técnicos de su propio ejército. Para pasar los pesados tanques T-26 a la otra orilla del Ebro era necesario hacerlo por un puente de hierro y su construcción requería largo tiempo. Otro problema inmediato es la apertura por los franquistas (informados por un ingeniero de la compañía hidroeléctrica, Charles Smith) de las compuertas de los embalses de Tremp y Camarasa, situados aguas arriba del río Segre en la provincia de Lérida. La apertura de compuertas provocó una gran crecida del río que arrastró hombres, camiones y pasarelas que saltaron por los aires, tanto por la fuerza del agua como por el choque de troncos con explosivos adosados lanzados por las fuerzas nacionales. A pesar de todo, los ingenieros republicanos adquirirán una gran práctica a la hora de reconstruir pasarelas: a lo largo de toda la batalla aunque habrá numerosos bombardeos y ataques contra las pasarelas, la gran destreza de los ingenieros republicanos minimizará el efecto de éstos además de la enérgica acción de la Defensa Antiaérea republicana (D.E.C.A.), que durante la batalla del Ebro alcanza su madurez operacional.
Luchas encarnizadas en Gandesa
A pesar de haberse establecido con rapidez unas firmes cabezas de puente, la infantería republicana acudió al frente a pie por la escasez de camiones; los avances hasta el interior por aquellas escarpadas tierras se realizaron en agotadoras marchas bajo el sol en pleno julio. Cuando los soldados republicanos llegaron a las afueras de Gandesa, se encontraban exhaustos y no contaban con apoyo de artillería ni de carros, aunque lograron hacerse con algunas posiciones estratégicas alrededor de la ciudad. Así, los nacionalistas pudieron completar las defensas en Gandesa y cavar trincheras sin ser bombardeados por la aviación republicana. Esta ciudad fue atacada por Líster día y noche durante los sofocantes días del verano. El 1 de agosto, la XV Brigada Internacional lanzó su más duro ataque contra la Cota 481, conocida como el Grano. Una vez más, la lista de bajas fue muy elevada, como había ocurrido en el mes de marzo y entre los muertos se hallaba Lewis Clive, concejal socialista de South Kesington, y David Haden Guest, joven filósofo comunista. El 2 de agosto, a pesar de los repetidos ataques republicanos, quedó detenido el avance republicano; las tropas republicanas se pusieron a cavar trincheras. El Teniente Coronel Modesto había previsto bombardear Gandesa pero la aviación republicana seguía sin aparecer en el sector del Ebro, con gran indignación de la infantería republicana.Impacto de la ofensiva republicana
Una vez más, Vicente Rojo se ha adelantado a Franco y como ya hubiese hecho en Brunete y en Teruel, Franco acude al terreno elegido por el republicano. Lo cierto es que los republicanos se están jugando su última carta con la ofensiva del Ebro, algo a lo que el presidente Negrín está dispuesto; Si la República logra convencer a las democracias occidentales de que intervengan en su favor, esto podría llevar al definitivo apoyo anglo-francés que sería determinante para la derrota franquista. La república se mostró eufórica en los primeros momentos de la Batalla del Ebro. Incluso el Presidente de la República, Manuel Azaña, llegó a convencerse, durante un tiempo, de que había cambiado la suerte de la República. Además, la crisis checoslovaca amenazaba provocar un conflicto bélico general en Europa en el que quedaría integrada la contienda española, como deseaba Negrín.En el plano internacional el ataque de la república también causa un gran impacto y muchos son los que creen que la victoria de Franco no está todavía garantizada; La situación política en Europa es sumamente explosiva ante la creciente agresividad de la Italia Fascista y el III Reich, especialmente la agresividad alemana tras su Anschluss con Austria y la conflictividad en torno a la cuestión de los Sudetes, una amenaza directa sobre Checoslovaquia que podría provocar una guerra general. Por otro lado, la ofensiva republicana en el Ebro había provocado el pesimismo en la España nacionalista. De los éxitos de Aragón durante la primavera pasada se había pasado al pesimismo ante el fracaso de la ofensiva por tomar Valencia y ahora el nuevo fracaso para detener el ataque lanzado por las tropas republicanas de Cataluña, a las que se consideraba prácticamente inutilizadas desde las derrotas de marzo y abril. Se hablaba de derrotismo hasta en Burgos y los siempre exaltados falangistas murmuraban contra Franco y Martínez Anido, el septuagenario ministro encargado de la represión en la España franquista como ministro de Orden Público. A Franco le alarmaba especialmente la crisis checoslovaca, pues era consciente de su futuro en caso de que estallase una guerra europea generalizada. Consciente de ese peligro y de que podría acabar luchando contra Francia, envió a 20 000 prisioneros a trabajar en las fortificaciones fronterizas de los Pirineos y el Marruecos español. Franco desconocía las intenciones de Hitler y temía que los alemanes, de los que desconfió siempre, pudieran dejar de suministrarle la preciada ayuda militar de la que tanto dependía.
Estancamiento de las operaciones
A principios de agosto, el frente se extendía desde Fayón hasta Cherta, a lo largo de la base del arco del Ebro, pero con un saliente en el extremo oriental (Villalba de los Arcos) y Gandesa) donde resistían los franquistas. En las poblaciones de Fayón y Puebla de Masaluca, situadas al norte de Villalba, y en las de Bot y Prat de Comte, situadas al sureste de Gandesa, también se defendían enérgicamente. Incluso en estos momentos difíciles, Yagüe dio pruebas de sus dotes de organizador, especialmente cuando se dedicó a preparar las defensas franquistas en Gandesa. A estas alturas los franquistas (bajo decisión exclusiva de Franco) están decididos a plantear en este lugar la batalla definitiva, comenzando una encarnizada guerra de desgaste en la que harían uso de todos los medios aéreos y terrestres disponibles. Al principio, Franco pensó permitir que el enemigo penetrara profundamente en sus líneas, para luego efectuar un movimiento en tenaza que destruyera totalmente al ejército republicano. Le disuadieron de esta idea, pero siguió bombardeando las pasarelas, que resultaban esenciales para el esfuerzo republicano. Decidió no lanzar la infantería hasta que la artillería y la aviación no tuvieran controlada la situación. Las órdenes de Líster y Tagüeña eran: Vigilancia, fortificación y resistencia. Estas consignas fueron repetidas durante las siguientes semanas. Para evitar casos como los sucedidos en Aragón durante la primavera, los sargentos recibieron órdenes escritas de fusilar a los oficiales que dispusieran la retirada sin órdenes escritas de la superioridad; En más de una ocasión se cumplió la orden, siendo fusilados oficiales y soldados que emprendieron huidas desordenadas. Para los republicanos era prioritario mantener el territorio ocupado, tanto por el valor propagandístico que tenía como por el hecho de que mientras Franco estuviera ocupado en este frente no atacaría en otras zonas, especialmente el frente de Levante.Franco, por su parte, no permitió tampoco que ni la más mínima retirada táctica quedara sin respuesta. En consecuencia, resolvió atacar a las fuerzas republicanas para desalojarlas de los territorios que habían conquistado. Buena parte de la Aviación franquista así como la Legión Cóndor y la Aviación Legionaria fueron concentradas en el frente del Ebro: En total, más de 300 aparatos. La artillería franquista también fue concentrada como antes no se había hecho en España hasta la fecha. Otros generales nacionalistas criticaron esta decisión de Franco, entre ellos Aranda, pero se trataba una decisión muy característica de su manera de hacer. En el frente del Ebro, la táctica escogida por el general gallego consistiría en lanzar un fuerte ataque combinado de artillería y aviación en una área reducida, con el objetivo de eliminar toda resistencia y, a continuación, lanzar un asalto que ocupase la posición.
Respuesta franquista
Las primeras contraofensivas
El 6 de agosto los franquistas lanzaron una contraofensiva general en todo el sector del Ebro: Delgado Serrano se lanzó contra la bolsa norte situada entre Mequinenza y Fayón y defendida por unidades de la 42 ª División. Los republicanos de este sector se vieron rápidamente superados y emprendieron la retirada hacia la cabeza de puente, donde mantuvieron su posición durante algún tiempo. Por desgracia, los puentes construidos no soportaron la avalancha de hombres y material, por lo que cedieron y se desarmaron. Los soldados republicanos que no pudieron cruzar a la otra orilla quedaron cercados y finalmente fueron hechos prisioneros. Quedaba, así, eliminada esta importante bolsa republicana. En el sector central se lanzaron varios ataques pero las posiciones republicanas se mantuvieron inflexibles, ya que la defensa republicana en esta zona estaba mucho mejor preparada y se asentaba sobre las elevadas colinas y sistemas de la Terra Alta. No obstante, el 11 de agosto las fuerzas de Alonso Vega y Galera montan un gran contraataque general sobre toda la bolsa republicana, especialmente contra la Sierra de Pandols, situada en el sur del frente. Tras varios días de una intensa lucha centímetro a centímetro, el día 14 Líster tiene que ceder la cota de Santa Magdalena, mientras la artillería y aviación franquistas martillean incesantemente las posiciones republicanas en la Sierra de Pàndols. Se produce un repliegue de los republicanos sobre Corbera ante la presión de los tanques franquistas, aunque al final consiguen rehacer sus líneas. A pesar del avance franquista, estos han sufrido una gran sangría de bajas durante esta lucha pero las bajas republicanas también son muy elevadas. El 19 de agosto las fuerzas de Yagüe lanzaron otro contraataque contra las posiciones republicanas situadas en la ladera septentrional del monte Gaeta, compuesta por suaves y ondulantes colinas, llenas de acebos.Después de encarnizadas luchas entre los marroquíes y los republicanos, los franquistas avanzaron sus líneas unos escasos kilómetros pero volvieron a tener un gran número de bajas y tuvieron que suspender su ofensiva. El 3 de septiembre los franquistas volvieron a lanzar un ataque, esta vez a cargo de los cuerpos de Ejército de García Valiño y Yagüe, que se habían vuelto a reorganizar de su elevadas bajas. Nuevamente hubo una larga lista de bajas en ambos bandos y se avanzaron muy pocos kilómetros, aunque los franquistas habían conseguido algunos éxitos sustanciales. Gandesa había quedado parcialmente aliviada del cerco que sufría y los franquistas acabaron reconquistando el pueblo de Corbera (situado en un fértil valle de entre Pàndols y el monte Gaeta), que había quedado prácticamente destruido por los bombardeos de artillería y aviación. De modo que en curso de cuatro semanas, los franquistas habían reconquistado un escaso terreno de 200 Kilómetros cuadrados que habían perdido en 24 horas, creando una importante cuña dentro de la bolsa republicana. Durante la contraofensiva franquista, su aviación arrojó a diario más de 4500 kg. de bombas. Pero los ingenieros republicanos eran de gran tenacidad y reparaban los puentes antes de que terminase el bombardeo, si es que resultaban dañados porque la realidad era bien distinta: Para destruir un puente de pontones se necesitaban 500 bombas de gran potencia, eso sin contar con la presencia de artillería antiaérea y la aviación republicana, que presentó batalla en el aire. Pero esta manera de hacer de Franco no pasó inadvertida a italianos y alemanes. Mussolini estaba realmente irritado con generalísimo a propósito de cómo estaba llevando las operaciones en el Frente del Ebro y un día, mientras estaba escuchando un informe sobre las operaciones en el Ebro, saltó irritado:.
Anota en tu diario que hoy, día 29 de agosto, profetizo la derrota de Franco [...]. ¡Los "rojos" son verdaderos combatientes, Franco no!
Diarios de Ciano
El frente vuelve a estancarse
A mediados de septiembre la línea del frente en el Ebro se mantenía estática, sin grandes cambios. A pesar del elevadísimo número de bajas que habían sufrido los republicanos, estos mantenían sus posiciones y por primera vez lograban mantener la resistencia frente a las mejores tropas franquistas. Eso se explica por dos motivos principales: el primero era que en 1938 el Ejército Popular de la República había alcanzado su mayor capacidad organizativa a diferencia de anteriores ofensivas; Por otro lado, los militares republicanos aprovecharon muy bien los rocosos valles de la Terra Alta, que ofrecían un lugar para establecer una decidida resistencia. En aquellas alturas bajo el implacable sol del agosto se libraron unas encarnizadas batallas entre las tropas de ambos bandos y en medio de los bombardeos de la aviación y el martilleo de la artillería. Pero la aviación franquista era la que realmente tenía el control de los cielos, especialmente debido a la ausencia de la aviación republicana durante los primeros días de la ofensiva. Cada día las líneas republicanas eran atacadas por escuadrillas alemanas e italianas de hasta 200 aviones, a pesar de la decidida respuesta plantada por los cazas republicanos moscas y chatos. Cuando la aviación republicana se concentró en suficiente número, empezó a ofrecer oposición a las escuadrillas de Messerschmitt y Chirris, aunque sufrieron graves pérdidas a manos de estos. Las nuevas versiones de Messerschmitt eran superiores a los cazas republicanos, que a estas altura de la guerra habían perdido el dominio del aire frente a los franquistas. A principios de agosto, la república había perdido completamente el control de los cielos. Sobre el Ebro, la aviación franquista se empleaba a fondo contra los puentes republicanos en el río, vitales para el Ejército del Ebro, contando con una nutrida respuesta de la artillería antiaérea republicana. A pesar de contar con escasas piezas, el mando republicano concentró las principales baterías antiaéreas junto a los puentes para protegerlos.A mediados de septiembre el mando franquista volvió a lanzar una ofensiva contra las fuerzas de Líster en Pàndols, pero las líneas no avanzaron apreciablemente y tras la costosa ocupación del vértice Gaeta, debieron suspender temporalmente sus operaciones. Lo cierto es que estaban sufriendo un fuerte desgaste de material, mientras el 15 de septiembre la Alemania nazi anunció la suspensión temporal de sus envíos de ayuda militar, con grave preocupación de Franco.[13] A finales de septiembre volvió a lanzarse otra ofensiva y tras durísimos combates con un elevado número de bajas por ambos bandos se produce un lento pero progresivo retroceso de los republicanos; Así, el 2 de octubre, las divisiones navarras ocupan las cotas más altas de la Sierra de Lavall de la Torre y llegan muy cerca de Venta de Camposines.
La retirada de las Brigadas Internacionales y el Pacto de Múnich
La lucha en el frente del Ebro continuaba por esas fechas de forma implacable. Franco y sus ayudantes preparaban la contraofensiva final pero una y otra vez sus ataques solo lograban avanzar unos pocos kilómetros al precio de un gran número de muertos y heridos. Por su parte, las fuerzas republicanas también estaba sufriendo una enorme sangría en el Ebro pero el presidente Negrín y los principales líderes militares del Ejército Popular insistían en mantener las posiciones en el Ebro para demostrar a las democracias occidentales que la república mantenía el pulso, especialmente en los momentos de la crisis de los sudetes en que parecía que iba a estallar una guerra en Europa. No obstante, por estas fechas se puso de manifiesto la retirada de los voluntarios de ambos bandos en la guerra, a fin de modificar la posición del Comité de No intervención ante la intervención extranjera. El gobierno de la República, como ya anunciara Juan Negrín ante la Sociedad de Naciones, anunció la retirada unilateral de los combatientes de las Brigadas Internacionales, al tiempo que 10 000 italianos también volvían a su país. Después de dos años la república podía permitirse la salida de los voluntarios, si bien habían funcionado como un eficaz instrumento de propaganda pero a estas alturas su actuación no tenía casi influencia en el desarrollo de la guerra. Y es que, las había unidades de las Brigadas Internacionales donde había más españoles que internacionales, sea el caso de la XV Brigada Internacional que estaba al mando del comandante Valledor, español, y que tenía varios regimientos compuestos de españoles. En el momento de su retirada, éstas estaban combatiendo intensamente en el Ebro; La última acción que libraron fue el 22 de septiembre, fecha en que la XV Brigada Internacional libró su último combate. El batallón inglés sufrió numerosas bajas nuevamente, como ya ocurriera en agosto.La retirada no tuvo mayores consecuencias militares (a pesar de que se quedaron 6000 alemanes, italianos, yugoslavos, checos y húngaros, que sabían que no serían bien acogidos en sus países respectivos), pero ocurrió un hecho que fue desastroso para la II República: los ingleses y franceses acordaron abandonar a Checoslovaquia en la Crisis de los Sudetes y decidieron pactar con Hitler. Después de varios días de negociaciones, el 30 de septiembre fueron firmados los Acuerdos de Múnich que dejaban a Hitler campo libre en Checoslovaquia pero que también condenaban a la II República Española. Las esperanzas de Negrín y otros dirigentes republicanos cayeron en saco roto. Franco, por su parte, estaba exultante ya que sabía que podía volver a contar con la ayuda militar de los alemanes, pero especialmente porque era consciente del abandono de los republicanos por parte de las democracias.
El final de la batalla
El día 30 de octubre empezó la contraofensiva final de los franquistas en el Ebro: El punto de ataque estaba en el paso de un kilómetro y medio de anchura al norte de la Sierra de Cavalls. Durante tres horas, después del amanecer, las posiciones republicanas fueron sometidas al bombardeo de 175 baterías nacionalistas y más de 100 aviones. La respuesta vino de un centenar de cazas republicanos que apareció sobre el aire para contestar aquella concentración, produciéndose la mayor batalla aérea de todas las habidas en el Ebro. A continuación se lanzó al ataque el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, a las órdenes de García Valiño. Los marroquíes de Juan Yagüe junto a los navarros de la 1ª División de Navarra al mando de Mohammed ben Mizzian, conquistaron las posiciones republicanas abandonadas durante el bombardeo. La batalla en las cumbres de Cavalls se prolongó durante todo el día, pero, por la noche, aquellas montañas habían caído en manos de los nacionalistas y con ellas 19 posiciones fortificadas y toda la red de defensas republicanas. Los franquistas dieron parte de haber tomado a los republicanos 1000 prisioneros, 500 muertos y 14 aviones derribados. La caída de Cavalls supuso un duro golpe para la República, ya que aquellas posiciones dominaban toda la región. Y aquello no fue más que el principio. La noche del 1 al 2 de noviembre fueron asaltadas las alturas de Pandols, la única cota de terreno que permanecía en manos de la República. El día 3, avanzando a través de Pinell, las fuerzas de Yagüe llegaron al río Ebro y con ello cumplían uno de sus objetivos pendientes desde que comenzase la batalla. Todo el flanco sur republicano se vino abajo y las fuerzas de Líster hubieron de cruzar el río, al tiempo que el día 7 caía Mora la Nueva. Los nacionalistas lanzaron un ataque masivo contra un altozano conocido como Picosa, donde los republicanos se habían atrincherado con gran habilidad. Sin embargo, tras la caída de Picosa, la acometida de los blindados nacionalistas terminó de convencer a la República de que la batalla del Ebro estaba perdida.El 10 de noviembre solo quedaban seis baterías republicanas al oeste del Ebro y las últimas posiciones republicanas fueron abandonadas deliberadamente. El pueblo de Fatarella, situado en lo alto de una loma, cayó ante las fuerzas de Yagüe. Las últimas operaciones militares se realizaron al tiempo que caían las primeras nevadas, en un campo de batalla que antes, el calor de agosto, había hecho intolerable. A la caída de la tarde del día 15 de noviembre, bajo las órdenes de Manuel Tagüeña, todo está preparado en Flix para el cruce del río, en sentido inverso, de las tropas republicanas que se han ido replegando y a las cuatro y media de la madrugada, ya día 16, los últimos combatientes republicanos del Ebro han cruzado a la margen izquierda. Después de haber evacuado el material de guerra y a los últimos soldados, Tagüeña ordenó volar el puente de hierro de Flix. Yagüe entró en Ribarroja el 18 de noviembre, volviendo a reconstituir la línea defensiva que los republicanos habían roto el 25 de julio.
Consecuencias
El asalto republicano sobre el Ebro terminaba finalmente tras varios meses de encarnizada lucha. Si bien el éxito inicial pareció hacer entrever que el resultado de la guerra no estaba claro, el cambio en la situación internacional, con Gran Bretaña y Francia en actitud contemporizadora hacia Hitler y Mussolini, la firma de los Acuerdos de Múnich (abandonando a Checoslovaquia a su suerte) es, sobre todo, el acontecimiento que aleja definitivamente el triunfo de la República. Así pues, la esperanza de Negrín y algunos políticos republicanos de lograr la internacionalización se venía abajo. Las pérdidas humanas y materiales por ambas partes fueron tremendas, cifradas por algunos historiadores entre 6500 muertos por el bando franquista y unos 10 000 muertos (algunos autores los elevan a 15 000) en el bando republicano; Las bajas totales entre ambos bandos llegan a los 100 000 hombres, incluyendo cerca de 20 000 prisioneros republicanos. Ambos bandos perdieron una gran cantidad de equipo militar terrestre y aviones sobre todo, especialmente la aviación republicana con más de 100 aviones derribados, puesto que ya no podría reponer estas pérdidas.La batalla acabó convirtiéndose en un duelo entre Francisco Franco y Vicente Rojo Lluch, como ya había ocurrido en Brunete y en Teruel. El empecinamiento de Franco en acabar con el Ejército republicano del Ebro mediante asaltos frontales en un terreno propicio para una defensa republicana bien organizada alargó la lucha durante meses y aunque quebrantó a las fuerzas republicanas de la zona, lo hizo a un elevado precio para el ejército sublevado. En este sentido, fue decisión de Franco, y de ningún otro, el ataque frontal contra los republicanos, desoyendo las recomendaciones de otros militares nacionalistas que recomendaban un ataque por el Frente del Segre, para encerrar a los republicanos en una bolsa. No obstante, diezmado el ejército republicano y con la frontera francesa cerrada desde el mes de junio, este no tenía posibilidades de victoria frente al siempre reforzado y bien pertrechado ejército franquista. La batalla del Ebro significaba la derrota decisiva de la República en la guerra y que preparó el camino para la caída de Cataluña.
Interesante blog, adjunto un enlace sobre la Batalla ed Guadalajara
ResponderEliminar