Shoichi Yokoi, el último soldado japonés de la WWII
Shōichi Yokoi ( 31
de marzo de 1915 – 22 de septiembre de 1997) fue un sargento del ejército del
Imperio japonés presente en la batalla de Guam (1944) de 1944,
durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1944, cuando las tropas estadounidenses tomaron la isla, la mayoría de los 19.000 soldados japoneses murieron en combate y alrededor de dos mil huyeron a la selva y se entregaron cuando Japón se rindió. Pero un pequeño grupo de sobrevivientes permaneció escondido en la selva, ignorando la derrota japonesa. Algunos de ellos se rindieron, otros fueron abatidos por la policía filipina... pero algunos lograron sobrevivir.
El 24 de enero de 1972 fue encontrado el sargento Shoichi Yokoi, a los 56 años de edad, uno de estos soldados japoneses que sobrevivió durante 28 años en la isla de Guam, viviendo en un refugio excavado en tierra construido por él mismo e ignorando que la guerra había finalizado.
El sargento Yokoi, se ocultó junto con ocho camaradas que fueron muriendo hasta dejarlo completamente solo. Durante 28 años vivió en un lugar terriblemente inhóspito, alimentándose de frutas y verduras, de peces y roedores, así como de ranas ricas en proteínas. Utilizaba parte de los utensilios de su equipo de supervivencia que conservaba cuidadosamente. También conservaba su viejo fusil en perfecto estado, algunas municiones y una granada oxidada.
Yokoi era sastre de profesión cuando fue llamado para integrar el ejército imperial, durante la Segunda Guerra Mundial. Su antiguo oficio le permitió confeccionarse varias prendas de vestir utilizando cortezas finas de árbol cuando su uniforme se deshizo y pasó a mejor vida.
En enero de 1972 dos cazadores lo vieron mientras pescaba. Ni siquiera cuando ya era inminente su captura abandonó su lucha. Fingió que tenía miedo y se arrodilló pidiendo clemencia, pero en cuanto se acercaron los cazadores saltó sobre ellos en un último gesto desesperado. Por fortuna, debilitado como estaba, pudieron reducirle sin que se produjera ninguna desgracia.
Una vez rescatado, el oficial fue trasladado a un hospital, donde los doctores lo acomodaron en el aparato de rayos X. Al no reconocer el equipo médico moderno, el sargento dijo a los galenos: "Si quieren matarme, háganlo rápidamente".
Regresó al Japón, donde se lo recibió como un héroe. Confesó que llegó a escuchar alguna rumor sobre el fin de la guerra, pero suponiendo que se trataba de propaganda estadounidense, y cumpliendo su promesa de no entregarse al enemigo, permaneció en la selva. Asimismo, ofreció disculpas por no haber cumplido plenamente sus deberes, aduciendo sentir vergüenza "por haber regresado vivo a casa". Los expertos en traumas de guerra han denominado al sentimiento de Yokoi "la culpa del sobreviviente".
A pesar de los cambios tecnológicos, se adaptó muy rápido a su nueva vida, escribió dos libros y trabajó en televisión en un programa de tácticas de supervivencia.
En 1944, cuando las tropas estadounidenses tomaron la isla, la mayoría de los 19.000 soldados japoneses murieron en combate y alrededor de dos mil huyeron a la selva y se entregaron cuando Japón se rindió. Pero un pequeño grupo de sobrevivientes permaneció escondido en la selva, ignorando la derrota japonesa. Algunos de ellos se rindieron, otros fueron abatidos por la policía filipina... pero algunos lograron sobrevivir.
El 24 de enero de 1972 fue encontrado el sargento Shoichi Yokoi, a los 56 años de edad, uno de estos soldados japoneses que sobrevivió durante 28 años en la isla de Guam, viviendo en un refugio excavado en tierra construido por él mismo e ignorando que la guerra había finalizado.
El sargento Yokoi, se ocultó junto con ocho camaradas que fueron muriendo hasta dejarlo completamente solo. Durante 28 años vivió en un lugar terriblemente inhóspito, alimentándose de frutas y verduras, de peces y roedores, así como de ranas ricas en proteínas. Utilizaba parte de los utensilios de su equipo de supervivencia que conservaba cuidadosamente. También conservaba su viejo fusil en perfecto estado, algunas municiones y una granada oxidada.
Yokoi era sastre de profesión cuando fue llamado para integrar el ejército imperial, durante la Segunda Guerra Mundial. Su antiguo oficio le permitió confeccionarse varias prendas de vestir utilizando cortezas finas de árbol cuando su uniforme se deshizo y pasó a mejor vida.
En enero de 1972 dos cazadores lo vieron mientras pescaba. Ni siquiera cuando ya era inminente su captura abandonó su lucha. Fingió que tenía miedo y se arrodilló pidiendo clemencia, pero en cuanto se acercaron los cazadores saltó sobre ellos en un último gesto desesperado. Por fortuna, debilitado como estaba, pudieron reducirle sin que se produjera ninguna desgracia.
Una vez rescatado, el oficial fue trasladado a un hospital, donde los doctores lo acomodaron en el aparato de rayos X. Al no reconocer el equipo médico moderno, el sargento dijo a los galenos: "Si quieren matarme, háganlo rápidamente".
Regresó al Japón, donde se lo recibió como un héroe. Confesó que llegó a escuchar alguna rumor sobre el fin de la guerra, pero suponiendo que se trataba de propaganda estadounidense, y cumpliendo su promesa de no entregarse al enemigo, permaneció en la selva. Asimismo, ofreció disculpas por no haber cumplido plenamente sus deberes, aduciendo sentir vergüenza "por haber regresado vivo a casa". Los expertos en traumas de guerra han denominado al sentimiento de Yokoi "la culpa del sobreviviente".
A pesar de los cambios tecnológicos, se adaptó muy rápido a su nueva vida, escribió dos libros y trabajó en televisión en un programa de tácticas de supervivencia.
En sus últimos años
compró una modesta granja, donde sembraba vegetales y hortalizas. El 22 de
septiembre de 1997 falleció a causa de un ataque cardiaco después de haber
manifestado su desencanto por la vida japonesa moderna:
"No estoy contento con
el actual sistema educativo, con la política, la religión, casi con todo. Los
japoneses deben vivir de manera simple, frugalmente y sin
dispendio"
Aun hoy, en la isla de Guam, situada en el Pacífico y perteneciente a los Estados Unidos, existe un museo en su memoria donde se conservan todos los escasos utensilios que le acompañaron durante casi toda la vida de aislamiento sumido en la soledad de la selva.
Aun hoy, en la isla de Guam, situada en el Pacífico y perteneciente a los Estados Unidos, existe un museo en su memoria donde se conservan todos los escasos utensilios que le acompañaron durante casi toda la vida de aislamiento sumido en la soledad de la selva.
Shōichi Yokoi, el honor de un soldado japonés
Después del temporal de ayer, me apetece hablar de cosas más amenas. Ya sabéis que las tormentas no me gustan demasiado, pero no me suelen gustar cuando van acompañadas de relámpagos, que son los que de verdad me ponen la piel de gallina. Lo de ayer, me impone respeto más bien, es como una pequeña muestra de que la naturaleza en realidad puede hacer con nosotros lo que le viene en gana y esta es su manera de avisarnos para que nos demos por enterados.
Así que hoy os hablaré de Shöichi Yokoi, un japonés muy
particular. Probablemente
este sargento del ejército japonés haya sido el último en enterarse de que la II
Guerra Mundial ya había acabado, ya que tardó 27 años desde el final de ésta. Un
24 de Enero de 1972 dos cazadores lo descubrieron pescando
cerca del río, con su uniforme remendado con materiales de la jungla (antes de
alistarse en el ejército había sido sastre) pero totalmente restaurado y en un
estado de salud bastante debilitado, ya que había estado alimentándose de
cangrejos, caracoles, ratas…
Llevaba escondido en una cueva los 27 años que siguieron a la batalla de Guam
, tras la cual corrió a esconderse en la jungla. Y así, sin información alguna,
pasó 27 años pensando que la guerra seguía y que debía defender Guam por encima
de todo.
En sus propias palabras:
“The only thing that gave me the strength and will to survive was my
faith in myself and that as a soldier of Japan, it was not a disgrace to
continue on living”
(“Lo único que me dió la fuerza y la voluntad de sobrevivir fue mi fe en
mí mismo y que, como soldado del Japón, no fuera una vergüenza para seguir
viviendo”)
Esto es algo que me llama siempre muchísimo la atención de la cultura
tradicional japonesa, ese sentido del honor que tienen por encima de todas las
cosas y que se ve todavía más fortalecido en estamentos como el ejército o
antiguamente en las empresas (aunque hoy en día todavía puede verse algo de
esto). El conservar su honor intacto era lo más importante, tanto que podían
incluso entregar la vida para mantenerlo, como los pilotos kamikazes o
suicidarse, lo que todo el mundo llama “hacerse el hara-kiri” (aunque en
realidad se trate del seppuku), por haberlo perdido. Para ellos la
muerte no es el fin, como para nosotros, sino una forma de recuperar ese honor
perdido.
“Quienes se aferran a la vida mueren,
quienes
desafían a la muerte sobreviven.”
Uyesugi Kenshin (siglo
XVI).
Para ellos morir violentamente, aunque fuese por seppuku, era
considerar que los dioses tenían predilección por ellos y no había más alto
honor para un guerrero. De hecho, la predilección que tienen por las flores de
cerezo va mucho en esa línea ya que son muy hermosas pero apenas florecen
durante una semana. Así que en el fondo no me extraña la obstinación de este
hombre por seguir sus órdenes de no rendirse y luchar para defender Guam,
incluso esconderse durante todos esos años para no caer en manos del “enemigo”.
Para ellos, sobre todo los que siguen los preceptos shintoistas la muerte es muy
distinta a cómo la contemplamos aquí en occidente, que desde hace muchos años
tratamos de esconder y tapar, como si poco a poco pretendiésemos que dejase de
existir. Para ellos era algo cotidiano y, sobre todo, una cuestión de honor.
Porque en la muerte también encontraban una forma de buscarlo. Me pregunto cómo
verán aquellos japoneses que se han convertido al cristianismo algo tan
interiorizado en su cultura como el suicidio, al fin y al cabo, la iglesia lo
considera como un pecado y para ellos es más bien una redención. ¿Cómo llevarán
esta contradicción? A lo mejor, símplemente, la han obviado, como en ocasiones
que sólo cogemos de cada cultura lo que nos interesa, igual ellos han
“refundido” lo que les interesa de cada creencia.
quienes desafían a la muerte sobreviven.”
Uyesugi Kenshin (siglo XVI).
A FONDO: SHOICHI YOKOI
Shōichi Yokoi (横井 庄一 Yokoi Shōichi?, Saori, 31 de marzo de 1915 – 22 de septiembre de 1997) fue un sargento del Ejército Imperial Japonés presente en la Segunda Batalla de Guam de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Tras finalizar la batalla con la derrota japonesa, varios soldados japoneses se internaron en la jungla e ignorar la derrota japonesa. El último, el sargento Shōichi Yokoi vivió en una caverna durante 28 años.
Yokoi nació en Saori, Prefectura de Aichi. En su juventud era aprendiz de sastre hasta su reclutamiento en 1941.
Yokoi fue llamado al servicio activo por el ejército japonés en 1941. Inicialmente sirvió con la 29a., divisón de infantería en Manchukuo. En 1943 lo transfirieron al 38o., regimiento destacado en las Islas Marianas. Arribo a Guam en febrero de 1943. Cuando el Cuerpo de Marines de los Estados Unidos liberaron la isla durante la Segunda Batalla de Guam, Yokoi se internó en la jungla con otros diez soldados nipones. El sargento Yokoi permaneció escondido hasta 1972. Siete de los militares originales eventualmente se fueron alejando. Solo tres permanecieron en la región. Más tarde, estos tres últimos se separaron y se visitaban hasta alrededor de 1964, hasta que cuando Yokoi encuentró a sus dos amigos muertos, aparentemente de hambre. Los siguientes ocho años vivió totalmente solo.
Yokoi vivía de la caza, sobre todo por las noches. Usó plantas nativas para hacer ropa, ropa de cama y utensilios de almacenamiento, que cuidadosamente escondia en su cueva.
En la noche del 24 de enero de 1972, Yokoi fue descubierto por Jesús Dueñas y Manuel de Gracia, dos hombres de la localidad que estaban revisando sus trampas de camarones un río pequeño de Talofofo. Los dos hombres habían asumido inicialmente que Yokoi era un aldeano de Talofofo (al este de la isla de Guam), pero se las arreglaron para sorprenderlo y someterlo con pequeños hematomas.
"Es con un poco vergonzoso, pero me han regresado", dijo Yokoi a su regreso a su patria. La observación se convertiría en un dicho popular en Japón.
Durante veintiocho años Yokoi se escondió en una cueva de la selva, temiendo salir de su escondite incluso después de encontrar folletos declarando que la Segunda Guerra Mundial había terminado.
Yokoi fue el antepenúltimo soldado japonés en rendirse después de la guerra, los siguientes fueron el teniente Hirō Onoda y el soldado Teruo Nakamura en diciembre de 1974.
Más tarde tras una espectacular gira de medios en Japón, Yokoi se casó y se instaló en la zona rural de la Prefectura de Aichi. Después de haber vivido solo en una cueva durante veintiocho años Yokoi se convirtió en una celebridad de la televisión y un defensor de la vida austera. Apareció en un documental de 1977 llamado Yokoi y sus veintiocho años de vida secreta en Guam. Con el tiempo recibiría el equivalente de $300 dólares en pagos atrasados, además de una pequeña pensión.
En 1991 se le concedió una audiencia con el Emperador Akihito. A su juicio, la reunión fue el honor más grande de su vida.
Yokoi falleció en 1997 de un ataque al corazón a la edad de 82 años. Fue enterrado en un cementerio de Nagoya, bajo una lápida que había sido encargado inicialmente por su madre en 1955.
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