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lunes, 28 de febrero de 2011

GAGOMILITARIA NOTICIAS.-LIBIA, LOS REBELDES A LAS PUERTAS DE TRIPOLI





La frontera entre Túnez y Libia se prepara para una avalancha de refugiados

La tensión aumenta en la frontera entre Túnez y Libia y se teme una avalancha de refugiados que lleve la situación al borde del caos. Miles de ciudadanos egipcios protestaban el domingo por la ausencia de ayuda de su gobierno, que no ha organizado un plan de repatriación.

La ansiedad se abre paso entre estos ciudadanos, que están a la intemperie, durmiendo literalmente encima de sus maletas, a la espera de que alguien se ocupe de ellos. La situación se deteriora por momentos y anoche hubo varios altercados.

"Nadie del Gobierno egipcio ha venido a hacerse cargo de nosotros. No sé qué voy a hacer, dónde voy a dormir", decía Ahmed, un joven de 26 años que lleva tres trabajando en Libia.

Los relatos que llegan del otro lado de la frontera hablan de bandas de civiles armados, robos, tiroteos e inseguridad. Los refugiados que van llegando a la frontera con Túnez huyen de una Libia a merced de la violencia. Pero una vez que llegan al otro lado, el panorama no es mucho mejor.

Más de 100.000 personas, en su mayoría trabajadores tunecinos y egipcios, han abandonado el país por los pasos fronterizos de Egipto y Túnez, según anunció ayer el Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU, ACNUR. En un comunicado hablan del riesgo de "crisis humanitaria" y apelan a la ayuda internacional.
50.000 personas cruzan el paso en una semana

La infraestructura desplegada en la frontera tunecina podría ser insuficiente si se produce una avalancha de refugiados, como temen las organizaciones internacionales desplegadas en Ras Ajdir.

"Hay un flujo constante de civiles que cruzan este puesto cada día. Pero tememos que la situación se agrave", afirmaba a ELMUNDO.es Tirana Hasan, investigadora de emergencias de Human Rights Watch, en Ras Ajdir.

Desde el 20 de febrero han cruzado por aquí 50.000 personas, pero hay miles y miles esperando al otro lado de la frontera. Nadie sabe cuántos son. "Hay más de un millón de trabajadores egipcios en Libia. Por Ras Ajdir han cruzado ya 8.000 de ellos. Otros 80.000 lo han hecho por el lado egipcio", señala Heinke Veit, responsable en el terreno de la agencia humanitaria de la Comisión Europea (ECHO).

Este organismo ha destinado 3 millones de euros para gestionar la crisis humanitaria en Libia y sus fronteras. "El gran reto es la evacuación de esta gente. La situación se vuelve cada vez más complicada". La frustración crece por momentos y anoche se vivieron momentos de gran tensión en la frontera.

Los ciudadanos egipcios que logran pasar se ven atrapados en 'tierra de nadie'. Si no fuera por la ayuda de las asociaciones civiles tunecinas, esta gente no tendría dónde caerse muerta. "Llegan nerviosos, cansados, muy asustados", explica Munira Talbi, responsable del Creciente Rojo tunecino en un campamento que el Ejército ha montado para acoger a los refugiados.

"Repartimos medicinas, comida, mantas y ropa", apunta Yamil, un joven estudiante de Medicina venido de Susa para ayudar a los refugiados. El esfuerzo del pueblo tunecino en ayudar a esta gente es encomiable. "Los tunecinos nos están ayudando mucho. Ellos son nuestros hermanos en la revolución", dice Ahmed.


Un atrincherado Gadafi asegura que Libia 'está completamente en calma'


Tras perder el este y el oeste a manos de la rebelión popular, Muamar Gadafi también parece haber perdido 'el norte': en una entrevista concedida a la televisión serbia 'Pink', el dictador libio aseguró que el país "está totalmente en calma".

Preguntado en exclusiva por el canal serbio, Gadafi acusó de nuevo a Al Qaeda de estar detrás de las "bandas terroristas" que han revolucionado a la población contra el antiguo régimen, y aseguró que el "pequeño grupo" de opositores "ha sido cercado" por sus leales tropas. "Esto lo vamos a resolver", añadió.

"No hay nada inusual, no hay problemas", aseguró Gadafi pese a que todas las informaciones que llegan de Libia apuntan a que sólo le quedan como reductos la capital Trípoli y Sirte. "El pueblo libio está completamente conmigo", afirmó.

Además, Gadafi no teme la resolución de la ONU por la que tendrá que dar expliciones ante el Tribunal Penal Internacional sobre los ataques sistemáticos contra la población civil. "No tiene valor", dijo el coronel libio sobre la resolución.

Pink TV es una cadena del empresario Zeljko Mitrovic, quien, según la prensa serbia, prestó su avión privado al ex presidente yugoslavo Zoran Lilic (1993-1997) para conseguir la entrevista en Trípoli con el coronel Gadafi.

Lilic ha mantenido en las últimas décadas una estrecha relación con el líder libio, pues ambos países formaron parte del eje de no alinéados durante la Guerra Fría.

Fuente Diario "EL MUNDO"

Los rebeldes llegan a las puertas de Trípoli

La caída de Zauiya marca un hito en el avance de las fuerzas insurgentes hacia la toma de la capital - ACNUR dice que 100.000 personas han abandonado el país

La antigua bandera tricolor del reino de Libia -roja, verde y negra- ondea sobre la ciudad de Zauiya, controlada ya por las tropas rebeldes , una mezcla de comités ciudadanos y de militares contrarios al régimen de Gadafi. Las batallas de los últimos días se han decantado finalmente del lado de los opositores y ni la artillería pesada, ni las incursiones esporádicas de los mercenarios africanos pagados por el dictador han logrado someter a los ciudadanos. Su resistencia a esos ataques les ha dado ventaja en su afán por acercarse a las puertas de Trípoli . Los rebeldes ya están a las puertas de la capital y último bastión del régimen que ha dominado el país magrebí durante los últimos 42 años.

La localidad de la costa oeste de Libia, a 50 kilómetros de la capital, se convierte desde ahora en un punto estratégico para derrocar al dictador. No solo por poseer refinerías de petróleo y un puerto, sino por sus éxitos a la hora de repeler con escopetas los embates de las fuerzas leales a Gadafi. Los testimonios que venían de la ciudad, de 200.000 habitantes, hablaban de los castigos del régimen por haberse rebelado . La sangre corrió por las calles el miércoles y el jueves, pero los ciudadanos, apoyados por los soldados, resistieron la munición del calibre 14,5 disparada desde ametralladoras antiaéreas, según la información obtenida esta semana por este periódico.

Ayer ya no eran solo las voces de la red social Twitter y las llamadas telefónicas las que hablaban de la conquista de Zauiya, sino las noticias enviadas por periodistas desde la misma ciudad. El grupo de reporteros invitados por el Gobierno libio el jueves a un tour por Trípoli ha tenido suerte. Lo que se preveía como el paseo por un escenario teatral, en el que se iba a eliminar toda prueba de disidencia, ha acabado siendo contra el régimen.

Según las crónicas de medios como el periódico The New York Times o la agencia Reuters, en Trípoli hay imágenes de Gadafi en las paredes en las que se puede leer "chupasangre". Los periodistas han conseguido hablar con gente que ha manifestado su repulsa a la represión y ayer, inexplicablemente, visitaron Zauiya para confirmar que estaba bajo el control total de la oposición. "La gente quiere la caída del régimen", gritaba la multitud, aseguró la periodista de Reuters.

El hijo de Gadafi, Saif el Islam, la cara más visible del Gobierno durante todo el conflicto, había llegado a decir que había un abismo entre la realidad y lo que estaban contando los medios internaciones. "Todo el sur está tranquilo, el oeste también, el centro también, incluso parte del este", dijo Saif a la cadena ABC. Sin embargo, en las calles de Zauiya había agujeros de bala en las casas y coches quemados. La plaza central ha sido el lugar elegido para el funeral por las 11 víctimas que cayeron en el duro combate del jueves. "Necesitamos justicia. La gente está siendo asesinada. La gente de Gadafi ha matado a mi sobrino", explicó un hombre llamado Chawki a los periodistas. "Necesitamos ayuda del exterior. Nunca usaremos la fuerza ni haremos daño a nadie, solo queremos nuestros derechos civiles. Gadafi tiene que irse. No hay otra posibilidad".

Las imágenes que se pueden ver del oeste del país muestran a la gente subida en tanques haciendo el símbolo de la victoria. Todas estas escenas subrayan día tras día la pérdida de poder de Gadafi, acorralado en la capital, obcecado con la idea de mostrarse ante su pueblo como un rey aclamado por quienes aún le siguen y amenazado por ambos lados del país, este y oeste. Incluso una eventual huida de la capital hacia su provincia natal, Sirte, a medio camino entre Trípoli y Bengasi, le supondría tener que vencer primero en Misrata, la tercera ciudad más grande del país y una de las que se ha rebelado por el este. Algunas informaciones señalaban ayer la existencia de ataques en esa zona.

Mientras tanto, varias ciudades del oeste en manos de los comités revolucionarios se organizan para marchar hacia Trípoli, según comentó a la agencia France Presse uno de sus líderes.

Aun así, la carretera de 200 kilómetros que llega hasta Trípoli sigue tomada por el régimen. Acompañados por funcionarios del Ministerio de Información, los periodistas invitados tuvieron que atravesar ocho puestos de control antes de llegar a Zauiya.

La situación en el resto del camino es parecida, según cuentan los refugiados que llegan a la frontera de Ras el Ajdir. Cerca de Zuara, hay una base militar controlada aún por partidarios del dictador. También controlan los accesos por el sur a través del desierto. Los únicos que pueden circular por esa carretera son los refugiados que llegan a Túnez. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) dijo ayer que unas 100.000 personas han abandonado Libia por las dos fronteras huyendo de los ataques.

A medida que Gadafi pierde poder dentro de Libia, desde fuera también se estrecha el cerco contra su régimen. Los Gobiernos de Italia y Reino Unido ya han manifestado que el dictador debe abandonar el poder. Londres incluso ha retirado la inmunidad diplomática del dirigente y de toda su familia. "Hemos llegado, creo yo, a un punto de no retorno", aseguró el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, a la cadena Sky Italia. "Es inevitable que [Gadafi] acabe abandonando el poder".

Militares adiestran a voluntarios en el uso de armas en las calles de Bengasi

Resulta extremadamente chocante cruzar la frontera para entrar en un país árabe y no ver una pléyade de policías, militares, guardias y funcionarios. En el árido límite entre Egipto y Libia, solo tres o cuatro individuos, viejos Kaláshnikov al hombro y vestidos de paisano, guían al extranjero que marcha a contracorriente de los cientos de asiáticos y árabes que abarrotan el puesto para escapar de Libia. Durante centenares de kilómetros, hasta alcanzar Bengasi, apenas se ve a media docena de hombres malamente armados a la entrada de algún pueblo. Seguramente por ello, militares que se pasaron a las filas opositoras se dedican estos días a adiestrar a ciudadanos en el manejo de armas. La improvisación es total; también en el campo político. Un portavoz de la Coalición Revolucionaria del 17 de Febrero anunció ayer en Bengasi -rechazando la iniciativa de un exministro de Justicia, que aseguró que se formará un Gobierno de transición- la creación de un Consejo Nacional que se hará cargo de dirigir el cambio político, pero que en ningún caso será un Ejecutivo de transición.

Solo una deserción masiva de soldados puede explicar la desaparición de un Ejército que, no obstante, debe disponer todavía de poderosas armas. Después de que Muamar el Gadafi decidiera abrir las puertas de los arsenales en todo el país, infinidad de ciudadanos se llevaron armamento de todo tipo, aunque no de excesiva importancia. En el antiguo cuartel del Mujabarat (servicios secretos) de Bengasi se acumulan munición, lanzagranadas, fusiles y lanzacohetes. Son 70 los camiones del Ejército que se dedican estos días a reunir el armamento, y son soldados que abandonaron el Ejército quienes dirigen las operaciones. Aunque no faltan civiles, como Abdelkrim Fathi, ingeniero de una compañía petrolera, que colaboran en las tareas. "Si fuera necesario, las emplearemos contra Gadafi", aseguraba Fathi, informa Nuria Tesón.

No resultará sencillo a los rebeldes vencer a los experimentados leales a Gadafi que se han acantonado en los alrededores de Bab el Azizia, la residencia del dictador bombardeada por EE UU hace un cuarto de siglo, y en la región de Sirte, donde radica la tribu de Gadafi. "En Trípoli la milicia la forman unos 8.000 mercenarios, mayoritariamente africanos. En Sirte hay otros 3.000, no sabemos cuántos de ellos militares, con armas pesadas", explica Abu Baker Omeima, uno de los dirigentes de los comités ciudadanos que se encargan de la gestión de los asuntos cotidianos. Sirte, a mitad de camino entre Bengasi y la capital, acoge la industria química de Libia. "Gadafi es capaz de cualquier locura", advierte Omeima. Algo que no arredra a los muchos voluntarios listos para enfrentarse a Gadafi. Son una legión cuya disposición y empeño por ofrecer una buena imagen conmueve. En Tobruk, ayer por la mañana, Omeima puso a disposición de los periodistas coches para su traslado a Bengasi. Gratis.

En la capital de la revuelta, con mayor presencia de personal armado, el panorama es el habitual cuando el odio se desata contra un tirano: muchos edificios oficiales y cuarteles -visitados por vecinos curiosos- presentaban un aspecto que presagia un único destino: el derribo. Como derribado fue todo vestigio de entramado institucional durante los 41 años de régimen.

No hay organismo político alguno al que acudir. No existe Parlamento, ni partidos políticos, ni organizaciones no gubernamentales, ni sindicatos. El peligroso vacío político y de seguridad reina en este país dominado por las arraigadas fidelidades tribales y en el que todo está por hacer tras el desmoronamiento, aún inconcluso, de la dictadura. Durante la revuelta egipcia nunca hubo semejante vacío de poder. Tampoco en Túnez se produjo. En ambos países, aunque de modo diferente, el Ejército jugó un papel determinante. Por contestado que sea el actual Gobierno de El Cairo -a pesar del derrocamiento de Hosni Mubarak-, y aunque el primer ministro tunecino, Mohamed Ghanuchi, dimitió ayer, siempre hubo alguien al mando. De eso se trata ahora en Libia.

Abdelhafiz Hoga, portavoz de la Coalición Revolucionaria del 17 de Febrero, aseguró ayer en Bengasi que se constituirá un "Consejo Nacional cuya misión será dirigir el proceso de transición". Lo formarán delegados de todas las ciudades liberadas, pero todavía se ignora su composición exacta y su dirección. Lo que sí se sabe es que esta propuesta ya ha chocado con la del exministro de Justicia Mustafá Mohamed Abdulyalil, que se alió recientemente a los rebeldes y que promueve un Gobierno interino de transición.

"Estamos completamente en contra de cualquier intervención extranjera. El resto de Libia será liberado por el pueblo", enfatizó Hoga, horas después de que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijera que ya han contactado con miembros de la oposición. Tan cierto como que no se han oído consignas contra Estados Unidos a lo largo de las protestas en el mundo árabe es que la inmensa mayoría nada quiere saber de injerencias foráneas.

El regreso de los antiguos camaradas

Algunos de los 12 militares que acompañaron a Gadafi en la revolución de 1969 emergen como candidatos para liderar el cambio ante la falta de sociedad civil

La fiesta nacional de Libia es el 1 de septiembre, aniversario del golpe de Estado contra el rey Idris, en 1969. Una asonada incruenta que lideró a los 27 años Muamar el Gadafi , el más joven de los 12 oficiales que lo dirigieron. Algunos de aquellos antiguos camaradas -eran compañeros en una escuela militar de Bengasi- han muerto, otros se apartaron del régimen, otros fueron apartados. Y alguno ha permanecido a su lado estas cuatro décadas. Pero incluso entre estos últimos la lealtad tiene un límite. Al menos dos de ellos, Abdel Fatah Yunis y Abdel Monem al Houni, se unieron a la revuelta rebelde la semana pasada. Ambos, junto a Abdusalam Jalloud, purgado en los noventa y apartado de la vida pública desde entonces, pueden ser claves el día después de Gadafi. El Ejército, aunque débil, es posiblemente lo más parecido a una institución que queda en este país sin partidos, sindicatos, poder legislativo ni sociedad civil.

La semana pasada Yunis dejó su cargo de ministro del Interior y Houni, el suyo de representante ante la Liga Árabe. Ambos participaron en aquel golpe que tuvo que ser aplazado dos veces porque las fechas elegidas coincidían con sendos conciertos de la venerada cantante Um Kulzum.

Los expertos más pesimistas temen que el día después a Gadafi empiece una sangrienta caza de brujas. "Habrá un vacío de poder", explicó al diario The New York Times la experta en Libia Lisa Anderson. "No veo muy factible que la gente quiera dejar las armas y volver a sus trabajos de burócrata", añadió.

El coronel Gadafi desmanteló cada estructura que pudiera suponer un desafío a su poder. Igualmente, se aseguró de que nadie le hiciera sombra. Incluso enfrentó a sus hijos sin nombrar oficialmente a ninguno heredero. Ninguna de las tribus tiene poder en todo el país porque Gadafi se encargó de enemistarlas, pero algunos de aquellos alzados contra el monarca son gente respetada, aunque rondan los 70 años.

"El Éjército es débil. No es el guardián del Estado, como sí lo era en Túnez y Egipto. Gadafi lo mantuvo sujeto porque no quería ser derrocado por un golpe militar como el que le llevó al poder", explicó el experto del Consejo de Relaciones Exteriores Robert Danin al diario The Globe and Mail.

A la filóloga árabe Mercedes Fonte Cuy, que ha vivido 27 años en Libia, no le sorprende nada que Yunis y Houni abandonen ahora al régimen. "Al que se levantaba un poco en los cuarteles se lo llevaban por delante, pero en privado los militares insultaban a Gadafi", asegura esta española de 53 años casada con un exmilitar libio, con el que tiene cinco hijos. Sostiene que el malestar era grande, sobre todo entre los militares del discriminado este del país. Los uniformados se han subido al carro revolucionario que iniciaron los jóvenes, según Fonte. "Se sentían muy controlados", resentidos y humillados".

Relata que no era raro que algún hijo del coronel se presentara en un cuartel y tratara con actitud despótica a los mandos, incluidos los antiguos camaradas de su padre. Los militares tenían que tragar.

Yunis ostentaba en los últimos tiempos el cargo de ministro del Interior -lo que tampoco significa tanto en un país donde solo el Ministerio del Petróleo tiene poder-, pero antes dirigió la escuela militar de comandos y paracaidismo en Bengasi. Fonte asegura que "es un hombre estricto, serio, que mantiene las distancias".

Houni, el exjefe de la delegación ante la Liga Árabe, supuestamente participó en un golpe contra Gadafi en 1975, según el think tank Starfor. Estuvo exiliado en Egipto hasta que, hace 10 años, el expresidente egipcio Hosni Mubarak convenció a Gadafi para que le permitiera volver. Houni debió recobrar la confianza del déspota para ser embajador.

Otro de los hombres clave es Jalloud, el que fue número dos del coronel hasta 1993, cuando le apartó. Fonte cuenta que "era muy buen orador, tenía muy buena presencia y mucha relación con Egipto". Añade que ha vivido al sur de Trípoli. Su tribu, Maqarha, ha dado la espalda al dictador, según Al Yazira.

Mustafá al Kharubi y Al Khwaidi al Hmaidi, que también participaron en aquella asonada que aprovechó que el rey Idris había viajado a Turquía por motivos de salud, siguen probablemente al lado del líder, porque no hay noticias de que hayan desertado. Se rumorea que el coronel Abu Baker Yunis Jaber, jefe del Estado Mayor del Ejército durante 40 años, está bajo arresto domiciliario.

Emhemmed al Mghariaf murió en un accidente de coche, y varios más de aquellos oficiales que se alzaron en armas y echaron al rey sin derramar sangre en unas horas se apartaron (o los apartaron) del régimen y viven en Libia discretamente.

Fuente Diario "EL PAÍS"

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