Vietnam, en busca de la tumba perdida
Veteranos de EE.UU. devuelven a Vietnam «trofeos de guerra», como fotos, armas o diarios, para localizar fosas comunes de soldados del Vietcong
Pablo M. DíezEnviado especial a HanóiActualizado:Con solo 19 años, Grant Coates se alistó voluntario para la Guerra de Vietnam en septiembre de 1968. En casa había oído las heroicas historias de su abuelo en la I Guerra Mundial y de su padre en la Segunda y él pidió destino en una unidad de reconocimiento. «Nuestra misión era luchar y seguir moviéndonos. Aunque no nos quedábamos mucho tiempo en ningún lugar porque los helicópteros nos evacuaban enseguida tras los combates, en los rastreos tuve bastante contacto con la gente local», cuenta al otro lado del teléfono desde la Costa Este de Estados Unidos.Hoy, con 70 años, sigue rastreando Vietnam para localizar al enemigo. Pero no para matarlo, sino para desenterrarlo. Como presidente del Comité de Prisioneros de Guerra y Desaparecidos en Combate de la Asociación de Veteranos de Vietnam, se encarga de recuperar objetos arrebatados a los soldados del Vietcong tras los enfrentamientos para hallar las fosas comunes donde fueron enterrados.
Cuatro décadas después de la guerra, que dejó entre 1,4 y 3,8 millones de muertos, en Vietnam quedan 200.000 desaparecidos en combate cuyos cuerpos no han sido encontrados. Además, hay casi 1.600 soldados estadounidenses cuyos cadáveres tampoco han sido localizados. Tras los combates con el enemigo, todos ellos fueron sepultados en fosas en medio de la jungla desperdigadas por todo el país que hoy son difíciles de descubrir. «Lanzamos esta iniciativa en 1993, dos años antes de que EE.UU. y Vietnam establecieran relaciones diplomáticas. Pensamos que, si contactábamos con los veteranos de guerra vietnamitas y les decíamos dónde estaban las tumbas de sus muertos, ellos harían lo mismo por nosotros», explica Coates. Al fin y al cabo, resume, «los sentimientos de los familias son iguales en todos los países: alegría por el regreso de los supervivientes y pena por la desaparición de los caídos».
Hurgar en sus bolsillos
Pidiendo ayuda a sus más de 50.000 miembros, los veteranos estadounidenses han recopilado abundante información y material para encontrar esas fosas comunes. Además de mapas y archivos militares, los excombatientes han entregado los «trofeos de guerra» que se llevaron tras matar a sus enemigos y hurgar en sus bolsillos. En su mayoría, son fotografías, cartas, amuletos, armas, cascos, emblemas, cuencos de incienso y hasta un diario que, escrito por una joven doctora del Vietcong, Dang Thuy Tram, sirvió para localizar a su familia en 2005 y fue publicado con enorme éxito bajo el título «Last night I dreamed of peace» («Anoche soñé con la paz»). Escrito desde 1968 hasta la muerte de la médica en 1970, esta obra pone rostro y corazón a ese enemigo invisible que tantas veces aparece en las películas de Hollywood sobre la guerra de Vietnam, que fue una de las más salvajes de la historia y también traumatizó a la sociedad estadounidense.Desde que empezaron a compartir sus descubrimientos con Vietnam, donde hay unos tres millones de antiguos combatientes, los veteranos estadounidenses han entregado información sobre 304 fosas donde habría enterrados 15.000 cuerpos. «La mayor parte del material que entregamos procede de los soldados de Ingeniería, que llevaban máquinas excavadoras para enterrar a los muertos y recuperaban sus objetos personales», detalla Coates, que ha viajado seis veces a Vietnam desde 2005.
«La primera vez que volví y hablé con ellos, iba con mucho cuidado y no sabía cómo me iban a tratar porque yo había matado a sus compatriotas. Sorprendentemente, no guardaban ningún resentimiento y fueron muy cálidos. Su mayor interés era tener una vida mejor para sus hijos y nietos y eso hizo mucho más fácil aceptar el pasado. No hablamos de la guerra, pero sí de donde habíamos estado y lo que habíamos visto y aprendido», rememora el veterano, que guarda buenos recuerdos de Vietnam pese a perder a uno de sus mejores amigos, Edward Cox.
Aunque Coates ha preferido no estar presente en la apertura de ninguna fosa de soldados vietnamitas, asistió en 2010 a la recuperación de un cadáver estadounidense cerca de la frontera con Camboya. «Me impresionó el respeto de los antropólogos, médicos y soldados que lo desenterraron», alaba una labor que, además de desagradable, suele requerir alrededor de un año de investigación hasta dar con la tumba.
El coste del ADN
El problema es que, una vez localizados los cuerpos, las autoridades vietnamitas no hacen pruebas de ADN para encontrar a sus familiares porque son muy costosas. A menos que tuvieran rasgos distinguibles que hayan resistido tanto tiempo o documentos como los que entregan los veteranos estadounidenses, por ejemplo fotos, carnés o cartas, resulta imposible identificar los cadáveres. «Mi hermano fue a luchar a la guerra y murió en 1972. Nunca recuperamos su cuerpo y eso es algo que jamás podremos olvidar», se lamenta Le Viet Quang, que tenía 16 años cuando acabó la contienda en 1975 y recuerda los bombardeos sobre las centrales eléctricas y los lagos de Hanói.A los problemas para identificar los cadáveres se suma el desarrollo económico de Vietnam desde su apertura al capitalismo en 1986, que está cambiando la faz del país por su rápida urbanización. «Ahora hay autopistas, estadios de fútbol y hasta colegios sobre las fosas comunes», advierte Grant Coates, quien espera volver en octubre con más material, como fotos y un casco con un nombre escrito en su interior. «Me gusta regresar y charlar con los amigos del Ejército norvietnamita, con quienes recuerdo el pasado y brindamos por el futuro», asegura soltando una risita al otro lado del hilo telefónico.
En Hanói le espera Bui Van Nghi, subdirector del Departamento Americano de la Unión de Asociaciones de Amistad de Vietnam, quien tiene ya 103 carpetas con información sobre más de 12.000 desaparecidos proporcionada por los veteranos estadounidenses. «Gracias a ellos, desde 1994 hemos encontrado restos de 1.500 soldados, pero a la mayoría no podemos identificarlos», lamenta otra de las secuelas de la guerra de Vietnam junto a las minas enterradas y las malformaciones provocadas por el Agente Naranja, el defoliante tóxico con que EE.UU. bombardeaba la jungla. Como bien resume Grant Coates, «en una guerra nunca hay ganadores». Cuatro décadas después de luchar en Vietnam, sigue rastreando para que sus antiguos enemigos «reciban una sepultura digna».
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