Teutoburgo: el bosque que acabó con las legiones romanas
La batalla puso en evidencia una de las escasas debilidades
del ejército de Roma, su vulnerabilidad cuando no podían desplegarse en campo
abierto
El bosque de Teutoburgo en un día con niebla. (Nikater)
21.02.2016 – 05:00 H.
"Que las guerras deban parecernos una necesidad, es una
prueba de nuestra estupidez".
Emanuel Lasker.
En una zona de complicada orografía, en lo más profundo de
la actual Alemania, se extendía como una alfombra verde
oscura, un bosque interminable, vasto y radicalmente enigmático, habida cuenta
su incalculable extensión y las oscuras leyendas que hablaban
de la voracidad de unos árboles vivos que no tenían consideración alguna hacia los
bípedos que osaban entrar en sus dominios, a los cuales devoraban sin más
contemplaciones. El bosque en cuestión alcanzaba (por comparación) a tener
las dimensiones actuales de nuestra nación hermana, Portugal; esto es,
aproximadamente unos cien mil kilómetros cuadrados y era
literalmente impenetrable, tanto para la luz, como para los humanos.
Hoy se reduce más o menos a la cadena montañosa boscosa de Teutoburgo,
a unos 110 km de largo y unos 10 km de ancho, que no es poco.
Los hábiles, feroces y curtidos guerreros bajo la
dirección de Arminio, aguardaban agazapados el paso de una enorme comitiva
militar romana
Pero el bosque, en el año 9 de nuestra era, tuvo un súbito
despertar, cobró vida, y abrió sus fauces para devorar en las siguientes
48 horas a cerca de 20.000 soldados romanos que, a pesar de
las informaciones inquietantes que les suministraban sus exploradores, parecían
muy confiados en sí mismos y en su reputación de invencibles. Algunas decenas
de miles de guerreros germanos aguardaban hacía semanas, apostados en el
silencio más absoluto, impecablemente camuflados en sacos de arpillera,
mimetizada con barro y hojarasca de la que profusamente poblaba el suelo del
tupido bosque como un manto continuo. Aguardaban pacientemente para
intervenir en uno de los momentos más trágicos de la historia militar de la
antigüedad y aplicar con severidad una venganza que ha pasado a los anales
de la historia por lo escalofriantes detalles que se han ido revelando, mas
allá de las crónicas de los escasos supervivientes de la brutal carnicería
acontecida en sus entrañas.
Miles de pinos, robles y hayedos daban cobertura a los
hábiles, feroces y curtidos guerreros que bajo la dirección del caudillo
germano más famoso de la antigüedad, Arminio, aguardaban
agazapados el paso de una enorme comitiva militar romana con
órdenes precisas de generar tierra quemada, dar un escarmiento a los teutones y
aplicar el horror a discreción. Pero el astuto guerrero alemán tenía otros
planes más imaginativos para combatir con eficacia las probadas y exitosas
tácticas legionarias.
Mientras, la columna romana avanzaba lentamente debido
a la enorme cantidad de tropa comprimida en reducidos espacios de maniobra. Si
a esto le añadimos el hándicap de la frenada lógica de la impedimenta y la
logística que llevaba cada cuerpo legionario, y además le sumamos
que circulaban por un territorio manifiestamente hostil y que el viento,
la lluvia y el barro eran la tónica presente en el día a día de los
expedicionarios, estaríamos describiendo un escenario con demasiadas
resistencias no solo psicológicas, sino estratégicas, climáticas y de toda
laya.
El bosque de Teutoburgo en la actualidad.
(Natursehenswürdigkeit Externsteine)
La tormenta perfecta
Escasos de tropas auxiliares —caballería, arqueros y
honderos— para contestar eficazmente la fase inicial de un ataque y dar tiempo
a las centurias a formar las famosas “tortugas”, las limitaciones y
desventajas sumaban una masa crítica casi insuperable ante el ataque que se
barruntaba. Todo lo que podían hacer era aferrarse a la esperanza de llegar a
la fortaleza más próxima, en Aliso, cerca del río Lippe, a mitad de camino
entre los ríos Weser y Rin.
De repente, la tormenta perfecta se desató. Un infierno de
sonidos de una gravedad aterradora, reverberados por el eco profundo del bosque
animado; unos instrumentales, producidos por el choque de las espadas o
venablos contra los escudos propios, otros guturales, sostenidos en un griterío
descomunal auguraban una de las más recordadas intervenciones del horror.
Un Apocalipsis de flechas y dardos en medio de un rugido
indescriptible salió vomitado de las lindes del bosque de Teutoburgo. Los
hombres de Arminio cargaron contra la legión que comandaba el
propio Varo tras lanzar en menos de un cuarto de hora cerca de veinte mil
jabalinas y venablos, antes de entrar en un infernal cuerpo a cuerpo.
Contexto del dominio romano en la Germania Transrenana. En
verde las zonas pacificadas, en amarillo los populi clientes ('pueblos
clientes' o aliados) y en rosa los populi hostiles ('pueblos hostiles').
(Cristiano64)
A pesar de que el primer ataque debió de haber sido
terrorífico, los legionarios eran profesionales que difícilmente podían ser
derrotados de un solo golpe. La primera legión retornó desde el noroeste y
trató de reagruparse con los restos diseminados de las otras dos legiones que
habían estado combatiendo todo el día sin tregua en una batalla de
proporciones épicas y de una contundencia inusual.
Esa noche desapacible de un otoño entrante, azotados por
vientos racheados, los restos de las tres legiones, se las arreglaron para
apiñarse en un campamento provisional con una muy endeble
fortificación, por no decir, harto inadecuada.
Cuando amaneció, llovía y soplaba un viento cortante. Los
hijos de Roma eran conscientes de que no vivirían un día más, y se prepararon
para mejor morir. Mientras, los germanos recibían refuerzosincesantemente
ante las perspectivas del ingente botín y esclavos que les deparaba la
previsible derrota de las legiones de Varo.
Documental sobre la batalla de Teutoburgo.
En retirada
El jefe de la caballería romana, en vez de morir con honor,
huyó con su regimiento, con la vana esperanza de alcanzar el Rin y refugiarse
en la otra orilla, pero pereció indefectiblemente durante la huida con los
cerca de quinientos jinetes que le acompañaban. Varo, herido,
era consciente de lo que le ocurriría si era capturado con vida. Para eludir la
fatalidad, se apoyó contra su propia espada y con la convicción de los que
saben lo que hacen, se atravesó el corazón limpiamente .Varios miembros de la
alta oficialidad, siguieron el mismo camino. Dos generales quedarían al mando
sin eludir el combate, cayendo honorablemente cuando los germanos entraron en
tromba en el precario campamento.
El historiador romano Suetonio señala que Augusto,
emperador a la sazón, cayó en una profunda depresión que le introdujo un rictus
irreversible
Un joven oficial, Casio Querea, consiguió
poner un poco de orden en aquel caos, y dirigió la huida de algunos
legionarios, que escaparían amparados en la oscuridad de la noche, a través de
los cuales ha llegado hasta nuestros días la historia del desastre. Se cree que
la casi totalidad del contingente romano, unos 18.000 soldados, fueron
muertos o masacrados en terribles sacrificios rituales en las entrañas del
propio bosque de Teutoburgo. Otros 10.000 no combatientes, que incluían algunas
tropas auxiliares, esclavos, comerciantes, mujeres y niños no tuvieron mejor
suerte.
La moderna arqueología en su enorme labor
detectivesca, hace mención clara a través de las pruebas de fotoluminiscencia
de detalles indescriptibles. En las laderas de la colina de Kalkriese se
ha documentado la localización de madres abrazadas a sus hijos en grupos
amontonados, que al parecer fueron pasados por las armas sin más
contemplaciones y sin respetar género ni edad. Asimismo y siguiendo la previsible
huida hacia el sur de las diezmadas tropas de Varo, se han encontrado
centenares de casos de aniquilaciones individuales, así como
actos heroicos de formaciones de fortuna, o remedos de las eficaces tortugas
con combatientes que intentaron organizarse para vender cara sus vidas ante
aquel akelarre exterminador.
El historiador romano Suetonio señala
que Augusto, emperador a la sazón, cayó en una profunda depresión
que le introdujo un rictus irreversible y un profundo pesar del cual al parecer
no se recuperaría nunca.
Monumento
a Arminio en el bosque de Teutoburgo. (Michael Radtke)
Una subida de impuestos que salió cara
Seis años después, Julio César Germánico concibió
la idea de ir con sus tropas a visitar el lugar de la batalla para dar
sepultura y tributar honores a los caídos. Los azares de la guerra y el destino
de los hombres, inspirarían a Tácito hermosos y sentidos
versos sobre aquella terrible masacre. Germánico y sus tropas, se encontrarían
restos de miles de cabezas humanas clavadas en troncos de árboles. Los bosques
cercanos estaban poblados de improvisados altares, junto a los cuales se habían
sacrificado a los tribunos, centuriones y decuriones. El escenario era
desolador, por no decir dantesco.
Hacia 1987, un arqueólogo británico, Anthony Clunn,
hallaría 162 denarios y tres bolas de plomo del tipo usado en las hondas del
ejército romano. Posteriores investigaciones a cargo de arqueólogos experimentados
conducidos por Wolfgang Schlüter llevaron a conclusiones
convincentes en el sentido de que la batalla tuvo lugar al norte de la
colina Kalkriese, entre los pueblos de Engter y Venne, en el borde
norte del bosque de Teutoburgo, 30 km al norte de la ciudad de Osnabrück, a
unos 200 kilómetros de Colonia, lugar hoy ampliamente aceptado por la
comunidad arqueológica.
La batalla del bosque Teutoburgo puso en evidencia una de
las escasas debilidades tácticas de las legiones romanas, que no era otra que
su vulnerabilidad cuando no podían desplegarse en campo abierto. En
los espacios cerrados las formaciones romanas perdían sus mejores cualidades:
su disciplinada formación, y su flexibilidad táctica.
Varo pagó cara su osadía. Su expedición de castigo venía
derivada por una subida de impuestos que a los rubicundos teutones les
pareció excesiva. Ironías de la vida.
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